San Alberto Hurtado Cruchaga (I) Luis Alberto Hurtado Cruchaga fue un sacerdote jesuita chileno nacido en Viña del Mar el 22 de enero de 1901 y muerto en Santiago de Chile el 18 de agosto de 1952, conocido popularmente como Padre Hurtado, fundador del Hogar de Cristo. Una obra para que los pobres que carecían de techo, los vagabundos, sobre todo niños, pudieran encontrar un verdadero y familiar hogar. Fue canonizado el 23 de octubre de 2005 por el Papa Benedicto XVI. Es muy importante insistir en la profunda espiritualidad mariana de San Alberto Hurtado, que lo conduce a actuar como ella: teniendo a Cristo en su interior, se levanta y se pone en camino ‘con gran prisa’ a ayudar al prójimo. Cuentan que el Padre Hurtado no iba nunca a acostarse sin antes haber rezado el rosario. Aquí leemos parte de un Discurso a los jóvenes, ‘a los pies de la Virgen’ en el Cerro San Cristóbal, el año 1938. Con gran prisa... El Ángel anuncia a María la noticia de Isabel, y María se levanta a ayudar al prójimo. Tan pronto es concebido el Verbo de Dios, María se levanta, hace preparativos de viaje y se pone en camino con gran prisa para ayudar al prójimo. María ha comprendido su actitud de cristiana. Ella es la primera que fue incorporada a Cristo y comprende inmediatamente la lección de la Encarnación: no es digno de la Madre de Dios aferrarse a las prerrogativas de su maternidad para gozar la dulzura de la contemplación, sino que hay que comunicar a Cristo. Su papel es el de comunicar a Jesús a los otros. Sacrifica no los bienes espirituales, pero sí los goces sensibles. Lo que ocurre tantas veces en nuestra vida: celebrar la Misa en un galpón, con perros, gallos, cabras... Muy bien, si se trata de comunicar a Cristo, condenación al egoísmo espiritual que rehúsa sacrificar los consuelos cuando el bien de los otros lo pide. Caridad real: Se levanta y va, y hace de sirvienta tres meses. Caridad real, activa, que no consiste en puro sentimentalismo... dispuesta a prestar servicios reales y que para ello se molesta y se sacrifica. Servicios difíciles. La Virgen de 15 años, llevando el fruto bendito, parte para esa montaña escarpada, en la cual sitúa Nuestro Señor la escena del Samaritano con el herido, medio muerto por bandidos. ¡¿Excusas?! ¡¡Cuatro días de viaje!! A través de caminos poco seguros. Las dificultades no detienen su caridad. Además, no le han pedido nada. Bastaría aguardar. Nadie se extrañaría. Así razona nuestro egoísmo cuando se trata de hacer servicios. Parte prontamente: No espera que le avisen. Tan pronto recibe la visita del Ángel, sin esperar que le avisen. ¡Ella, la Madre de Dios, da el primer paso! ¡Qué sincera es María en sus resoluciones! Ha dicho: "He aquí la Esclava del Señor", y lo realiza; recibe el aviso del Ángel, y parte. Este adelantarse en los favores, los duplica. Humilla tanto el pedir; evitémoslo, y sobre todo el prestar los favores de manera brusca, que hace más daño que bien. Como la Santísima Virgen, que parece no darse cuenta que se sacrifica. Sin ostentación, sin recalcar el servicio prestado, sin que a los cinco minutos ya lo sepa toda la comunidad, y quizás toda la ciudad. ¡Más bien, como si yo fuese el beneficiado! ¡Esa es la caridad, esa es la que gana los corazones! Un servicio prestado de mal humor, es echado a perder: "¡Dios ama al que da con alegría!" (2Co 9,7). ¡El que da con prontitud, da dos veces! Es el gran secreto del fervor: la prisa y el entusiasmo por hacer el bien. No refugiarnos detrás de nuestra dignidad, esperando que los otros den el primer paso. La verdadera caridad no piensa sino en la posibilidad de hacer el servicio, como la verdadera humildad no considera aquello por lo que somos superiores, sino por lo que somos inferiores. "Estimando en más cada uno a los otros" (Rom 12,10). Los religiosos imperfectos tienen caridad mezquina. Dan lo menos posible, piensan, discuten, regatean, miran el reloj... El gesto cristiano es amplio, bello, heroico, total. Se da sin medida y sin esperanza de retorno. En él los invita a imitar la actitud de María: a ponerse de pie, en camino, a ayudar al prójimo; a ser antorchas vivientes que logren iluminar la oscuridad del mundo. María fue la primera “co-laboradora” de Dios. El Padre Hurtado quería que todos pudiésemos imitarla en esa actitud de donación y colaboración, para dar solución verdadera a los problemas sociales. María, modelo de cooperación La devoción a Nuestra Señora es un elemento esencial en la vida cristiana. El alma cristiana está llena de esta devoción. En países de misión, el Islam que avanza, se ve detenido por María. Esas religiosas indígenas, todas con títulos de María; Capillas, Rosario, Escapulario, Templos, Peregrinaciones, Grutas. 1. En qué se funda la devoción a María Es una lástima que prediquen sólo esta devoción poética: Palma de Cades, Rosa de Jericó, destacando únicamente su hermosura. El verdadero fundamento no lo descubre el hombre raciocinando sino orando bajo la inspiración del Espíritu Santo. En nuestra oración hallamos tan natural el privilegio de María antes de todo mérito suyo. Se ve en la celebración del 8 de diciembre. El pueblo que ora lo intuye. En Lovaina en el 50º aniversario de la Inmaculada Concepción, había iluminación hasta en las casas más modestas. Un niño es interrogado: En la Fiesta de Nuestra Señora, ¿tú le tienes envidia? Nadie tiene envidia de la Madre. 2. La gracia de María es gracia funcional Toda gracia es funcional: en provecho de todos los demás, justos y pecadores. No se trata de honores sino de funciones. La función de María es ser Madre de Dios, y su gracia es para nosotros lo que funda nuestra esperanza, ya que la preferida de Dios es mi Madre. La gracia funcional de María persiste: Cuando Dios ha elegido una persona para una función no cambia de parecer. San José, patrono de la Sagrada Familia: la Sagrada Familia creció y es la Iglesia, luego José, patrono de la Iglesia. María estaba al cuidado doméstico de la Sagrada Familia... Ésta crece, y está al cuidado doméstico de la Iglesia: "Así como cuando vivía Jesús iba usted, oh Madre, con el cántaro sobre la cabeza a sacar agua de la fuente, venga ahora a tomar agua de la gracia y tráigala, por favor, para nosotros que tanto la necesitamos". 3. María, modelo de cooperación María, como Madre, no quiere condecoraciones ni honras, sino prestar servicios. Y Jesús no va a desoír sus súplicas, Él, que mandó obedecer padre y madre. Su primer inmenso servicio fue el "Hágase en mí según tu palabra"... y el "He aquí la Esclava del Señor" (Lc 1,38). Dios hizo depender su obra del "Sí" de María. Sin hacer bulla prestó y sigue prestando servicios: esto llena el alma de una santa alegría y hace que los hijos que adoran al Hijo, no puedan separarlo de la Madre.