La historia de Carlos, se remonta a su infancia

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Capítulo 3º
La historia de Carlos, se remonta a su infancia. Su ilusión desde pequeño era ser un gran
cirujano, cosa a la que tubo que renunciar debido a su fatídica adolescencia. Carlos
había vivido siempre en una familia acomodada. Su padre un gran empresario,
propietario de una poderosa fabrica de coches, dio a éste una infancia sin límites,
intentando compensar la falta de cariño.
Su madre una bella y atractiva mujer, que se dedicaba más a ella misma que a su hijo,
decidió, un día, marcharse de casa achacando que se sentía muy sola, con un obrero
divorciado padre de un hijo, de reputación poco recomendable. Ambos niños, jamás se
conocieron, al igual que tampoco Carlos conoció jamás a la hija que la mujer primera
del obrero aportó al matrimonio.
Carlos, debido al abandono familiar, aparco sus estudios y se dedicó a la pintura.
Cuando fue madurando y por complacer a su padre, que cada vez se sentía más triste y
desolado, decidió, para que no se perdiera la fábrica, hacerse ingeniero.
En la facultad, fue donde conoció a Laura y Mario. Desde el primer momento
compartieron ilusiones, fiestas y viajes, aunque sí es cierto que Mario, nunca fue bien
visto por Carlos. Sin saber por qué, Mario le traía a menudo a la memoria la imagen de
Mirta, una mujer fea, desgreñada y antipática que su madre había recogido de la calle
para hacer las tareas domésticas.
Mirta era brasileña, llevaba varios años en España intentando sobrevivir. Cuando
llegaban las fiestas mayores de un pueblo allí se presentaba ella, con una mesa y un
taburete plegables, se sentaba entre los puestos de churros y los de artesanía y colocaba
sobre la mesa un cartel que decía: "MIRTA QUIROMÁNTICA, leeré en tus manos tu
pasado, tu presente y tu futuro por unas monedas". A quien se lo pedía, Mirta también
daba recetas de brebajes para acabar con las verrugas, conseguir novio o echar mal de
ojo a algún vecino. Pero a Mirta se le acababa el negocio cuando la pareja de la Guardia
Civil le hacía recoger sus bártulos ante la amenaza de pasar la noche en el cuartelillo.
Esta era Mirta: un poco bruja, un poco charlatana, vagabunda, muy vividora, bastante
zalamera y enormemente embaucadora.
La madre de Carlos la encontró un día en la calle, y un poco por interés, para poder
dedicar más tiempo a sí misma; y un mucho por las zalamerías de la bruja, la mujer la
llevó a su casa y el pobre Carlos fue prácticamente puesto en manos de la vieja. A
menudo, la madre de Carlos salía de compras o a alguna fiesta y Carlos permanecía
durante horas solo con Mirta. Ésta, a solas, le mostraba su verdadera personalidad; le
contaba historias aterradoras de muertos que volvían para vengarse de algún vivo, y
sobre todo, le hablaba de su dueño, ella le llamaba "El Señor de las Tinieblas". Un ser
que según ella, domina el mundo y del que sólo te puedes librar si te opones con fuerza
a su temible influencia y tomas el control de tu propia vida.
El pobre Carlos creció siempre temeroso de encontrarse con algún espectro por el
pasillo y de no saber qué hacer para evitar todos aquellos males que le acechaban.
Afortunadamente, Mirta desapareció un buen día de su casa sin dejar ni rastro de su
presencia. Carlos la había padecido de los siete a los nueve años. Cuando creció llegó a
la conclusión de que todas las macabras historias de Mirta eran pura charlatanería y
decidió olvidarlas, aunque sin ser él consciente, nunca llegó a superar la inquietud,
ansiedad y temor que Mirta le inculcó de niño.
Había pasado años sin pensar en aquella mujer, pero cuando conoció a Mario, sin saber
por qué, se acordó muy vivamente de ella. No era un parecido físico ni de ningún otro
tipo. Entonces ¿qué era?
La desaparición de Mirta de casa de su madre no fue una de esas casualidades con que
nos sorprende la vida. Un día, cuando su madre volvía de uno de los muchos paseos que
se permitía para comprar cuantos caprichos se le antojaban por las tiendas del centro de
la ciudad en la que vivían, notó ya en la distancia que la puerta de su casa estaba
sospechosamente entreabierta, cuando debería estar cerrada pues la sirvienta brasileña
que cuidaba al pequeño Carlos así debería tenerla por la seguridad del niño y de la
propia vivienda.
Al llegar a la puerta vio que en el vestíbulo se divisaba, por la rendija que había
quedado abierta, una especie de carretillo lleno de objetos de múltiples colores. Dio un
par de pasos y al entrar, un hedor horrible casi le impedía pasar. Se trataba de un
cochambroso y maloliente tipo, muy joven, de la edad de la sirvienta, que estaba con
ella bebiendo cerveza y tirados en el suelo alrededor de miles de objetos de todo tipo y
tamaño. Estaba comerciando no sólo con baratijas sino con algo que olía fatal y que no
supo bien apreciar de qué se trataba.
En un violento arrebato de furia y ante la visión de Carlos en un rincón como
adormecido sospechosamente, empezó a gritar y fuera de sí, comenzó a golpear a
ambos. Los objetos saltaban por el aire como guiñapos. Nada quedó en el lugar en que
estaba ni un segundo más. El niño aterrorizado no se movía y su madre, dirigiéndose a
Mirta con los ojos rojos de cólera, le amenazó con hablar de todo lo que había visto con
el comisario de policía, aunque antes ella misma le aclararía las cuentas porque eso no
iba a quedar así.
Un mes después, Mirta y Claudio, que resultó ser el extraño personaje con quien fue
sorprendida la brasileña, demasiado jóvenes pero muy maltratados por su todavía
limitado destino, se encontraban a muchos kilómetros de distancia jurando que esa
mujer pagaría cara su reacción. Ante su juventud y los escasos recursos, pensando en la
posibilidad de no poder volver pronto o no encontrarla jamás, hicieron un juramento
que consistía en vengar lo que les había hecho aquella mujer en aquella ocasión en ella
o cualquiera de sus descendientes.
Mientras estuvo en el pueblo para tratar sus tejemanejes con Mirta, Claudio se hospedó
en "La cabaña" un hotelito rústico encantador, situado en un bello paraje a las afueras
del pueblo. La propietaria era la abuela de Laura. Allí se respiraba un ambiente muy
tranquilo y agradable, se servía comida casera, el entorno ofrecía muchas posibilidades
a los huéspedes de conocer los alrededores.
Allí nació la malsana obsesión en que se convertiría con el tiempo la atracción que le
produjo aquella chiquilla con trenzas pelirrojas al la que su abuela llamaba
cariñosamente, Lauri, y a quién pensaba dejar en herencia "La Cabaña" ya que su nieta
le ayudaba muchísimo y la quería más que a nadie.
No podían imaginar que en el futuro ese terreno se revalorizaría mucho y que iba a ser
muy codiciado.
Laura, nunca había sido una chica como todas las de su edad. Había madurado muy
rápido, ya que la ayuda que debía proporcionar a su abuela en "La cabaña" y el gran
esfuerzo por llegar a tener unos estudios, le mermaban muchas actividades y momentos
de diversión.
Sí, es bien cierto que la relación con Mario y Carlos, por ser vecinos próximos y
compañeros de clase, la hacía feliz y realmente eran los dos únicos personajes
masculinos que formaban parte de su vida.
Nunca tuvo una pareja estable, ni casi tonteo con ningún chico, cosa normal, muy al
contrario, sus ideas de amor, se limitaban a obligaciones. Sentía una atracción especial
por Carlos, la cual consideraba amistad y con Mario era mas bien compañerismo, ya que
en él notaba irritación cuando los tres estaban juntos.
Cuando terminó su carrera universitaria, Carlos le ofreció un puesto de trabajo en su
empresa, pero como Mario la asustó diciendo que quizás se tuviera que sentir empleada
de él, desistió y se dedico a la enseñanza.
Tras los últimos acontecimientos ocurridos, cuando Carlos le pidió ayuda y apareció de
nuevo Mario, sin saber cómo ni de dónde, se planteó hacer un repaso de su vida y
presintió que había perdido muchos años, sin dedicase a ella como persona ni un solo
minuto.
Estaba entrando en una edad en la que la necesidad de un compañero para compartir, le
hacían desvelarse más de una noche y la imagen que le llegaba sin saber el porqué,
siempre era la de Carlos. Pero entreveía que algo extraño estaba ocurriendo y le costaba
trabajo descifrar como, en un lapsus de tiempo tan corto, de nuevo habían vuelto a estar
cerca e implicados Carlos, Mario y ella.
Autores
Nombre
Ciudad (País)
Fecha
Nº
Amaliris
Murcia (España)
15/12/2006
1
Mª Robledo López Arteaga.
Zaragoza (España)
16/12/2006
2
Fco. Javier Lozano
Zaragoza (España)
17/12/2006
3
Mª José Murillo
Huesca (España)
17/12/2003
4
Amaliris
Murcia (España)
19/12/2006
5
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