C. 1 EL NACIMIENTO DE MARCELINO Y DE LA EDAD CONTEMPORÁNEA Nos queda, sin embargo, un dato muy significativo sobre el papel que realmente jugó la tía Luisa (sor Teresa) en la relación con Marcelino. El hecho de que él mismo la nombrara con frecuencia, como un referente de su niñez, nos da una buena pista. ¿Qué papel desempeñó en realidad? Examinando las circunstancias familiares del momento en que Luisa se incorporó a la familia sacamos luz para contestarnos. Teresa, su madre, había tenido a su hijo Marcelino a los 43 años, una edad muy tardía para ser madre, y más en aquellos tiempos donde la esperanza de vida no llegaba a los 50. Además, al cabo de tan solo 17 meses del nacimiento de Marcelino, Teresa tuvo un nuevo hijo: se llamó José Benito y fue el último de los hijos. ¡Con 44 años! Estos datos: la edad avanzada de su madre y la necesidad de criar al último de los hijos, nos da luz sobre el papel real de la tía religiosa. Ésta, más joven que su madre, se presentaba con disposiciones inmejorables para hacer muchas de las funciones de la madre, cuya prioridad era sacar adelante a su nuevo hijo. Por tanto, se encontraba con una sobre carga de trabajo, que le hacía muy difícil la continuidad de la cría de un bebé de menos de un año y medio, que era la edad de Marcelino. Estos datos echan por tierra la tradición marista que ha considerado a Marcelino como el hijo más pequeño de la casa, con lo que esa posición conlleva de sobre-protección, al ser considerado por toda la familia como el más débil. En realidad, los desvelos mayores de sus padres se los llevó José Benito. Y esta circunstancia duró toda la infancia de Marcelino, porque sabemos que José Benito vivió hasta las navidades de 1803. En esa fecha Marcelino contaba ya con 14 años de edad y estaba estudiando fuera del hogar, en casa de su hermana María Ana. Por tanto, la relación con tía Luisa fue intensa, jugando el papel de segunda madre en muchas de sus funciones. De ahí la eficacia de sus enseñanzas en relación a la fe. Un dato nada desdeñable es saber que su fundador, Madaille, conserva esencialmente el espíritu de san Francisco de Sales al que Marcelino, ya adulto, tomará como uno de sus autores preferidos. ¿En qué medida esa predilección comenzó en su niñez?