Reflexiones acerca de las Neurosis Obsesivas Lic. Ana Laguzzi En 1908, Freud escribe su artículo “El carácter y el erotismo anal” donde una tríada de cualidades asociadas al erotismo anal: tenacidad, economía y cuidado (manifestado a través de la escrupulosidad y la pulcritud). Estas cualidades mencionadas son encontradas por Freud como rasgos característicos de pacientes por él tratados. Sin embargo, dichas cualidades no merecen ser asociadas a estados patológicos. Es más, se muestran como deseables en la vida de cualquier sujeto. La posibilidad de que alguien pueda ser cuidadoso, económico y tenaz, parece ser la condición de éxito en la vida. Si ese cuidado se manifiesta en una manía desmesurada de orden y limpieza, la tenacidad en obstinación desmedida y la economía en avaricia, entonces entramos en el terreno de la neurosis obsesiva. Surge aquí la pregunta ¿qué proceso debe darse para que el erotismo anal de lugar a una neurosis? En toda neurosis las pulsiones, al intentar satisfacerse, crean un conflicto entre instancias. El SuperYo impide la satisfacción. En esta situación dos caminos posibles para la pulsión son: a) satisfacción mediante la sublimación, y b) represión de la pulsión e insatisfacción. Cuando opera la represión, lo reprimido queda en lo inconsciente. La pulsión insiste en emerger y lo logra burlando la censura gracias a los mecanismos de desplazamiento y condensación, que permitirán el retorno de lo reprimido, transformado en síntoma. Así se crea la neurosis. Si las pulsiones en juego pertenecen al erotismo anal, entonces devendrá una neurosis obsesiva. Para ello es necesario que el sujeto haya experimentado una etapa de placer libidinal en la satisfacción de sus pulsiones. Freud habla de perversión polimorfa en esta etapa El infante transita el narcisismo primario, regido por el principio de placer. Su vida pulsional está regida por los instintos parciales, con la polaridad específica de esta etapa, a saber, pasividad-actividad. La actividad es la que va a dar forma a la pulsión de dominio la que, puesta al servicio del erotismo anal, permitirá el placer libidinal asociado al destruir, desarmar, revisar, curiosear, ensuciar. Este placer de dominio tendrá su limite en el no , pronunciado por el adulto. El límite impuesto por el Otro, abre en el niño el camino para la instalación de la represión primaria que marcara la salida del placer narcisista hacia la relación objetal. .Esta acción del Otro se materializa en el aporte de significantes que permiten al niño manejar en forma cada vez mas adecuada su vida pulsional. Si el Otro calma y ayuda a encausar la angustia que producen los desequilibrios instintivos, entonces el futuro sujeto estará en condiciones de sublimar .Pero si los aportes significantes están teñidos del sadismo que el Otro primordial no puede controlar, entonces se producirán fijaciones al erotismo anal que marcará la disposición a la neurosis. La formaciones del SuperYo harán que este placer, experimentado en la etapa narcisista, y resignificado en la etapa edípica, sea objeto de reproches. Aparecen sentimientos de culpa y de vergüenza. La represión de los actos de placer entraran en la etapa de amnesia infantil y el sujeto presentará una salud aparente. En el curso de la evolución, al fracasar la defensa, lo reprimido retornará. Pero éstos actos placenteros originales y los reproches posteriores, aparecerán en la conciencia transformados en ideas obsesivas, sentimientos de reproches, vergüenza, miedo hipocondríaco y social; también en forma de actos obsesivos (rituales). T., varón de 27 años, consulta por sus ideas obsesivas: miedo irracional a que “algo pase” a él o a sus seres queridos.”Hago promesas para que no ocurra algo...antes lo podía controlar, pero ahora es cada vez peor...no puedo disfrutar...estoy chapita...siempre pensando...nadie sabe esto, algo le dije a mi novia, pero poco. De chico empezó...cuando mi mamá se iba a trabajar a X y yo decía:”¿y si le pasa algo?”...después se me fue...en el secundario no me preocupaba...empezó de nuevo cuando tuve más responsabilidades” Sin embargo, no siempre el destino del erotismo anal tiene que ser la neurosis obsesiva. En muchos casos la satisfacción libidinal se logra mediante la sublimación. Esto es, la satisfacción mediante un fin no sexual e incluyendo objetos socialmente valorados. Ésta descripción, breve, de algunas ideas freudianas, nos llevan a replantear la relación que el sujeto tiene con el Otro primordial, como así también sobre la calidad de los significantes que marcarán su subjetividad. Desde el comienzo de la vida, la necesidad experimentada como tensión es localizada en el cuerpo. Cuando esa zona tensionada encuentro un objeto adecuado que brinda satisfacción, la tensión decae y surge la vivencia de placer. La estimulación constante de la misma área permitirá la formación de las formas erógenas. Es éste proceso que marca los comienzos de la formación del aparato psíquico, ya el Otro primordial será el proveedor de objetos. Y no solo de objetos, sino, fundamentalmente de significantes que van a permitir el desarrollo de la singularidad. Los objetos solamente satisfacen la necesidad. Pero sin los significantes primordiales no hay posibilidad de estructuración psíquica. Los afectos, las caricias, las palabras, los sonidos, las miradas que ese Otro aporta junto al objeto irán produciendo esas primeras marcas en el psiquismo. Éstas darán lugar a las primitivas formaciones del Yo, e irán posicionando al futuro sujeto en el entramado simbólico que lo precede. Entonces, volviendo a nuestra pregunta inicial, podemos intentar una respuesta: en tanto y en cuanto los significantes aportados por el Otro estén teñidos de sadismo, no calmarán la angustia y se transformaran en significantes superyoicos. G, varón de l3 años, es traído a la consulta por sus padres, alarmados por la repitencia de 7º grado. Cuando G. habla sobre sus estudios muestra alto nivel de culpabilidad y exigencia si no cumple con lo que opera como mandato superyoico “hay que estudiar...no me esforcé lo suficiente, por eso repetí...tengo miedo que mi papá se ponga triste por mi culpa si no me va bien...” En los relatos de sus actividades cotidianas no hay registro de placer; todo se estructura en función de obligaciones a cumplir:”juego con la computadora de 21 a 22,más no, interfiere en mis estudios”. G se somete al mandato superyoico que le exige un rendimiento óptimo para evitar la culpa por creer que daña a su padre. Los impulsos sádicos no pueden ser sublimados; el único camino que le queda es la represión y la instalación de mecanismos de control que se traducen en conductas de excesivo orden: G. No tolera el desorden en su habitación ni tener sus manos o ropa sucias. Este control también afecta la creatividad y plasticidad intelectual, provocando desórdenes en el aprendizaje. El yo, al quedar a merced de la exigencia del SuperYo recurre a la represión como defensa. Si la pulsión anal no puede sublimarse y se reprime, la rigidez y el control pueden aparecer como conductas que sostienen la represión y evitan la angustia.. De esta manera la estructura obsesiva queda configurada. Cualquier escena traumática vivida por el sujeto podrá desencadenar una neurosis si el aparato psíquico se estructura bajo la vigilante y acusadora mirada de un Otro.