34 Anotaciones Sermones y Artículos Sobre Jesús de Nazaret -- 2 JESUS: Su Muerte Vicaria Está establecido para los hombres que mueran una sola vez (Heb. 9:27), y aunque el hombre no la desea no tiene elección en este asunto. Con Cristo Jesús no fue así. La Escritura revela que Jesús voluntariamente se vistió de carne de manera que pudiera morir: “Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participio de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muer- te, eso es, al diablo, y librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre” (Heb. 2:14-15; y Fil. 2:5-8 es para el mismo efecto). Además, aún en su umbral Jesús pudo haberse alejado de la muerte, y no lo hizo. ¿Recuerde Su reprensión a Pedro, quién le había cortado la oreja a Malco? “Vuelve tu espada a su lugar; porque todos los que tomen espada, a espada perecerán. ¿Acaso piensas que no puedo ahora orar a mi Padre, y que él no me daría más de doce legiones de ángeles?” (Mat. 26:52-53). Jesús tuvo una elección en el momento de Su muerte, pudo haber escapado; en lugar de eso, voluntariamente “puso si vida por las ovejas” (Jn. 10:14-18). Somos indignos a medida que consideramos la crueldad infligida sobre El quien no conoció pecado; debilitado y extenuado por la farsa de juicio por el que tuvo pasar; consternado por los azotes, la burla, los clavos penetrando Sus manos y pies ya atormentados. Es desgarrador pensar en todo lo que Jesús sufrió, en Su muerte; al mismo tiempo es benéfico meditar en ese sufrimiento, para que nos aterremos de la magnitud del amor de Dios por el hombre, en que “dio a Su Hijo unigénito” (Jn. 3:16). No obstante, limitar nuestro pensamiento acerca de la muerte de Jesús a los hechos observables en el Calvario, es privarnos a nosotros mismos del completo significado de Su muerte; de manera que vayamos a la escena de la crueldad depravada, para considerar mas de lo que enseña la Escritura con respecto a la muerte de Jesús. La Muerte de Jesús Fue Profetizada A medida que la cruz se asoma delante de El, Jesús estaba consciente de las profecías de la muerte del Cristo. Explicó Su rechazo en enviar por las legiones de ángeles para liberarlo por medio de preguntar, “¿Pero cómo entonces se cumplirían las Escrituras, de que es necesario que así se haga?” (Mat. 26:54). El hecho de que la muerte de Cristo estaba profetizada (Isa. 53:8), también como numerosas circunstancias alrededor de Su muerte (Isa. 53:7 – Mat. 27:62-63a; Isa. 53:9 – Mat. 27:57-60; Sal. 69:21 – Jn. 19:28-30; etc.). El propósito de Dios era que el Cristo debería ser el sacrificado “Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Jn. 1:29); y este propósito fue anunciado frecuentemente antes del hecho. El hecho de que las profecías de la muerte de Cristo sirven para establecer que Su muerte no fue una derrota para el Dios del cielo, sino más bien la culminación de Su propósito y redención. Los primeros Cristianos estaban enterados de esto. En una ocasión oraron, “ Porque verdaderamente se unieron en esta ciudad contra tu santo Hijo Jesús, a quien ungiste, Herodes y Poncio Pilato, con los gentiles y el pueblo de Israel, para hacer cuanto tu mano y tu consejo habían antes determinado que sucediera” (Hch. 4:27-28). Que las cosas que le fueron hechas a Jesús fueron hechas sólo como y cuando se ajustaron a los propósitos de Dios es indicado además por el hecho de que no ocurrieron hasta que Dios estaba listo para que ocurrieran. Por ejemplo, en respuesta a la enseñanza que Jesús hizo en la sinagoga en Nazaret, “y levantándose, le echaron fuera de la ciudad, y le llevaron hasta la cumbre del monte sobre el cual estaba edificada la ciudad de ellos, para despeñarle. Más el pasó por en medio de ellos, y se fue” (Luc. 4:29-30). Las profecías de la muerte de Jesús identifican Su muerte, no como una derrota, sino como el principio de la victoria eterna. Sermones y Artículos Sobre Jesús de Nazaret -- 2 La Muerte de Jesús Fue Certificada “Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras, y que apareció ...” (1 Cor. 15:3 y Sigs.). El fundamento de la gran salvación es la deidad de Jesús (Mat. 16:16-18). La deidad de Jesús es establecida por la resurrección de Jesús (Rom. 1:4). Es obvio que para que haya resurrección, debe haber habido muerte. Por tanto, a medida que uno se beneficia de las preposiciones cardinales del evangelio de Cristo, la muerte de Cristo es asegurada. La certificación de la muerte de Jesús es realzada por el hecho de que murió a manos y bajo los ojos de los soldados Romanos – hombres expertos en matar. El registro dice que ellos lo crucificaron, Marcos nos dice que “los soldados lo llevaron dentro del atrio ... le vistieron de púrpura, y ... una corona tejida de espinas ... y le golpeaban la cabeza ... y le escupían , y ... escarnecían ... y le sacaron para crucificarle ... Cuando le hubieron crucificado ... era la hora tercera del día cuando le crucificaron” (Mr. 15:16-25). Mateo añade la información de que “Cuando le hubieron crucificado, repartieron entre sí sus vestidos, echando suertes ... Y sentados, le guardaban allí” (Mat. 27:3536). No se brindó ayuda ni consuelo, ni remoción de la condena de la cruz antes de que la sentencia fuera llevada a cabo, y e impedir que ocurriera tal cosa, en lugar de eso “sentados, le guardaban allí”. Para conformarse al deseo Judío de que los hombres crucificados no fueran dejado suspendidos el Día de Reposo, los soldados vinieron para partir sus piernas. Lenski llamó a esto “un cruel aceleramiento de la muerte” (La Interpretación de Juan, Pág. 1313). “Mas cuando llegaron a Jesús, como le vieron ya muerto, no le quebraron las piernas. Pero uno de los soldados le abrió el costado con una lanza, y al instante salió sangre y agua” (Jn. 19:33-34). Estos soldados, experimentados observadores, concluyeron que Jesús estaba muerto y de esta manera no necesitaron acelerar su muerte; pero para estar seguros de que no persistía algún indicio de vida, “una lanza abrió su costado”. Aparentemente el tiempo transcurrido desde el inicio de la crucifixión de Jesús hasta Su liberación en la muerte fue alarmantemente corto, tanto que al recibir la noticia “Pilato se sorprendió de que ya hubiese muerto; y haciendo venir al centurión, le preguntó si ya estaba muerto” (Mr. 15:44). Dadas estas circunstancias, obviamente el centurión y los soldados habrían tenido cuidado extra para ver que hubiera errores; aunque El no había estado mucho tiempo en la cruz, no obstante, ciertamente estaba muerto. Estas personas estuvieron en la escena, con su surgido deseo de saber si realmente estaba muerto o no, y fueron capaces de examinar el cadáver. Su investigación en la escena apaciguó cualquier duda que pudieran haber tenido; y sirve para contestar efectivamente cualquier pregunta que pudiera surgir hoy día. Jesús de Nazaret murió en la cruz del Calvario. La Muerte de Jesús Era Necesaria Para la Redención del Hombre Aunque el hombre es nacido inocente, cuando se vuelve responsable y peca, se separa de Dios: “He aquí que no se ha acortado la mano de Jehová para salvar, ni se ha agravado su oído para oír; pero vuestras iniquidades han hecho división entre vosotros y vuestro Dios, y vuestros pecados han hecho ocultar de vosotros su rostro para no oír” (Isa. 59:1-2). En esta condición de separación de Dios debido al pecado, el hombre está desvalido e imposibilitado. Jeremías confesó, “Conozco, oh Jehová, que el hombre no es señor de su camino, ni del hombre que camina es el ordenar sus pasos” (Jer. 10:23). La Escritura dice que “todos pecaron” (Rom. 3:23). Cuando el hombre peca, se separa de Dios, y es impotente para corregir esa situación: no hay nada que pueda hacer por sí mismo con respecto a esto. 35 Anotaciones 36 Anotaciones Sermones y Artículos Sobre Jesús de Nazaret -- 2 Los pecados son remitidos con sangre. El escritor de Hebreos nos dice que “y casi todo es purificado, según la ley, con sangre; y sin derramamiento de sangre no se hace remisión” (Heb. 9:22). Luego nos dice brevemente que “la sangre de los toros y los machos cabríos no puede quitar los pecados” (Heb. 10:4). Entonces el castigo a ser pagado por el pecado, es la sangre humana. Romanos 6:23 nos dice que “la paga del pecado es la muerte”. La sangre de un hombre es requerida por sus pecados, sin embargo está manchada y no puede ofrecer su sangre por los pecados de otro. Solamente la sangre de Cristo, Aquel sin mancha, podía expiar. Pedro dijo, “sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristso, como de un cordero sin mancha y sin contaminación, ya destinado desde antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los postreros tiempos por amor de vosotros” (1 Ped. 1:18-20). El escritor de Hebreos preguntó, “Porque si la sangre de los toros y de los machos cabríos, y las cenizas de la becerra rociadas a los inmundos, santifican para la purificación de la carne, ¿cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo?” (Heb. 9:13-14). La condición del hombre separado de Cristo es desesperada, completamente irremediable. Para que el hombre sea redimido, la justicia de Dios debe ser satisfecha, y el hombre no tiene los recursos para tal tarea. “Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros” (Rom. 5:8). Aunque la paga del pecado es la muerte, sin embargo “la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro” (Rom. 6:23). La necesidad de la muerte de Jesús a medida que se relaciona con la justicia de Dios es indicada también en esta declaración en Romanos 3:25-26, hablando de Cristo Jesús: “A quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia los pecados pasados, con la mira de manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús”. El medio por el cual fueron perdonados los pecados de los fieles del Antiguo Testamento fue la sangre de Jesús, derramada en Su muerte. En este sacrificio público, es vindicada la justicia de Dios: es mostrada “su justicia”. Jesús tuvo que soportar una agonía que el hombre no alcanza a comprender; sin embargo, si el hombre iba a tener esperanza, Jesús debía sufrir y morir. La Muerte de Jesús Fue Substitutoria Substitutoria significa que Jesús murió en lugar de otros. “Vicario” tiene más o menos el mismo significado. La cantidad de castigo que yo debería haber pagado por mis pecados, Jesús la pagó en la cruz. Esto es verdad de usted y de sus pecados, y de todos los hombres que hayan vivido o vivirán. Muchos pasajes de la Escritura hablan de esta substitución. Ya hemos leído 2 Cor. 5:21, “Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él”. Gálatas 1:3-4, “Gracia y paz sean a vosotros, de Dios el Padre y de nuestro Señor Jesucristo, el cual se dio a sí mismo por nuestros pecados para librarnos del presente siglo malo, conforma a la voluntad de nuestro Dios y Padre”. Gálatas 3:13, “Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero)”. 1 Ped. 2:24, “quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero ...” Por tanto, a medida que tratemos de valorar la agonía de la muerte de Jesús, no podemos mirarla meramente en términos del sufrimiento de la muerte física común a todos los hombres. Más bien debemos reconocer que con mucho del mayor grado de Su sufrimiento que estaba experimentando “se dio a sí mismo por nuestros pecados”. Antes de ser clavado en la cruz, le ofrecieron “vinagre mezclado con hiel”, el cual la Sermones y Artículos Sobre Jesús de Nazaret -- 2 beberlo habría tenido un efecto atolondrador, “después de haberlo probado, no quiso beberlo” (Mat. 27:34). Ningún sedante para aliviar Su carga, “llevaría nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero” con una mente clara. R.C. Foster dijo: El murió miles de millones de muertes en la cruz a medida que moría por todos nosotros. No podemos comprener qué tan grande fue su sufrimiento por nosotros. Si pudiéramos multiplicar la agonía de la muerte por los tantos millones de personas que han vivido en este mundo, podríamos acercarnos a la suma total de Su sufrimiento: El llevó los pecados de toda la humanidad mientras moría. Como Su vida fue absolutamente única, así fue Su muerte. Su muerte fue real y verdadera, pero Su sufrimiento fue mucho más grande de lo que cualquiera de nosotros pueda saber en algún momento, de lo que a duras penas podamos comprender. (La Ultima Semana, Pág. 230). Las tinieblas habían cubierto la tierra desde el medio día hasta las tres en punto. Jesús había sido colgado en angustia de la carne, e infinitamente más en angustia de espíritu, sufriendo por “el pecado en nuestro beneficio”. Ahora que se acerca el final, “cerca de la hora novena, Jesús clamó a gran voz, diciendo: Elí, Elí, ¿lama sabactani? Esto es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” (Mat. 27:46). El pecado separa al hombre de Dios; y como Jesús cargó nuestros pecados en Su cuerpo sobre el madero, la separación debida al pecado lo visitó. Fue desamparado. En frente de nuestra desesperación, Cristo murió por nuestros pecados. De esta manera es propio de eso, en la averiguación de uno para la apropiación personal de lo que Cristo proveyó para todos, el bautismo en Cristo Jesús es el bautismo en Su muerte (Rom. 6:3), con su provisión adicional: “Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva” (Rom. 6:4). “Porque Cristo, cuando aún éramos débiles, a su tiempo murió por los impíos” (Rom. 5:6). [Gospel Anchor, Vol. 6, Pág. 118, Patrick Farish]. 37 Anotaciones