misión profetica de la iglesia en los tiempos actuales

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ARTÍCULOS
MISIÓN PROFETICA DE LA IGLESIA
EN LOS TIEMPOS ACTUALES
Joseph Comblin
1
EL PROFETA Y SV MISIÓN *
Actualidad del profelismo
En la actualidad hay un renacimiento del
toma del profetismo en la conciencio que la
iglesia toma de sí misma. En la eclesiología de
los siglos modernos ya no se hablaba de profeLas. Se hablaba da los profetas del Antiguo
Testamento en la apologética y se presentaban
;sos profetas como hombres-milagros. Se citaba el argumento de lus milagros como señales
de! origen divino de la Biblia y como prueba de la veracidad de las afirmaciones de Jesús
sobre sí mismo. El haber sido anunciado por
los profetas y el haber cumplido las profecías
era argumento perentorio: Jesús contaba con el
apoyo de Dios. De los profetas citados en el
Nuevo Testamento, se decía que habían desaparecido con la generación apostólica, así como
también los demás cansmas. Una vez organizada la jerarquía en su forma completa —la que
conocemos todavía hoy— los carismas se hacían
inútiles. Todos los individuos que habían manifestado pretensiones de profetismo en la historia de la Iglesia, eran falsos profetas. El tiempo
de los profetas había terminado. Así decía la
teología común hasta el resurgimiento de la
nueva eclesiología después de la primera guerra
mundial.
Sin embargo, hoy día. el tema recuperó su
vigor en forma suficiente para que el Concilio
Vaticano II lo introdujera en la constitución
sobre la Iglesia. Lumen Gentium. Dice la constitución: "El pueblo santo de Dios participa
también del don profético de Cristo" (N" 12);
"Cristo, profeta grande, que por el testimonio
• La 2? parte de L-.-IL- artícjl-j será publicada en nuesrro número
de Julio.
de su vida y por la virtud de su palabra proclamó el reino del Padre, cumple su misión profética hasta la plena manifestación de la gloria,
no sólo a través de la jerarquía, que enseña en
su nombre y con su potestad, sino también por
medio de los laicos, a quienes, por ello, constituye en testigos y les ilumina con el sentido de
la fe y la gracia de la palabra, para que la virtud del Evangelio brille en la vida cotidiana, familiar y social" (N1.1 35).
En los dos textos, el lema del don profético
está colocado al lado de los temas del testimonio, del Evangelio, del sentido de la fe y de
la predicación de la palabra. Sin duda, de los
textos citados no se puede inferir ninguna explicitación muy clara del concepto de profetismo
que se atribuye a los laicos y a la Iglesia en general. Hasta cierto punto, el Concilio trata de
una misión general, de la que los conceptos de
'•palabra", "sentido de la fe", "evangelización",
"testimonio" expresan diversos aspectos. Sería
excesivo afirmar que el Concilio contempla
todos estos términos como sinónimos. Podemos
aceptar que los toma a todos como bastante cercanos. Pero, todo indica que cada uno está llamado a expresar un aspecto de la misión de los
laicos para la que no existe nombre privilegiado.
Se hablará de una misión profética o de una
misión de testimonio, de una misión de evangelización, etc. Ningún término lo dice todo y cada
uno tiene un elemento significante propio.
E! Concilio no explicila el significado propio
del concepto de "profelismo" o de '"don profético" o de "misión profética". Tampoco ofrece
una interpretación del significado del profetismo
bíblico o del concepto de profeta en la Biblia.
Por lo tanto, será legitimo buscar esa explici-
212
tación en el contexto liislórico, os decir en las
corrientes teológicas que influyeron para que el
Concilio asumiera el tema en una constitución
tan importante como Lumen Gentium.
Además, los textos conciliares dejan las
puertas abiertas a la reflexión ulterior. Desde
entonces, el interés por el profetismo se mantuvo. En 1968, la revista Concilium dedicaba
un fascículo (N? 37) al profetismo en la iglesia
de hoy. La revista Lumiére et vie (Lyon) le reservó su último fascículo de 1973 (N-1 115). En
la vida de cada día se invoca cada vez más la
mií-ton profética de la Iglesia en las reuniones
de pastoral, en la reflexión, en los panfletos, en
los documentos eclesiásticos. En América latina,
sobre todo, se habló mucho del profetismo en
la Iglesia. Pero, no se determinó mucho el alcance de ese concepto. Así. por ejemplo, los
obispos y superiores mayores del Nordeste del
Brasil que publicaron el documento famoso "He
oído el clamor de mi pueblo" (6 de mayo de
1973) ', invocan diversas veces su "misión pastoral y profética". Entienden que ese documento es una expresión adecuada de la misión
profética.
De cierto modo, podemos reconocer que no
hay necesidad de determinar previamente el
significado de ese profetismo. Sus actos lo definen. Por los actos eclesiales tales como ese
documento que emana de la Iglesia del Brasil,
se manifiesta en qué consiste la misión profélica,
y no hay otro camino para definirla. En último
término, es verdad: la Iglesia tiene luz y fuerza
para descubrir en una época determinada el alcance de su misión. Sin embargo, es verdad
también que los actos de la Iglesia no están aislados. En cada circunstancia, los obispos o los
cristianos en general se refieren a los actos anteriores dados por otros en ocasiones similares.
Los obispos de hoy no están ligados por un
deber de imitación literal de los obispos de ayer.
Pero, la continuidad de la vida lleva naturalmente
a una continuidad en las expresiones. El mismo
rol cristiano ejecutará actos semejantes en ocasiones semejantes. La teología no tiene por qué
proponer ni a ios obispos ni a los cristianos un
esquema de acción. Sin embargo, ella puede iluminarlos mostrándoles la continuidad en que
están colocados. Por eso, no será superfluo mosirar en la circunstancia actual ia manifestación
de un resurgimiento del profelismo a fin de que
aparezca mejor lo que la Iglesia busca en estos
tiempos, n veces sin formularlo completamente.
Nuevos profetas en la Iglesia
Por lo que hemos podido averiguar, parece
que la aplicación del título de profeta a determinadas personas en el siglo XX tuvo inicio en
Francia. Hubo precursores: Newman, por ejemplo, había destacado la misión de un profetistno en la Iglesia, y é! mismo era venerado como
un profeta verdadero por sus contemporáneos,
ya en el tiempo de Oxford \ Rosmini también
aparecía como un profeta con su libro sobre las
cinco llagas de la Iglesia; el libro, realmente extraordinario anunciaba en 1848 toda la eclesiologia del Vaticano [1; fue condenado, pero se
levantó la censura eclesiástica en 1967 \ Newman o Rosmini son precursores: fueron reconocidos por pocos en su época. En cambio, en el
siglo XX, ciertas personas fueron designadas
por grandes muchedumbres. Así sucedió con
Léon Bloy. Su intérprete y discípulo más ilustre,
lacques Maritain cuyo influjo profundo en el
pensamiento de Paulo VI es muy conocido, fue
también llamado profeta por muchos. Además
Maritain atribuye a los profetas un rol importante en la sociedad, sobre todo en la sociedad
de hoy4. El mundo de Bloy-MaritaLn es una de
las primeras fuentes de la concepción moderna
de un profetismo cristiano.
Otra fuente es el mundo de Péguy-Mounier.
Además hay interferencias numerosas entre los
dos mundos, aunque hayan permanecido siempre distintos. El punió de partida de Péguy es
el mismo de Bloy: la percepción de la miseria,
el colocarse cu el eje de la miseria. De ¡illí parte
su mensaje profético para la Iglesia y el mundo.
A los ojos de la generación de Mounier, Péguy
tenía un mensaje profético sobre el hombre; en
él se manifestaba una voz absoluta y radical. El
1
1
t u u u i í us ctMnons de meu i>úvo (Éxodo, III, 7). Documento de bispos c lupertores ruti^io^os do ^o^dtb[l I . Edllora
henoditina de Salvador, Bahía. Traducido en pune en Mtnsaje de nov. Ji^. 1973, p . ^6b-^70.
Ver al articulo ik- Cl es Dossaln sobre Newman
i
n ilc ConuWum.
ROSMINI, A. Dellc clnquc piache dcll'a Sania Chlcsa, Lugano, 1848.
«Cfr. BARS, Hciirv. Marilnin en nuestros ttíni, Ed. Eslelli,
Bareelom, 1962, p. 197-127.
1
213
ni
Siente profundamente a su pueblo
mismo Mounier lo explícito en un lenguaje de
acción y de reflexión sobre la sociedad. Sabemos
que para las generaciones siguientes formada; en
Francia por el grupo Esprit, el mismo Mounier es
venerado como profeta de los tiempos actuales.
Desde entonces, o sea. después de la segunda
guerra mundial, los cristianos reconocieron profetas en otras figuras eminentes, Pero el título
de profeta guardaba siempre algunas de las características de las dos líneas Bloy-Maritain y
Péguy-Mounier. Hoy día se da el título de profeta, por ejemplo, al papa Juan XXIII, al patriarca Máximos ÍV, a dom Helder Cámara, Martín Liilher King, Soederblom. Teilhard de Criardin.
Conviene analizar un poco el conlcnidu de
esc título de profeta a ese nivel de desarrollo
histórico,
E. Mounier elabora su idea del profetismo en
su libro sobre el personalismo. No hace más que
renovar la distinción de Pcglty entre mística y
política dándole forma más teórica y menos
poética.
Según Mounier, una acción verdaderamente humana camina cuín: dos polos y debe recibir el impacto
de los dos, procurando una conciliación o una combinación entre las dos tendencias que emanan de ellos.
Por un lado hay el polo ele l.¡ profecía, y, por otro
ludo,
el p o l ü
de
í¡i
p»liiii;¡
El profeta es el hombre de lo absoluto, el que
afirma o recuerda el valor absoluto y las exigencias de
lo absoluto: lo absoluto de Dios y del hombre, de las
exigencias morales. Al revés, el político es el hombre
de lo posible, el que se acomoda a la situación, utiliza
los medios disponibles5. El político busca la eficiencia. El profeta no busca deliberadamente la ineficiencia, pero no sacrifica lo absoluto a la eficiencia y está
dispuesto a aceptar el fracaso para no ceder. 1£1 politieo confía en los medios cercanos y no hace distinción entre medios morales o no, con la condición de
que sean eficaces. El profeta cuenta poco con los medios técnico» y casi únicamente con la fuerza de conversión y convicción de lo absoluto.
Dice Mounier que el profeta puro al buscar compromisos puros, se condena a nunca actuar. Al revés,
el político puro siempre actúa, pero no es humano.
Todo compromiso humano es parcial y ambiguo, imperfecto, mitad profecía, mitad política. De allí la famosa expresión de Péguy reasumida por Mouníer: las
bellas almas tienen las manos limpias, pero no tienen
manos. Hay que estar dispuesto a ensuciarse las
manos.
El profeta puro cae en el fanatismo. El político puro
cae en la corrupción y la inmoralidad. Las vocaciones no están igualmente distribuidas. Hay personas más
inclinadas hacia la política, y otras hacia la actitud
profética.
Por su lado, Marilain elabora la figura de León
Bloy y crea a partir de una línea de reflexión original,
a partir de su experiencia propia también, el concepto
de minorías profélicas o de profetas del pueblo del
que habla en su libro sobre et hombre y el estado*1.
¿Oué son las minorías proféticas o los profelas del
pueblo según Marilain7 En primer lugar son personas
que sienten, perciben y sufren más profundamente
que los otros a su tiempo, a su pueblo. Sienten el mal
del hombre, tienen del mal una experiencia más fuerte.
Perciben, en segundo lugar, lo que hay más oculto
en el hombre y en el presente, la esperanza y e! movimiento que animan la historia actual. En lercer lugar, el profeta es el hombre que se siente forzado a
hablar, no puede no hablar. No habla porque así lo
eligió, sino porque siente el impulso de una fuerza
más fuerte que él. "Amenaza, denuncia In ruindad y
el mal porque está poseído por la justicia"7. Un cuarto
¡ugar, las minoría;) proféticas cumplen un papel social:
pues despiertan al pueblo adormecido. Los pueblos no
se mueven espontáneamente. Necesitan del estímulo
de profetas que les muestren el presente y el porvenir,
y les inspiren ánimo y confianza. Los profetas son los
que saben despertar para la libertad y no utilizar a
los hombres en unu forma de esclavitud.
Esas dos concepciones del profetismo maniFiestan una realidad social: los profetas de los
que hablan corresponden a lo que la documentación del N" 37 de la revista Concilium llamaba "los profetas en la ciudad terrestre" (pág.
115-129).
' Cfr. MOfMI-R, I. . Le ptrsounallsmc (Que su¡s.|V>). PUF,
l'iiris. 19+9, p lili 114
»Cfr. MARITAN. I,, l.'llummc el i'Etsi, PDF. París, I95J.
p. 129-137.
H\RS. Hetlry, Marllalri en nufslros días, n 112.
214
Tanto en la línea Péguy-Muunier como en la
línea Bloy-Marilain, [a categoría de profeta procede directamente de una experiencia de la realidad Eocial. No procede ni de la Biblia, ni de
la tradición teológica, ni de experiencias de la
comunidad cristiana. Sin embargo, las categorías sacadas del análisis social pueden lener
gran imporlancia para la interpretación del cristianismo y su aplicación a la vida. La teología
procede necesariamente a partir de concepto;
formados en la experiencia humana común. En
este caso, el concepto de profecía surgió en medios particularmente imbuidos del mensaje cristiano. Es evidente que los autores que hemos
citado, han visto y destacado una analogía entre
los profetas bíblicos y ciertas realidades, ciertos papeles asumidos en la sociedad de hoy. Para ellos, el papel de profeta todavía tiene significado en la sociedad actual, aunque en un
grado de analogía que ellos no quieren explicitar.
De lodos modos, ni Mounier, ni Maritain
quisieron examinar el profetismo del que hablaban, en el contexto de la teología. Pero, lo
que ellos no hicieron, algunos teólogos quisieron asumir el riesgo de hacerlo. Algunos teólogos tomaron el concepto de profeta de los autores citados haciendo de él un concepto teológico, aplicándolo a la Iglesia y su misión en
el mundo. La iniciativa, la tomaron Y. Congar
y Ch. Journet. Los otros se contentaron con repetir lo que estos dos dijeron.
Hubo aquí también un precursor: el P. U.
Clérissac, O. P., autor de una eclesiología que
anticipó en muchos elementos la eclesiología
conciliar. Le mystére de l'Eglise, 1918. En ese
libro había un capítulo dedicado al don profético en la Iglesia. Conviene notar las relaciones
estrechas entre Maritain y el P. Clérissac. Seguramente habrá algo de esa teología subyacente
a la idea de Marilain.
Como siempre, la eclesiología del cardenal Journet
se inspira en la filosofía de Maritain. y su concepto
de proíetismo es exactamente el de Marilain. La novedad es, que Journet coloca en la Iglesia a esos profetas que Maritain descubría en los pueblus. Para
Journet, los profetas tienen en la Iglesia el mismo
rol que los profetas de Marhain en la sociedad global.
Journet no les atribuye ninguna misión especial en el
mundo. Habría, por lo tanto, dos series paralelas de
profetas, una para la Iglesia, otra para la sociedad.
Según Journet, los profetas "saben discernir los
sentimientos profundos de su época, saben diagnosticar los verdaderos males y prescribir los verdaderos
remedios. Mientras la multitud parece ciega, y los mejores vacilan o tantean, ellos se lanzan hacia el objetivo con un instinto infalible y sobrenatural. La visión
retrospectiva de los siglos mostrará lo acertado de sus
visiones. San Atanasio o S;in Cirilo, San Agustín o
San Benito, Gregorio Vil. Francisco de Asís. Domingo
han visto como en una claridad profética, la marcha
de los tiempos y la oriemación que había que dar a
?as ¡ilmas. El autor de la Ciudad de Dios, el contemplativo que fundó hace ochocientos años la regla
siempre viva de los cartujos, Santo Tomás que, trescientos años antes de la Reforma, elucidó las verdades que iban a ser las más discutidas de los tiempos
nuevos, Juana de Arco, Teresa de Avila, estos son
los verdaderos profetas de la Iglesia"9. Como en Marhain, el profeta es el que percibe lo más oculto de
la historia, mejor y antes que los otros, el que puede
dar las orientaciones, abre los caminos y despierta a
la Iglesia.
Y. Congar dedicó un capítulo a la misión de los
profetas en la Iglesia en su gran libro sobre Verdadera y falsa reforma en la Iglesia (í' «d. francesa en
1950 en la colección Unam Sanctam, cd. du Cerf, París). Su doctrina es mucho mus ecléctica que la do
Journet'.
Su exposición comienza por una evocación del profeta según la línea de Péguy-Mounier <sin citarlos).
El profeta es el hombre de lo absoluto. lin la Iglesia también existe una "política" que es acomodación,
adaptación, utilización de todos los medios disponibles
sin gran rigor crítico en nombre del criterio de la eficiencia. A los "políticos" se oponen los profetas que
son los intransigentes, los hombres de lo absoluto. Los
profetas provocan la contradicción y no la evitan.
Practican la audacia y no temen el fracaso.
Iji seguida, el autor añade dos elementos que Invienen de la nueva teología. En primer lugar, el prufeta es el hombre de la verdad pura que se opone a
los formalismos y los ritualismos. Es el hombre del
acto y el acontecimiento frente a las estructuras y las
instituciones. Ese concepto deriva de la exégesis del
Antiguo Testamento del siglo XIX, en que se contraponen la figura del profeta y la del sacerdote. Recién
los historiadores matizaron baBtante la distinción. Perú
ella es un punto de partida inevitable de toda exposición sobre los profetas del Antiguo Testamento. Allí
la encontró el P. Congar.
El segundo elemento procede de la nueva teología
de la fe del siglo XX. Hay dos tipos de conocimiento
religioso: uno racional, frío, discursivo, sistemático,
otro, intuitivo, contemplativo, apasionado. Existen
también los dus tipos correspondientes de enseñanza.
El concepto de proíetismo conviene al tipo intuitivo,
entusiasmado, proferido con acento de persuasión.
Claro está que esc tercer concepto de profetismo permanece muy general e indiferenciado. Pues, hay diversos tipos de conocimiento entusiasmado c intuitivo
a los que el nombre de profetismo conviene en un
' [OURNET,
bescléc üc
•> CONGAR,
Ccrf, París,
Charles, L'EglIsc du Verbc Incarní, I, I- 2c i d , ,
Brouwar, Bruees, 1955, p. 174.
Y. Vrnie el fausse reforme daus 1'Egllsc, tú. du
195U, ctapltre III, p. 196-22S.
215
sentido muy vago: e! conocimiento místico, el fervor
popular, el pietismo. la devoción, ele.
Finalmente, Congar alude también en un cuarto
significado al sentido de Maiilain: el conocimiento
profético se refiere a In misión de la Iglesia, por lo
tanto a la ejecución del plan de Dios en un tiempo
determinado; el profeta percibe el significado de los
acontecimientos y su exigencia para los cristianos.
Por olro lado. Congar tiene conciencia del proceso
que umi teología vulgar imprime al concepto do pro
fetismo. Como toda ciencia establecida y toda ortodoxia, ta teología católica reacciona ante el surgimiento de un concepto nuevo en una forma puramente oportunista: adopta el nombre, lo aplica a uno
de sus elemenlus preestablecidos y quita al concepto
su contenido propio reduciéndolo a un concepto tradicional. Así, algunos !¿ólogos pudieron aplicar el
nombre de función profélica a lo que llamaban "magisterio" o misión de l:i palabra. En esa forma, no
necesitan cambiar el conlenido de la teología y parecen integrar las percepciones nuevas de la Iglesia.
Mantienen el significado tradicional de la función dicha
de enseñar o de magisterio y le dan el nombre de función proíétieo. La palabra "profética" nada añade al
concepto antiguo •*. El teólogo parece integrar un concepto nuevo. En realidad lo rechaza. Congar distingue
entre un concepto de profelísmo en sentida amplio:
es el concepto usado en ese sentido; y un concepto en
sentido propio. A ese concepto propio, él mismo atribuye esos cuatro contenidos diferenics (aunque no necesariamente incompatibles).
El "no" de los profetas
Hasta el momento, hemos hablado del profel timo como una categoría de hombres que actúa "en medio" de un pueblo o de la Iglesia
Hemos dicho que los profetas se distinguen por
un modo de conocer y hablar. Como Congar y
Journet lo indicaron, los sentidos del profetismo
citados hasta ahora se sitúan bastante bien dentro de la trayectoria del lomismo. Pues Sto.
Tomás enseña que siempre hay y habrá profetas
en la Iglesia: "en cada época no fallaron algunos dolíalos del espíritu de profecía, no para
dar a conocer doctrinas nuevas, sino para [a dirección humana (ad humanorum actuutn directionem)" ".
Sin embargo, en la misma época, la Iglesia
cristiana tuvo que enfrentar otro tipo de problema y descubrir de nuevo el profetismo por
otro camino. Ubicamos así una segunda fuente
del concepto actual de profetismo. La situación
nueva es el surgimiento del totalitarismo y sobre todo de su forma más virulenta, el nazismo.
111
11
P o r e j . F A Y N E L , P . . L ' E g l l s c . t. 2 .
S u m n i i i ihL'oloRica. l i a I l ú e . q . 1 7 4 ,
C o m m . In M i . X I . 1 3 .
3 — Mensaje
La victoria de! nazismo en Alemania provocó
una crisis en las Iglesias. El nazismo era un
desafío nuevo e imprevisto. Muchos cristianos
procuraron una forma de acomodación entre las
exigencias de Cristo y las exigencias del nuevo
nacionalismo totalitario. Otros denunciaron esa
traición de la soberanía de Jesucristo. En la Iglesia protestante como en la Iglesia católica se produjo una división profunda. Además el fascismo
produce inevitablemente una división de la Iglesia, siempre y en todos los países. En la Iglesia
reformada de Alemania, hubo una división incluso institucionalizada. En 1934, la "Iglesia
confesante" se separó de la Iglesia protestante
oficialmente reconocida por el Estado para no
comprometerse con sus actitudes de sumisión
excesiva a la política nazista. El portavoz de la
Iglesia confesante fue Karl Harlh. El mismo
Barth fue quien descubrió así en la práctica y
la teoría la necesidad de un profelismo en la
Iglesia. La experiencia nazista muestra que la
Iglesia siempre tiene una posición política, aunque no pueda constituir un partido político. Ella
es afirmación de la soberanía de Jesucristo también en la vida política. Pues no hay ningún
área de la vida en que no debamos reconocer
que Jesús es Señor, y en que tengamos que someternos totalmente a otros señores. El profetismo es la voz de la Iglesia en el campo político frente a los totalitarismos. El Estado nazista es un nuevo ídolo, la idolatría de los tiempos modernos; y la afirmación de Dios incluye
necesariamente el rechazo de la soberanía total
del Estado. El profelismo es tarea de la comunidad eclesial en su totalidad, no de algunos
miembros solamente a.
Desde entonces, ese nuevo sentido de la profecía —testimonio que se opone al totalitarismo de un estado que pretende dirigir totalmente
a los hombres— nunca ha dejado de ser actual.
El significado que Barth dio al profetismo moderno, permanece actual.
Después de la guerra, les tocó a los católicos
franceses, sobre todo por causa de la guerra de
Argelia. Esa guerra fue un drama de conciencia para los católicos. Los métodos de represión usados por los franceses en Argelia, la tortora sistemática y científica, las represalias, el
T o u r n j l i , 1 9 7 0 . p li I I
¡i.6, ac) 3 . Cf. lumbiOn
" Cfr. Din Kirchllche Dogmnlik, IV, 3. 1")W. p. 1027 a.
216
"¡labia en mi corazón un fuego ardiente" (Jeremías 20, 9),
genocidio, levantaron protestas entre los católicos. Sin duda alguna, la rebelión de la conciencia cristiana de los franceses fue uno de los
elementos que llevaron finalmente al fin de la
guerra y a la concesión de la independencia a k
nueva república de Argelia por el general de
Gaulle.
De las reflexiones cristianas en esa situación,
tenemos un documento teológico que constituye
otro paso en adelante, (le! dominico francés M.
D. Chenu. Chenu usa el método teológico que
consiste en examinar un caso histórico contemporáneo por su proyección en un caso similar
de! pasado. Chenu evoca la guerra de Argelia
en e! caso histórico de los dominicos españoles
y gran parte de la Iglesia católica del siglo XVI
que se levantaron contra los métodos de los conquistadores. Entre todos, el profeta de los tiempos modernos es Bartolomé de Las Casas. Chenu
estudia el prolelismo de Las Casas ' \
' Cfr. 1 1CliCNL', M.-D., ProphCtcs el [Híologlcns dans l'Cgtlsc.
puro ' : de Dieu. L'H Masses ouvrlcfcs, N ' 200. octubre ]<)£)>,
p. 54-7U. asumida en L'C'vanfíHc don* le lempa* éd du Cerf,
¡i. 201-212.
1. Las Cuí.íii. llene la inteligencia de los movimientos
de la historia.
2. F.l profeta percibe lo nuevo de una situación imprevista y la insuficiencia de los comportamientos tradicionales, las costumbres, las respuestas de siempre
puní enfrentar tn novedad del caso que surgió.
3. Vive en comunión con los hombres de su tiempo, percibe sus peligros y vive sus aventuras.
4. La mirada del profeta ¡¡ene la claridad y Sa oscuridad de su tiempo. Eslá limitada por su tiempo,
pero no apunta a la eternidad sino a la actuación en
su tiempo.
5. Frente al acontecimiento1 nuevo, el Evangelio
surge de nuevo como una palabra nueva, una palabra
que desconcierta a los doctores y los pastores, acostumbrados a canalizar el dinamismo del Evangelio por
caminos bien conocidos y s,in sorpresa, lil Evangelio
ES de nuevo una sorpresa.
6. Frenle al acontecimiento y la predicación de
Las Casas, las instituciones eclesiástica» vacilan, no
saben como reaccionar, se dividen: algunos rechazan
indignados las acusaciones de Las Casas; otros las
aceptan. De lodos modos, el profeta divide.
7. Le falta a veces realismo. Tiene ilusiones. Sus
soluciones son. a veces, errores o fallas: así la propuesta tic la importación de esclavos negros para li-
berar a los indígenas.
217
8. Lo que lo mueve, es la miseria de los hombres
y la injusticia. Las Casas habla a los pobres. A los
pobres las inslitudones los marginalizan y los temen.
9. Las Casas permanece fiel a !a caridad y la comunidad eclesial. F,sta finalmente reconoce el valor de
su prafolismo al nombrarlo obispo de Chispa.
Después del combate profético contra la guerra do Argelia, hubo el caso del Victnam y la
lucha de cristianos, protestantes y católicos en
los talados Unidos. Al misino tiempo aparecieron nuevas formas de tesiimonio y profelismo
en diversas naciones de América latina, sobre
todo en el Brasil. Muchas veces se habló a propósito de ello de una forma de profetismo y ese
profelismo se define siempre en la línea de Barth
(con más razones se invoca el ejemplo de Las
Casas y los misioneros españoles del siglo XVI).
El profelismo bíblico
Por lo dicho hasta ahora, queda claro que los
nuevos conceptos de profetismo han surgido en
la Iglesia como respuestas a nuevas situaciones
y como reflexión sobre las fuerzas que actúan
en la sociedad cristiana o la sociedad global.
Por otro lado, nadie habría pensadu en dar a
las misiones y los roles así destacados el nombre de profetas y profetismo si no hubiera habido una nueva lectura de los profetas bíblicos.
La teología se construye a partir de los nuevos
desafíos de la Iglesia y también a partir de una
nueva lectura de la Riblia. Los dos elementos
interfieren constantemente a lo largo del proceso. La lectura nueva de la Biblia ilumina la
interpretación de los acontecimientos, y los nuevos acontecimientos t> las nuevas situaciones
ayudan a leer la Biblia de modo renovado, sacando de ella aspectos olvidados o nunca percibidos hasía el momento.
En realidad hemos hecho en el siglo XX una
nueva lectura de los profetas bíblicos. Mientras se buscaban en los profetas previsiones de
íiconiecimienlos futuros para, poder constatar el
hecho milagroso de que la vida de [esús había
sido anunciada y descrita con mucha antecedencia, la lectura de los profetas no podía iluminar
mucho las situaciones actuales. Lo que se buscaba en los profetas era justamente el pasado:
cómo en el pasado habían podido prever el porvenir.
La exégesis de! siglo XX (anunciada ya en
el siglo XIX) descubre la historicidad dü los
profetas. Ella muestra en los profetas el carácter
humano. Los profetas aparecen como hombres que
tuvieron una actuación en su tiempo. En lugar de
destacar algunos textos milagrosos, la exé^sis
actual procura comprender el significado de las
prufedns un MI contexto humano, social, histórico.
Lo que vale de los profetas es el conjunto de su
vida. Su vida es testimonio. Su vida entera y su
obra entera constituyen un significado. Se cree
que el mensaje de los profetas guarda una actualidad permanente. E! Nuevo Testamento no suprime el profetismo. sino lo supera y lo sublima
en |esús y la Iglesia.
¿Qué fue entonces el profelismo del Antiguo
Testamento? No podemos en el cuadro de un
artículo condensar un siglo de labor exegética.
La distinción bruíal entre sacerdocio y píofetismo fue matizada ad infinitum. El sacerdocio
era institución, tradición, formalismo, repetición: el profetismo era espontaneidad, novedad,
unicidad del acontecimiento, libertad de la palabra de Dios. Se descubrió que hubo en Israel,
como en otros pueblos, un profetismo institucionalizado, muchas veces al servicio de la sociedad establecida para darle la razón, dándole lo
que se llamaría hoy día una ideología. Pero los
verdaderos profetas de Dios nunca se dejaron
vincular por las escuelas de profetas. Por otro
laclo, no todos los profetas se oponen de igual
manera a todas las formas de cullo.
Lo que más nos interesa aquí es el contenido
del profelismo, o sea su objeto. Ahora bien, hay
actualmente un cierto consenso en cuanio a ese
contenido.
1. En primer lugar, los profetas hablan de-ntro de una situación determinada sobre acontecimientos determinados para personas determinadas. No enuncian principios como los libros
sapienciales, I iablan de realidades concretas de
la historia actual, de lo que está pasando ahora.
Hablan no de una idea de Dios, sino de la presencia de Dios en una circunstancia determinada. Su Dios es un Dios que dice su voluntad a
los hombres en delerminadas circunstancias. Por
eso. el profeta acusa, amenaza, exige, y también
consuela. Se espera de su mensaje una respuesta a problemas concretos. Lo característico de
218
la palabra profética es su inserción en un liempo
concreto. Ahora bien el mismo carácter se puede percibir en la predicación de Jesús y la del
Nuevo Testamento. En eso sobrevive en cllus el
espíritu profétieo w.
2, En segundo lugar el profeta tiene ante sus
ojos el porvenir. Su predicación es anuncio y
promesa. Pero las predicciones sobre el futuro
tienen una función de actualidad, jamás se trata
de acontecimientos futuros considerados en si
mismos, sino como términos de conductas presentes. Se anuncia en eí futuro la promesa o la
amenaza contenida en el modo presente de actuar. El porvenir es !a retribución divina del
presente. Por eso, las predicciones carecen de
precisión, sobre todo en cuanto a los plazos. Los
profetas confunden las distancias en el tiempo.
Ven como cercanos acontecimientos que pueden
llegar con mucho retraso. Lo que les interesa
es ei juicio de Dios sobre el presente, más que
la época en que Dios va a cumplir ese juicio.
3, El profeta es también el que recuerda
constantemente el pasado. Pues ve en el pasado
la figura del presente y del futuro. Para él. el
tiempo presente no es único. Es una etapa nueva en una historia que se renueva constantemente y en la que los mismos dramas se renuevan. El futuro que anuncia es también la renoración del destino manifestado por toda la historia anterior. E! profeta es el que actualiza la
historia de Israel en un momento determinado.
Si fuera sülamtnte el profesor que enseña una
filosofía de la historia, no sería profeta. Rl profeta
es el que lee la historia en el momento; y no solamente la lee, sino que la cumple. El hace la
historia de Dios por su palabra que es testimonio del Dios verdadero.
"El profeta es, pues, consciente de estar dentro de
una larga historia, en la cual le correspondo ;i t51 una
misión. Misión que ve fundamentalmente —lo mismo
que los más antiguos vidcnies y profetas— en continuar sin desviación ese proceso histórico o en restaIJICCLTIO, esto es. en defender al Israel constituido por
^•s sctvíficas e irrepetibles de Dios en la historia —defendiendo a la vez la auténtica fe en Yahvé.
la única que conviene a su naturaleza— contra toda
comaminación. Falsificación, debilitación o mezcla.
Toda ILI predicación profética eslá al servicio de su
misión centrada en la historia de la salvación. Tanto
en ln amenaza del juicio como en la promesa de sal4
Ver d art. Profuin do N, Fttgtlster en H Files u l i r . l . Conceptos fundamentales de la teología, I. III, c d . Cristiandad,
Madrid. l % b . p. iJR-'i'H.
vaciún se irala siempre, en último término, de restablecer, renovar o profundizar la antigua relación entre Yahvé e Israel. Por CM> la* promesas de redención
están vinculadas a la pasada historia de la salvación,
y el profeta ve y anuncia Ins futuros acontecimientos
salvíficos como una imagen más clara y niás amplia
de esa historia pasada" a .
Lo propio de los profetas es finalmente su
concepción de Dios. Para ellos. Dios no es objeto de una ciencia ni de una doctrina religiosa.
Es alguien que juzga lo que los hombres hacen
en un momento determinado de la historia.
Creer en Dios no es aceptar una filosofía, ni
una doctrina sobre Dios, sino aceptar su juicio
sobre lo que pasa en la historia de hoy. Predicar
a Dios no es exponer un catecismo sobre los
atributos abstractos de un ser abstraclo, sino
manifestar lo que dice Dios en la historia actual. Los demás dioses son ídolos inventados
por los hombres para darse motivaciones, disculpas, justificación de lo que hacen. El adversario del profeta no es el a ico, sino el falso
profeta, o sea el que anuncia un dios que agrada a los hombres y justifica lo que hacen, un
dios que los hombres se crean a su imagen y
semejanza y después lanzan en el universo para
fingir que lo adoras, mientras en realidad ellos
adoran las obras de sus manos.
Los profetas del Nuevo Testamento
En realidad, no basta con una referencia de
los roles actuales al profetismo del Antiguo
Testamento. Para los cristianos !a referencia al
Antiguo Testamento es siempre indirecta. ¿Hasta qué punió [Halemos encontrar en los profetas
antiguos una luz para la Iglesia de hoy y la actuación de los cristianos? La respuesta a esa pregunta está subordinada a un problema anterior:
¿qué pasa con ei profetismo en el Nuevo Testamento?
Para decir la verdad hay que reconocer que
el profetismo del Nuevo Testamento había sido
olvidado durante siglos. Lo hemos redescubierto
recién, y mucho más tarde aún que el profetismo del Antiguo Testamento.
Aparentemente el papel del profetismo parece muy disminuido en el Nuevo Testamento,
si se hace la comparación con el Antiguo. En
. i,
ni, Protcln, I. 6., p. i)Cv
219
Testigo de Dios entre los hombres
efecto el tema "profeta" y los derivados de la
palabra "profeta" ocupan un espacio mucho
menos importante. Pero una mirada más atenta
desmiente inmediatamente esa impresión basada
en el vocabulario. Fn realidad el rol del profelismo es más importante aún en el Nuevo Testamento que en el Antiguo. En efecto, en el
Antiguo Testamento, los profetas encuentran
competidores muy fuertes en la dirección del
pueblo de Dios: al lado de ellos, están los sacerdotes, los sabios (de los libros de sabiduría)
y los doctores de la ley (los que redactaron y
comentaron las leyes tan numerosas de la Biblia). En el Nuevo Testamento, los sacerdotes
desaparecen; desaparece también la función de
doctor de la ley o escriba; queda muy disminuida la importancia de los sabios. Aunque A
mismo Jesús haya recibido y aceptado el título
de maestro, parece claro que él lo transformó y
lo asimiló a la función profética en gran paite.
En primer lugar, el profetismo se atribuye al
mismo Jesús, b's verdad que se le da pocas ve-
ces el título (6 veces en S. Lucas y 4 veces en
S. luán). El mismo no parece haber pedido el
título de profeta. Pero lo que sucede en el Nuevo Testamento es que a\ título de profeta y la
la Función profética han sido reemplazados por
el título de palabra y la función de palabra de
Dios. Ahora bien, el concepto de palabra no nos
aparta del profeta. El profeta no es natía más
y nada menos que el portador y el instrumento
de la palabr¿i de Dios, fin Jesús subsiste la pura
palabra. Por lo tanto, el profeta puede desaparecer, lesús no es menos que un profeía, ni otra
cosa. Es la misma profecía reducida a su esencia, sin la mediación de un instrumento imperfecto, lesús es todo lo perfecto, todo lo positivo
que hay en la profecía, y nada de lo imperfecto
y negativo. Lo imperfecto es la presencia de un
hombre en la mediación de la palabra. En el
profeta, no hay adecuación entre la palabra y
el portador. El portador es siempre inferior. En
fesús el portador es la misma palabra. En Jesús
todo habla de Dios y no solamente algunos discursos. Jesús es palabra de Dios en todo lo que
es, hace y dice. Es un superprofela. Lejos de
desaparecer, la profecía alcanza en él su punió
culminante. El título ele "palabra de Dios" al
que tiende toda la evolución de la cristología
del Nuevo Testamento es la sublimación del proíetismo. En realidad, las características de la
profecía del Antiguo Testamento se encuentran
en forma radical en toda la misión de lesús.
Después de Jesús, la Iglesia. Con la Iglesia
aparece el nuevo pueblo de Dios, o sea el Israel
transfigurado. Con el cambio radical en Israel,
aparecen también cambios en la función pmíctica. En realidad asistimos a un desdoblamiento
del rol profético de acuerdo con los nuevos aspecios del pueblo de Dios.
El pueblo de Dios son virtualmente todas las
naciones: todas están llamadas, y la edad de
Cristo es la edad de la reunión de todas las
naciones en una humanidad renovada. Por otro
lado, el mismo pueblo de Dios ya existe en forma anticipada e instrumental en las comunidades que invocan a Icsucrislo y se pusieron a
su servicio. De allí dos misiones profétícas: una
hacia afuera, otra hacia adentro. El profeta
hacia afuera habla a todas las naciones: la Iglesia entera es a la vez la reunión futura Je las
220
naciones y la palabra que las convoca y las convierte. Las comunidades eelesiales son proftiticas
pues su misión se dirige a la futura Iglesia; al
mundo entero. Pero, la situación de esas naciones determina el modo y el contenido de la profecía del Nuevo Testamento.
En realidad, en cuanto a la misión profetisa
de los cristianos en el mundo, el Nuevo Testamento presenta dos líneas, una paulina y otra
joanina. La línea paulina ve el nuevo prot'etismo
en el rol de "apóslol". El mismo Pablo se define como apóstol e interpreta su rol apostólico
cqmo renovación del profetismo del Antiguo
Testamento. El mismo refiere su vocación a la
vocación profelica. Por lo tanto, e! apostolado
es la profecía del Nuevo Testamento, es decir el
apostolado en el sentido paulino de la palabra " . El apóstol es el que va al encuentro de
las naciones para abrirles el camino al pueblo
de Dios, el que invita, convoca, llama a la canversión y la fe, a la existencia nueva en la caridad. El pauünismo represenía una de las dos
tendencias fundamentales; de la Iglesia primitiva
confrontada con el mundo: es la línea más op;imisla. más abierta y confiante en el mundo. El
apóstol ve el bien en el mundo y busca apoyo
en ese bien que despierta.
Al revés, la línea de San |uan es pesimista:
ella parte del pecado del mundo y de! juicio de
Dios sobre el mundo (el mundo es la totalidad
de la realidad humana, personas, sociedad y estructuras). Siguiendo la sugerencia de Isaías 43
y 44, San íuan identifica la misión de profeta
con la de testigo. La profecía nueva es el testimonio. Pues, el enviado de Jesucristo no permanece en el antiguo pueblo de Israel. El no
habla dentro del pueblo de Dios como los antiguos profetas. Es un profeta para los paganos,
para el mundo, no para un mundo ya condenado, sino para un mundo pecador y llamado a
la conversión. Su palabra es palabra que denuncia el pecado, pronuncia el juicio de Dios y propone el camino de la conversión para la salvación de las naciones. El mismo Juan se considera como un profeta de Jesucristo y como un
testigo. El Apocalipsis y el Evangelio destacan
el tema del testimonio, pero también utilizan el
« V t r , r o r ej.. CERPAL'X. L., El criMlano en S. Pablo, UDM,
Bilbac. l%5. p. ÍV107. sobre lu mistan de p;iblo vi-i. 1 • •••<
-.1 misma
de profeta (15 veces en el Apocalipsis) " . Para
San Juan la misión de testimonio —misión profética— condensa de cierto modo toda Sa existencia y la razón de ser de la Iglesia, de la misma manera como S. Pablo concentra lu misión
de la Iglesia en el apostolado. Ambas misiones
son profélicas. Eso basta para confirmar la importancia del profetismo en el Nuevo Testamento. Sin embargo, se hace necesario determinar las características del nuevo profetismo a
partir de los temas del apostolado y del testimonio.
Todo aquello se refería al profetismo hacia
afuera. Los Hechos de los Apóstoles (7 veces)
y las Epístolas paulinas citan también a diversos profetas que actúan dentro de las comunidades, y tratan de la función o del cansina de
profeta (27 veces en S. Pablo, 5 veces en textos
del evangelio de Mateo que aluden a situaciones
cclcsiales), Hasta el siglo X X , prevaleció la idea
de que esos profetas habían desaparecido de la
Iglesia ortodoxa a fines del primer siglo. Desde
el siglo I I . los profetas citados en la historia
cristiana aparecen como herejes: así los montañistas. Pero ahora diversos factores han intervenido pata cambiar el modo de ver de muchos
cristianos. El resurgimiento del apostolado laico,
el movimiento de las comunidades de base, el
penlecoslalismo protestante, y, desde 1967, el
penteoostalismo católico, aceptado con simpatía
por la jerarquía católica, finalmente cí impacto
del libro de Hmií Kün» sobre la Iglesia (se considera que la estructura carismática de la Iglesia es permanente y que hay cansinas en todus
los tiempos) llamaron de nuevo la atención hacia los "profetas" del Nuevo Testamento. Lejos
de representar un hecho histórico superado, los
profetas de la Iglesia antigua podrían iluminar a
la Iglesia de hoy.
Esa es la figura del profetismo según el Nuevo Testamento. En las diversas líneas, paulina
del apostolado, joanina del testimonio y paulínalucana del carisma profélico dentro de la comunidad, encontramos las características del profetismo del Antiguo Testamento y una actualización de la misión profética. Los profetas antiguos adquieren un nuevo significado dentro de
las nuevas categorías.
''Cír.
COMKLIN. [.. Crisio cu el Apocalipsis. Hurdur, Banwr 191-238.
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