M ADRID LOS CÓMICO HUMORISTAS, ÍNTIMOS excedencia concedida, afortunadamente. —¿Cuándo trabaja usted? —Durante las altas horas de la noche y de la madrugada. Cuando en la casa reina el silencio y la tranquilidad. Estos VA A ESCRIBIR UNA COMEDIA PARA QUE LE DEJEN EN PAZ requisitos son para mí muy importantes en el ejercicio de la producción, y sin ellos considero que es difícil trabajar. Una sirviente, bajita y gallega, nos re--Que son muchísimos. —Igualmente opinaron infinidad de cibe, invitándonos a esperar al señor en —No puedo quejarme. eminentes escritores. su despacho. —Ya, ya vemos que vive usted esplén— ¡Suerte que tiene uno! Yo es muy —Venimos a averiguar cómo vive us- didamente. rara la noche que salgo. A las doce me — Tanto como espléndidamente, no; ted—le exponemos. pongo a escribir, y escribiendo me estoy, — ¡Hombre!—exclama él, abriendo mu- pero bien, relativamente bien, sí. La litecho sus ojos, que nos miran con extra- ratura en España no da para fastuosida- por regla general, hasta las seis de la des, cierto; pero produce lo suficiente a mañana. ñeza. —¿Cuánto tiempo necesita para concluir una novela? —Un año o cosa así. Es lo que tardé en la última, «El secreto de Barba Azub (que tenía pensada hace ya seis años), y lo que suelo tardar en todas. Claro que esta premiosidad mía no rige con los artículos del periódico. Éstos me los hago en media hora, cuando más. Y tiene que ser así. La premura de la publicación, sometida rigurosamente a la tirana actualidad, no permite al articulista dilatadores perfilamientos de estilo ni tardíos y escrupulosos retoques de pulimentación. —Sin embargo, sus impresiones diarias acusan vigorosamente la personalidad de un periodista formidable. — ¿Yo periodista? No estoy conforme con ese parecer, que es el de casi todos. Para convencerse de que soy novelista más que nada, basta analizar «El paraguas perdido > o cualquiera de mis trabajos breves publicados en la Prensa, cuyo carácter especial, no esclavizado nunca a la oportunidad de un día determinado, les hace parecer más bien capítulos de novela. Un detalle lo atestigua. Dos volúmenes de artículos periodísticos míos —No se alarme —aclaramos — . Se trata quien, como yo, se conforma con ver sus ya publicados, tengo dados a la luz, y de una investigación puramente literaria, necesidades cubiertas y sus pequeños ca- uno de ellos, «Las gafas del diablo», va o mejor dicho, periodística. Juzgamos prichos satisfechos. No obstante, pueden por la cuarta edición, y el otro, por la que para el público debe resultar intere- ustedes asegurar que aquí, con el libro, segunda. ¡La novela! Eso es lo que yo siento más sinceramente, lo que veo con sante conocer íntimamente la vida de sus se puede vivir muy regaladamente. Y autores predilectos. He aquí justificada hasta obtener ganancias fabulosas. Que más claridad, lo que hago con más gusto. — ¿Y para el teatro no hace usted nada? lo digan, si no,'los editores. nuestra visita de hoy. — ¡El teatro! No me hablen ustedes del — ¿Posee usted alguna fuente de ingre— Gracias 'por' la predilección de que teatro, porque es mi tormento continuo, nae suponen ustedes objeto, pero no es sos ajena a su labor literaria? —Ninguna. Y eso que como no con- mi pesadilla... Una comedia voy a escriasí. Yo sólo tengo una fama pequeñita, a la que procuro siempre corresponder cui- servo también mi correspondiente cargo bir esta temporada para que me dejen en paz. dando de me defraudar en mis;produccio- burocrático... -¡...! —¿Pertenece usted a algún Ministerio? BCS a los tque amablemente me dispen—¿Les sorprende esta declaración, u« —Sí, al de Hacienda; pere tengo la san el keier de leerme. WENCESLAO FERNANDEZ FLOREZ