Pujol Berché, Mercè (2005). “Reflexiones acerca de la relación entre lengua y cultura en didáctica de lenguas”, in Oro, J.M.; Varela Zapata, Jesús y Anderson, JoDee (Ed). Lingüística aplicada al aprendizaje de lenguas. Santiago de Compostela: Universidade de Santiago de Compostela, 209-223 (ISBN 84-9750-397-X). Reflexiones acerca de la relación entre lengua y cultura en didáctica de lenguas Mercè Pujol Berché Universidad de París 8, merce.pujol@wanadoo.fr Resumen El artículo plantea la relación entre lengua y cultura en el seno de la didáctica de lenguas extranjeras en contextos multiculturales y multiétnicos. Después de exponer diferentes definiciones tanto de lengua como de cultura se aborda la relación entre ellos a partir del universo cognitivo que crean los diferentes grupos. Se hace hincapié en los procesos de comprensión de la alteridad como construcción de la propia identidad. La lengua es ante todo una herramienta semiótica y la cultura, fruto del trabajo humano, son formas de hacer, de pensar; son creencias, representaciones y sistemas de actividad. El universo cognitivo es el espacio de conocimiento en el que tienen lugar la percepción, el reconocimiento, la clasificación, la categorización de uno mismo y de los demás, son interprtaciones, se trata de la “puesta en escena” de todos nuestros actos. La cultura es transmisión de los propios valores, así por ejemplo a través de los proverbios, la lengua castellana transmite una ideología sexista y machista. Los cuentos y los mitos son asimismo un buen ejemplo de la transmisión del simbolismo, de los roles sociales y de un cierto orden social y moral dentro del imaginario colectivo (Las mujeres en espera del anhelado príncipe azul). La perspectiva intercultural consiste en una interpretación recíproca de puntos de vista que, por definición, son diferentes, en un acercamiento a la cultura de los demás a partir de la visión del otro y en el abandono de su propio etnocentrismo. Thinking about language and culture in the domain of teaching foreign languages Abstract The aim of this article is to explain the relation between language and culture, in the specific domain of teaching foreign languages. Different definitions of language and culture will be given not intrinsically but in order to discover the cognitive world created by groups in multiculture and multiethnic contexts: for example the process of underanstanding differences with others is fundamental to create one’s own identity. Culture is formed with beliefs, representations (systems of actions). These ways of thinking, acting are best represented in language which is before all a semiotic tool. The cognitive world implies the perception, the recognition, the classification, the categorisation of oneself and others. It is through this cognitive world that we act and interpret our acting and that of others. Culture is what enable the transmition of values associated to this world. For example, with proverbs in castillian on easily gets the idea of a sexist and machist society. Tales and myths, other examples of the collective imagination, enable the transmission of symbolism, social rules and a specific moral and social order: in these, “Women are still wainting for the charming prince”. The intercultural perspective consists in to a reciprocal interpretation of different points of view, which requires to put one’s own ethnocentrism on the side in order to open to others’ culture. El objetivo de nuestra comunicación es llevar a cabo una reflexión sobre el tema de este congreso –la relación entre lengua y cultura en una Europa multicultural- y ello desde la perspectiva que nos brinda la didáctica de lenguas extranjeras. Empezaremos para ello con la exposición de algunas definiciones de lengua y del concepto de cultura, para retener que la primera es una herramienta semiótica y que la segunda es un conjunto de formas de pensar, de ser, de estar y de interpretar la identidad, la historia y las costumbres de un grupo social determinado. Esto nos permitirá abordar el universo cognitivo que todo grupo crea y recrea como espacios clave de significación y de simbolismo. Ilustraremos nuestra exposición con ayuda de la interpretación que puede hacerse de los proverbios, del rol de las mujeres en la sociedad y del papel extremadamente importante de los cuentos y de los mitos. El lenguaje asocia al significado todo su contenido subjetivo a través de la connotación y del simbolismo. En la tercera parte del artículo argumentaremos sobre la importancia de los procesos de comprensión del otro y de la alteridad como aspectos de construcción de la propia identidad. Discutiremos asimismo algunas de las investigaciones llevadas a cabo en el marco de las investigaciones interculturales. Terminaremos desarrollando los progresos efectuados a lo largo del siglo XX sobre la enseñanza de la cultura para llegar a la intercultura y al hablante intercultural, como aquel que comparte y participa en diferentes sociedades discursivas. 1. Algunas definiciones como punto de partida Lengua y cultura están estrechamente relacionadas y aunque nos dediquemos en algunos casos y en algunas disciplinas, por (de)formación profesional, más a la primera que a la segunda, una no existe sin la otra, ambas son inseparables, incluso sin preocuparnos cuál de ellas es el fruto o la consecuencia de la otra. Para poder ver un poco más claro en este complejo tema de la interrelación entre lengua y cultura, empezaremos aclarando conceptos con algunas definiciones. Siguiendo a Saussure, podríamos definir la lengua como un sistema en el que todos los elementos están relacionados entre sí de tal forma que si movemos uno, el resto de elementos se reestructura. También podemos ver la lengua como algo arbitrario y al tiempo convencional. Podemos también definirla como un sistema de comunicación humana que consiste en la organización estructurada de sonidos (cf. Richards, Platt y Platt, 1997), como un instrumento de comunicación e incluso como una herramienta semiótica El término de cultura es, si cabe, mucho más polisémico que el de lengua y las diferentes definiciones que podemos encontrar de ella, podrían situarse a lo largo de un continuum en el cual las distintas disciplinas irían depositando sus concepciones y puntos de vista. Podríamos ubicar en un extremo de dicho eje todas las definiciones extraidas del ámbito institucional (gobiernos, ideologías dominantes y evidentemente escuela), mientras que en el extremo opuesto situaríamos las posiciones de antropólogos y sociólogos interpretativos, por ejemplo. Así pues encontraríamos definiciones 2 tradicionales de cultura que englobarían aquellos conocimientos adquiridos y transmitidos por las instituciones sobre todo por la escuela. De este tipo de definiciones surge lo culto. Las aportaciones de los antropólogos que como señalábamos, se sitúan en el lado opuesto, consideran la cultura como lo distinto a la naturaleza, como el conjunto de producciones específicamente humanas. El diccionario de uso de Seco et alii. (1999) define la cultura como el conjunto de modos de vida, de conocimientos y grados de desarrollo de una colectividad. Según los antropólogos lingüistas Sapir y Whorf, la estructura morfosintáctica de la lengua es el reflejo de las formas de pensar de una cultura determinada. Este postulado no contempla sin embargo que una lengua puede ser utilizada por culturas diferentes como sucede con el castellano y con la mayoría de lenguas. Cuando ponemos en relación lenguaje y cultura surge el problema de la significación. Cada cultura posee su propia identidad, su propio lenguaje, su historia y sus costumbres. Adoptaré en la presente contribución la posición de los antropólogos interpretativos y en consecuencia definiré la cultura como las formas de hacer, las creencias, las representaciones, las formas de vida de un grupo social determinado o de una determinada comunidad. La cultura es siempre fruto del trabajo humano, de todas las experiencias realizadas por los diferentes grupos y de todo aquello que ha sido transmitido de generación en generación. 2. Universo cognitivo: significación y simbolismo Cuando relacionamos la lengua con la convención y con sistemas convencionales, no podemos evitar insertar todo esto en el universo social de los diferentes grupos de humanos que hablan una lengua y, al mismo tiempo, en su universo cognitivo puesto que el ser humano está formado también por lo cognitivo, el conocimiento. Dicho universo cognitivo en el que cada lengua se mueve, se modifica, cambia y varía, y se compone del contexto en el que los actos lingüísticos tienen lugar y de la significación de los mismos dentro del mundo de simbolismo vigente en el grupo. Cada lengua y cada cultura crean y recrean su propio universo cognitivo, es decir ese espacio de conocimiento en el que tienen lugar la percepción, el reconocimiento, la clasificación, la categorización, las representaciones y las creencias, de uno mismo dentro del grupo, como del otro, de la diferencia, de la alteridad, del otro como componente de otro grupo y por tanto de otra cultura, en el sentido más amplio posible (desarrollaremos este aspecto más adelante). La significación depende pues del contexto, además todo se construye en contextos determinados. Todo debe interpretarse y todos los contextos son plurales. Nuevamente nos encontramos con una multitud de definiciones sobre el contexto; podríamos elegir una de ellas general incluso que lo consideraría como el medio en el que se intercambian significados. Como mantiene la teoría de la acción –el lenguaje como acción social- el contexto no viene dado, sino que lo definen los participantes y en esa definición la atribución de significado es fundamental, es, nos atreveríamos a decir, el eje de la propia interacción. Significado entendido como el dar sentido a algo, a las palabras, a los hechos y a las acciones culturales. Si tomamos el concepto de cultura como construcción de lo humano, podemos constatar la pluralidad de doctrinas, de formas de ser y de pensar que conviven. Como sabemos 3 existen dos concepciones opuestas con relación a la cultura (cf. Clanet, 1993), las ideologías universalistas, aquellas que reclaman el nivelamiento cultural y la desaparición de entidades culturales diferentes con lo cual postulan una única cultura mundial. Posición que probablemente se acentue con la globalización y la mundalización. Por otra parte, las ideologías relativistas llamadas también del pluralismo cultural que parten de dos presupuestos. El primero es que cada cultura desarrolla su propia visión del mundo y sus propios sistemas de valores, el segundo que existe un reconocimiento de estas visiones del mundo por parte de todos. El inicio del diálogo entre culturas toma su punto de partida en esta visión del pluralismo cultural, en el reconocimiento del relativismo en cuanto a creencias y valores. Desarrollaremos este aspecto más adelante. Petrich (2002) sugiere en un artículo extremadamente interesante sobre los proverbios en México, que los términos de los mismos son siempre connotados, es decir que “una cadena semiológica ya existente es utilizada como significante, como materia prima a la cual se le asocia un nuevo concepto. Lo que varía es el grado de connotación” (2002: 205). Dicha autora sugiere que dicha connotación se origina en “una mentalidad machista común a países latinoamericanos e incluo a España” (op.cit.: 205). Los elementos significativos de “hombría” y los expresados en proverbios como “Caballo, mujer y escopeta a nadie se presta”, “No hay mal que por bien no venga” en España, o “no hay mal que por mujer no venga” en México son relevantes en cuanto a la visión del hombre y de la mujer y a los roles que unos y otras desempeñan en el grupo, así como a las relaciones entre ellos y a las relaciones con otras especies con las que se comparan. En definitiva a las relaciones semánticas que se establecen a través del lenguaje entre las palabras “gallo” y “mujer” que tienen en común la irracionalidad y la animalidad. Los proverbios asociados a la mujer responden a una ideología sexista. La función primera de esos proverbios es afirmar el machismo concebido como una condición inalienable de la masculinidad. De este trabajo nos interesa destacar dos elementos. Por una parte lo relativo a la visión de la mujer a través de los proverbios y por otra parte, la idea de universo cognitivo -extraida de Gumperz (1989)-, entendido como la “puesta en escena” en un tiempo y espacio determinados. En otras palabras, la significación que se le atribuye a una creencia, por ejemplo, depende del espacio y del tiempo en el cual han sido producidos. De alguna forma todo esto se fundamenta en la base axiológica del discurso (paradigmas), es decir en los valores y la escala de los mismos, poniéndose de manifiesto en la elocución, en la manera de hablar, en la forma de utilizar el lenguaje, en definitiva en la relación entre las palabras y el significado atribuido a cada una de ellas. En el seno de un contexto determinado, contextualizamos culturalmente hablando no sólo a los diferentes interlocutores que intervienen en el acto de habla, sino también las propias palabras en sí, la relación entre ellas y aquellas que pueden sustituirse dentro de un mismo paradigma. La connotación, a diferencia de la denotación, es todo lo que se asocia al significado de una palabra, es lo que se añade de subjetivo al significado, mientras que la denotación es la cualidad, el sentido más objetivo posible. Uno puede decir blanco “para reflejar todas las radiciones del espectro luminoso, no tiene el color de ninguna de ellas, como la nieve o la leche” (Seco et alii., 1999: 671), pero se puede decir “enarbolar la bandera blanca” como símbolo de paz o de tregua. La lengua nos permite así mismo decir, “está blanco” para indicar que no tiene antecedentes penales, “arma blanca”, “trato de 4 blancas” o “estar sin blanca”, entre muchas otras construcciones, locuciones y expresiones. Ferlosio hablando del “Jarama”, nos dice que en ella “la sexualidad es blanca, sin retorcimientos” (Seco et alii., 1999: 671). En política, “blanco” (contrarrevolucionario o de derechas) se oponía a “rojo” (revolucionario). Perregaux (2001), literata suiza blanca especialista de literatura británica, pone en evidencia al reflexionar sobre la blancura que para los investigadores lo blanco es la norma, lo otro es la diferencia, la alteridad. Volveremos más adelante sobre la noción de alteridad y la presencia del otro, elementos indisociables cuando hablamos de lengua y de cultura. Simbolismo es el uso de símbolos, es decir el uso de cosas o personas que presentan a otras cosas o personas de forma convencional o arbitraria. Como sistema que es tiene las mismas características que el lenguaje, es algo convencional con lo cual compartido y al tiempo arbitrario. Los símbolos al igual que el lenguaje se transmiten. Los himnos nacionales (unos con letra como Els Segadors o “La Marsellesa”, otros sin, como el himno nacional español), las banderas (la española, la constitucional española) construidos por los humanos (constatemos el uso que últimamente se hace de la bandera española) pueden representar a un país y bajo ellos los miembros de dicho país se sienten cohesionados “o se les obliga a ello” 1 . El simbolismo en literatura (movimiento surgido en Francia a finales del siglo XIX con autores como Baudelaire y Claudel) por ejemplo, es el uso simbólico de imágenes y de sugerencias, es preferir el subjetivismo a lo objetivo. De alguna forma las representaciones sociales son recursos simbólicos. El imaginario colectivo está compuesto también por los cuentos y los mitos, mientras que los sueños y los fantasmas forman parte del universo individual. En lo referente a los primeros, contados a los niños para divertirlos, entretenerlos o dormilos, transmiten parte de la cultura, parte de los valores y reflejan el funcionamiento de la sociedad. El papel de la mujer (nuevamente), las hadas, el príncipe azul son formas claras de este imaginario y de estra transmisión de imágenes y de roles. Son sociedades sexistas como la reflejada en los proverbios cuyos rasgos machistas se han mencionado anteriormente. En lo que a los mitos se refiere, éstos también forman parte del imaginario social y en ellos siempre podemos encontrar un héroe con sus valores y un cierto orden moral, social y cultural. Nuevamente encontramos muchos héroes y pocas heroinas. Por otra parte, como lo menciona Herrmann (2002) a propósito de lo que ocurrió con las libertarias y con todas las jóvenes y adolescentes que lucharon durante la guerra civil, también la historia se olvidó de las mujeres o, cuando no fue así, fueron vistas como prostitutas. Pero ahundar sobre el género nos alejaría de nuestro propósito en el presente artículo. Para terminar este punto sobre el universo cognitivo, nos gustaría añadir que “la distancia cultural” puesta en evidencia en los primeros trabajos europeos sobre la adquisición de una lengua extranjera (cf. Dittmar, 1980), y definida como la percepción de un interlocutor y del aprendiz sobre la distancia “imaginaria” entre la cultura de la lengua meta y la de la lengua de origen, según la proximidad o la lejanía de las lenguas en presencia es nuevamente una buena ilustración de este mundo simbólico inseparable de la cultura y por lo tanto de la relación entre ella y la lengua. 3. Procesos de comprensión del otro, de la alteridad y de la diferencia 5 La antropología social –europea– busca lo universal porque se preocupa por el papel del determinismo histórico y social, mientras que la antropología cultural fundamentalmente americana- está interesada en la interpretación ya que se posiciona por el relativismo de las culturas, algo que la europea no puede llevar a cabo en ese momento porque sigue marcada por los periodos colonialistas y su visión de superioridad de las culturas europeas frente a la de las colonias o a la de los países del tercer mundo. Es importante retener que las mentalidades son sobre todo el producto de la diversidad de culturas y desde luego no de dispositivos biológicos diferentes entre ellas. Siempre y en cualquier circunstancia hay heterogeneidad, la posición de la totalidad es inexistente. Ya sea desde un punto de vista lingüístico, ya sea desde un punto de vista cultural, existen representaciones, creencias, cuestiones subjetivas en relación con el otro, a la lengua o lenguas que puede utilizar, a la manera de ver y de comprender el mundo. Por ejemplo las investigaciones interculturales –de las cuales hablaremos más adelantellevadas a cabo a finales de los años ochenta y durante los años noventa, en el marco de los coloquios de la ARIC (Association pour la recherche interculturelle) (cf. Retschitzky, Bossel-Lagos y Dasen, 1989a, 1989b) pusieron en evidencia que el prisma a partir del cual vemos a ciertos pueblos o ciertas culturas es a partir del nuestro, de nuestra propia forma de ver. A título ilustrativo, podríamos citar a Gottret (1989) que llevó a cabo una investigación sobre las estrategias cognitivas de los niños quechuas y aymaras partiendo de la realidad observada y no de presupuestos como los que habían funcionado hasta entonces de tipo “los aymaras son introvertidos, poco inteligentes, serviles”. En esta misma línea es interesante destacar, en esta uniformidad que algunos nos quieren imponer, la nueva película de Elías Querejeta sobre los aymaras (Gallo, 2003). Lo fundamental de estas investigaciones fue, a nuestro entender, realizar estudios que partieron de la propia visión de los grupos o culturas estudiadas. Como mencionábamos anteriormente, la cultura es inseparable de lo humano, de lo convencional, de lo compartido, de la identidad, del otro y de la alteridad. Una visión etnocéntrica nos lleva a considerar que lo “natural” son nuestros valores, nuestras creencias y nuestras formas de pensar. El etnocentrismo es inherente a toda filiación, es un rasgo cultural y un fenómeno psicológico de naturaleza proyectiva. De ahí surgen nociones como los prejuicios (creencias preconcebidas) y los estereotipos (representaciones simplificadas y básicas de representación social) que son una manifestación pasiva del etnocentrismo. La descentralización consiste en la relativación del propio sistema de valores y hay que tener en cuenta algo importante, pero que a veces se olvida, que la diferencia no excluye la semejanza. Se considera comunidad cultural el conjunto de contactos, transformaciones, comportamientos, producciones, normas, valores, crencias existentes y particularizadas en un grupo humano. Sin embargo, todo este conjunto es dinámico, no es inamovible, no es estático, es variable. La cultura es al mismo tiempo un producto (algo en un momento determinado), pero es sobre todo un proceso de comprensión de uno mismo, como miembro de varias comunidades culturales con varios roles sociales atribuidos y de comprensión del otro. Como lo subrayan Abdallah-Preitceille y Porcher (1996), los procesos de comprensión intercultural consisten en una constatación de las diferencias, y en el ámbito de la enseñanza hay que tener en cuenta los procesos afectivos, cognitivos y metacognitivos en el aprendizaje, la percepción de la cultura meta y la integración de la cultura del aprendiz. 6 La cultura define también los sistemas de actividad. Como ya hemos mencionado en otro lugar al referirnos a los niños de origen magrebí en las escuelas españolas (Pujol Berché, 1994) cabría redefinir las culturas en presencia: culturas más globalizadas y culturas más segmentadas y organizadas. La identidad étnica es un sentimiento de pertenencia que relaciona, aunque sea subjetivamente, un individuo y una cierta colectividad. Este sentimiento se acompaña de representaciones, valores y símbolos que constituyen, como lo estamos viendo a lo largo de estas líneas, el mundo compartido de los miembros de un mismo grupo. La cuestión de la identidad no debe plantearse como dicotomía entre la pérdida de la de origen o su mantenimiento. Una de las características esenciales de la identidad es su carácter dinámico, su carácter dialéctico (cf. Lipiansky, 1986) y de construcción en la confrontación de uno mismo, de los grupos a los cuales pertenece, con los demás, con los otros grupos. “La identidad es un proceso interactivo gracias al cual un sujeto (individual o colectivo) accede a una cierta representación (consciente o inconsciente) de sí mismo en relación con otros sujetos (individuales o colectivos) o con otros objetos que tienen el estatuto de ideales (modelos idealizados, ideologías)” (Lipiansly, 1986: 10). En definitiva, "la identidad se construye en la confrontación de lo que es idéntico y de la alteridad, de la semejanza y de la diferencia 2 " (Tap, 1980: 10). Por otra parte, la psicología social ha puesto de manifiesto que todos los elementos del sistema social tienen un papel esencial en el desarrollo de las identidades y que se tiende a explicar el comportamiento de los demás a través de características estables. Un objeto y un sujeto no se definen sólo con relación a sí mismos, sino en relación con los demás objetos y sujetos y la representación establece las reglas de articulación entre ellos. El lenguaje y la situación social son esenciales en la construcción de dichas representaciones. La categorización, la diferenciación y los sentimientos de pertenencia son elementos cognitivos de construcción de las identidades, que incluyen las actitudes, las representaciones, los valores y los símbolos. La emigración representa sin lugar a dudas un cambio, pero la persona emigrada no parte de cero, lleva con ella su propio bagaje cultural y de vivencias, sus métodos (en el sentido de la etnometodología, cf. Gülich (1991). Es decir sur maneras y técnicas que comparte con el grupo social para moverse en él y solucionar eventuales problemas. La persona emigrada deberá aprender nuevos métodos y nuevas formas de categorizar y de representarse el mundo. Pero también deberán hacerlo los grupos receptores. 4. Intercultura y hablante intercultural A principios del siglo XX, los métodos para la enseñanza de lenguas extranjeras se centraban sobre todo en el aprendizaje de la gramática y de las formas básicas lingüísticas para poder acceder a los textos literarios. La noción de alteridad no estaba en absoluto desarrollada, ni siquiera mencionada. Los métodos eran casi enciclopedias sobre la cultura de la lengua extranjera. Pero a lo largo del siglo pasado han ido surgiendo diferentes visiones sobre el otro. Así por ejemplo en Alemania, Wendt introdujo su idea filosófica de Realinkunde (conocimiento de la realidad), en la que “el otro” debe ser considerado a partir del punto de vista de sí mismo. Esta idea se opondrá a Kulturkunde (conocimiento de la cultura) que reprocha a la primera su desorden metodológico. Durante el fascimo alemán se critica incluso la kulturkunde y surge el 7 concepto de Volkslenslehre (doctrina de la vida del pueblo) y el otro se integra en el esquema amigo/enemigo. A partir de los años cincuenta, estas ideas empiezan a cambiar y se comienza a hablar de Spanienkunde, pero tenemos que esperar a los años sesenta para hablar de la diferencia y el otro se vuelve un objeto de comparación, aunque se sigue pensando que no se necesita al otro para conocer la propia cultura. Hacia los años setenta aparece la Linguolandeskunde (la lengua es la expresión de la realidad) y en los años ochenta aparecen la comunicación transnacional e intercultural (el otro es una noción de relación, manifiesta algo dinámico, en movimiento) 3 . Así pues, se empieza a hablar de intercultural con los movimientos migratorios y las relaciones interétnicas y surgen las cuestiones de identidad, que mencionábamos más arriba. El concepto de competencia intercultural es relativamente nuevo, surge aproximadamente alrededor de los años ochenta gracias a la impulsión de la ARIC y de todos los trabajos relacionados con la emigración y con el desarrollo cognitivo de sociedades en vías de desarrollo llevados a cabo sobre todo en Alemania, Francia, Suiza y Gran Bretaña. La educación intercultural es un reconocimiento de valores, de modos de vida y de representaciones simbólicas de los demás. Si en los años setenta se hablaba de asimilación y en los ochenta de integración en los noventa se opta claramente por el interculturalismo. Los estudios sobre lo intercultural se desarrollan en el ámbito de la psicología, de la psicosociología, de la sociología y de las ciencias del lenguaje. Para cada disciplina hay diferentes perspectivas y como consecuencia de ello diferentes definiciones y nociones. La noción de intercultural permite, sea cual sea la disciplina de referencia y el punto de vista adoptado, un reconocimiento de pertenencias individuales y colectivas. Lo intercultural tiene pues bases antropológicas, didácticas y lingüísticas. Desde la interculturalidad, hay que definir lo que es la cultura y estudiar los procesos de la comprensión intercultural, la percepción de la cultura meta, la integración de la cultura de los aprendices y los estereotipos. Para Porcher (1986) la competencia intercultural consiste en un saber actuar y comunicar en un ámbito social. Para el sociólogo Bourdieu (1982), la persona adquiere un sistema de clasificación de los fenómenos sociales y una cierta forma de vida. Desde esta perspectiva se plantea también cómo definir el capital plurilingüe y pluricultural propuesto por Zarate (1997) como unidad de análisis de la arquitectura de las diferentes lenguas a partir de las que están presentes en el ámbito familiar. Para que se produzca la comunicación intercultural es necesario que el aprendiz reconozca al otro como diferente pero también como semejante. Como lo subraya Zarate (2002) el Marco (Consejo de Europa, 2001) padece cierta ingenuidad social al omitir cualquier tipo de conflictividad al intentar poner todas las lenguas como si estuvieran en el mismo saco y a pesar de animar a la pluralidad de lenguas y culturas, deja a la buena voluntad de cada uno el establecer las modalidades de las relaciones entre ellas. Como cualquier tipo de conocimiento, el conocimiento intercultural comprende los conocimientos declarativos (adquisición de nuevos conceptos) y los conocimientos procedurales (conocimientos a través de la experiencia) (cf. Byram, 1992). Se habla también de estrés cultural que se produce con relación con la identidad, por ejemplo el cambio de estatuto social en la nueva cultura. A este respeto es interesante subrayar que según un estudio del CIS (cf. Sarriegui, 2002) llevado a cabo entre los extranjeros extracomunitarios que vienen a España a trabajar, la tasa de los titulados universitarios es mayor en este colectivo que en el de los jóvenes españoles. Ello no sólo debería 8 romper la imagen que los autóctonos tienen de la mano de obra extranjera como analfabetos sino también que debiera desplazar el estereotipo creado y reconstruir una nueva percepción social que incluyera la realidad según la cual los jóvenes españoles tienen menos estudios que sus pares inmigrantes. Realidad difícil de aceptar porque choca con la propia identidad tanto de los autóctonos, como de los inmigrantes (cambio de estatuto social en su país de origen y en el país de residencia). Probablemente hay que mejorar de entrada la comunicación intercultural y los estereotipos que no son otra cosa que instantáneas que desean reflejar lo más rápidamente posible la realidad, pero a veces dichas fotos están más o menos cerca de la misma, o incluso están desfasadas porque existieron hace muchas décadas. La figura que a veces sigue apareciendo en algún libro de español lengua extranjera publicado fuera de España, en la que puede verse un asno y un campesino español de los años negros de la postguerra es un buen ejemplo de ello. En la España actual, deberíamos preguntarnos: ¿Qué conocemos de los latinoamericanos, cada vez más numerosos en España? A lo mejor nos suena algo como “el tango” o las diversas y múltiples dictaduras en países como Argentina, Chile, Uruguay, pero ¿qué conocemos sobre los peruanos salvo que a los aymaras se les persigue desde hace cientos de años, sobre los ecuatorianos salvo que el país se está descomponiendo a causa del éxodo de su población? En fin, el “paisaje humano” de España está cambiando y con él de forma irremediable las culturas españolas y las diferentes culturas vehiculadas por dichos grupos de inmigrantes. Hay que dar una respuesta a la mobilidad social, lingüística y profesional que estamos viviendo y tener en cuenta sus consecuencias sobre los distintos grupos lingüísticoculturales. Un latinoamericano cuando llega a España tiene ya un bagaje lingüístico, pero se le equipara a hispanohablante, que lo es, pero a monolingüe, lo que plantea la problemática de sus otras lenguas y lo que también plantea la problemática de la adquisición de las otras lenguas de España. El estudiante Erasmus importante en nuestros días puede que aprenda otras lenguas aparte de las internacionales. Vale la pena sin embargo preguntarnos si un estudiante Erasmus aprende el danés o el neerlandés cuando va a Dinamarca o a Holanda a completar sus estudios. Desde la perspectiva intercultural, se considera que los puntos de vista son distintos y las personas se interpretan recíprocamente como desorganizados o de ideas fijas, según el tipo de cultura a la que pertenecen y el tipo de redes sociales que se crean en su seno, además hay que tomar en consideración el tipo de relaciones sociales entre dos grupos que viven de forma distinta sus relaciones con el entorno. Para poder captar mejor la realidad de diferencias entre culturas Hall y Hall (1981) definen la noción de cadena de acción como un conjunto de acontecimientos en el que participan una o más personas. Estas cadenas se producen en un contexto dado, en el espacio (normas espaciales, olfato) y en el tiempo. Así por ejemplo, las personas monocrónicas son las que hacen una cosa a la vez, se concentran en su trabajo, muestran gran respecto por la propiedad, dan prioridad a la rapidez, mientras que las personas policrónicas hacen muchas cosas al mismo tiempo, son de alto contexto, poseen información y prestan cosas con facilidad, tienen una gran tendencia a construir relaciones duraderas. Este autor define el contexto como la información que rodea el acontecimiento y se relaciona estrechamente con su significado. A partir de ahí, se perfilan dos tipos de culturas, aquellas que presentan un contexto de comunicación alto y aquellas cuyo contexto de comunicación es bajo. En las primeras, la información se encuentra en la misma persona, existe muy 9 poca información explícita y transmitida en el propio mensaje. El interlocutor sabe lo que le preocupa al otro, sin necesidad de especificarlo, mientras que en las segundas, la mayor parte de la información se encuentra en el propio mensaje, para compensar lo que no da el contexto. Transmitir una cultura en clase de lengua extranjera no es una tarea fácil 4 . Desgraciadamente para el didáctico una lengua no es igual a una cultura, lo cual frena su trabajo porque lo hace más complejo. Desde que Dell Hymes propuso el concepto de competencia comunicativa y lo desglosó en los cuatro componentes ya muy conocidos, tanto los profesores como los autores de manuales han intentado dar cabida y ocuparse de la competencia sociocultural, distinta sin embargo a la intercultural. Vemos pues que las dificultades surgen cuando “nos topamos” con la palabra cultura, tan rica en matices y tan compleja a la hora de aprehenderla. El marco de referencia europeo anima a los europeos a hablar de la competencia intercultural para formar a los nuevos ciudadanos europeos. El paso de un concepto a otro es importante, pero a pesar de los años no se ha avanzado mucho. Por ejemplo, para poder trabajar sobre contenidos culturales habría que previamente definir qué es cultura y sobre todo qué cultura enseñar. De la misma manera que nos preguntamos a menudo, ¿Qué lengua enseñar? debemos preguntarnos ¿qué cultura enseñar? Y como consecuencia de ello qué competencia intercultural enseñar. Como constatamos, la cosa no es fácil y a veces se complica. Si en el caso de la lengua (por ejemplo, tanto en catalán como en castellano como en francés), disponemos de descripciones lingüísticas teóricas que nos sirven para proponer gramáticas pedagógicas y de enseñanza, no disponemos de descripciones culturales teóricas o prácticas a partir de las cuales se puedan realizar “gramáticas culturales” destinadas al proceso de enseñanza/aprendizaje. Cabría asimismo no confundir cultura, interculturidad y lo políticamente correcto. Para poder llevar a cabo esto debe hacerse una reflexión sobre la cultura y la sociedad cuya lengua se desea estudiar (enseñar y aprender). A título ilustrativo, podemos encontrar desde ya hace algunos años que los didácticos franceses a partir de FLE (francés como lengua extranjera), hablan de didactología y de didáctica de lenguas y de culturas. En España, por ejemplo, el área de conocimiento es el de Didáctica de la Lengua y la Literatura, se omite pues la palabra cultura y todo lo que ella puede representar. Para poder salir de esta especie de callejón sin salida, deberíamos adoptar el término de hablante intercultural porque como lo afirma Kramsch, “la idea de un hablante nativo, un idioma, y una cultura nacional es, por supuesto, una falacia” (2001: 33). Deberíamos recordar que la inmensa mayoría de la población está en contacto con varias lenguas desde su nacimiento. Si tomamos sólo a los españoles nos daremos cuenta que desde el punto de vista numérico aquellos que tenemos más de una lengua (familiar, escolar, de alfabetización) o incluso aquellos que por diversos motivos han emigrado 5 poseen aparte de alguna de las lenguas co-oficiales españolas, otras (francés, inglés, alemán, por citar sólo éstas). Si echamos una simple ojeada a la emigración extracomunitaria, nos daremos también cuenta rápidamente que un marroquí (adulto o niño) está en contacto permanente con el bereber (muy probable), una variedad del árabe y algunos conocimientos esparcidos por aquí y por allí del francés. Si echamos ahora una ojeada a los ecuatorianos probablemente encontremos que junto con una variedad del castellano, algunos de ellos conocen el aymara o el quechua (aunque por motivos de mantenimiento de su propia imagen lo oculten). Con todo esto queremos decir que si 10 una de las características de cualquier lengua natural es la variación una de las características de una cultura es también la variación, la heterogeneidad. A esto habrá que añadir que lo fundamental “no es la información compartida, sino las normas compartidas de interpretación” (Garfinkel, 1972: 304 citado por Kramsch, 2001: 33). 5. Conclusiones Hemos querido subrayar la importancia de lo simbólico en la relación entre lengua y cultura y la puesta en acción del universo cognitivo en cada lengua natural y en la interpretación que cada grupo –cada cultura- lleva a cabo gracias al lenguaje y a la connotación en la lengua. La cultura entendida como las diferentes formas de actuar, de pensar, de hacer, como las creencias y las representaciones es ese imaginario colectivo que nos permite interpretarla, acercarnos a nuestro propio grupo cultural y alejarnos de otros. La cultura entendida como construcción humana permite asimismo la creación y reacreación de identidades colectivas y sobre todo sociales. Identidades que no pueden existir sin el otro, sin la alteridad y que son fruto de las interacciones cotidianas con los demás. La diferencia no existe sin la confrontación con el otro, tampoco existe sin uno mismo de tal forma que diferencia y semejanza están íntimamente unidas. Abordar la cultura y la visión del otro nos ha llevado a la interculturalidad y a poner de manifiesto la importancia del hablante intercultural como aquel ser humano que participa de forma simultánea a diferentes culturas, es decir a diferentes formas de ver y de organizar el mundo. Hemos intentado con nuestra reflexión entender mejor la comunicación intercultural y dar cabida a la comprensión del otro que nos traen los diferentes movimientos migratorios y que nos lleva a interactuar con otras culturas, cercanas o lejanas según el punto de vista relativo que adoptemos. 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Les langues modernes 3: 5-14. 1 Mencionaremos a este respecto, los ambucheos que últimamente está recibiendo “La Marsellesa” en los campos de fútbol en presencia del Presidente de la república francesa, Jacques Chirac. 2 Las traducciones son nuestras. 3 Para obtener más información al respecto, el lector podrá consultar Holtzer y Wendt (2002) que recoge diferentes estudios sobre la enseñanza de la cultura en Francia y Alemania. 4 Invitamos al lector a consultar Ladmiral y Lipianki (1989), Zarate (1986 y 1993) y Llopis Blasco y Ballester Mancheño (1999) para tener una visión más amplia sobre la enseñanza intercultural. 55 Muñoz Molina afirmaba recientemente durante la presentación de la publicación en francés de su libro Sefardí celebrada en el Instituto Cervantes de París (30.01.2003) que España es un país de exilio: de judíos y árabes expulsados, de emigración económica, de refugiados políticos, de evasión de cerebros, y de tantos otros. 13