Picasso y Miró en los años sesenta El grado cero de la pintura Las últimas obras de Picasso y Miró ofrecen una perspectiva única del ocaso de la pintura como medio privilegiado de experimentación de vanguardia. Al final de sus carreras ambos artistas exploran los límites del medio por vías muy distintas. Picasso vuelve la pintura sobre sí misma en la serie El pintor y la modelo, 1963, generando un pliegue meta-artístico irresoluble. Miró, por su parte, se acerca a un grado cero de la pintura en un intento de trascender todos los límites. La intención en este espacio es dar visibilidad a otras experiencias artísticas olvidadas por el discurso lineal que, organizado alrededor de etapas sucesivas de superación, deja fuera la contribución de artistas tan importantes como los que nos ocupan en la pintura de los años sesenta. Así, la obra última de Pablo Picasso (1881-1973) y Joan Miró (1893-1983) ha sido ignorada por la crítica hasta muy recientemente y tratada como material derivativo de otras épocas. Por el contrario, la sala reivindica esta producción, subrayando su carácter de resistencia y con ella la pervivencia de un discurso coetáneo al de la nueva generación a la cual cuestiona y responde. Confrontando los dos ámbitos, sus semejanzas y diferencias, enriquecemos la visión de esta época y la de sus artistas. Es interesante experimentar el cambio de atmósfera entre las salas anteriores y la de estos dos autores en la que se respira una serenidad y una elegancia formal que se diferencia de la explosión de subjetividades y la violencia gestual de las anteriores. A diferencia de lo expresivo, del grito, Miró y Picasso se repliegan en torno al silencio del estudio del artista y al vacío de la pintura. Ambos utilizan el espacio pictórico desprovisto de narración, desnudo de expresión, como metáfora de la naturaleza de la práctica artística; la nada, el grado cero, como vehículo de transformación. Esta postura propia de la vanguardia de después de la Segunda Guerra Mundial ha evolucionado de lo trágico a lo constructivo, volviendo a retomar experiencias y géneros anteriores a la contienda. En contra del lamento y la inoperatividad de lo subjetivo, Miró y Picasso siguen apostando por la revolución, por el cambio, por la utopía. En el caso de Picasso, se exponen varias obras de El pintor y la modelo (1963), una de las series más importantes del final de su carrera. El autor, con la inmediatez e ironía que caracteriza su obra (su casi caricatura del pintor a lo Rembrandt y de la modelo como odalisca son prueba de ello) y mediante la repetición y lo estereotipado de los elemen- tos, utiliza este tema como metáfora de la naturaleza conceptual del arte, de la transformación de lo real en signo, como paradoja de la relación entre realidad y arte. Una parte importante de la obra de Miró en sus dos últimas décadas parece inclinarse por el despojamiento, la quietud y el vacío. La relación del artista con la poesía y la escritura (acrecentada en estos años por su viaje a Japón y el conocimiento de las técnicas orientales de caligrafía) tuvo una importancia decisiva. En estas obras, de las que se exponen ejemplos muy significativos, el autor llega a los límites máximos de depuración de la pintura, organizando espacios poéticos donde la vibración, el ritmo y la emoción son protagonistas. Bibliografía Esteban, Paloma [comis.]. Picasso: las grandes series. Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía y Aldeasa, Madrid, 2001. Krauss, Rosalind; Rowell, Margit. Joan Miró. Magnetic Fields. The Solomon R. Guggenheim Foundation, New York, 1972. Enlaces www.fundaciomiro-bcn.org www.museupicasso.bcn.es www2.museopicassomalaga.org www.musee-picasso.fr