OBRA DEL MES CIUDAD FÉNIX Para este mes de agosto, valoramos la historia de nuestra ciudad al recordar los 492 años de la caída de México-Tenochtitlán, aquel 13 de agosto de 1521, cuando Cuauhtémoc fue capturado por los conquistadores españoles. La historia del nacimiento de la capital novohispana y mexicana, es evocada a partir de una amplia pintura del siglo xviii, que recrea una original imagen, entre mapa y artificiosa vista aérea, de la muy Noble y Leal ciudad de México: cuando era más una compacta villa que una vasta metrópoli. » VÍCTOR T. RODRÍGUEZ RANGEL munal.gob.mx | agosto | 2013 E 24 l Centro Histórico de la la humanidad haya visto. Como en Ciudad de México es uno su momento la describió el soldado de los más bellos e inte- español Bernal Díaz del Castillo: resantes del mundo, y es un vasto vecindario consciente de la Otro día por la mañana llegamos a trascendencia de sus calles y edificios. la calzada ancha y vamos camino a Esta localidad es el corazón de una Estapalapa. Y desde que vimos tandescomunal megalópolis de más de tas ciudades y villas pobladas en el una docena de millones de chilangos agua, y en tierra firme otras granorgullosos de su tierra de gigantes: des poblaciones, y aquella calzada de colosales plazas, museos, avenidas, tan derecha y por nivel como iba a estadios, monumentos, edificios, cenMéjico nos quedamos admirados, y tros comerciales, parques, etcétera. decíamos que parecía a las cosas de La simétrica traza de damero encantamiento que cuentas en los del “ombligo” capitalino, encierra no libros de Amadís, por las grandes sólo el recuerdo de la infancia de las torres y cúes y edificios que tenían agobiantes y asoleadas jornadas redentro en el agua, y todos de calicorriendo las bulliciosas calles y en la canto. Algunos de nuestros soldabúsqueda de las tiendas de casi todo lo dos decían que si aquello que veían, que se quiera encontrar, sino también si era entre sueños, y no es de mase trata de un sitio arquitectónico e ravillar que yo escriba aquí de esta histórico con un valor simbólico que manera, porque hay mucho que recuerda el doloroso nacimiento de la ponderar en ello que no se cómo lo identidad mestiza, de padres europeos cuente, ver cosas nunca e indígenas, sin olvidar los aderezos oídas, ni vistas, ni aun de nuestra cultura, como la presencia soñadas, como veíaárabe y negra. mos. (Bernal Díaz del México-Tenochtitlán, capital del Castillo, Historia Verdapoderoso señorío mexica, se reedifidera de la Conquista de có como novohispana sobre las cenila Nueva España, 1568) zas del paso de los jinetes del apocalipsis: guerra, peste, hambre y muerte, La tragedia de Tenochtitlán cuando de verdad se cumplieron los se suscitó en el Centro vaticinios del fin del mundo del impe- Histórico de la muy Real rio azteca. Los terrenos del Centro y Noble ciudad de MéxiHistórico, el antiguo islote ombligo co y en Tlatelolco, villa de la luna de la lacustre Cuenca del hermana que fue indeAnahuac, fue el escenario de una de pendiente hasta 1473 y las epopeyas más increíbles de la his- tierra de los pochtecas, toria de la humanidad, al presenciar infatigables comerciantes cómo un reducido contingente de que dominaron todas las conquistadores españoles y sus alia- rutas mercantiles que los dos indígenas, derrotaron al señorío aztecas desplegaron desmás poderoso que Mesoamérica de Honduras hasta el Río haya visto. La consecuencia fue la Panuco, en Tamaulipas. reducción a escombros de la capital Y me refiero a Tlatelolco tenochca que, por las crónicas y ves- -simbólico lugar de sangre tigios arqueológicos, se trató de una prehispánica y del 68, de de las ciudades más fascinantes que misioneros franciscanos y de la modernidad de los multifamiliares- porque justo ahí, en una canoa, ante la bahía tlatelolca del lago de Texcoco, el último Huey Tlatoani, Cuauhtémoc, cayó prisionero de los españoles y fue conducido para rendirse ante el maquiavélico Hernán Cortés, el 13 de agosto de 1521. El primer cuadro de Tenochtitlán, con todos sus imponentes teocalis en ruinas, descansa el sueño de la historia sepultado bajo el centro citadino, en el que se abre una pequeña ventana al pasado: el Templo Mayor. De estas ruinas, se erigió la señorial y palaciega capital novohispana luego de que Cortés, instalado con sus huestes en Coyoacán, decidió estratégicamente trasladar el Ayuntamiento al emplazamiento de la capital azteca y edificar la nueva ciudad. Entre el otoño de 1521 y mediados de 1522, los maestres arquitectos Alonso García Bravo, Bernardino Vázquez de Tapia y algunos tlacuilos constructores aztecas, diseñaron, con las modernas convenciones urbanistas del Renacimiento, la traza tablero de ajedrez de la nueva villa rodeada de lagos, al pie de sus volcanes emblemáticos y surcada por canales al estilo veneciano. Muy similar a la demografía de la capital tenochca, la “Ciudad de los palacios” se mantuvo entre 200 y 250 mil habitantes hasta mediados del siglo xix. Sus límites se ensancharon de forma muy lenta hasta los tiempos de la República Restaurada y el Porfiriato, cuando inició la urbanización y fraccionamiento de sus alrededores: con las colonias Santa María la Ribera, San Rafael, la Juárez, la Obrera, la Guerrero, y las posteriores Roma y Condesa. Por siglos, el norte de la demarcación fue la garita de Peralvillo y una extensión hasta Santiago Tlatelolco; al sur la caja de Salto del agua en Arcos de Belén y San Antonio Abad; al oriente la garita de San Lázaro y la Candelaria del los patos; y el poniente la Alameda y una prolongación de la calzada de Tlacopan (Tacuba) hasta San Cosme y la fuente de Tlaxpana. Para lo anterior, recomiendo la obra de Manuel Rivera Cambas, México pintoresco, artístico y monumental, y disfrutar de una amena descripción de la fisonomía antigua y compacta de la Ciudad de México. PINCEL ANÓNIMO La mancha urbana de la acotada ciudad se recorta en la extraordinaria pintura que luce montada en la sala 12 del recorrido permanente del Munal. Realizada en 1737 por un pincel anónimo, este gran formato al óleo (135 x 204 cm) fue una petición oficial de las autoridades del Reino y supervisada en los aspectos de la distribución objetiva de las calles, edificios, plazas y parques, por el Maestro del Arte de la Arquitectura Don Pedro de Arrieta, que lo es de todo el Reino, como lo consigna la inscripción encajonada en una reproducción pictórica de un marco rococó. Arrieta, alarife [arquitecto] maestre mayor, fue, por ejemplo, el constructor de la última versión barroca de la Iglesia de Santo Domingo (que hasta hoy perdura) y de la Colegiata (la antigua Basílica) de Guadalupe. Como un documento oficial, se instruyó a otros artistas para que realizaran copias autorizadas de esta pintura y funcionara en diversas dependencias como una especie de registro territorial de la dimensión y distribución de la capital del Virreinato, informando la inscripción que hasta la fecha de 1737 hacía falta uno tan confiable. Cabe destacar que la obra lejos está de ser un estricto plano o mapa propio de la ciencia cartográfica, ni mucho menos sustentado en una vista cenital o con el apoyo de un globo aerostático como aquel de Cantolla, que le funcionó a Casimiro Castro para publicar la espectacular litografía La ciudad de México tomado en globo (1856). Se trata más bien de una idealizada y fantástica vista área de la capital, claro que con sus nomenclaturas de las calles y edificios principales. Inscrito en filacterias, en la parte superior de la pintura se señala el Oriente, en la inferior el Poniente, a la derecha el Sur y a la izquierda el Norte. Los puntos fundamentales para orientarnos son: al centro, la Catedral y la Plaza de Armas con un edificio cuadrangular que dice Caxones, y que no es otra cosa que el Mercado del Parían derruido en 1843. Hacia la parte baja, un rectángulo verdoso es la Alameda, con el trazo de sus calzadas; en dirección a la diestra, una masa grisalla y amplia es el Colegio de las Vizcaínas. La fortificada Real fábrica de tabacos, hoy la Ciudadela de Balderas, aun no se construía. Al centro sur, el edificio titulado SAndres, es el hospital jesuita de San Andrés, en los terrenos que hoy son el Munal, luego de que se demoliera ese nosocomio en 1902 para edificar el Palacio de Comunicaciones y Obras Públicas. En la obra, las armónicas retículas con colores ladrillo, sepia, gris y azul, que identifican construcciones, calzadas, puentes y acequias (canales), están rodeadas de las bucólicas recreaciones ingenuas de los llanos y lagunas que rodean la ciudad. Cabe destacar las pequeñas pinturas, dentro de la pintura, que tienen la gracia de ser miniaturas y que trazan patos y garzas dispuestos en el lago de Iztapalapa, colindante con la calzada del mismo nombre. Otra fascinante miniatura es un pequeño cuadro junto al edificio llamado El Matadero [el rastro], que se encontraba en la desembocadura de la calle del Rastro con San Antonio Abad, hoy Pino Suárez. Dentro de este recuadro, hay una pinturita del rodeo del ganado conducido al rastro. Todos estos detalles fascinantes se pierden en la ilustración completa para este artículo, pero los invito a descubrirlos ante la obra en la sala 12 del periodo Virreinal. Anónimo, Plano de la Ciudad de México, 1737, óleo sobre tela.