TEXTOS MIRONIANOS: “PICASSO Y MIRÓ, G + G” Horta de Sant Joan (Terra Alta) y Mont-roig (Baix Camp), además de estar separados por pocos quilómetros, tienen en común las estancias que hicieron Picasso en el primero y Miró en el segundo. Picasso residió en Horta de Sant Joan dos temporadas, en 1898 y en 1909. Era el pueblo de su amigo de la Escuela de Bellas Artes de la Llotja, Manuel Pallarés Grau. En el primer viaje, tenía 16 años y, con su amigo, se aislaron durante una temporada en una cueva, els Ports. Lejos de todo el mundo, hacían dibujos y pintaban. Después bajaron al pueblo. En total estuvo allí unos ocho meses durante los cuales fue descubriendo su genialidad. Podemos decir que llegó a Horta de Sant Joan como “Pablo Ruíz” y se fue como “Picasso”. En el segundo viaje tenía 27 años, estuvo allí unos tres meses; le acompañaba Fernando Olivier. De esta estancia nacieron sus famosas composiciones cubistas: “La bassa” y “La fàbrica”: una balsa cerca del pueblo y del molino de enfrente (la actual plaza de Catalunya, popularmente conocida como la plaza de La Bassa, en la carretera); el mismo lugar según se mire desde un lado u otro. Picasso siempre dijo que “todo lo que sé lo he aprendido en Horta”. Miró, con dieciocho años, llega por primera vez a Mont-roig en el año 1911, al Mas que acababa de comprar su padre. Vive y empieza a pintar: “Poble i església de Mont-roig” (1911) o “La masia” (1921 – 1922). A partir de aquí pasará en Mont-roig largas temporadas, principalmente durante los meses de verano. Iría hasta el 1976, cuando tenía 83 años. Miró aseguraba que “nunca he perdido el contacto con Mont-roig. Me ha dado una fuerza de árbol”. En el primer viaje, el uno y el otro llegan enfermos. Picasso salía de una escarlatina que había cogido en la reciente estancia en Madrid, y Miró de unas fiebres tifoideas. Se alejan de Barcelona buscando la tranquilidad y un cambio de entorno. Descubren el campo, paisajes diferentes, la vida de payés. Y trasladan estos sentimientos a sus obras, pintan cuadros diferentes de los que hasta ahora habían estado haciendo. No lo buscan, pero encuentran un nuevo camino. En Picasso será el cubismo geométrico y en Miró un detallismo poético cercano a la realidad. Son masias, vistas del pueblo, paisajes que se convertirán en universales. Si Picasso sentía pasión por los olivos de Horta, en Miró serán los algarrobos de Mont-roig. Tanto en Horta como en Mont-roig sus calles (antigas) serpentean por encima de una colina. Un castillo, ahora inexistente, coronaba Horta; y una inmensa construcción (el “Fort”, y también antes castillo), después iglesia, lo hace en Mont-roig. Ambos tienen muy cerca montañas con una presencia mágica. La montaña de Santa Bárbara de Horta se enfila retorciéndose y puntiaguda hacia al cielo. En Mont-roig la montaña roja, de arenisca, y de donde saca nombre el pueblo, está abarrotada de cuevas, de formas extrañas ocasionadas por la erosión del viento. Para terminar la semejanza, en aquella montaña de Horta hay el convento de San Salvador de Horta, de un santo que vivió allí unos doce años, en el siglo XVI, y a quien se venera con gran devoción. En Mont-roig hay la ermita de la Mare de Déu de la Roca dedicada a aquella imagen encontrada, dicen, hacia el año 1153, en una de aquellas cuevas. Picasso pintó aquel paraje en “La processó al convent” (1898) y Miró la pequeña ermita que corona aquella otra más grande de la Mare de Déu en “Mont-roig. Sant Ramon” (1916). Las madres de Picasso y Miró eran amigas. Además, la madre de Jaume Sabartés, amigo de Picasso, era prima hermana de la madre de Miró. Éste explica en el libro “La vida d’una passió” (2003), de Lluís Permanyer, que su madre le “hacía ir a visitarla con mucha frecuencia. Yo era muy joven. Picasso había hecho un retrato de Sabartés (“Poeta decadente”, 1899 – 1900) que la tía Magdalena tenía en su casa. Aquel cuadro fue mi primera visión de Picasso…”. Cuando Miró hace su primer viaje a París (1920), inmediatamente va a visitar a Picasso. Éste lo recomendará a amigos y a su marchante. Miró agradecido le regala su “Autorretrat (El jove de la garibadina vermella”,1919). Poco después, Picasso le comprará “Retrat d’una ballarina espanyola” (1921). Estos cuadros permanecerán para siempre en la colección privada de Picasso. Años más tarde, cuando Miró hace aquella exposición “Miró, otro” en el Colegio de Arquitectos de Barcelona (1969) y pinta con brochas y escobas en las vidrieras que dan a la calle, que después él mismo destruirá, lo está haciendo debajo de los también muy criticados en la época, frisos de Picasso (1961). Corría la voz que tanto las obras del uno como del otro recordaban garabatos de chiquillos. En una visita que Miró hizo a Picasso en su finca “La Californie” (Cannes), le comentó que tenía unos eucaliptos muy bonitos y que le recordaban a los de su Mas. Entonces Picasso le contestó que “un guijarro de Mont-roig vale más que todo esto…”. Picasso no conocía Mont-roig, pero sabía de la autenticidad de pueblos como éste o Horta. Conocía aquellas tierras y había captado su espíritu. Es conocido que Miró siempre llevaba una algarroba de Mont-roig en su maletín, y sabemos que aquel cuchillo (“Pajaresco”, en honor de su amigo Pallarés) que Picasso se llevó de Horta, en el primer viaje, lo conservó toda su vida, unos setenta y cinco años. Nos gusta pensar que aquel cuchillo (“ganivet” en catalán, G) y aquella algarroba (“garrofa” en catalán, G) concretan el efecto y la pasión de los dos genios por nuestras comarcas (Horta y Mont-roig). Hay otra relación curiosa entre los dos pueblos y los dos pintores. Resulta que el modelo de los famosos Arlequins de Picasso del 1923, el primero de ellos es aquel inacabado, que el Estado francés situó en el Louvre, en el lugar de la Gioconda (1971), como homenaje a Picasso en sus noventa años, era el pintor Jacint Salvadó Aragonès (Mont-roig, 1982 – Castellet, França, 1983). Miró, hablando de los Arlequins de Picasso, le decía a Georges Raillard en el libro “Conversaciones con Miró” (1978): “¿Sabe? El chico que posaba para él, Salvadó, es de Mont-roig…”. Su amigo, sin saberlo, había escogido a un modelo de su pueblo! Pablo Ruiz Picasso nació en Málaga el 1881 y murió el 1973, con 91 años, en Mougins (Francia). Joan Miró Ferrà había nacido en Barcelona el 1893 y murió el 1983, con 90 años, en Palma de Mallorca. El Centre Picasso de Horta se inauguró en el 1992, y el Centre Miró de Mont-roig en el 2004. Los dos representan las reproducciones facsímiles de los cuadros de Picasso y Miró relacionados con estos pueblos. Además, aportan informaciones valiosas de éstos durante sus estancias que permiten entender mejor su obra. Permiten ver en un mismo lugar (reproducciones de) cuadros dispersos por todo el mundo. Tanto en Horta como en Mont-roig, el visitante, además, encontrará los “originales de los originales”, aquellos lugares que cautivaron a Picasso y a Miró y que interpretaron plasmándolos en famosos cuadros. Martí Rom (2005)