Queridos amigos, a estas alturas todos debéis saber que he entrado como concursante en un reality show: El Campamento de Verano de Tele5. Este post lo he dejado escrito antes de marcharme, y lo está colgando mi amigo David Hernández. Que… ¿ por qué he hecho semejante locura? Como decía mi amado Clive Owen en “Inside Man”: “As for the why, beyond the obvious financial motivation, it’s exceedingly simple…” La razón es muy simple: Debo una pasta a Hacienda. Más información sobre el asunto en post publicado ayer. No es que diga que sea pobre de solemnidad, pero no puedo obtener de la noche a la mañana, chasqueando los dedos, una cantidad como la que me piden. Pero tú has ganado un Planeta… me dicen siempre. Sí, y de eso hace ocho años. Hacienda se llevó ya un pico, y lo que quedó se fue en pagar la casa en la que vivo y la casa de Marruecos. Que no es una casaza, no . Está perdida en medio de la nada. Cuando las oportunidades nos salen al paso, no suele ir vestida scomo esperábamos encontrarlas. No vienen disfrazadas ni de historia de amor pasional ni de coche deportivo. Suelen llegar vestidas con los ropajes más estrafalarios En fin, después de un año dándole todo tipo de vueltas a de dónde narices sacaba dinero para la fianza, fianza que me exigen hasta que se solucione un recurso por una presunta irregularidad fiscal que NO he cometido, empiezo a pensar que tendré que poner la casa como aval, pero es la casa en la que vive mi hija, y no quiero arriesgarme a perderla si las cosas vienen mal dadas, porque el banco tasa muy, muy por debajo del precio real. Para colmo, si pongo la casa como aval eso supone un coste enorme porque el banco cobra por el papeleo, y cobra mucho..Y entonces, tras hacer un conjuro en la superluna del nueve de junio pidiendo dinero, se me presenta la oportunidad. Me llamaron para hacer un reality. Me ofrecieron ir a Acorralados. Interminables conversaciones con amigos y con Nagore y Janire Robles al respecto. Yo no quiero ir pero sí es cierto que es la única forma de arreglar el problema de un plumazo. Al final, veo que no me va a quedar más remedio. Y en esto me llaman de la Comunidad de Madrid. Hace tiempo presenté mi solicitud para la acogida de un menor. Han dado curso al expediente. Muy amable, la chica que me llama me dice que en septiembre me llamarán para hacer el estudio psicosocial. Eso quiere decir que tengo que decir que no a Acorralados, o me arriesgo a perder la oportunidad. Yo decido pues no ir a Acorralados. Pero por otra parte, y bien me lo decía mi madre… ¿cómo vas a acoger a un niño si tienes problemas de dinero? Volvemos a la casilla de salida: tengo que conseguir dinero de algún lado. Recordáis eso que decía Cervantes: “Cuando una puerta se cierra, otra se abre” Me llaman del Campamento de Verano. Y se vuelve a abrir una puerta. Llamo a mi madre. Mi madre se ofrece a prestarme dinero. Pero sé que para que mi madre me preste el dinero ella tendrá que vender algo, y no me apetece lo más mínimo forzarle a eso. Le digo que creo que es mejor que acepte la oferta. Casi me pongo a llorar. Las dos mujeres más importantes de mi vida son, evidentemente, mi madre y mi hija. Bueno, mi hija aún no es una mujer pero no quería escribir ” las dos hembras más importantes de mi vida”. Ha sido una de las decisiones más difíciles de mi vida. La tomé por mi hija. Y llamé a mi madre para comunicársela convencida de que, como tantas otras veces en mi vida, me iba a encontrar con la misma respuesta de siempre ” Al diablo se le ocurre” – es una de sus expresiones favoritas – “Tú no estás bien de la cabeza, pero ¿cómo he podido criar yo una hija así? No sé a quién habrá salido porque a mí seguro que no sale”. Sorprendentemente, sucedió todo lo contrario. Me entendió, me ofreció su ayuda, me dijo que estaba allí para todo lo que necesitara. Es una decisión que va a costar un aluvión de críticas pero pensé: ” Si mi padre me apoya, me da igual quien me critique”. En el fondo, como tantas otras mujeres, me he pasado la vida dividida entre la búsqueda desesperada de la aprobación de mis padres, y mi deseo de hacer lo que yo consideraba lo acertado, que casi nunca coincidía con lo que mis padres consideraban acertado, y sufriendo mucho por ello. Por eso, cuando vi que mi madre me apoyaba, me di cuenta de que todas las críticas que reciba – que van a ser muchas – me van a dar más o menos igual porque la opinión que más me importaba ya la tengo de mi lado. También cuento con el apoyo de mis amigos más íntimos, que en principio me desaconsejaban irme pero que, cuando han sabido lo que voy a hacer, me han apoyado. Mi madre solo me pidió una cosa: Que no me liara con nadie estando en el campamento y que no enseñara nunca los pechos. Lo he prometido y lo cumpliré. Tomé la decisión por instinto porque no tenía mucho tiempo para pensármelo. No la medité. Sigo sin estar muy segura de lo que decidí. Sé que esto me va a costar muchos problemas. Y muchísimos ataques. Sí, sé que me voy a un programa basura y sensacionalista, a un programa que yo misma he criticado millones de veces. Sé que es incoherente. Sé que parece poco digno. Pero la dignidad no es una cuestión externa, se lleva dentro. Y para mí la dignidad consiste en garantizar que mi hija no va a perder su casa y que si llega un niño en acogida a vivir con nosotras, voy a disponer tanto de dinero como de tiempo para cuidar de él. Para que os haigas una idea, lo que me pagan por semana supera a lo que me pagaron por ‘Liquidación Por Derribo’, un libro que tardé varios meses en escribir y cuya documentación estuve varios años compilando. Como bien dice mi amiga Eva Cornudella, he tenido mucha suerte. Si hubiera tenido que poner la casa como aval, el banco me habría pedido una pasta por hacer los trámites. Con suerte, si permanezco en el campamento el tiempo suficiente, podré pagar la fianza. Pero que quede claro: Yo he pagado mis impuestos siguiendo las propias instrucciones de la Agencia Tributaria, y he recurrido su decisión. No soy ninguna delincuente fiscal ni nada por el estilo. Pagué mis impuestos religiosamente, y no entiendo el por qué de todo este lío. En fin, no me ha hecho ninguna ilusión irme para el campamento y convertirme en carne de cañón, pero he tenido mucha suerte de poder ir y lo reconozco y lo agradezco. La solución llegó como maná caído del cielo. Me he ido al campamento porque, tal y como estaban las cosas, no quedaba otro remedio. No sé lo que va a suceder con el personaje que veáis en televisión. La persona que escribe esto está agradecida. Agradecida a la vida que le ha puesto la solución en bandeja, agradecida a los amigos que le han apoyado, agradecida a su maravillosa madre que a sus ochentayocho años y enferma ha puesto todo de su parte para que la niña no se quede sola. Muy agradecida. Me he ido al campamento porque creo que en situaciones como éstas hace falta confiar en las propias fuerzas, correr riesgos y tomar decisiones. No estoy particularmente contenta con la decisión que he tomado pero creo que era la vía más rápida. Confío en no hacer excesivamente el ridículo y en ser capaz de controlar mi proverbial mal genio vasco para que media España no me vea pegando gritos en pleno síndrome premenstrual. Esto va a ser un ejercicio en el Zen y en el autocontrol. Sé que probablemente haya metido la pata. Pero, al fin y al cabo libertad radica en la capacidad de atreverse a vivir con las consecuencias de las propias decisiones. Vosotros, me diréis, no habríais hecho lo mismo. Vosotros no sois yo. Un beso a todos, trolls incluidos. Solo me consuela pensar que como estaré incomunicada ya no tendré que leer cada día esas noticias que me hacen vomitar. Espero que para cuando salga de allí nuestro Presidente ya haya dimitido.