Señor Jehová, ¿quién soy yo, y qué es mi casa, para que tú me hayas traído hasta aquí?2 Sa 7:18 Al partir: pensamientos sobre el matrimonio y el ministerio Por algunos años mi esposa Margaret a vivido con constante dolor. Esto es debido a Fibromialgia, una enfermedad que causa dolor en muchos músculos del cuerpo y para la cual no se conoce una cura. Al pasar de los años hemos probado las opciones recomendadas por los médicos y sugerencias alternativas sin obtener ninguna mejoría. También hemos orado diariamente y en varias ocasiones con amigos, por la sanidad de Margaret pero el Señor no nos ha dado alivio. De hecho, en los últimos dos años su condición ha empeorado. Es difícil para ella subir por escaleras, doloroso hacer tareas del hogar sencillas y aun le es doloroso caminar. Pero usted no escuchara a Margaret quejarse; ella casi nunca habla del asunto. Su dolor tiende a incrementar y a disminuir en forma impredecible, pero sabemos que se agrava en temperaturas frías como los inviernos de Chicago, y por climas húmedos como el verano de Chicago. En Agosto de 1998, unos amigos nos invitaron a tomar unas vacaciones en su segunda casa en Mesa, Arizona. Aceptamos su oferta, y descubrimos que Margaret se sintió mucho mejor en el clima caliente y seco de Arizona. Regresamos varias veces en el invierno y en la primavera. Una ocasión que recuerdo es cuando dábamos un paseo en bicicleta juntos; era su primer paseo en bicicleta en doce años. “había olvidado que tan divertido es esto” exclamo. “Margaret, seria grandioso que nos moviéramos para acá pero no hay empleo para mi” le dije. “no hay seminario aquí y francamente yo no estoy entrenado para hacer ninguna otra cosa.” Luego unos días más tarde estábamos buscando atraves de las páginas amarillas y ella dijo, “Wayne, hay algo aquí llamado Seminario de Phoenix.” Bueno, eventualmente llame al decano académico Steve Tracy, y le pregunte si algún día tendría una plaza abierta para que alguien enseñara teología sistemática. El pasado Septiembre, cuando de nuevo viajamos a Arizona, estábamos seriamente hablando con el seminario. El 19 de Septiembre del 2000, mientras estábamos en medio de este proceso de pensamiento, vine a Efesios 5:28, “Así también los maridos deben amar a sus mujeres como a sus mismos cuerpos.” Si yo viviera con el dolor en mi cuerpo como Margaret vive, pensé, ¿me movería por el bien de mi salud? Si, lo haría. Si debo amar a mi esposa como amo mi propio cuerpo, ¿no debería moverme por el bien de Margaret? Parecía una implicación inequívoca de este versículo. Más tarde esa mañana le pregunte a Margaret, ¿si yo estuviera viviendo con la misma clase de dolor con el que tú vives, crees que yo quisiera moverme? Ni siquiera contesto, solo rió porque sabía que yo lo haría; así quede convencido que debíamos movernos. (L-R) Grant Osborn, Wayne Grudem, Walter liefeld, Doug Moo, Don Carson del departamento del Nuevo testamento de décadas pasadas Pero Margaret no estaba convencida. Ella no creía que enfermedades físicas fueran una razón para dejar un ministerio que Dios estaba bendiciendo aquí en Trinity. Yo me di cuenta que la situación a la que habíamos llegado era que Dios estaba bendiciendo nuestro matrimonio: yo me quería mover por el bien de ella, ella quería que nos quedáramos por mi bien. Dios quería que repitiéramos el proceso de toma de decisiones por medio del cual nos habíamos movido a Trinity en 1981. En ese tiempo yo pensaba que Dios quería que yo enseñara en un seminario, y aunque le pregunte a Margaret que pensaba ella, yo no escuche su opinión honestamente. Creo que falle en comprender que aunque el esposo es la cabeza de la esposa, así como Cristo es cabeza de la iglesia (Efe.5:23) una cabeza funcional tiene oídos. Talvez si hubiera escuchado más, y la hubiera involucrado más en el proceso, muchos de los detalles de la decisión hubieran sido diferentes. Ella dijo que estaba dispuesta a ir a Trinity allá en 1981, y si fuimos, pero fue profundamente lastimada por el proceso de decisión. Después pagamos un precio en nuestra relación matrimonial por los siguientes varios años. En una ocasión fuimos a un consejero matrimonial cristiano, una mujer en la que ambos confiábamos, para hablar y orar sobre nuestra situación. Era interesante que el presidente en hombría y feminidad bíblica, el co-autor con John Piper de un libro titulado Recobrando la hombría y la feminidad bíblica, el erudito que había publicado más investigación técnica que ninguno en el mundo sobre el significado de la palabra “cabeza” en Efesios 5:23, fuera a un consejero para que le ayudara a trabajar en su propia relación matrimonial. Pero dio resultado, se resolvió, y estábamos agradecidos por la bendición de Dios sobre nuestro tiempo en Trinity. Ahora veinte años más tarde, Dios nos estaba permitiendo trabajar sobre el mismo proceso otra vez, y yo estaba escuchando y siendo cuidadoso con Margaret; la cabeza tenía oídos. Le dije a Steve Tracy,” creo que es lo correcto que vengamos pero no voy a forzar esa decisión sobre Margaret; y él dijo “sabes Wayne, la facultad a estado dialogando y pensamos que deberías venir como profesor de investigación con una carga de enseñanza reducida. Creemos que tu ministerio como escritor es una mayordomía que queremos nutrir y fomentar.” Cuando Margaret escucho eso, ella pensó que esto sería una ampliación del ministerio que Dios me había dado. Y dijo, “OK, estoy dispuesta a ir.” Ahora ambos estamos dispuestos a ir, pero ¿era esto lo que Dios quería? ¿Es su voluntad que vayamos? Continuamos orando, buscamos el consejo de amigos, hablamos día tras día, y continuamos obteniendo más información, pero aun no estábamos seguros. Luego un día, caminando en el bloque alrededor de nuestra casa, Margaret me dijo, “¿sabes qué? He decidido lo que pienso sobre esta cuestión de ir o no al Seminario de Phoenix. He decidido confiar en que seas tú el que haga la decisión correcta” En ese mismo momento sentí la carga pesada de esa responsabilidad, pero también lo sentí como algo muy recto y muy bíblico. Llamé al Seminario de Phoenix y les dije que vendría en buena fe para una entrevista completa. Una cosa llevo a otra. Fui honesto con ellos sobre la salud de mi esposa y la razón por la que posiblemente nos moveríamos. A medida que hablábamos me pareció que había mucha formas en las que Dios había preparado este seminario para mí. Ahora he firmado un contrato y voy a estar enseñando ahí este otoño. Siento dejar a Trinity pero estoy entusiasmado con esta nueva oportunidad y percibo que Dios nos está guiando ahí por razones que aún no comprendemos completamente. Quiero sugerir cuatro lecciones que aprendí atraves de esta experiencia. Lección 1: Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella (Ef. 5:25) Yo no creo que existe ningún conflicto entre seguir Efesios 5 y seguir el llamado de Dios para tu ministerio. De hecho, 1 de Pedro 3:7 dice que si yo no vivo con mi esposa de una manera comprensiva, dándole honor a ella como mujer, entonces mis oraciones serán estorbadas. Puedo tener el estatus de ser un profesor permanente en Trinity, pero Dios no se agradaría porque yo no estaría viviendo bíblicamente. Y ¿qué bendición habría en eso? Lección 2: No te sorprendas cuando Dios mueve a su gente. En Génesis 12, Dios envió a Abraham de su país y de su casa a la tierra que él le mostraría. Dios envía a Moisés al desierto. Dios envía a Jose y María a Egipto. Dios envió a su hijo a que dejara su hogar celestial para que viviera como un extranjero entre nosotros, uno que no tuvo lugar donde recostar su cabeza. Una y otra vez en las escrituras Dios mueve a su gente. No te sorprendas si Dios te mueve a ti; somos extranjeros y peregrinos en esta tierra. Lección 3. No veas el tamaño o el estatus del ministerio sino más bien mira el llamado de Dios. Cada ministerio tiene su propia clase de tentación, y la tentación del tamaño y la bendición es la tentación del orgullo. “revestíos de humildad; porque: Dios resiste a los soberbios,” (1 Pe 5:5). Lección 4 Si tú ves con los ojos de la fe, a menudo veras la mano de Dios dirigiendo tu vida. A medida que yo comencé a mirar mi perspectiva comenzó a cambiar. Yo había pensado que la enfermedad de Margaret era talvez un ataque para disolver nuestro ministerio, pero ahora lo veo como algo que Dios permitió para traerme a un nuevo ministerio. Mira tu vida atraves de los ojos de la fe y seguido veras a Dios obrando en pequeñas situaciones. Finalmente, quiero darle gracias a Dios. Él me ha dado un privilegio maravilloso de servir en Trinity por veinte años. Él me ha dado otro privilegio de servirle en un nuevo lugar. Y atraves de todo esto, por 31 años me ha dado el privilegio de estar casado con la esposa más maravillosa que pueda imaginarme, una esposa que ama a Dios profundamente, que ora y que me ama también a mí. Margaret te amo tanto y le doy gracias a Dios por ti. Y de esta manera digo con David, y espero que todos ustedes puedan decir esto también, “Quién soy yo, o señor mi Dios, y qué es mi casa, para que tú me hayas traído hasta aquí” (2 Sam. 7:18).