LA ESCASEZ DE AGUA Y LA DESERTIFICACIÓN La CNULD: no dejes que nuestro futuro se seque La escasez de agua afecta ya a todos los continentes. Cerca de 1.200 millones de personas, casi una quinta parte de la población mundial, vive en áreas de escasez física de agua, mientras que 500 millones se aproximan a esta situación. Otros 1.600 millones, alrededor de un cuarto de la población mundial, se enfrentan a situaciones de escasez económica de agua, donde los países carecen de la infraestructura necesaria para transportar el agua desde ríos y acuíferos. La escasez de agua constituye uno de los principales desafíos del siglo XXI al que se están enfrentando ya numerosas sociedades de todo el mundo. A lo largo del último siglo, el uso y consumo de agua creció a un ritmo dos veces superior al de la tasa de crecimiento de la población y, aunque no se puede hablar de escasez hídrica a nivel global, va en aumento el número de regiones con niveles crónicos de carencia de agua. La escasez de agua es un fenómeno no solo natural sino también causado por la acción del ser humano. Hay suficiente agua potable en el planeta para abastecer a los 7.000 millones de personas que lo habitamos, pero ésta está distribuida de forma irregular, se desperdicia, está contaminada y se gestiona de forma insostenible. La escasez de agua y los Objetivos de Desarrollo del Milenio La forma de gestionar el problema de la escasez de agua será determinante para la consecución o no de la mayoría de los Objetivos de Desarrollo del Milenio: ODM 1: El acceso a agua para uso doméstico y productivo como agricultura, industria y otras actividades económicas, influyen directamente sobre la pobreza y la seguridad alimentaria. ODM 2: La magnitud de acontecimientos catastróficos y cada vez más recurrentes como las sequías, interrumpen el proceso educativo. ODM 3: El acceso al agua, en particular bajo condiciones de escasos recursos, tiene importantes implicaciones de género que afectan al capital social y económico de las mujeres en términos de liderazgo, ingresos y oportunidades de relacionarse. ODM 4 y 5: Unos programas de gestión de los recursos hídricos equitativos y fiables reducen la vulnerabilidad de los más pobres frente a los imprevistos, lo que además les proporciona unos medios de vida más seguros y rentables de para el cuidado de sus hijos. ODM 6: El acceso a una fuente de agua mejorada y a sistemas de tratamiento de las aguas residuales en los asentamientos humanos reduce la transmisión de los riesgos ligados a enfermedades transmitidas por mosquitos como la malaria y la fiebre del dengue. ODM 7: Un tratamiento adecuado de las aguas residuales contribuye a reducir la presión sobre los recursos de agua potable, ayudando a proteger la salud humana y del medio ambiente. ODM 8: La escasez de agua requiere reforzar cada vez más la cooperación internacional en el campo de las tecnologías para aumentar la productividad y las oportunidades de financiación de los recursos hídricos y un entorno mejorado para compartir los beneficios de la gestión de la escasez del agua. Estrés hídrico y escasez de agua Habitualmente, los hidrólogos miden la escasez de agua a través de la relación agua/población. Una zona experimentará estrés hídrico cuando su suministro anual de agua caiga por debajo de los 1.700 m3 por persona. Cuando ese mismo suministro anual cae por debajo de los 1.000 m3 por persona, entonces se habla de escasez de agua. Y de escasez absoluta de agua cuando la tasa es menor a 500 m3. Fuente: Informe sobre el desarrollo de los recursos hídricos en el mundo. Programa Mundial de Evaluación de los Recursos Hídricos (WWAP), Marzo de 2012. La escasez de agua se define como el punto en el que, el impacto agregado de todos los usuarios, bajo determinado orden institucional, afecta al suministro o a la calidad del agua, de forma que la demanda de todos los sectores, incluido el medioambiental, no puede ser completamente satisfecha. La escasez de agua es pues un concepto relativo y puede darse bajo cualquier nivel de oferta o demanda de recursos hídricos. La escasez puede ser una construcción social (producto de la opulencia, las expectativas y unas costumbres arraigadas) o consecuencia de la variación en los patrones de la oferta, derivados, por ejemplo, del cambio climático. ¿Sabías que...? A día de hoy, cerca de 700 millones de personas procedentes de 43 países diferentes sufren escasez de agua. En 2025, 1.800 millones de personas vivirán en países o regiones con escasez absoluta de agua y dos terceras partes de la población mundial podrían hacerlo en condiciones de estrés hídrico. Bajo el contexto actual de cambio climático, en el 2030, casi la mitad de la población mundial vivirá en áreas de estrés hídrico, incluidos entre 75 y 250 millones de personas de África. Además, la escasez de agua en áreas áridas o semiáridas provocará el desplazamiento de entre 24 y 700 millones de personas. En el África Subsahariana se concentra el mayor número de países con estrés hídrico. Iniciativas de Naciones Unidas que ayudan a crear conciencia. Día Mundial del Agua 2007: Afrontar la escasez de agua El Día Mundial del Agua de 2007 se celebró bajo el lema «Afrontar la escasez de agua». De esta manera se quiso hacer hincapié en la cada vez mayor relevancia de la escasez del agua en el mundo y en la necesidad de una mayor cooperación e integración que permitan garantizar una gestión sostenible, eficiente y equitativa de los escasos recursos hídricos, tanto a nivel local como internacional. Día Mundial de Lucha contra la Desertificación 2013 El tema del Día Mundial de Lucha contra la Desertificación 2013 es la sequía y la escasez de agua. El eslogan de este año "¡No dejes que nuestro futuro se seque!" incita a que todos actuemos y promovamos la preparación y la resiliencia frente a la escasez de agua, la desertificación y la sequía. El eslogan nos trae el mensaje de que todos somos responsables de la conservación del agua y del suelo así como de su uso sostenible y de que hay soluciones frente a estos importantes retos. LA ESCASEZ DE AGUA Y LA DESERTIFICACIÓN La desertificación, la degradación del suelo y la sequía provocan impactos negativos en la disponibilidad, cantidad y calidad de los recursos hídricos, lo que se traduce en escasez de agua Los desafíos y retos que supone la escasez de agua para las poblaciones de las tierras secas se van a ver incrementados tanto en magnitud como en alcance. Dado que la población mundial es ya superior a los 6.000 millones de personas, algunos países han superado los límites de sus recursos acuíferos. Con el escenario actual de cambio climático, casi la mitad de la población mundial habitará áreas con grandes problemas de agua antes del 2030, lo que incluye a una población de entre 75 y 250 millones de personas en África. Además, la escasez de agua en algunas tierras áridas y semiáridas forzará el desplazamiento de entre 24 y 700 millones de personas (WWDR 2009). Mientras la desertificación se cobra sus víctimas, se espera que la crisis del agua siga provocando el aumento de las tensiones étnicas y políticas en las zonas secas, contribuyendo a crear conflictos en lugares en los que los recursos hídricos delinean fronteras o bien están sobre ellas. En algunos países, la degradación del suelo ha provocado una migración masiva, forzando a pueblos enteros a abandonar sus tierras para trasladarse a las grandes ciudades, ya de por sí sobrepobladas. 50 millones de personas estarán en peligro de desplazamiento forzoso en los próximos diez años si no se controla la desertificación (UNU 2007). Llevar a cabo políticas de gestión sostenible del suelo y del agua ayudaría a superar satisfactoriamente el desafío que suponen estas situaciones, que son cada vez más extremas. La escasez de agua produce un impacto duradero en el suelo La desertificación es la degradación de las tierras de zonas áridas, semiáridas y subhúmedas secas resultantes de diversos factores, tales como las actividades humanas y las variaciones climáticas. La escasez de agua es el desequilibrio prolongado entre la disponibilidad de los recursos hídricos y la demanda de agua. El aumento de situaciones de escasez de agua –ya sean naturales o provocada por el hombre– hace que se desencadenen y exacerben los efectos de la desertificación a través de los impactos directos y a largo plazo en la calidad del suelo y de la tierra, en su estructura, en el contenido de su materia orgánica y en sus niveles de humedad. Los efectos físicos directos de la degradación del suelo incluyen la disminución de los recursos de agua dulce, el aumento de la frecuencia de las sequías y de las tormentas de arena y polvo y una mayor cantidad de inundaciones debido al drenaje inadecuado o a las prácticas de irrigación pobres. Si esta tendencia continúa, se producirá una fuerte disminución de la cantidad de nutrientes del suelo, acelerándose así la pérdida de la cubierta vegetal. Esto conduce además a una mayor degradación del suelo y el agua, tales como la contaminación del agua subterránea y de la superficie, la sedimentación, la salinización y la alcalinización del suelo. Las técnicas de gestión del suelo pobre e insostenible también empeoran la situación. El sobre cultivo, el sobre pastoreo y la deforestación añaden presión sobre los recursos hídricos, reduciendo la capa superficial fértil del suelo y la cubierta vegetal, lo que provoca una dependencia mayor de los cultivos de secano. Uno de los efectos detectados es la disminución del caudal de ríos que desembocan en grandes lagos, como el mar de Aral o el lago Chad, lo que conlleva un alarmante retroceso de las costas de estas reservas naturales en Asia central y el norte de África. Haciendo frente a los desafíos de la agricultura Para alcanzar el objetivo de la seguridad alimentaria en las tierras secas resulta necesario que se apliquen políticas de agricultura sostenible a través de las cuales la población local, especialmente la población rural y pobre, puedan beneficiarse. Por otro lado, se espera que la demanda de agua aumente un 14% en los próximos 30 años en la mayoría de los países. Como los sistemas de cultivo de secano de la actualidad requieren del mejor sistema de intercambio posible de agua, la adaptación es vital para poder afrontar este incremento, requiriendo variabilidad y flexibilidad. Los cambios en el uso del suelo y en los patrones de cultivo representan una opción de adaptación. Otras alternativas pueden ser los cultivos resistentes a las sequías o la disminución de la demanda de agua. La siembra directa –una práctica que consiste en depositar residuos de la campaña anterior en los campos de cultivo- puede hacer aumentar la infiltración de agua, reduciendo así la evaporación y la erosión por viento y agua. El uso de otras técnicas fertilizadoras, como el biochar (carbón vegetal), es también prometedor e incrementa simultáneamente la captura de humedad, la cual se asocia con el secuestro de carbono. La sustitución de cultivos anuales por cultivos permanentes o semipermanentes puede ser otra opción. La reducción de las necesidades de energía asociada con la limitación de la perturbación de la capa superficial del suelo y la prevención de la erosión son algunas de las ventajas de este sistema agrícola. Otro beneficio de estos cultivos multianuales es el acceso fácil al agua y a los nutrientes del suelo en sus capas profundas. Se debe considerar un cambio en el uso del suelo allí donde los patrones agrícolas del momento no sean ya sostenibles en términos de consumo de agua. La transformación de un sistema agrícola marginal en otro sistema con alternativas adecuadas, como bosques o dehesas, contribuiría sobremanera a prevenir la degradación del suelo y a regenerar el potencial de la agricultura a largo plazo. Una política de gestión integrada de los recursos hídricos y del suelo traería, en última instancia, beneficios medioambientales y socioeconómicos globales. Tanto las poblaciones rurales como las urbanas se benefician de las prácticas de gestión sostenible del suelo, que sirven además para mantener significativamente la biodiversidad global de la agricultura y los ecosistemas agrícolas resistentes, incluyendo los pastizales y los recursos forestales. Además, sirven para preservar los hábitats y los recursos genéticos y para revertir la tendencia a la degradación del suelo y a la desertificación, con agua de mayor calidad y más accesible. Las prácticas de la gestión sostenible del suelo incluyen: El fomento de una gestión equilibrada de los recursos de agua dulce para uso doméstico, incluida la acuicultura, la pesca y el riego; La recuperación del nivel freático; La protección de humedales ante los impactos negativos de la agricultura y la expansión urbanística; La restauración de la productividad del suelo y la reducción de la erosión de éste a través de la gestión sostenible de la cubierta vegetal y La adaptación de técnicas de cultivo sostenible, como la agricultura ecológica y la agrosilvicultura. EL CÍRCULO VIRTUOSO Mejorar las condiciones del ecosistema Más biomasa más alimento Más cantidad de agua disponible Mayor infiltración de la lluvia Mayores provisiones de agua en el suelo El círculo virtuoso del progreso empieza por la mejora de las condiciones del suelo La CNULD promueve una amplia gama de avances con el fin de mejorar la gestión de los recursos medioambientales y naturales. Ésta está basada en una convicción: la protección de la conservación y la rehabilitación del suelo y de los recursos de agua dulce es un componente esencial para cualquier política que tenga por objeto la protección de los recursos naturales y el medioambiente. Otro componente es la mejora de la capacidad de las comunidades para hacer frente a la sequía y otros riesgos asociados a la escasez de agua y la degradación del suelo. Esto se lleva a cabo a través de actividades de mitigación, del intercambio de conocimiento y de distintos sistemas de alerta temprana. Estas medidas se completan con las actividades adoptadas en virtud de la aplicación del Marco y Plan Estratégico decenal (2008-2018) para mejorar la aplicación de la Convención, incluyendo: La prestación de asesoramiento e información y la creación de capacidades para apoyar las iniciativas de coordinación de actividades sobre escasez de agua y sequía, así como iniciativas asociadas relacionadas con la migración, la sequía, la adaptación al cambio climático y el derecho al alimento; • la síntesis de un marco de actuaciones políticas y de investigación, incluyendo indicadores y modelos de gestión, investigación y participación para facilitar la interacción entre los gobiernos con distintos marcos jurídicos en temas de agua; y • sobre la base de acceso a recursos multilaterales para promover, apoyar y monitorear los Programas de Acción Nacional (PAN) contra el incremento de la escasez de agua. Las prioridades arriba citadas se pueden facilitar a través de asociaciones concretas y de la implicación en distintos mecanismos y organizaciones como ONU-Agua FAO, HERID, OACDH, ONU-Hábitat, OMS, UNU, ACNUR, IWCN, PNUD y PNUMA así como la aplicación de los objetivos de las Convenciones de Río (es decir, CMNUCC y CDB, junto con la CNULD). Fuentes: Informe sobre Desarrollo Humano 2006: Más allá de la escasez: Poder, pobreza y crisis mundial del agua. PNUD, 2006 Combatir la escasez de agua. El desafío del Siglo XXI. ONU-Agua, FAO. 200