“Limpiando el vaso por dentro” (Mt.23:25-26, Lc.11:37-41) Introducción: A Jesús probablemente le invitaron a comer en casa de un fariseo en más ocasiones de las que pensamos. Los fariseos estaban muy interesados en este atrevido joven rabino, tan lleno de autoridad e inconformismo. En Lc.11 leemos que la primera cosa que el fariseo notó fue que Jesús no se lavó las manos antes de comer, como era la sagrada costumbre de los estrictos seguidores de la ley. Si el fariseo lo comentó en voz alta en esta reunión de fingido carácter social y religioso o simplemente lo pensó, no lo sabemos, pero el Señor sí sabía lo que había en su mente (¡Jesús también conoce lo que hay en tu mente!) Jesús inmediatamente llevó al fariseo a considerar seriamente lo que había en su corazón y su práctica de vida, acusándole de limpiar lo de fuera del vaso y del plato, y de dejar lo de dentro lleno de rapacidad y maldad. ▪ ¿Cómo te sentirías si tu invitado a cenar te dijese algo así? Por supuesto, esto era una parábola: los fariseos acostumbraban a lavarse y vestirse, cuidando con meticulosidad su apariencia y arreglos, pero descuidaban la limpieza del interior de sus vidas, no limpiando sus pensamientos ni su mente. ▪ Dios nos creó para ser canales de bendición a otros, sirviendo alimento espiritual; sin embargo, el fariseo estaba sirviendo la cena ese día ¡en platos sucios! En la comida, lo más importante no eran los alimentos, ¡era la relación que nace del corazón! ¿Qué te parecería si alguien te invitara a cenar y te sirviera en platos sucios? ¡No demasiado apetitoso! ¿Qué necesitamos hacer para “limpiar el interior del vaso y del plato”? (4 cosas): 1) Reconocer nuestras necesidades: Mr.7:21-23 dice que de dentro del corazón de los hombres salen todo tipo de malvados pensamientos y acciones; el corazón humano es una fuente de inmundicia, idolatría y egolatría, que consiste en hacer de mí mismo el punto de referencia, de medida de todas las cosas; lo que produce el caos en nuestra mente, en nuestro diálogo interior, en las ideas e imágenes que gobiernan nuestras vidas. ▪ ¡No sólo necesitamos la rehabilitación de nuestra mente, sino una mente nueva (las Escrituras nos ofrecen la mente de Cristo)! ¡No sólo necesitamos un remiendo en nuestra ropa, sino una ropa nueva (las Escrituras nos ofrecen el manto de justicia de Cristo)! ¡No sólo necesitamos reformatear y defragmentar nuestro disco duro, sino un disco duro completamente nuevo (las Escrituras nos ofrecen un nuevo corazón de carne para reemplazar nuestro corazón de piedra)! ▪ En el corazón no redimido, las pasiones desordenadas y el egoísmo son los sentimientos predominantes; ¡muy a menudo, esta condición continúa incluso en los corazones de aquellos que presumen de haber entregado sus vidas a Cristo! La abundancia de pasiones desordenadas y egoísmo lleva a un mundo de pequeños dictadores, donde lo más probable que suceda es que las personas sean usadas, abusadas e incluso destruidas, en lugar de recibir ayuda, cuidado y amor. El propósito de Dios para la familia es que fuese un refugio en ese mundo, ¡pero la familia a menudo se convierte en un espacio donde se producen los tratos más injustos! Se inicia a los niños en un mundo de adultos endurecido por malos pensamientos, prácticas y costumbres como modo de vida. Los niños sufren daño, que trae dolor y pérdida de inocencia; como consecuencia, el temor y el enojo se desarrollan, mezclados con resentimiento y desprecio, llevando a actitudes de frialdad y sentimiento violentos que vacían el alma de salud y destruyen el bienestar social. Incluso aquellos hogares que se llaman cristianos no están exentos de los estragos del egoísmo y del círculo vicioso que genera. Las Escrituras dicen que todo mana del corazón. ▪ La idea principal que gobierna el corazón del no redimido es la auto-gratificación (“Yo tengo que cuidar de mis necesidades”) y la imagen principal es la de recibir la gloria uno mismo (“Tengo que demostrar mi valía”). ¿Hay alguna duda de que el mundo está en tal desastre, dadas las ideas y modelos que gobiernan el corazón de la mayoría de la gente? Jesús ofrece algo muchísimo mejor para reemplazar toda nuestra “basura” interior: la idea del reino de Dios (¿vives allí?) y la imagen de Su cruz (¿mueres allí diariamente?) ▪ ¡Jesús encarnó la verdad de Dios para con nosotros para que podamos ser lavados en el interior! Dios irrumpió en nuestro mundo de egoísmo, temor y abuso, no con un machete o con un arma, sino con una delicadeza sin igual, con un niño (Su Hijo), que crece para identificarse con el amor como nadie nunca lo había hecho y paga el precio por ello. Su crucifixión es la mayor prueba de amor de la historia (Ro.5:6-8). No hay nada, dentro o fuera de la religión, que se pueda acercar a lo que Dios hizo por nosotros en Cristo (1Jn.3:16). La cruz es donde comenzamos a tener ideas de lo que significa el amor; nos da un modelo para compararnos a nosotros mismos, para que entendamos cuán necesitados estamos, cuán lejos del modelo de amor vivimos cada día. ▪ La cruz es también donde vislumbramos lo sucios que estamos por dentro, porque a no ser que su amor llene nuestra copa hasta rebosar, no tendremos otra cosa en nuestro interior que egoísmo (“tengo que cuidar de mis necesidades”) y auto-vanagloria (tengo que demostrar lo que valgo); lo que contamina el río de nuestro mundo interior, ensuciando el interior de la copa de nuestra vida, sin que tengamos poder o conocimiento para limpiarla. 2) Llorar por nuestras ofensas: Una vez que reconocemos nuestra necesidad real, el Espíritu Santo nos trae pesar por no haber reconocido el valor de Cristo, y abre nuestros ojos para que podamos ver la gravedad de nuestro egoísmo y el daño que produce. ▪ Pablo escribe (2Cor.7) acerca del pesar o tristeza según Dios que produce arrepentimiento genuino para salvación, oponiéndose a la tristeza según el mundo, que sólo se preocupa de uno mismo (apariencias/consecuencias) y produce muerte. La tristeza según Dios, por otro lado, produce un fuerte y vivo deseo de ser libre del pecado, produce indignación y alarma sobre nuestra podredumbre interior y produce preocupación por el efecto que nuestro pecado haya podido tener en otras personas. El Espíritu Santo nos quiere ayudar en nuestro pesar por nuestra impureza, para llevarnos a desear ser libres del pecado y no dejarnos dominar por nuestro mundo interior ▪ En la película “A prueba de fuego”, un matrimonio experimenta las consecuencias de una mala comunicación y falta de amor, que son fruto del egoísmo. El marido persigue el sueño de verse convertido en héroe dentro del cuerpo de bomberos para el que trabaja, siguiendo el lema de no abandonar a un compañero bajo ninguna circunstancia; pero en su propia casa frecuentemente abandona a su compañera en las dificultades que afronta con sus ancianos padres, en las dificultades económicas de la pareja, y en la coordinación de horarios de trabajo. Su distanciamiento empeora a medida que se dañan mutuamente: cuando él no le da el amor profundo que ella está necesitando, y cuando ella no le da el respeto que él igualmente necesita. Esto se convierte en un círculo vicioso que les lleva en espiral al abismo. El padre del marido reta a éste a pasar un tiempo de espera activa antes de aceptar el divorcio, siguiendo un libro de ejercicios con el objetivo de ayudarle a reconectar con su corazón. Finalmente, entrega su vida a Cristo y se da cuenta de lo egoísta y desconsiderado que había sido hacia su mujer, de lo adicto que había sido a sus propios intereses. En una de las escenas más conmovedoras aparece él arrodillado delante de su mujer, confesando sus errores, pidiendo perdón por los siete años en los que había estado pisoteando las emociones de ella, ignorando sus necesidades. Él llora todo el tiempo de su confesión, porque su corazón está finalmente apenado al ver todo el daño que su caos interior había provocado en ella y en su matrimonio. 3) Creer en la posibilidad de cambio: ¿Es posible? ¿Puede alguna cosa ser diferente en nuestra vida? ¡Jesús vino para darnos una completa limpieza interior y para restaurar Su imagen en nosotros! Nosotros PODEMOS revestirnos del carácter de Cristo, de la mente de Cristo, sin los cuales no podremos manifestar el poder y la santidad de Dios. ▪ Esto, por supuesto, no es lo mismo que creer en Santa Claus o en cuentos de hadas. ¡El Evangelio no trata de deseos de autorrealización, sino de la realización del plan eterno de Dios para Su creación! No se trata de una arenga o de una “sopa de sobre” para el alma. ¡Es la Palabra de Dios, la que Él dice que es viva y eficaz, más cortante que toda espada de dos filos, que penetra hasta partir el alma y el espíritu, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón! (He.4:12,13). Es la luz que guía nuestro camino (Sal.119:105) − en la toma de decisiones, formando valores, informando la mente y transformando el corazón. ▪ La Buena Noticia de Cristo es que el cambio SÍ es posible (en mi mente, en mi vida matrimonial, en mi vida laboral, en mi vida académica, en mis relaciones, etc.): ¡Dios es especialista en renovar, en segundas oportunidades, en nuevas oportunidades, en nuevos comienzos! ¡Pero tenemos que someter nuestra vida a Cristo y al criterio de Su cruz! ▪ Cuando Jesús caminó entre los hombres, enseñando a las multitudes y sanando a los enfermos, mucha gente creyó que el Mesías estaba entre ellos. Otros vieron los mismos milagros, oyeron el mismo mensaje y, sin embargo, estaban convencidos de que era un impostor. Era el mismo Jesús; la diferencia estaba en el modo en que le veían. Pablo entendió que aquellos que se acercan al Cristianismo con escepticismo nunca encontrarán ningún poder en él; para tales personas el evangelio es necedad. Por otro lado, aquellos que creen de verdad las buenas noticias descubren de primera mano el poder de Dios para transformar vidas: ¡en la cruz! La cuestión no es si la presencia de Dios se hace patente, sino si estamos dispuestos a estar en su onda, buscándole a Él, ejerciendo fe, poniendo nuestra confianza en el Cristo Crucificado. ¡Si le buscamos donde se ofrece a nosotros, le conoceremos a Él y a su amor y poder! El cambio real es posible! ▪ ¡Eso es lo que Naamán quería en su vida! Este general sirio infectado con lepra tenía un gran deseo de creer en la posibilidad de un cambio real en su vida; ¡pero su problema era enorme, su necesidad abrumadora, su dificultad insuperable! ¿Quién podría liberarle de su impureza? Trajo todo tipo de presentes para ofrecer al que podía hacer algo por él. Cuando Naamán llegó a la casa del profeta Elías, esperaba un tratamiento VIP; pero el profeta ni siquiera salio a recibirle, sencillamente le envió un mensajero para decirle que si quería ser limpio, tendría que lavarse en el río Jordán siete veces y su cuerpo sería restaurado. ▪ Naamán estaba a punto de se sanado y, de repente, se vio afectado por una mala reacción de “justa” indignación: ¡su voz interior le dijo que este negocio iba por completo contra su dignidad! ¡No había mejores ríos en su propio país? ¡Por qué tenía que someterse al consejo de ese profeta extranjero, cuando ni siquiera había tenido la cortesía de salir y recibirle apropiadamente? Después de todo, Naamán era una oficial de alto rango, poderoso, del ejército sirio; ¡él merecía un trato mejor que el recibido! Naamán casi perdió la oportunidad de ser sanado por Dios por causa del negativismo de su voz interior o diálogo interno en su vida; ¡la ideas e imágenes erróneas en las que vivía casi le convierten en una víctima de la lepra de por vida! ▪ Sean cuales sean tus excusas y racionalizaciones, no permitas que dominen tu vida interior. Cree en la limpieza que Dios puede realizar en tu corazón a través de Cristo; ¡sumerge tu vida en el río purificador de la cruz de Cristo! 4) Sumergirse: Naamán se sumergió, convencido por sus sirvientes de que tenía que dejar a un lado su orgullo y confiar en las instrucciones simples dadas por el profeta de lavarse para ser limpio. Cuando él confió en la palabra de Dios para ser limpiado, en lugar de confiar en humanos razonamientos o esfuerzos, se quedó tan asombrado por la gran diferencia: ¡fue sanado! ▪ Esto es precisamente lo que nosotros tenemos que hacer para limpiar el interior de la copa: permite que la limpieza interior se convierta en un hábito diario, para que experimentes la renovación de la imagen de Dios en ti; lo que Pablo llamó ser renovados en la actitud de nuestra mente, vistiéndonos del nuevo hombre, creado según Dios. Esta maravillosa realidad comienza viendo a Jesús como Él es, entendiendo Su Cruz por lo que es (el asombroso regalo de Dios), viéndonos a nosotros mismos en su luz, que nos lleva al arrepentimiento, a la confesión, a creer lo que Cristo ha prometido, y a sumergirnos en Él; adentrándonos en toda una vida de aventura en el crecimiento, aprendiendo, estudiando con el más grande de los maestros. ▪ La comunión diaria con Jesús no te permitirá caminar con una copa sucia; ¡la búsqueda diaria de Él no te permitirá ofrecer a otros un plato sucio para comer! Todo se resume a practicar las elementales disciplinas de la vida cristiana −oración, Escrituras [escuchar, leer, estudiar, memorizar, meditar], comunión cristiana y responsabilidad, servicio y testimonio. Caminando cada día en estas disciplinas, aprendiendo de ellas y siendo moldeado por ellas, serás liberado de las ataduras e impurezas de tu mundo interior. ¡Tus relaciones nunca serán las mismas! Conclusión: La idea que guiará tu vida será literalmente vivir en el Reino de Dios, bajo el gobierno de Dios y de acuerdo a sus normas. La imagen que guiará tu vida: la cruz de Cristo Jesús, por la cual el mundo me ha sido crucificado a mí y yo al mundo.