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El estado moral de nuestra nación
Diario Concepción (http://www.diarioconcepcion.cl)
El estado moral de nuestra nación [1]
Lo irritante de las frases repetidas es que no pocas veces, sin otro análisis, se les da por ciertas, como
aquella que concluye "cada pueblo se merece el gobierno que tiene". Si esa hipótesis fuera
inescapablemente verdadera, entonces resultaría que "a una patria de inmorales, corresponde un
gobierno de corruptos".
Sencillamente, no puede ser de esa manera, la primera propuesta, aquello de merecer, tiene otro
sentido, muy importante, el de la omisión, de la falta de compromiso o voluntad, la falta de memoria,
para permitir que personajes de conductas indecentes se perpetúen, elegidos de nuevo, haciendo uso
abusivo de una democracia inmadura e ineficiente. Además de merecer un castigo esos líderes
defectuosos, también, y en un grado mayor, lo merecen quienes, cuando tienen que elegir, permiten
que sigan donde están.
Para ser justos, no todo es asunto de elegir mal, hay otros liderazgos a los cuales se accede por otras
vías y al final no se aprecia una diferencia significativa en el mal actuar. Ausencia de ética transversal,
faltas graves y reiteradas a la moral, por encima de tiendas políticas, hermanados en un mal obrar,
haciendo uso y abuso de los resquicios de la ley y de las maniobras cómplices para engañarla.
No es creíble que todos los chilenos seamos inmorales y corruptos y, siendo así, se esté en sintonía con
la actual situación de reiteradas acciones dolosas, a tal grado que parece haberse perdido la vergüenza.
No cuesta demasiado encontrar el lugar común de esta descompuesta manera de actuar, se trata del
dinero, que parece resumir todo lo que se necesita, lo único que importa.
Francisco de Quevedo, hastiado de observar lo mismo, ya en el siglo XVI, advierte que "cuando el dinero
manda, no hay otra cosa que mande"; hace todo lo que quiero/poderoso caballero/ es don dinero.
Tan poderoso, que ha sido capaz de transformar a muchas personas en entes inmorales, que se refiere
más bien a lo personal, o en entes corruptos, cuando actúan de ese modo en los medios políticos,
empresariales e incluso en otros ámbitos que se suponían alejados de tales conductas, como el
deportivo, donde no solo el fútbol, que claramente es, por lejos, el de mayor difusión, sino también otras
disciplinas, donde el dinero se confabula con las ansias de poder.
La indignación frente a este tipo de acciones, la solicitud en otras latitudes en parecidas circunstancias
"que se vayan todos", la emergencia de grupos políticos de rápido crecimiento está basada casi
exclusivamente en una promesa de jugar limpio, lo cual explica qué es exactamente lo que está
faltando.
La inmensa mayoría de los chilenos, trabajadora, responsable, aspiracional en cuanto al destino de sus
hijos, que no hace otra cosa que laborar duramente para acercarse a sus sueños, está hastiada de este
verdadero carnaval de vergüenzas, con actores en todos los sitios, en la empresa, papel, pollos,
farmacias y otros por descubrir, los casos Caval, Soquimich y sus contubernios con figuras y partidos
políticos, en un patético revoltijo digno de la amarga letra de Enrique Santos Discépolo.
Chile no se merece este espectáculo, tiene que haber una profunda reflexión sobre el modo de actuar
de un segmento de la sociedad y si la conciencia no fuera suficiente, bastaría con poner en ejercicio el
ahora amortiguado peso de la ley, que parece estar mirando la realidad solo en los sitios donde es
políticamente correcto.
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