LA HABANA VIEJA Fernando Carrión M. fcarrion@flacso.org.ec Publicado en: Diario Hoy Fecha: 27 de septiembre de 2003 La Habana vieja tiene una estructura urbana heredada de la colonia, compuesta por tres elementos básicos: las fortificaciones, las plazas y la trama vial irregular. Elementos que han perdurado hasta el día de hoy gracias a los cambios que vive Cuba a partir de 1959. En aquella época se priorizó el campo y otras ciudades del país sobre la ciudad capital; pero también se detuvo la especulación del suelo, y las nuevas corrientes de la arquitectura moderna no lograron penetrar. Gracias a ello La Habana Vieja se mantuvo, aunque en condiciones precarias, pero intacta y, sobre todo, viva. Allí su vitalidad que ahora renace con el trabajo de la Oficina del Historiador. En atención a la calidad de la estructura y a la persistencia de los valores culturales que tiene La Habana Vieja, la UNESCO -en 1982- la declaró Patrimonio Cultural de la Humanidad. El ámbito de la declaratoria acoge a una población de 80.000 habitantes en un área de 2.1 kilómetros cuadrados. Es decir, es un centro, grande, denso y, por tanto, vivo, aunque tugurizado como los otros de América Latina. Será desde principios de la década del 90, con la caída del bloque socialista y el agravamiento del bloqueo a la isla, que se produce un hecho único en el conjunto de los centros históricos de América Latina: la correspondencia entre el proyecto de rehabilitación del Centro Histórico con el proyecto de desarrollo nacional. Con la finalidad de contrarrestar la crisis económica el gobierno nacional decide estimular el desarrollo del turismo y la apertura al capital foráneo. Para ello y en el campo de La Habana Vieja, genera un instrumento legal que le permite a la Oficina del Historiador de La Habana, creada en 1938, llevar una acción autofinanciada y sostenible. Esta Ley de octubre de 1993 le permite cobrar impuestos a las empresas productivas localizadas en la zona histórica y desarrollar por su propia cuenta actividades empresariales vinculadas al turismo. En otras palabras, el gobierno del centro histórico genera apertura al capital foráneo, estimula el desarrollo empresarial y establece impuestos a la ganancia y a los predios. La Oficina del Historiador de La Habana entra en una nueva lógica de gestión urbana que ha generado en este último quinquenio un nivel de inversión anual promedio de alrededor de 40 millones de dólares para la rehabilitación. Por eso, esta parte importante de la ciudad se ha convertido en un motor de cambio que se inscribe en la necesidad de acceder al futuro desde el pasado, como dice Eusebio Leal. Tan es así que lo “nuevo” del desarrollo urbano de la totalidad de la ciudad está en “lo viejo”, en La Habana Vieja. Allí está la renovación urbana en la arquitectura y el urbanismo, pero también en la economía y la política. Expresión de ello es la presencia de las nuevas generaciones (los niños y los jóvenes) y del patrimonio inmaterial (la música, el baile). Allí se dan la mano lo nuevo con la tradición, para proyectarse hacia el futuro, no solo de la Habana Vieja, sino también de la ciudad.