Un libro enigmático Hay un libro enigmático como pocos en la poesía universal. Es un libro que conlleva el enigma de América latina. Desde su nombre, Trilce es enigmático. A más de sesenta años de su publicación —Perú, octubre de 1922— ha pasado bastante tiempo como para que podamos verlo en perspectiva y juzgarlo como un acontecimiento histórico dentro de la poesía de habla castellana del presente siglo. Aun cuando no hubiere tenido ninguna repercusión en su época, Trilce se ha impuesto luego y se nos impone hoy al releerlo, como algo muy diferente, como un semillero de ideas y sugerencias poéticas, desde el estilo al contenido. Un atento repaso no deja de constituir un asombro. Nos desconcierta, nos sobrepasa, no como una vuelta hacia atrás sino más bien como un camino tangencial que va hacia el futuro. Trilce se separa de la poesía de su tiempo y cada vez se va distanciando más de ella. Plantea una ruptura y la mantiene hasta el fin. Pensemos no más que en 1922 aún se levantaban las aguas del modernismo y que en el Perú imperaba una poesía de tipo declamatorio y grandilocuente representada por un poeta como Santos Chocano. Valle jo, en cambio, se reconcentra en sí mismo, entabla un diálogo abrupto como inacabable con el subconsciente, se desprende de todas las ataduras poéticas convencionales y entrega, sin alardes, sin arrogancia alguna, sino más bien con esa modestia y extrañamiento que perfiló toda su vida, este libro oscuro, difícil, que encarna su alma y configura esa otra poesía de América latina donde juegan preponderantemente elementos nativos, giros y modismos de su patria, prosaísmos insustituibles, sin dejar por ello de ser culta y distante también de todo folklorismo. Al reflejar a su pueblo, su gravedad y su carácter hermético, Vallejo estaba descubriendo esa parte del mundo desconocido que es América en sus entrañas. Sacaba de sí el secreto que encierra el indígena, sobreviviente de la Conquista española, que padeció y continúa padeciendo el sufrimiento que le infligió el avasallamiento en su propio suelo y el despojo no sólo de sus bienes sino de todo aquello que corporizaba su cultura y su religión: sus templos, sus construcciones diversas, sus esculturas y cerámicas, todo lo que arqueológicamente vemos hoy como asombrosos productos de aquellas variadas civilizaciones. Desde su primer poema, con aquellos versos iniciales: QUIEN hace tanta bulla, y ni deja testar las islas que van quedando. hasta los últimos tramos del libro —pasando por alto los poemas familiares, resueltos de manera semejante a los de su primer libro, Los heraldos negros—, Trilce no podía ser entendido en su tiempo, constituía una irreverencia contra las formas tradicionales imperantes. Vallejo podía haber recibido influencias del surrealismo o del simbolismo mallarmeano, pero en él estos estilos poéticos se daban de un modo distinto. No sólo 290 que abre un camino diferente al que transitara anteriormente sino que además se rebela contra las exigencias gramaticales y la grafía correspondiente: Grupo dicotiledón. Oberturan desde él preteles, propensiones de trinidad finales que comienzan, ohs de ayes creyérase avaloriados de heterogeneidad. Grupo de los dos cotiledones! (...) Y no deis 0, que callará tanto, hasta despertar y poner de pie al 1 (poema V) O veámoslo más subjetivo en estos versos inmediatos: El traje que vestí mañana no lo ha lavado mi lavandera; lo lavaba en sus venas otilinas, en el chorro de su corazón, y hoy no he de preguntarme si yo dejaba el traje turbio de injusticia. Pieza que Vallejo cierra exclamativamente, casi en un ex-abrupto delirante: COMO NO VA A PODER! azular y planchar todos los caos. (poema VI) Lo inventivo —el autor de TrÜce forma palabras nuevas o modifica las ya existentes—, lo absurdo («Absurdo, sólo tú eres puro. / Absurdo, este exceso sólo ante ti / se suda de dorado placer») y lo arbitrario de la expresión no tiene modelos en el idioma castellano. Vallejo actúa al margen de los cánones. El desgarramiento de la sintaxis que sufren sus versos, se ve de pronto estremecido por una alusión directa a algún sentimiento o a algo que guarda relación directa con el hombre. La exposición aparentemente sin sentido, caprichosa, de improviso es sacudida por una expresión inesperada que golpea la sensibilidad del lector más prevenido. Veamos estos versos intempestivos donde no sólo se altera la ortografía sino que se introduce en el poema una suerte de arrebatada cuña emocional: VUSCO volvwer de golpe el golpe Sus dos hojas anchas, su válvula que se abre en suculenta recepción de multiplicando a multiplicador, su condición excelente para el placer, todo avía verdad. Busco volwer de golpe el golpe. A su halago, enveto bolivarianas fragosidades a treintidós cables y sus múltiples, se arrequintan pelo por pelo (...) Fallo bolver de golpe el golpe. Poema que se cierra más inesperadamente con una referencia del sentimiento, que está acechando siempre detrás de los versos de Vallejo: Y hembra es el alma de la ausente. Y hembra es el alma mía. 291 Nuestro autor dice lo que quiere decir y de la forma que se le antoja, lo que le dicta el subconsciente, con entera libertad, pero a la vez usando su facultad de raciocinio, su saber técnico. Lo que da fuerza y tensión a esta poesía es la verdad emocional que la nutre, el aliento humano que la sostiene por encima y por debajo de sus incoherencias o de su intemperancia burlona, como si se solazara con su propio dolor o inquietud penosa, lo cual se va a manifestar siempre con una especie de masoquismo o de impotencia para rebelarse contra su angustia encubierta o manifiesta: Eso no puede ser, sido. Absurdo. Demencia. Pero he venido de Trujillo a Lima. Pero gano un sueldo de cinco soles. (poema XIV) En el rincón aquel, donde dormimos juntos tantas noches, ahora me he sentado a caminar, (poema XV) Pero veamos que se trata de una inquietud mayor, de desasosiego fundamental de un hombre que se siente herido por la vida, del hombre resuelto a todo para salvarse o para salvar su destino: Quemaremos todas las naves! Quemaremos la última esencia! Mas si se ha de sufrir de mito a mito, y a hablarme llegas masticando hielo, mastiquemos brasas, ya no hay donde bajar, ya no hay donde subir. Se ha puesto el gallo incierto, hombre. (poema XIX) Hay en Vallejo un desasimiento de todas las ataduras, una imposibilidad de ubicarse en el cosmos y de integrarse socialmente —una suerte de revulsión apocalíptica bulle en su fondo—, que lo está llevando o lo ha llevado a su destierro dentro de su propio ambiente. El destierro esencial, en sus raíces, el exilio metafísico del hombre solo y acechado por fuerzas desconocidas. Es posible me persigan hasta cuatro magistrados vuelto. Es posible me juzguen Pedro. Cuatro humanidades justas juntas! Don Juan Jacobo está en hacerlo, y las burlas le tiran de su soledad, como a un tonto. Bien hecho. (XXII) Pero el alma quizás está luchando incesantemente y el poeta emerge con nueva esperanza, en una constante bajamar y pleamar: Tengo fe en ser fuerte. Dame, aire manco, dame ir galoneándome de ceros a la izquierda. Y tú, sueño, dame tu diamante implacable, tu tiempo de deshora. (poema XVI) 292 Creemos que más allá de las mareas estéticas que venían de Europa y especialmente de Francia, en Valle jo hay algo absolutamente personal: estaba fundando un lenguaje poético americano. En ese lenguaje se daba la particularidad de incorporar al idioma castellano expresiones que correspondían a su tierra natal, pero que habían pasado a. través del alma indígena. Así bien puede considerarse que su lenguaje es indoamericano. Es que el autor de Trilce proviene de madre india y de padre español. Vallejo es un poeta y un hombre que representa culturalmente el territorio peruano, a sus ancestros y eso le da una suerte de distorsión y de contorsión a la lengua; detrás de su siquis parece oírse un resuello atávico y esa hibridez tan plena de energías interiores engendra un nuevo tipo humano con un idioma distinto, y de allí tal vez provenga ese carácter enigmático. Su vida está precedida y sellada por el enigma, hasta su muerte, pues no se supo bien de qué enfermedad falleció. Acaso sea el mismo ser latinoamericano al cual no sabemos todavía cómo definir. La muerte de rodillas mana su sangre blanca que no es sangre. Se huele a garantía. Pero yo me quiero reír. Murmurase algo por allí. Callan. Alguien silba valor de lado, y hasta se contaría en par veintitrés costilla que se echan de menos entre sí, a ambos costados; se contaría en par también, toda la fila de trapecios escoltas. En tanto el redoblante policial (Otra vez me quiero reír) se desquita y me funde a palos, dale y dale, tas con tas. (poema XLI) ¿Qué significa toda esta especie de juego con el lenguaje y la escritura con que finaliza el poema, que ha comenzado con una rápida y subjetiva visión de la muerte, para desenvolver luego una aparente divagación que confluye hacia un lejano «redoblante policial» y hacia el «Otra vez me quiero reír»? ¿Qué significa todo esto o cómo pudo ser escrito por un poeta del Perú en 1922, antes de los treinta años de edad, cuando las declamaciones literarias poblaban el hemisferio desde el extremo sur hasta Méjico y el Caribe? Quiere decir que se estaba gestando una lengua que pertenece a un determinado individuo, con una determinada sensibilidad —exacerbada, neurótica, en este caso— y una mentalidad también determinada, en el cual subyacen pujando el español y el indígena. No nos ha visto nadie, Pura, búscate el talle. Adonde se han saltado tus ojos! (poema XLII) O este otro ejemplo: Me da miedo ese chorro, buen recuerdo, señor fuerte, implacable 293 cruel dulzor. Me da miedo. Esta casa me da entero bien, entero lugar para no saber dónde estar. No entremos. Me da miedo este favor de tornar por minutos, por puentes volados. Yo no avanzo, señor dulce, recuerdo valeroso, triste esqueleto cantor (poema XXVII) Creemos advertir en casi todos los poemas de Trilce una aprehensión distinta, anormal, donde se mezclan alusiones y recuerdos patéticos (Vallejo despierta siempre en el lector un sentimiento de solidaridad o de amor) o tiernos de su infancia, anotándose diversas vivencias que dan a su expresión un temblor humano, que es eludido de inmediato con una burla, con una frase o una palabra que contrastan con la realidad que está encarando, a la vez que puede estar describiendo subjetivamente o a veces intelectualizándola hasta lo incomprensible, hasta que concluye con una inesperada manifestación prosaica o alterna a éstas con metáforas muy parcas. Hay evidentemente una línea de desarticulación del poema, que de repente se va a articular u organizar con un simple verso existencial: Otro día querrás pastorear entre tus huesos onfalóideos ávidas cavernas, meses nonos, mis telones (...) «Aristas roncas uniformadas de amargos tejidos de esporas magníficas y con porteros botones innatos. «Se luden seis de sol? Natividad. Cállate. Miedo.» Además de lo que estamos viendo, lo singular es que hay un sostén metafísico en los poemas de Vallejo, que por más herméticos o disparatados que aparezcan, siempre nos tocan interiormente por encima de su carácter abstracto y de su despersonalización, cualidades éstas que constituirán rasgos ciertos de la poesía contemporánea. Digámoslo de una vez: lo que en Vallejo importa es el fin que su poesía tiene; la meta reveladora de la condición humana hacia donde va dirigida. Por ello, la absoluta desaprensión por los elementos rítmicos o musicales del poema, atento sólo a lo que quiere decir o sugerir o lo que trasmiten o comunican sus versos. El cancerbero cuatro veces al día maneja su candado, abriéndonos cerrándonos los esternones, en guiños que entendemos perfectamente, (poema L) Oh las cuatro paredes de la celda. Ah las cuatro paredes albicantes que sin remedio dan al mismo número. (...) Amorosa llavera de innumerables llaves, si estuvieras aquí, si vieras hasta qué hora son cuatro estas paredes. xl[poema XVI 294 Ya hemos visto cómo en muchas ocasiones un recuerdo intempestivo o una exclamación denotan estremeciendo el verso y estructurando el poema. En otros instantes, una emotiva descripción del momento se disloca de pronto con expresiones sin sentido preciso o concepto que corresponda al texto, creándole una atmósfera enigmática. Es decir, que hay siempre una fuente misteriosa de donde están manando estos versos y que también misteriosamente se yuxtaponen o se ensamblan, originando su propio lanzamiento, ajenos a los convencionalismos de la lógica o de la sintaxis, cuando no se trata de fracturas que dan su ya dicha personal captación de la realidad y su fusión o irreversión de los tiempos. Estamos a catorce de Julio Son las cuatro de la tarde. Llueve en toda una tercera esquina de papel secante. Y llueve más de abajo ay para arriba. Dos lagunas las manos avanzan de dos en fondo, desde un martes cenagoso que ha seis días está en los lagrimales helado. Se ha degollado una semana con las más agudas caídas; hace hecho todo lo que puede hacerse miserable genial en gran taberna sin rieles. Ahora estamos bien, con esta lluvia que nos lava y nos alegra y nos hace gracia suave. (poema LXVIII) Más que de surrealismo o de discordancias expresivas, creemos que en Trilce puede hablarse de una visión extraviada de la realidad, de un impulso verbal que arranca desordenadamente de su sensibilidad, la que de repente se ve sacudida por un relámpago patético que pone ante nosotros la misma vida del hombre o sus consecuencias. Y siempre este resultado es dramático o irónicamente elusivo o grave: Dobla el dos de Noviembre. Estas sillas son buenas, acogidas. La rama del presentimiento va, viene, sube, ondea sudorosa, fatigada en esta sala. Dobla triste el dos de Noviembre. (poema LXVI) En medio de un discurrir oscuro, o «absurdo» a veces, Vallejo sacude su verso con una interjección. Se distrae de su apenada percepción de la existencia mediante versos elípticos o distanciados de su verdadera preocupación, impersonales, como si usara máscaras para no descubrir su faz desdichada, hasta que inopinadamente sobrecoge al lector con una referencia dolorosa o amarga, que ha permanecido agazapada detrás de sus palabras, motivada por una tensión profunda y desestabüizadora que lo conduce a esta escritura extraña, alimentada de sorpresas donde más de una vez los vocablos entran en conflicto, correspondiendo al mismo ser conflictivo de Vallejo, en una suerte de crisis verbo-espiritual. Lo que a veces puede perder en estructura, que encamine al desarrollo estricto de un tema, lo gana en intensidad, en esa fuerza expresiva que pone en uno o dos versos que le dan sentido al todo, armado y organizado el poema. 295 Todos los días amanezco a ciegas a trabajar para vivir; y tomo el desayuno, sin probar ni gota de él, todas las mañanas. Sin saber si he logrado, o más nunca, algo que brinca del sabor o es sólo corazón y que vuelto, lamentará hasta dónde esto es lo menos. (poema LVI) (...) Oh valle sin altura madre, donde todo duerme horrible mediatinta, sin ríos frescos, sin entradas de amor. Oh voces y ciudades que pasan cabalgando en un dedo tendido que señala la calva Unidad... No es sólo el trasfondo metafísico del poema sino también la estructura lo que sorprende al lector. En éstos como en otros versos, el discurso poético —si aquí puede hablarse de un verdadero discurso poético— se ve quebrado a cada momento y por esa ruptura Vallejo introduce palabras de una densa originalidad, tanto en lo que hace a los sustantivos como a los adjetivos, a los verbos y a los adverbios. Son a veces, palabras de un personaje delirante o de un ebrio o de un loco, que solo en mitad de la noche habla desarticulada y fragmentariamente acerca de sí mismo y de la realidad, que, de improviso, concluye con una reflexión lúcida, penosa, con un arranque intempestivo y/o imperativo que desasosiega o pone en guardia al lector. Esa rara humanidad valle jiana vuelve la expresión desusada, caprichosa. Quedan acá señaladas, creemos, las peculiaridades estilísticas de este libro enigmático: quebradura verbal, exabruptos, arbitrariedades expresivas, originalidad metafórica. La frase inusitada puede darse en cualquier momento. Entrecruza vivencias, aspectos o referencias reales con incoherencias o manifestacionesTuera de toda |ngira Pem estf e^tarjFiírxa de-i*Jó^ica^e^í^nvierte en una forma de ser de su razón misma: j u razón es alógica, pero es razón humana, cálida, visceral. " ^ He almorzado solo ahora, y no he tenido madre, ni súplica, ni sírvete, ni agua, ni padre que, en el fecundo ofertorio de los choclos, pregunta para su tardanza de imagen, por los broches mayores del sonido. /^ ^\¿ " (poema^OCVUI]) O aquel otro recuerdo de la infancia —entre tantos— donde seyen desfilara,los queridos como inoTvTcIables seres familiares, dentro de una atmósfera emotiva: Tahona estuosa de aquellos mis biscochos, pura yema infantil innumerable, madre. Oh tus cuatro gorgas, asombrosamente mal plañidas, madre; tus mendigos. Las dos hermanas últimas, Miguel que ha muerto -.—^ y yo arrastrando todavía f >v una trenza por cada letra del abecedario. (poerria^XXIII) J 0 Si de cualquier modft al ant"*- d^ TrUce Jaspalabras le vienen de las entrañas y de los huesos y aparentemente salen sin ser controladas por su mente o sobrepasándola, ño debemos olvidar sin embargo que Vallejo poseía una formación literaria, que regresado de la FacüTtacLcle Filosofía y Letras de la Universidad de Trujillo con el 296 de bachiller cuando a la vez cursaba el cuarto año de Derecho. Y además, en su juventud ya debió conocer a los surrealistas y a los simbolistas franceses más destacados, entre ellos el célebre Mallarmé. En Trilce el lenguaje libra una lucha por ser la persona interior misma, el subconsciente que quiere imponerse a la conciencia y darse en un arranque espontáneo sin caer por eso en el automatismo surrealista, sino con una especie de superconciencia lúcida. El ser habla por su boca sin atenerse a convenciones gramaticales o literarias. Al romper con todas las ataduras, corre el riesgo de su propia escritura: Es de madera mi paciencia, sorda, vegetal. Día que has sido puro, niño, inútil, que naciste desnudo, las leguas de tu marcha, van corriendo sobre tus doce extremidades, ese doblez ceñudo de después deshiláchase en no se sabe qué últimos pañales. Y se apolilla mi paciencia y me vuelvo a exclamar: ¡Cuándo vendrá el domingo bocón y mudo del sepulcro; cuándo vendrá a cargar este sábado de harapos, esta horrible sutura del placer que nos engendra sin querer, y el placer que nos DestieRRa! (poema LX) En Trilce el enigma se resuelve en una concepción de la vida, un fatalismo telúrico, un angustioso resuello de bestia acorralada por el azar, una forma de ser del mestizo, donde se dan los extraños más opuestos: un misticismo no católico y una inclinación hacia las cosas elementales que él racionaliza y conduce misteriosamente hacia adentro estableciendo un asombroso como delirante diálogo con aquéllas o con los demás seres. Tal vez por eso sobrevivirá al tiempo y conservará su actualidad por encima de las épocas literarias, debiendo explicarnosj^ste libro como el producto de dos culturas entrecruzadas que se chocan desde su sangre misma: láTindígena y la española. Es éste el propio enigma que subvace en el esptritude la raza castigada, de sus antecesores maternos. Como estamos viendo, un libro todavía con muchcTfuturo.* Félix Gabriel Flores * Todas las citas han sido tomadas de las Poesías completas de César Velejo (Edit. Losada, Buenos Aires, 1949).