AHOGANDO LA TERQUEDAD 2 Reyes 5:1-19 Naamán fue un general del Ejército Sirio. Gozaba de gran reputación y era muy estimado por el rey de su nación. No le faltaba nada, excepto, un milagro de sanidad; era leproso. Él no había escuchado del Dios de Israel, hasta un día en que la mujer que le servía en casa, le habló sobre un profeta que podría sanarlo. Naamán buscó al profeta Eliseo pero sin éxito en su intento, solo pudo hablar con el siervo del cual recibió la siguiente instrucción: ve y lávate siete (7) veces en el rio Jordán. La primera reacción del general, fruto de su desacuerdo, fue enojarse mientras mencionaba otros ríos más limpios y codiciados. Sin embargo, influenciado por sus acompañantes, obedeció y la lepra desapareció. Ciertamente la experiencia de éste famoso General, desnuda tres barreras que impiden que un milagro de Dios ocurra en nuestra vida: MI ESTILO El estilo resume el modo o la forma característica de actuar o de ser de una persona. El estilo hace parte de los gustos y la personalidad. Al parecer, el estilo de Naamán descansaba en la imponencia y la inmediatez. Seguramente no estaba acostumbrado a esperar, mucho menos, a tratar con intermediarios. La clave para un milagro está en adaptarnos al estilo de Dios, conscientes de que Él es soberano y actúa como quiere. Parece obvio que Naamán enfrentaba una fuerte lucha debido a su posición o reputación. Sin duda, no le gustaba “ocupar las sillas de la segunda fila”. 1 El texto relata que llegó a la casa del profeta con sus caballos y carros, pero Eliseo no le dio la cara. Esto podría sugerir que aquella actitud del profeta fue intencional. Aquel general del ejército estaba necesitado, pero tal vez, no estaba convencido de seguir las instrucciones sistemáticas del profeta. Todos queremos que Dios haga algo nuevo en nuestras vidas, sin embargo, Dios no lo hace, hasta que no seamos conscientes de que nuestra necesidad ha superado radicalmente nuestra apariencia. Meditemos: Has notado que antes de que recibas una nueva bendición de Dios, Él se encarga de “pulirte”. MI ORGULLO Además de que Naamán no estaba acostumbrado a recibir mensajes a través de terceras personas, por primera vez sintió que la esperanza que tenía en un milagro estaba en poder de un hombre desconocido. Por ser un hombre importante, tenía plena cercanía al rey de su nación y el hecho de que Eliseo enviara a uno de sus siervos para darle el mensaje, pudo significar para él una ofensa. Naamán se enfureció y se fue, quejándose: «¡Yo creí que el profeta saldría a recibirme personalmente para invocar el nombre del SEÑOR su Dios, y que con un movimiento de la mano me sanaría de la lepra! 2 Reyes 5:11. 2 Una debilidad común entre la raza humana es el orgullo. El orgullo es aquella voz que nos impide abandonarnos en los brazos de Dios. A la vez, nos inhabilita para creer en Su poder. El fruto del orgullo es la auto-suficiencia. Hay un personaje en la Biblia que nos enseña una gran lección de humildad, Juan el Bautista. Ante Jesús, sabía quién era, y conocía muy bien sus alcances y limitaciones. Por eso dijo: A él le toca crecer, y a mí menguar. Juan 3:30. El cristiano debe recordar que es imposible alcanzar la plenitud sin Dios. 3 MI CRITERIO Has escuchado alguna vez las expresiones: a mí me parece que… o, yo creo que es mejor... ¡Realmente es una expresión peligrosa cuando creemos tener pensamientos superiores a los del Señor. Algo similar le ocurrió a Naamán: ¿Acaso los ríos de Damasco, el Abaná y el Farfar, no son mejores que toda el agua de Israel? ¿Acaso no podría zambullirme en ellos y quedar limpio?» Furioso, dio media vuelta y se marchó. 2 Reyes 5:12. Claro, Dios siempre tiene la misma respuesta a estas impresiones humanas: Mis caminos y mis pensamientos son más altos que los de ustedes; ¡más altos que los cielos sobre la tierra! Isaías 55:9. Y yo añadiría: aunque ustedes tengan aguas más limpias con agua oscura podría purificarlos. Aplicación 1. Las grandes barreras para un milagro, provienen de nosotros mismos. 2. Cuando el Señor te pida que hagas algo, evita plantear mejores opciones. Dios es sabio y sabe lo que hace. Para concluir la reunión Medita en el siguiente texto: Nadie tenga un concepto de sí más alto que el que debe tener, sino más bien piense de sí mismo con moderación, según la medida de fe que Dios le haya dado. Romanos 12:3.