LOS DIÓSCUROS Y LA LEGIO VII GEMINA. ALGUNAS REFLEXIONES SOBRE EL APELATIVO Y EL EMBLEMA DE LA LEGIÓN por ANGEL MORILLO CERDÁN Universidad de León RESUMEN A lo largo de estas páginas planteamos las dudas que todavía subsisten sobre el apelativo gemina aplicado a la legio VII, así como la posibilidad de que los Dióscuros puedan considerarse el emblema de dicha unidad. ABSTRACT In this pages we outline the doubts that still exist on the appellative gemina applied to legio VII, as well as the possibility that the Dioscurii could be considered the emblem of this military unit. Como es bien sabido, la creación de la legio VII se enmarca dentro de los dramáticos acontecimientos que rodearon la guerra civil del 68-70 d. C.1. Tras la partida de la legio X gemina hacia durante el año 63 d. C., el ejército hispánico había quedado reducido a una única legión, la VI victrix, acantonada en León (Morillo, 2002: 81), y acompañada, según Suetonio2, por dos alae y tres cohortes, que debieron estar adscritas a la unidad legionaria. La Legión VI Victrix y su comandante, Tito Vinio, participaron activamente en la sublevación del año 68 de Galba contra Nerón y en el levantamiento en una nueva unidad en Clunia, compuesta por hispanos3. Esta nueva unidad respondía a la necesidad de Galba de contar con más tropas en su previsible lucha contra el 1 No vamos a entrar en la narración de los hechos que resultan más que suficientemente conocidos. Entre la abundante bibliografía que hace alusión a la historia de la legio VII v. Ritterling (1925: col. 1630-1641), García y Bellido (1950; 1970), Roldán (1974: 201-204), Tranoy (1981: 171-173), Le Roux (1982: 151-153; 2000), Matilla (1983), Abascal (1986), Alföldy (1987), Rabanal (1990: 73-89), Rodríguez González (2001. 243-254) y García Marcos (2002). 2 Galba, X, 2. 3 Resulta muy significativo que sea precisamente Galba, gobernador de la provincia que contaba con los recursos auríferos más importantes de todo el Imperio, el primer pretendiente en levantarse contra Nerón. No cabe duda que el oro astur debió comprar numerosas fidelidades en la carrera hacia el trono. Entre ellas la de la propia legio VI victrix, en la que reposaba el control efectivo de los distritos auríferos, y de su comandante, que siempre vemos en un primer plano junto a Galba (Morillo, 2002: 88). 748 ÁNGEL MORILLO CERDÁN último de los julioclaudios, y recibió el numeral VII, correlativo al de la única unidad presente en aquel momento en la Península, la VI victrix, su legión matriz. En su primera etapa recibirá el apelativo de Galbiana,4 en honor a su fundador, e Hispana, alusivo a su origen, como evidencia una inscripción hallada en Brescia (Garzetti, 1970: 331-336)5. La Legión VII creada por Galba constituye de hecho el embrión de la futura VII gemina. Gracias a dos de las lápidas descubiertas en Villalís6 conocemos la fecha exacta en la que la legio VII recibió sus enseñas, lo que acaeció el 10 de junio del año 68 d. C.7 (Diego Santos, 1986: 51-52, nº 33 y 53-55, nº 35). En octubre del mismo año, la legio VII “Galbiana” ya está operando en Roma, para posteriormente ser destinada al limes danubiano. Tras la muerte de Galba toma partido por Otón, regresando de nuevo a Italia. Con Vitelio retorna brevemente al Danubio, desde donde apoya a Vespasiano, lo que la llevará a participar en la segunda batalla de Bedriacum (cerca de la actual Cremona)8, sufriendo graves pérdidas9. Posteriormente es destinada a la Germania Superior, donde sabemos de su presencia, por las lápidas de los tribunos T. Staberius y C. Baburius, ambas fechadas en el 73-74 d. C., donde aparece ya con los epítetos gemina y felix10, y el hallazgo de varias tegulae con los mismos títulos en el importante centro alfarero de Rheinzabern11 (Ludowici, 1912: 115-116 y 125-127). La vuelta a Hispania de la legio VII gemina debió de producirse a finales del año 74 d. C., aunque no va a ser hasta el 79 cuando aparezcan las primeras referencias a su estancia en sendas inscripciones de Chaves y Cornoces (Orense)12. Ahora bien, como hemos visto, su establecimiento no será ex novo, sino que ocupara el lugar del viejo campamento de la legio VI victrix en León, asentamiento que contaba ya con una larga tradición castrense. No obstante, García y Bellido sostiene que antes de la llegada de la totalidad de la legio VII a la Península, algunas de sus vexillationes pudieron estar ya acantonadas en León construyendo el recinto que más tarde iba a ocupar aquella. Esta opinión se fundamenta en el hallazgo en la ciudad de varias marcas latericias en las que la legión aparece exclusivamente con el epíteto gemina, sin el felix que obtendría en o antes del año 74 d. C. (García y Bellido, 1970b: 589 y 591). Las recientes evidencias arqueológicas no desmienten esta hipótesis de trabajo, ya que no existe un paréntesis temporal entre el abandono del campamento de la etapa julioclaudia y el levantamiento del de la legio VII, si bien por el momento no puede probarse que dichas tropas pertenecieran a la legión creada por Galba. Sin embargo, nuestra opinión es que los destacamentos de ésta habrían llegado con posterioridad al 69-70, momento en el que la legio VI parte definitivamente de Hispania hacia el Rin (García Marcos, 2002: 182, n. 3). 4 Tácito, Historiae II, 86 y III, 7,10, 21. Esta confusión en el apelativo asignado a la legión llevó a Le Roux a proponer que esta unidad no tuvo reconocimiento oficial hasta el 70 d. C. (1970: 152-153), momento en el que debió recibir el definitivo apelativo de gemina. Alföldy se muestra abiertamente contrario a esta opinión, señalando que el reconocimiento oficial se remonta al mismo momento de su creación en el año 68 (1985: 394-395). 6 A ellas habría que añadir una tercera, muy fragmentada, procedente de la ciudad de León y dada a conocer por García y Bellido (1970: 324). 7 CIL II 2552 y 2554. 8 En la primera batalla de Bedriacum (primavera del año 69) también participaron algunas vexillationes de la legio VII (Garzetti, 1970: 336). 9 Tácito, Hist. III, 22. 10 CIL VI 3538 y XIII 5033, respectivamente. 11 CIL XIII 12167, 1-8. 12 CIL II 2477 y IRG IV 92, respectivamente. 5 LOS DIÓSCUROS Y LA LEGIO VII GEMINA 749 Independientemente del momento concreto de la llegada de las primeras tropas de la legio VII, a partir de comienzos de época flavia el campamento de León será la base permanente de esta legión a lo largo de todo el Imperio13. Como ya hemos apuntado en varias ocasiones anteriores (v. Fernández Ochoa & Morillo, 1999: 73-74; Morillo, 2002: 87-88), los móviles que explican esta elección geográfica, claramente continuista respecto al periodo anterior, están estrechamente vinculados a la creciente importancia que la explotación aurífera del noroeste de Hispania fue adquiriendo a lo largo de todo el siglo I d. C. y, en particular, a partir de los flavios (Domergue 1986, 33; Sánchez-Palencia & Fernández-Posse 1985, 322-324). Esta situación hacía necesaria la presencia de un importante contingente de tropas, cuya función sería tanto la construcción, como la vigilancia, mantenimiento y control de las vías que daban salida al oro, así como la aportación del apoyo técnico necesario para facilitar la importante infraestructura que precisaban las explotaciones mineras y su administración. La importancia que la administración romana otorgaba a la explotación de los recursos auríferos se plasmó en la creación de la Vía XVIII en época flavia, también conocida como via Nova (Tranoy 1981: 215), en cuyo trazado es seguro que participarían contingentes de la legión14. Sólo en contadas ocasiones la unidad o cuerpos de la misma abandonarán su acantonamiento en la capital leonesa para colaborar de forma puntal en diversos acontecimientos bélicos en la Península, como su probable participación para sofocar la invasión de tribus de mauri en la Bética durante la segunda mitad del siglo II15, e incluso fuera de Hispania, cuando las necesidades militares del Imperio así lo requerían. Su presencia se constata en Germania, en el 88/89 d. C., en Britania, durante el 119 d. C., y en la Mauretania, durante el reinado de Antonino Pío (Roldán, 1974: 203-204; Le Bohec, 1981: 160; 1989: 379; Abascal, 1986; Garzón, 1993; Brandl, 1999: 105). Su participación en las campañas dácicas de Trajano sigue siendo objeto de controversia, si bien el hallazgo de varias tegulae con el sello de la legión halladas en Porolissum parecen atestiguarlo (Gudea, 1978: 65-75, 1984 y 1997: 28, 29, 46 y 113, Fig. 24; Le Roux, 1981: 119200). Pero si la historia de la legión resulta bastante bien conocida a partir del momento de su instalación en el campamento de León a comienzos de época flavia, gracias a las evidencias literarias, arqueológicas y epigráficas, las circunstancias que rodearon su creación y trayectoria durante los traumáticos años de la guerra civil, así como algunos aspectos relativos a su identidad como unidad militar, tales como su emblema, siguen planteando incógnitas. Dentro de la fase de reflexión general en la que nos encontramos, impulsada por el acelerado proceso de avance en el conocimiento arqueológico, tanto en el campo de la arqueología militar romana en su conjunto, como en lo relativo a la legio VII gemina y a la ciudad de León en particular, es preciso volver sobre algunas de estas cuestiones casi olvidadas y obviadas por la investigación actual, de las que nos vamos a ocupar a continuación. 13 Sobre la vinculación de la legio VII gemina con León existe una amplísima bibliografía (v. nota 1). Además, sigue resultando imprescindible el trabajo de García Bellido (1970b). Los trabajos de conjunto recientes, ya desde una óptica auténticamente arqueológica, son numerosos (v. García Marcos & Miguel, 1997; García Marcos, 1996; 2002; García Marcos & Morillo, 2000/01 y 2002; Morillo, 1999; Morillo & García Marcos, 2000; 2003; 2004; Morillo et alii, 2002). 14 De su actividad constructora tenemos testimonio por la mencionada inscripción de Aquae Flaviae, en donde la legio VII colabora en la realización de un puente (v. n. 12). 15 La actuación de la legio VII en estos acontecimientos está sujeta a cierto debate, ya que si bien Alföldy (1970: 389-390), Roldán (1974: 204) o Abascal (1986: 323), entre otros, son favorables a esta hipótesis, Le Roux la cuestiona (1982: 376-377). 750 ÁNGEL MORILLO CERDÁN La primera de estas cuestiones reside en el propio nombre que adopta la unidad tras la batalla de Bedriacum. La trascendencia de este episodio para la legio VII, que, según Tácito16, perdió varios mandos y enseñas, ha llevado a numerosos investigadores a argumentar que, tras la mencionada batalla, la unidad debió quedar tan diezmada que le serían asignados efectivos procedentes de otra legión, portando a partir de este momento el epíteto de gemina (doble, acoplada) (Ritterling, 1925: col. 1630; García y Bellido, 1950: 464). Pero dicha interpretación se basa en datos indirectos. La mayor parte de los investigadores suele atribuir al epíteto “gemina” el mismo significado que César asigna a gemella, es decir, legión formada por la unión de dos antiguas unidades17. Sin embargo, la cuestión dista mucho de estar aclarada. Las evidencias de las que disponemos confirman que las legiones del ejército romano que llevaron en diferentes momentos el apelativo gemina (legio X gemina, legio XIII gemina, legio XIV gemina, legio I Flavia gemina, legio II Flavia gemina), derivan no de dos unidades, como se desprende del relato de César anteriormente citado, sino de un único cuerpo perfectamente identificado, cuyo ordinal se mantiene en la denominación de la nueva unidad junto al apelativo gemina, indicando con claridad la procedencia de sus efectivos originales, de los que toma prestados seguramente cuadros de mando y soldados experimentados. En este sentido, la legio VII gemina vuelve a ser una excepción, ya que ni conserva el numeral de su unidad matriz, la VI victrix, ni nada en su denominación definitiva permite especular sobre la procedencia de los supuestos efectivos agregados tras la batalla de Cremona, para lo que se han apuntado unidades como la XV primigenia, I Germanica, o la I Macriana (v. Rodríguez González, 2001: 245). No cabe duda de que Vespasiano, al acometer la reforma del ejército al final de la guerra civil, reforma cuyo efecto más evidente fue la desaparición de las unidades vitelianas más hostiles a su causa, como la IIII Macedonica, debió considerar poco apropiado para una legión el apelativo de Galbiana, que en definitiva recordaba una sublevación contra el poder legítimo establecido y los dramáticos sucesos del reciente enfrentamiento civil. Y tal vez buscara una solución como utilizar una denominación “neutra” ya existente –gemina-, dando a entender que la legión original reclutada por Galba fuera de los cauces reglamentarios se había extinguido y se había fundado una nueva unidad, la legio VII gemina, con los efectivos disponibles de la anterior Legión VII. Pero tampoco podemos descartar que recurriera a la denominación gemina aludiendo al momento de nacimiento de la unidad, esto es, su signo astrológico -Géminis-, un término sin ningún tipo de resonancia política y de vinculación con los acontecimientos del pasado inmediato, con el que se podían identificar perfectamente los veteranos de la legión. Una segunda cuestión, claramente ligada a la anterior y tan sorprendente como aquella, es que, a pesar de la abundancia de evidencias epigráficas relativas a la legio VII gemina, carecemos de emblemas (signa militaria) ligados indiscutiblemente a dicha unidad militar. Aunque el trabajo ya clásico de Domaszewski (1885) dejó sentadas las bases de conocimiento sobre las insignias y estandartes militares romanos que han seguido vigentes hasta nuestros días, aún subsisten numerosas incógnitas sobre estos objetos. Los problemas se centran incluso en el campo terminológico, ya que no está claro el significado que las fuentes clásicas atribuyen al término signum y si dicho concepto engloba otros como aquila o vexillum o se reserva para otro tipo de enseñas como signos-parlantes de cada unidad. El desconocimiento se hace asimismo 16 17 Hist. III, 22. Bellum civ. III, 4, 1. LOS DIÓSCUROS Y LA LEGIO VII GEMINA 751 extensivo a la fisonomía concreta de alguno de estos signos, al ámbito de reconocimiento y a la cronología de cada tipo de estandarte. Esta situación se ha visto propiciada también por la escasez de estandartes militares romanos que ha llegado hasta nosotros. Además de las dificultades de conservación inherentes a las piezas de bronce, cuero y tela, el extravío de una enseña era una de las mayores humillaciones que podía sufrir una unidad militar y simbolizaba a la vez la pérdida de su honor en el combate y del honor de la propia Roma. Por lo tanto, pocos estandartes debieron ser abandonados por su unidad propietaria a lo largo de la historia de Roma18. Por otra parte, este valor simbólico de los signa debía residir en buena medida en el objeto en sí mismo y por lo tanto debieron existir relativamente pocos estandartes, que mantenían su valor para una cohorte o legión a lo largo de muchos años, independientemente de que los componentes de la misma se fueran renovando. Por lo tanto, ante la escasez de piezas recuperadas19, la principal fuente para conocer las enseñas militares romanas sigue siendo sus representaciones en la iconografía romana contemporánea, fundamentalmente en monedas y relieves de tipo histórico, funerario o conmemorativo20 (Morillo & García Diez, 2000: 398). El águila fue el más importante de los estandartes militares romanos. Plinio señala que su imposición como símbolo común y privativo de la legión romana tuvo lugar en el 104 a. C., con ocasión del segundo consulado de C. Mario21. Este mismo autor señala que hasta ese momento, el águila convivía con otros animales totémicos como el lobo, el minotauro, el jabalí o el caballo como símbolos de las legiones. Sin embargo, y a pesar de la mención de Plinio, la adopción del águila como emblema genérico de la legión no implicó la desaparición radical del resto de las enseñas de carácter animal, que se mantienen a lo largo de todo el Imperio (Feugere, 1993: 55), junto con otras representaciones humanas como la Victoria, Júpiter o Neptuno, que se introducen paulatinamente. Al lado del águila cada legión adopta uno o varios de estos símbolos figurados como enseña particular, que servía para identificarla e identificar los diferentes destacamentos en los que podía encontrarse dividida (Reinach, 1926: 1311). El mismo símbolo era empleado como emblema por diferentes legiones. Aunque no siempre resulta factible atribuir un determinado signo a una unidad concreta, ya Domaszweski (1885: 55) y, con mayor amplitud, Reinach (1926, 1311) recogieron las asociaciones entre determinados animales y legiones. La elección de uno u otro animal por parte de cada unidad debía estar sin duda autorizada por la autoridad imperial y debía depender de las circunstancias históricas por las que atravesaban los diferentes cuerpos. Domaszewski intentó explicar la adopción de determinados símbolos en virtud del signo zodiacal de su fundador o restaurador (1885: 55). Así, Cesar habría aportado el signo zodiacal del toro a las legiones creadas o refundadas por él, mientras Augusto habría hecho lo propio con el capricornio. Sin embargo, otros emperadores no aplican su signo zodiacal a las unidades creadas por ellos mismos. En otros casos como el león, el Pegaso, la cigüeña, el carnero o el jabalí, perfectamente constatados para algunas unidades, no se puede mantener su carácter 18 No debemos olvidar las continuas referencias de los textos clásicos a los intentos de recuperación de las enseñas legionarias perdidas frente a enemigos como los partos o los germanos. 19 El más conocido es sin duda el remate de enseña en forma de capricornio hallado a comienzos de siglo en los alrededores de Wiesbaden, posiblemente abandonado precipitadamente por la legio XXII primigenia durante la invasión de los alamanes, al que debemos sumar varios signa más con forma de jabalí procedentes en su mayor parte de las Galias. Hace algunos años dimos a conocer otro remate de estandarte con la misma fisonomía conservado en el Museo Arqueológico Nacional (v. Morillo & García Diez, 2000, con bibliografía) 20 A manera de ejemplo, podemos señalar la presencia de varios de estos estandartes militares animalísticos en la Columna de Trajano de Roma (v. Cichorius, 1896: 228, fig. 39 b, lám. XXXV). 21 Naturalis Historia X, 5. 752 ÁNGEL MORILLO CERDÁN Fig. 1. Ara votiva procedente de la iglesia parroquial de Villalís de la Valduerna (Villamontán de la Valduerna, León), depositada en el Museo de San Isidoro de León. LOS DIÓSCUROS Y LA LEGIO VII GEMINA 753 como símbolos zodiacales. Es probable incluso que algunas unidades carecieran de otro signo más allá del águila. En la elección de cada animal o emblema totémico debieron intervenir complejas circunstancias históricas que afectaban al Imperio en su conjunto y a cada legión en particular, circunstancias que, salvo excepciones, escapan a nuestro conocimiento (Morillo & García Diez, 2000: 398). Es precisamente dentro de este contexto dentro del cual debemos insertar la problemática relativa al desconocido emblema de la legio VII gemina. La reiterada –y un tanto anómala- ausencia en la documentación arqueológica, que se ha incrementado de forma espectacular en los últimos veinte años, de cualquier signum militaris asociado al nombre de la unidad estacionada en León a partir del año 74 d. C., nos lleva a plantear dos posibilidades. Es posible que la Legión VII Gemina careciera de emblema privativo, asumiendo el águila como distintivo militar por excelencia. Se puede argumentar que esta unidad militar, única legión estacionada en la Península durante varios siglos, tal vez no tendría la necesidad de identificarse que manifiestan los cuerpos legionarios en zonas fronterizas, con gran densidad de fuerzas militares. Sin embargo, sabemos que la Legión VII surge en un contexto extremamente militarizado y sus primeros años transcurren en zonas próximas a la frontera, donde actúa en combinación con otras unidades. Además, participó en diversas campañas exteriores a lo largo del Alto Imperio. Sin duda resultaría extraño que, dejado al margen las prácticas del ejército romano, no se hubiera dotado de un signo-parlante propio perfectamente reconocible, que permitiera agruparse a sus efectivos bajos sus estandartes en momentos cruciales de la batalla. Por otra parte, en el propio marco del exercitus hispanicus, está perfectamente constatado el uso de estos símbolos identificativos, como sería el caso de la cohors I Gallica, cuyo emblema fue un jabalí desde el mismo momento de su nacimiento, tal y como conocemos por algunas inscripciones de Villalís (Diego Santos, 1986: 57-61, nº 38-41; Rabanal & García Martínez, 2001: 129-130, 133, 137-138, nº 65, 66, 68, 72)22. La segunda hipótesis posible es que la legio VII gemina contó con algún tipo de emblema, pero resulta difícil identificarlo porque, por motivos que desconocemos, nos han llegado escasos testimonios de su utilización. Y puestos a identificar cuál fue dicho emblema debemos volver sobre una vieja hipótesis de Gómez Moreno, quien apuntaba a los Dióscuros como héroes tutelares de la legión (1925: 72). El punto de partida de su argumentación era la presencia, en una lápida conmemorativa del nacimiento de la legión, de un relieve de donde se representaba a los Gemelos Divinos con una Victoria entre ambos volando hacia la derecha23. Gómez Moreno justificaba el uso de este símbolo por parte de la legión por haberse creado bajo el signo de Géminis, el 10 de junio, tal y como se recoge en los epígrafes conmemorativos. García y Bellido, que se ocupa del asunto tan sólo en una breve nota en su primer trabajo sobre la Legión VII (1950: 454-455, n. 3), corrige acertadamente a Gómez Moreno, señalando que la legión no adoptó como emblema a los Dióscuros en el momento de su creación, sino años más tarde, tras haber recibido el apelativo gemina y precisamente por este motivo. No obstante, este autor, que en este trabajo no niega que los Dióscuros se convirtieran en el símbolo-parlante de la legio VII, sorprendentemente no vuelve sobre esta cuestión en ninguno de sus trabajos posteriores sobre esta unidad militar. Hoy en día, junto a la lápida que dio a conocer Gómez Moreno (Diego Santos, 1986: 55-56, nº 36 lám. XXXIV; Rabanal & García Martínez, 2001: 131-132, nº 67, lám. XVIII, 4) (Fig. 1), 22 23 CIL II, 2555; 2556. CIL II, 2553. 754 ÁNGEL MORILLO CERDÁN contamos con una segunda lápida, en la que se representa de nuevo a los Dióscuros, en esta ocasión con la figura de Júpiter en el centro, portando el rayo en su mano diestra (Diego Santos, 1986: 56, nº 37 lám. XXXV; Rabanal & García Martínez, 2001: 148-149, nº 79, lám. XXII, 3) (Fig. 2)24. Ambas se datan a mediados del siglo II d. C. La iconografía de las representaciones, con los dos Gemelos Divinos desnudos afrontados y llevando un caballo por la brida, se encuentra perfectamente testimoniada en relieves de todo tipo, gemas y monedas (LIMC III, 1: Dioskouroi/Castores 34-57). Sin embargo, las lápidas que aquí presentamos son los únicos ejemplos de este tipo iconográfico documentados en Hispania (Cid López, 1981: 115-116)25. Los Dióscuros, más conocidos en el mundo romano como los Cástores, gozaron de una gran devoción entre el elemento militar, sin duda porque tradicionalmente se les consideraba protectores de la caballería romana y del ejército en su conjunto desde su mítica intervención a favor de Roma en la batalla del lago Regillo en el 499 a. C., motivo por el cual se les dedicó un templo en el foro en el 484 a. C. Asimismo los textos latinos reflejan claramente su carácter astral, identificándose iconográficamente con el signo de Géminis (v. Le Boeuffle, 1977: 208-210), además de asumir un carácter cosmológico como protectores de la vida y la muerte, a caballo entre los dos planos de la existencia (LIMC III, 1: Dioskouroi/Castores, p. 609-610). Cid López señaló acertadamente hace algunos años que el carácter de los Cástores como divinidades tutelares del ejército romano se veía claramente reforzado en las lápidas de Villalís que aquí mencionamos a través su asociación con divinidades de primer rango típicamente imperiales y militares como Júpiter y la Victoria, formando tríadas, lo que nos indicaría que estamos en presencia de un culto colectivo típicamente militar (1981: 121). No obstante, su interesante observación deja sin resolver el motivo de la excepcional presencia de los Dióscuros en un relieve conmemorativo del nacimiento de la legio VII o de un cuerpo de tropa dependiente de aquella, sobre todo porque carecemos de cualquier otro testimonio que avale la existencia en Hispania de un culto hacia dichos héroes similar al que se verifica entre los militares de regiones como Germania o la frontera del Danubio. Por lo tanto, o bien nos encontramos ante un episodio esporádico de dicho culto militar, como opina Cid, o bien debemos buscar otra explicación, como podría ser la identificación de los Cástores como el emblema de la legio VII gemina, asignado a esta unidad tras su refundación llevada a cabo tras la batalla de Cremona, y de ahí la razón de su presencia en una lápida conmemorativa de su fundación. Es decir, que dicho símbolo, y tal vez el propio apelativo de gemina, que pudo concederse en el mismo momento, haría referencia al signo zodiacal de Géminis –los Gemelos Divinos, Cástor y Pólux-, signo bajo el que nació la unidad en el año 68 d. C. A tenor del comportamiento de emperadores como César y Augusto, la elección de un signo del zodíaco como emblema legionario no constituiría una anomalía, si bien sería el primer caso en que nos encontraríamos a Cástor y Pólux encarnados en su vertiente astral de los Gemelos Divinos como protectores de una unidad con el apelativo gemina26. 24 Damos las gracias al Prof. Rabanal por las fotografías que utilizamos en este trabajo, que amablemente nos ha facilitado. Resulta sorprendente que la voz correspondiente del LIMC no se haga eco de los hallazgos españoles, más aún cuando uno de ellos está publicado incluso en el CIL, y el segundo se dio a conocer hace más de medio siglo. Nos encontramos ante un ejemplo más del serio desconocimiento por parte de ciertos sectores de la arqueología romana de fuera de nuestras fronteras de los avances de la arqueología hispana en este campo, de la que ya nos hemos hecho eco en otras ocasiones (Fernández Ochoa & Morillo, 2005: 257, nota 25). 26 Si analizamos la recopilación de signos militares de todas las legiones del ejército romano realizada por Domaszewski (1885: 55) y Reinach (1926: 1311), se observa que no puede encontrase ninguna unidad, incluidas aquellas intituladas gemina, cuyo emblema sea Géminis. Nos llama la atención el hecho de que primero Hernández Guerra (1999: 111) y, más tarde, Rodríguez González (2001: 246), afirmen que los Gemelos Divinos fueron el emblema de algunas legiones denominadas gemi25 LOS DIÓSCUROS Y LA LEGIO VII GEMINA 755 En definitiva, por el momento carecemos de evidencias que permitan saber si, como la mayor parte de los investigadores opina, la Legión VII recibió el apelativo de gemina tras la batalla de Cremona tras su fusión con otra unidad y, a partir de este título, adoptaría los Dioscuros como símbolo parlante; o bien, tanto el apelativo como el emblema serían concedidos al mismo tiempo, haciéndolos derivar directamente del signo zodiacal de Géminis, bajo el que se creo la legión en origen. E incluso si dicha unidad llegó o no a tener emblema propio. Pero en estas líneas hemos querido reflexionar sobre una cuestión todavía abierta, planteando diversas hipótesis de trabajo a partir de la escasa documentación disponible. Fig. 2. Fragmento de cabecera perteneciente a un ara votiva empotrada en la fachada de una vivienda en Villalís de la Valduerna (Villamontán de la Valduerna, León) (Fotografía: M. A. Rabanal). na. Ambos autores fundamentan esta hipótesis en un trabajo anterior de Gricourt (1994: 201-202). Pero este investigador tan sólo menciona un áureo de autenticidad cuestionada conservado en el Museo Británico, supuestamente acuñado por Victorino en el 271 d. C., en el que aparecen los Dióscuros asociados a la legio X gemina en el reverso. El propio Gricourt recoge la discusión sobre este tema, centrada en la peculiaridad del motivo y la razón por la que se han escogido los Dióscuros en lugar del toro, símbolo habitual de la legio X, que el investigador atribuye no tanto por su asociación a la Legión X Gemina en particular, cuanto por su carácter de divinidades guerreras y heroicas, protectoras del ejército. 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