Quienes tienen menos de cuarenta años de edad quizá no lo recuerden, pero el precio del dólar en el mercado paralelo era una información que aparecía muy frecuentemente en la tapa de los diarios y se encontraba destacada entre las series estadísticas que actualizaban diariamente las ublicaciones especializados en economía y finanzas. También era común ver a compradores de dólares arrimarse a cualquier turista que llegaba al aeropuerto y ofrecerles un precio superior al que mostraban las pantallas de las casas de cambio y de los bancos. En los centros financieros de las grandes ciudades había muchos “arbolitos”, gente que compraba y vendía dólares al paso de los transeúntes. Y existían numerosos intermediarios financieros informales que arreglaban grandes transferencias hacia y desde Argentina de dólares sin que quedaran registradas en cuentas administradas por entidades financieras autorizadas y mucho menos que quedaran registradas en el Banco Central o en la AFIP. Esto ocurría no sólo en nuestro país sino en todos los países socialistas y en muchas economías emergentes que tenían estrictos controles de cambio. Las transacciones en el mercado de cambios estaban fuertemente penadas, pero era tanta la ganancia que hacían los operadores y sus clientes que todos ellos se arriesgaban y rara vez eran descubiertos y, mucho menos, sancionados. En los últimos años de la década del 80, el mercado negro se legalizó y apareció formalmente un mercado libre de divisas, separado del mercado oficial en el que participaban obligatoriamente los exportadores y al que podían recurrir importadores y otros demandantes de dólares autorizados para operar. La brecha entre el mercado paralelo (negro al principio, libre después) y el mercado oficial variaba mucho, dependiendo de la política monetaria del Banco Central y de las expectativas de inflación y devaluación. Cuando la brecha era grande se desalentaba el turismo al exterior y quienes traían mercadería de contrabando pagaban un precio mayor por el dólar que los importadores con acceso al mercado oficial de cambios. Esto era visto como un beneficio para la economía nacional porque se alentaba el turismo interno y se desalentaba el contrabando. Yo incluso escribí, por aquella época, que en la medida que la brecha no fuera superior al arancel promedio de importación, en cierta medida el precio del dólar en el mercado paralelo se equiparaba al precio del dólar de importación (siempre superior al oficial en el monto del arancel). Por eso yo siempre criticaba las políticas monetarias que en aras de cerrar completamente la brecha subían desproporcionadamente las tasas de interés. Pero a pesar de estos beneficios, la existencia de dos mercados para el dólar, como organización permanente del mercado cambiario, trajo enormes inconvenientes y contribuyó a la desorganización completa de la economía que terminó en la hiperinflación de 1988 a 1990. La existencia de una brecha entre el dólar paralelo y el dólar oficial llevó a la creciente subfacturación de exportaciones y a la sobrefacturación de importaciones. A través del primer mecanismo, los exportadores se hacían de dólares en el exterior que luego procuraban ingresar a través del mercado paralelo. A través de la sobrefacturación los importadores conseguían dólares baratos en el mercado oficial que utilizaban para hacer una diferencia vendiéndolos en el mercado paralelo. Como es de esperar, semejante ganancia ilegal alienta la corrupción de los funcionarios aduaneros y de los demás organismos de control. Los controles de cambio desalientan la inversión extranjera directa por dos razones: una porque el gobierno obliga a los inversores a vender sus divisas a un precio del dólar que ellos perciben como artificialmente bajo y otra, porque el inversor comienza a tener incertidumbre sobre la posibilidad de repatriar dividendos. El desaliento es mayor mientras más grande sea la brecha entre el mercado paralelo y el mercado oficial. Como el único instrumento que el gobierno tiene para mantener a niveles razonables la brecha entre el mercado paralelo de cambios y el mercado oficial es la política monetaria (en la medida que el gobierno no quiere dejar que el mercado oficial flote libremente, sin restricciones a operar en él) comienza a establecerse una carrera entre las tasas de interés y el precio del dólar en el mercado paralelo. Las tasas de interés ya no están atadas a la evolución del precio del dólar en el mercado oficial, sino a la expectativa de devaluación en el mercado paralelo. Y como la volatilidad de este último es mucho mayor, la política monetaria necesita ser mucho más agresiva que si tratara de influir sobre la cotización de la moneda en un mercado único, mucho más estable por su propia naturaleza. La existencia de un mercado paralelo con una fuerte brecha en relación al mercado oficial promueve la aceleración inflacionaria, porque muchos precios comienzan a ser fijados según la evolución del mercado paralelo y no en base al precio pagado por los importadores en el mercado oficial. La política monetaria, si pretende enderezarse a una determinada meta de inflación, se torna más restrictiva, porque para alcanzar esa meta de inflación tienen que lograr primero controlar la brecha en el mercado paralelo del dólar. Traigo a colación todas estas referencias del pasado, porque el Gobierno se encamina claramente en la dirección equivocada si es que quiere sentar las bases para un programa exitoso de estabilización que minimice los costos recesivos. Para quienes quieran conocer cuál es el camino alternativo, recomiendo releer mi libro “Estanflación” que a pesar de haber sido escrito en 2008, tiene todavía plena vigencia.