SUICIDIOS EN EL LUGAR DE TRABAJO Una imagen macabra que ha perdurado desde la depresión de los años 30 hasta el día de hoy es la de hombres de negocios que, al haber perdido sus fortunas, se arrojaban desde las alturas de rascacielos en Wall Street. En recesiones posteriores suicidios atribuidos a causas similares se reiteraron no sólo en los Estados Unidos sino también en otros países. En la recesión que nos toca vivir, derivada de las hipotecas subprime, de la cual se dice que estamos saliendo, los medios de comunicación informaron acerca de suicidios de importantes ejecutivos del mundo de las finanzas ―no así los de personas de fortunas más modestas, que alcanzan menos notoriedad― en aquel país y en Inglaterra, Alemania, Irlanda y Francia. La repetición de estos episodios llevó a algunos medios a describirlos como “econocidios” (econocides, en inglés). ¿Existe una cierta expectativa de que estos hechos trágicos se repetirán cada vez que se presenten crisis similares? ¿Existe un cierto «fatalismo» en relación a esta clase de episodios? A fines de septiembre de 2009 los medios de comunicación informaron que desde febrero de 2008 24 trabajadores de France Telecom se habían suicidado y otros 13 lo habían intentado sin éxito ―entre estos últimos, un empleado se había clavado un cuchillo en el abdomen en una reunión luego de enterarse que su trabajo corría peligro. De ese total, los últimos ocho suicidios habían tenido lugar entre junio y septiembre. France Telecomm, privatizada en 1996 y en la que el gobierno francés retenía un 25 por ciento de las acciones, contaba con unos 102.000 trabajadores en Francia, y muchos miles más fuera de este país, luego del despido de 22.000 empleados entre 2006 y 2008. Desde un punto de vista estadístico, 24 suicidios en un grupo de 100.000 trabajadores y en el período señalado era, lamentablemente, algo que se podía esperar. El hecho de que la serie de suicidios e intentos de suicidio habían tenido lugar en el seno de la empresa citada atrajo la atención de los medios y el público y preocupó hasta en los más altos niveles del gobierno francés. El último suicidio de la serie había sido el de un trabajador de 51 años, padre de dos hijos, que se había arrojado desde un puente a una carretera no sin antes dejar una nota en su automóvil explicando que lo hacía a causa del “clima” reinante en su lugar de trabajo. No había sido el único en dejar un mensaje de este tipo. En Marsella, un trabajador había dejado una nota donde señaló el exceso de trabajo y el “management por medio del terror” e identificó a sus empleadores como la única “razón” de su muerte. En París, una empleada se había arrojado a la calle desde la ventana de su oficina, sita en un cuarto piso. Antes de hacerlo le había enviado un mensaje electrónico a su padre: “Decidí matarme. No aguanto la nueva reorganización... Prefiero morir”. Los especialistas señalan que las causas de un suicidio no son fáciles de determinar. No obstante, los problemas de trabajo en France Telecom, la cual había estado sujeta a cambios importantes en un período relativamente breve, mencionados por un número importante de los 24 empleados se interpretaron como una influencia importante en tan trágica determinación. Los sindicatos no se demoraron en lanzar duras acusaciones contra Didier Lombard, el Presidente del grupo. 2 Las autoridades de la empresa iniciaron una serie de actividades para enfrentar la situación, a saber: contratación de una empresa que había asesorado a Renault en el caso de tres trabajadores que se habían suicidado entre 2006 y 2007; investigación en la empresa para identificar las causas del malestar de los trabajadores; suspensión del traslado (mobilités profesionnelles) de 500 trabajadores hasta fines de octubre de 2009; instalación de una línea anónima de emergencia para ayudar a trabajadores con problemas; aumento de la asistencia psicológica y del apoyo por parte de los integrantes de la gerencia de recursos humanos (“somos la única empresa telefónica que no incurrió en despidos masivos”); negociación de acuerdos con los trabajadores para mejorar las condiciones de seguridad laboral; prevención de situaciones de estrés o conflicto; transformación de los lugares de trabajo en sitios más “humanos” y aumento de la vigilancia para detectar suicidios en ciernes; diseño de un nuevo método de información en el que se exige a los médicos de la empresa informar a la gerencia acerca de posibles suicidas; contratación de especialistas en medicina del trabajo y en gestión en recursos humanos; instalación de locales adonde puedan acudir aquellos empleados que necesiten apoyo psicológico (“la empresa debe ser tan eficiente en los aspectos sociales como lo es en los tecnológicos”); provisión de un mejor entrenamiento para aquellos en posición de autoridad en caso de detectárseles alguna debilidad; entrenamiento para facilitar la detección de empleados con signos de depresión, comportamiento errático o tendencias suicidas y para, una vez detectados, saber cómo manejarlos; apoyo a empleados identificados como “frágiles”. Xavier Darcos, el Ministro de Trabajo, señaló que “las futuras reorganizaciones serán mejor supervisadas” (D. Jolly y M. Saltmarsh, Suicides in France Put Focus on Workplace. The New Tork Times, 30 de septiembre de 2009). Estas actividades se llevaron a cabo después de producidos los suicidios y posiblemente ayuden a evitar otros; pero queda flotando una pregunta: ¿se podían haber puesto en práctica antes de los trágicos episodios mencionados? Es decir, ¿debería France Telecom, una empresa que maneja grandes recursos, haber contado desde mucho antes con un programa “antisuicidios”? O, para generalizar el problema, ¿deberían las empresas contar con un programa de esta naturaleza? Usted, lectora o lector, ¿qué opina? Guillermo S. Edelberg DBA Profesor Emérito, INCAE Business School www.guillermoedelberg.com.ar