NATIVEL PRECIADO Nadie pudo con ellos Toda una vida luchando por los derechos y la libertad DOSIER DE PRENSA Más información: Dpto. Comunicación ESPASA Aroa Moreno Durán amoreno@espasa.es 91 423 03 69 / 660 39 43 81 www.espasa.es Twitter: @editorialespasa Facebook: Editorial Espasa NADIE PUDO CON ELLOS Nativel Preciado Hubo muchos españoles que nunca se doblegaron, ni se acobardaron, ni se sometieron al poder de un hombre que impuso su propia ley por la fuerza. Cuando en España llovían piedras, aguantaron la tormenta, soportaron palizas, golpes físicos, morales y políticos, pero siempre se mantuvieron de pie. Este libro nace de la curiosidad que despiertan seres humildes y extraordinarios que se juegan la vida por los demás, que no se abandonan a la desesperanza, a la amargura o al cansancio. ¿De qué están hechos los héroes que resisten huelgas de hambre, torturas y años de cárcel? ¿Por qué hay personas capaces de trascender y elevarse por encima de un destino atroz, y otras, sin embargo, se comportan como sabandijas? Nadie pudo con ellos relata uno de los periodos más turbulentos de la historia de España, a través del testimonio de una mujer muy especial, Josefina Samper, viuda del líder sindical Marcelino Camacho, una historia sin desfallecimiento, sin fisuras. Si en tiempos más difíciles los protagonistas de este libro pudieron resistir, sus nietos también lo harán. “Un esforzado sindicalista, en la actualidad, no es el que se enfrenta al patrón, sino el que facilita la vida al empresario. Las nuevas relaciones laborales exigen empleados productivos, dóciles y, a ser posible, indefensos. La salvación ya no es colectiva, sino individual y, además, ya no están los de arriba frente a los de abajo, sino los instalados frente a los excluidos del sistema. La situación económica y financiera vuelve a ser, si es que alguna vez dejó de serlo, comprensiva con el ganador y despiadada con el perdedor. Se impone, de nuevo, la idea insolidaria de que cada cual se hace a sí mismo y se merece su destino. Nos encontramos en un de esos periodos regresivos en los que se cumplen las peores expectativas. ” La autora NATIVEL PRECIADO Nativel Preciado se inició como periodista en el desaparecido diario Madrid. A lo largo de las tres últimas décadas ha trabajado en múltiples medios de prensa, radio y televisión. Ha sido cronista parlamentaria durante la Transición. Algunos de sus trabajos referidos a esta etapa política han sido publicados en Memoria de la Transición (1996) y en Los cronistas de la Constitución (2004). Actualmente participa en numerosos seminarios y conferencias sobre periodismo y literatura, es columnista del diario Público y del semanario Tiempo, del que fue fundadora en 19882, y colabora con Los desayunos de TVE. Es autora de los ensayos Fuera de campo (1991), El sentir de las mujeres (1966), Amigos íntimos (1998), Extrañas Parejas (2000), Ser mujer (VV.AA) (2000), La era del bien y del mal (VV.AA) (2001) y Hablemos de la vida (2002), con José Antonio Marina, y de las novelas El Egoísta (finalista Premio Planeta 1999), Bodas de Plata (2003), Camino de Hierro (ganadora del Premio Primavera de Novela 2007) y Llegó el tiempo de las cerezas (2008). Ha recibido, entre otros premios periodísticos, el Francisco Cerecedo (1986) de la Asociación de Periodistas Europeos; el Víctor de la Serna (1989), concedido por la Asociación de la Prensa a la mejor labora periodística del año, y la Pluma de Plata 2000. Forma parte del Consejo Asesor de Intermón Oxfam y del patronato de la Fundación Diario Madrid. Más información sobre la autora: Página oficial de Nativel Preciado: www.nativelpreciado.com Los protagonistas MARCELINO CAMACHO y JOSEFINA SAMPER Marcelino Camacho: Una vida defendiendo a los trabajadores Marcelino Camacho es un símbolo del trabajo y el sindicalismo. Nació en Osma (Soria) en 1918. Hijo de un ferroviario, la Guerra Civil truncó sus estudios y se incorporó al ejército republicano. Terminada la guerra, Marcelino –ya había ingresado en el PCE – fue apresado y enviado al norte de África. Se refugió en Argelia, donde conoció a la que sería su compañera inseparable, Josefina Samper, con la que tuvo dos hijos, Marcel y Yenia. Allí trabajaba en el sector metalúrgico. Una vez que se concedió el indulto, volvió a España, 1957. Se estableció en Madrid y comenzó a trabajar en la fábrica de motores Perkins Hispania. Acabó convirtiéndose en ingeniero técnico. Esta industria forma parte del núcleo gestor de Comisiones Obreras. En 1964, esta y otras fábricas fundaron las Comisiones Obreras del Metal de Madrid. Comenzó la lucha y las reivindicaciones por las mejoras de las condiciones de vida y trabajo. Reclamaban los derechos más básicos de los trabajadores, lo que, en cierto modo, planteaba algunas libertades que se enfrentaban al látigo de la dictadura. Entonces comenzaría también la persecución del sindicalismo. Marcelino Camacho, como tantos otros, fue enviado a prisión por el Tribunal de Orden Público. En 1967, tras un año de condena, el tribunal Supremo declaró ilegales las Comisiones Obreras. En 1972 volvió a ser detenido junto a otros nueve dirigentes del sindicato y fue procesado en el famoso Sumario 1001, que despertó la solidaridad internacional con el movimiento frente al franquismo. Aunque Marcelino Camacho saldría de la cárcel 10 días después de la muerte de Franco, volvió a ser detenido una vez más. En aquellos años surgió el sindicalismo de hoy y conoció su primer desarrollo, enfrentándose a la dictadura, no solo para conseguir condiciones dignas para los trabajadores, sino para lograr la conquista de la democracia en España. Sus ideas, empuje, valentía y la creación de CCOO fueron decisivas para la democracia. Marcelino Camacho llegó a los noventa y dos años después de vivir una vida de extrema dureza y arrastrar una salud precaria. Josefina Samper: la infatigable compañera Sin el compromiso de Josefina Samper y el resto de compañeras que luchaban en la clandestinidad, la supervivencia de CCOO hubiera sido bastante improbable. Fueron luchadoras infatigables tanto en los partidos como en sus propias casas. Ellas se ocupaban de los hijos y maridos cuando caían presos, hacían de enlace, los mantenían en contacto con el exterior, pasaban información camuflada, comida para suplir la mala alimentación carcelaria, organizaban manifestaciones, huelgas, protestas, encierros y difundían consignas en el extranjero. ¿Tienes novio? No, dijo ella. Entonces, ¿nos casamos? Marcelino Camacho llegó a Orán en 1944 (Argelia) escapando de la guerra, la cárcel y de picar en Tánger, como tantos otros. Ella (Almería, 1927), había llegado con sus padres buscando una salida a la pobreza. Estaba en contacto con otros emigrantes políticos para ayudarles. “Conocí a Marcelino porque nos avisaron de que llegaban unos que se habían escapado del campo de concentración”. Una misma forma de pensar les llevó a coincidir en las reuniones de las Juventudes Socialistas Unificadas. “Y ahí empezó el trato, la relación, el cariño, el amor... lo normal entre dos personas que coinciden en mucho. Por un lado la cosa sentimental, del corazón, y por otro, una misma apreciación de la situación que vivíamos”, explica él. ”Ni nos domaron, ni nos doblegaron, ni nos van a domesticar” Cuando Josefina Samper y Marcelino Camacho, viviendo ya en Madrid y superadas las primeras dfificultades, quieren comprar una casa, lo hacen cerca de Carabanchel, de la cárcel, “fíjate hasta qué punto sabía lo que me esperaba”. Había dos tipos de lucha contra la dictadura: la lucha clandestina y la lucha legal. El movimiento obrero tenía que participar en huelgas y manifestaciones a cara descubierta. En aquellos tiempos, esto era un riesgo muy grande. Camacho pasó por Caraabanchel para consolidar CC OO. En 1963, Franco, indiferente a los derechos humanos exigidos desde la comunidad internacional, había sido asesinado Julián Grimau, por formar parte del Partido Comunista. Cómo nació Comisiones Obreras La organización surge cuando los trabajadores de minas, fábricas u oficinas, tenían que hacer una reivindicación. De la misma forma se disolvía para no ser represaliados. Surgían de manera espontánea. Las demandas de los trabajadores se extendieron por todo el país. Camacho sitúa el nacimiento de CC OO sobre 1963-1964 con una huelga espontáneamente en el sector minero. Las razones: bajos salarios, falta de atención a los enfermos silicosis y las inundaciones de las galerías por el agua. La empresa cedió para que el conflicto no fuera a más. Aunque nadie dirigía el movimiento se iban incorporando elementos más politizados. Recibieron una respuesta favorable a las demandas. Pero no les salió gratis. Fueron detenidos y sufrieron brutales palizas por parte de policías y guardias civiles para que confesaran los nombres de los cabecillas. Aquella valiente resistencia se convirtió en una leyenda. Presos políticos Josefina Samper llevaba ollas a la cárcel para su marido y veinte más. Para que la comida llegase a los presos, Josefina se las ingeniaba para conseguir ingredientes, transportalo y convencer a los funcionarios y superar los controles. A veces, de forma arbitraria, se prohibía el paso de los alimentos. Así, en ocasiones sola y, a veces con sus hijos, conseguía visitar a Marcelino y hablar con él en los locutorios. Siempre estaban vigilados, grababan sus conversaciones con una cinta que sonaba tanto que tenían que gritarse. Los presos se negaron a comunicarse así con sus familias y la tensión aumentó. Los funcionarios tomaron represalias contra Camacho porque le consideraban el instigador y le cambiaron de prisión. Iniciaron una huelga de hambre en varias cárceles para reclamar un aumento de las asignaciones y sus derechos. La huelga duró diez días, durante los que Marcelino fue reintegrado en Carabanchel con una situación física muy delicada. Tras la huelga, muchos presos fueron a parar a celdas de castigo. Una ley de 873 todavía protegía a los presos políticos, a los que no se podía tratar de la misma manera que a los presos normales. Algunos días después de aquellos incidentes, en enero de 1969, tras múltiples protestas de obreros y estudiantes, cuyas universidades habían sido clausuradas, Franco estableció el primer estado de excepción tras la Guerra Civil. Se intensificaron las redadas y las detenciones de militantes de partidos y sindicatos. Los hijos de Marcelino Camacho también sufrieron estas tensiones. Marcel fue detenido en plena clase con 16 años y fue encerrado con su padre. Vivían rodeados de policías secretas y guardiaciviles. La Brigada Político-Social: tortura y malos tratos Cualquier duda o chivatazo era suficiente para detener a alguien e interrogarlo. Los que se oponían al régimen de forma activa o pasiva eran juzgados en consejos de guerra y castigados a duras penas. A los vagabundos, proxenetas o delincuentes que eran castigados con la Ley de Vagos o maleantes, el franquismo sumó y persiguió a los homosexuales. Utilizaban tortura y malos tratos de una manera sistemática, empleando todos los métodos corruptos de la peor policía. Incluso en los últimos días de 1975, con Franco enfermo, fueron asesinados dos etarras y tres militantes de la FRAP. Enrique Ruano fue otra de las víctimas de la Brigada Político-Social. Estudiante de derecho y antifranquista, detenido en enero de 1969, fue acusado de actividades subversivas contra el régimen. Le interrogaron durante tres días y, finalmente, tras un registro en Príncipe de Vergara, le arrojaron a un patio interior desde un séptimo piso. Los policías no se sentaron en el banquillo en 1996, pero ya no existían las pruebas. Felipe Reyero, Delegado de la Facultad de Medicina, nunca llegó a salir de las dependencias de la brigada, situadas en la Puerta del Sol. “La Brigada Político-Social puso en marcha una persecución sistemática contra nosotros, incluso había un comisario especial para CCOO, llamado Delso; llegamos a conocernos bien, porque cada vez que había una concentración o una reunión en el sindicato, nos llamaban”. El proceso 1.001 En junio de 1972, diez dirigentes de CCOO fueron detenidos, incluido Camacho. Conocidos como “los diez de Carabanchel”, fueron acusados de asociación ilícita. En aquel juicio, conocido como el Proceso 1001, fueron condenados con severidad por el Tribunal de Orden Público a un total de 162 años de prisión. Todo el mundo fue consciente de la desproporción de las penas. Serían indultados años más tarde, tras la muerte del dictador cuando el Príncipe Juan Carlos concedió la amnistía para los presos políticos. Los últimos momentos de la dictadura fueron atroces, incluso para la prensa extranjera, quienes llegaron a recibir brutales palizas. Y hubo que curar muchas heridas antes del inicio del tránsito hacia la democracia. Aquellos años también hubo manifestaciones, que seguían prohibidas. Marcelino Camacho quedó en libertad en 1977, con la amnistía que concedió Adolfo Suárez.