de la reconciliación para volver a ser amigos de Dios para siempre. ¿Por qué, entonces, deberíamos escandalizarnos de nuestra traición mentalidad nueva o de la de los demás? ¿No hemos sido hechos todos de la misma pasta? Pero si nos nutrimos del espíritu de Jesús aprendemos a contemplar las personas y los acontecimientos con la mirada misericordiosa de Cristo en la cruz, que perdonó a sus verdugos. La traición a Jesús tiene, en definitiva, un sentido esponsal. Traicionar al único y verdadero Esposo e ir a buscar otros amores es una experiencia desgarradora para el Esposo, y también para nosotros. Por el contrario, reconocer a Dios como el único esposo de nuestra vida y fuente única de nuestra satisfacción y felicidad es la clave para vivir una fidelidad au­ téntica. La fidelidad a las criaturas no puede sustentarse fuera del amor de Dios y se convierte normalmente en un intercambio comercial de sen­timientos, seguridades e intereses. Nadie puede ser fiel contando con sus propias fuerzas, pero en la fidelidad de Jesús reconstruimos la amistad perdida con Dios y se genera una verdadera unidad entre los hombres, no basada en pactos o intereses egoístas, sino en el amor auténtico, que es don gratuito. De hecho, la alegría nos viene de saber que, a pesar de nuestras traiciones, hemos sido reconciliados con Dios y con toda la humanidad, para siempre. Xabier Segura Seminario del Pueblo de Dios C. Calàbria, 12 - 08015 Barcelona Tel. 93 301 14 16 editorial@spdd.org www.spdd.org La traición Ilustración: María Cardoso La traición, 2012 cardoso_maria@yahoo.com Dep. Legal: B-42123-1983 Pensamientos 106 - mayo de 2012 La traición En el fondo aquellos amigos íntimos que abandonaron a Jesús son figura de la humanidad entera: «Han abandonado al Señor, han despre­ Saborear la traición de un amigo en quien nos complacíamos con una relación de afecto y unidad deja un sabor muy amargo que remueve las entrañas. ciado al Santo de Israel, le han dado la espalda» (Is 1,4 b). Pero Jesús no Pero es un hecho que hay que aceptar sin acusar ni juz­gar a quien nos ha traicionado. lo que hacen» (Lc 23,34). Jesús nos revela así a Dios, que es misericordia Cada uno de nosotros también ha traicionado al Maestro, como lo hizo Pedro. Todos hemos pecado y nos hemos alejado de Dios. Pero Jesús nos ha confiado el ministerio de la reconciliación para volver a ser amigos de Dios para siempre. que es la humanidad. fundador del Seminario del Pueblo de Dios responde con la misma moneda y ofrece, en nombre del Padre, el per­ dón y la reconciliación universal: «Padre, perdónalos, porque no saben y perdón, como un Esposo loco de amor que se desvive por su amada, Los cristianos somos conscientes de que cada uno de nosotros también ha traicionado al Maestro, como lo hizo Pedro. Pero, llorando como él nues­ tros pecados acogemos el don de la honradez de corazón, que nos lleva a la conversión y nos hace salir de la autosuficiencia y del orgullo. De hecho, la fidelidad tiene un nombre propio: Jesús. Él es sacramento del Dios fiel, porque siendo inocente, ha cargado con nuestras culpas y se ha entregado por todos nosotros. De este modo, gracias a su donación, GLOSA los creyentes pasamos de la traición a la fidelidad. La fe cristiana abarca un abanico inmenso de experiencias humanas Ciertamente, sentirse traicionado es una experiencia profundamente vividas desde las más variadas circunstancias y modalidades: gozo y dolor, dolorosa que debemos saber vivir sin acusar ni juzgar a quien nos ha trai­ soledad y encuentro, fidelidad e infidelidad, tensión y sosiego... El Hijo cio­nado. De hecho, no podemos perder nunca de vista que todos hemos de Dios, hecho hombre como nosotros, quiso experimentar la condición pecado y nos hemos alejado de Dios. No podemos permanecer enojados humana asumiendo estas vivencias tan distintas. Debió ser especialmente con aquel hermano que quizás nos rechaza o nos ignora: «Si os disgustáis doloroso el abandono de los discípulos en el momento crítico de la de­ con alguien, no le ofendáis; que la puesta de sol no te encuentre aún tención por parte de las autoridades religiosas de Israel: Judas el traidor, re­sentido: no deis ocasión al diablo» (Ef 4,26-27 ). Pedro, que negó tres veces, y el resto de los discípulos, huyendo. Jesús El rencor puede hacer mucho daño, porque causa la división en el experimenta así la traición del amigo, un «estremecimiento existencial» ya seno de la comunidad y crea un ambiente enrarecido. Dios, ante nuestra presente en la Biblia: «Hasta el amigo mejor, en quien yo confiaba, el que ofensa e infidelidad, responde amándonos aún más. Por eso nosotros, compartía mi pan, me ha traicionado el primero» (Sal 41,10 ). Ciertamente sin rencores de ningún tipo, debemos abrir los brazos a la reconciliación esta experiencia deja un sabor muy amargo que remueve las entrañas. mutua en el perdón fraterno, por­que Jesús nos ha confiado el ministerio