31º Ord (C)

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31º DOMINGO en TIEMPO ORD. (C-2) (Traducción) Álguienes en Dios
La Rev. Angela Askew dijo algo acerca de la gracia que Jesús le dio a
Zaqueo: “Lo que Jesús le mostró a Zaqueo era que Dios acepta y transforma
al inaceptable, que ama al que no es amable, y perdona al imperdonable.”
Nosotros, como Zaqueo, estamos invitados a la fe, una que actúa, porque la fe
es un verbo y no solo un sustantivo.
(Adaptado y traducido de “A small man who was given a big heart,” Dynamic Preaching, Vol. XXVI, pg. 25-26)
Jesús se invitó a comer en casa de Zaqueo, que causó que todos
hablaran mal de Jesús, e indirectamente de Zaqueo. Se me hace que
Zaqueo fue mal tratado por su familia y vecindad al crecer. Esto le
convenció que era un nada, y se dejó llevar pensando que sería un
alguien en un círculo de cobradores de impuestos. Esto lo hizo hasta
más inaceptable y despreciado. ¡Qué choque ver a Jesús entrar y comer
con él! Implicaba ser contaminado, que lo impediría regresara a casa,
entrar en el templo, o caminar libremente en la calle hasta ser
purificado.
Zaqueo quería ver a Jesús y se sube al árbol para verlo. Jesús luego
se invita a su casa, honrando a la casa y a todos dentro de ella. Era una
prueba. Jesús quería ver si Zaqueo honraría la tradición judía de la
hospitalidad. ¡Pero qué choque para el pueblo judío! Pero eso es Jesús,
el que destruye nuestras categorías de juicio y prejuicio. Siempre trata
de enseñarnos a dejar de juzgar. Quiere que hagamos como él lo hizo
con Zaqueo: aceptar y transformar al inaceptable.
Jóvenes, tienen que cuidar la forma en que tratan a otros por ser
un poco diferentes. Al mal-tratarlos están creando a Zaqueos. Sus
acciones pueden causarles tanto daño que harían algo malo como el que
se suicidó en la universidad de Rutgers hace dos semanas, y el joven del
colegio en Colorado que mató a muchos alumnos y maestros. Era el
colmo del desprecio es a sí mismos, que tienden a reaccionar mal.
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Zaqueo escuchó las malas palabras y quería mostrarle a Jesús que
deseaba cambiar. El inaceptable, el despreciado, se había transformado.
Decide regresarle a los que había robado lo que les pertenecía. Eso se
llama restitución, la penitencia por pecados cometidos. Su acción le pide
a Jesús su perdón y lo recibe. El no-perdonable es perdonado. El amor
de Cristo le enseña que el nadie en la sociedad es un alguien con Dios.
El Señor nos pregunta: “¿Saben qué tanto los quiere Dios? ¿Saben
que los estoy llamando a ser alguien especial para los que la sociedad ha
forzado en convertirse en Zaqueos modernos?” ¿Cómo responderemos?
Al partir el pan sobre el altar, recen conmigo. Pidamos juntos a
Jesús por la gracia de obrar para la aceptación y la transformación de
los inaceptables. En este país serían los sin hogar, los emigrantes, y los
musulmanes. Estamos llamados a amar, a hacer la paz, y a cuidar. Hay
que amar al enemigo, el cumbre de no-amable; hay que traer la paz en
casa, en la vecindad, en la ciudad, la nación y el mundo. Y hay que
cuidar, es decir, preocuparnos por la tierra, el universo, el agua, cada
uno, y por nosotros mismos. Al aprender a cuidar, nos perdonamos los
pecados contra la tierra, contra el prójimo, y contra nosotros mismos.
Que saldremos de aquí hoy como apóstoles que obran para aceptar
y transformar al no-aceptable, que ama al no-amable, y perdona al
imperdonable. Hagan esto y las partes nuestras que no aceptamos, que
no amamos, y que no perdonamos serán sanados. Vengan a la mesa y
celebren conmigo el haber recibido la gracia de salir llenos del deseo de
hacer como Jesús siendo álguienes de Dios.
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