12Tarragona Diari de Tarragona Diumenge, 27 de juny de 1999 Eduard Seriol junto a sus botellas entre las que se encuentran auténticas piezas de coleccionista como la botella que sostiene en las manos, que data de 1914. PERE TODA Chartreuse, el licor más buscado La escasez lleva a que se paguen 120.000 pesetas por una caja de 24 botellas Cuando la fábrica Chartreuse elaboraba su licor más preciado, en Tarragona se consumía sin darle mayor importancia. Pero cuando la empresa emigró a Francia los precios empezaron a dispararse y con ellos el afán por hacerse con ese brebaje de los padres cartujos. Una botella de este licor, que podía encontrarse por un precio más que asequible, empezó a estar reservado a una minoría dispuesta a pagar cantidades astronómicas por una botella. NÚRIA BEA TARRAGONA El licor Chartreuse de Tarragona actualmente es una pieza de coleccionista. Aquellas botellas que antes se hacinaban en bodegas que las vendían por cuatro duros ahora llevan una etiqueta de «Se busca». Encontrar una botella del licor amarillo o verde se ha convertido en una auténtica hazaña para tarraconenses como Eduard Seriol, Ramon Muntané o Josep Maria Bonachí. Ellos poseen las colecciones más importantes de botellas de Chartrese de la ciudad. Por supuesto que muchos otros de 200 botellas, además de las que reserva para sus clientes. LAS BOTELLAS MÁS PRECIADAS El frasco más pequeño (a la izquierda) es un elixir, un licor concentrado y de los más antiguos. Su fórmula fue dada en 1607 por el Mariscal de Estrées a la Cartuja de París, que la entregó en 1735 a la Grande Chartreuse. Desde la expulsión de las órdenes religiosas de Francia en 1903, su preparación la hacían los Padres Cartujos de Tarragona. El resto de piezas son un coñac, dos anisettos y diferentes botellas de más de 50 años que pertenecen a Eduard Seriol. El brandy está hecho con las mismas hierbas que el Chartreuse y su etiqueta indica que es «un excelente digestivo». El envase que destaca en medio, cuyas letras son rojas, es una de las imitaciones que surgieron en Tarragona. habrán con parecidas colecciones pero almacenar este licor de los padres cartujos se ha convertido en el secreto mejor guardado. Piezas de 1914 Eduard Seriol tiene más de 400 botellas. La más antigua data de 1914 y su afán de coleccionarlas nació en el mis- mo instante que supo que la empresa marchaba a Francia. «Me gusta mucho este licor, la primera vez que lo probé era un crío», apunta Eduard, que cuida con mucho celo su colección, hasta el punto que a su padre no le deja beber otro que no sea francés. Los precios varían dependiendo de la partida. PERE TODA Josep Maria Bonachí junto a su colección. Tòful Solichero pagó por la cuentro la ofrezco en el bar». última botella que adquirió Un auténtico disparate pa5.000 pesetas. «Pero ahora ra cualquier coleccionista ya no se encuentra. La últi- que se precie porque además ma partida la encontré en un valoran cada pieza en sinpueblo de Navarra y me cos- gular. «Cada licor es distintó 800 pesetas porque para to porque la destilación era el vendedor no era más que diferente. Nunca la mezcla uno de los muchos licores de las hierbas era igual», afirque comerciaba. Ahora bien, man Seriol y Bonachí, cuyo yo cualquier botella que en- padre posee una colección ‘Me quedan pocas’ Una de las pocas personas que suministraba Chartreuse es la vallense Montse Duch. A raíz de las conversaciones que escuchaba en el bar la Queveda –los sábados de mercado en la Plaça del Fórum– se estimuló a vender partidas de Chartreuse. El boom se había disparado y todavía existían almacenes o pequeñas bodegas donde podía encontrarse alguna que otra caja. Uno de sus clientes afirma haberle comprado una botella por 3.500 pesetas. Incluso el director general de la Chartreuse –en una reciente visita a la ciudad– llegó a pagar 7.000 pesetas por un frasco. «Pero ya no me quedan. Empecé hace un año y he llegado a vender de 300 a 400 cajas. Ahora se ha agotado en todos los rincones y sólo me queda alguna caja de 24 botellas que cuestan 120.000 pesetas». Auténticas joyas de 50 años que todavía conservan el tapón de corcho y que se encuentran al alcance de no muchos.