Burundi: Una lucha larga y silenciosa Por Andy Channelle, FICR Algunos desastres ocurren en un instante; sus consecuencias podrían durar años pero se notan desde el principio. También hay desastres que ocurren lentamente, por tanto, sus efectos se acumulan con el paso del tiempo pero nunca llegan a una masa crítica que capte la atención del mundo. Y después están los desastres que, por una variedad de motivos, nunca son titular pero que tienen una repercusión inmediata y clara en una comunidad y, después, persisten, sin perder su repercusión sobre los afectados. En 1993, decenas de miles de personas huyeron de la guerra civil en Burundi a países vecinos, incluido Tanzania, donde se crearon campos para alojarlos hasta que pudieran regresar a sus casas. Veinte años después, se han cerrado todos los campos excepto uno, lo que ha supuesto que 35.000 refugiados deban volver “a casa” a un país que ha cambiado mucho desde su marcha. Para aquellos que nacieron en el campo, es un hogar que nunca han visto. Además del gran estrés por el regreso, el caos de movimiento entre campos y la repatriación tuvo consecuencias graves no intencionadas. Donatien Nsaguye, de 58 años de edad, es uno de los 35.000 antiguos refugiados que abandonaron Tanzania a finales de 2012. En su época como refugiado, Donatien viajó por una serie de campos con su familia y finalmente volvió a Burundi. En el último desplazamiento de Tanzania a la zona de tránsito de Mabanda, en Burundi, quedó separado de su esposa y sus cinco hijos. “Cuando llegamos a este lado de la frontera, la gente salió corriendo en todas direcciones, así que fue un caos”, afirmó. “Primero quiero encontrar a mi familia antes de asentarme en algún sitio. Estoy preocupado por su seguridad, necesito valorar la situación con detenimiento antes de establecerme”. La historia de las familias separadas se repite con frecuencia y, por este motivo, hay equipos de voluntarios de la Cruz Roja de Burundi en campamentos de tránsito ofreciendo cada día servicios de búsqueda y de reunificación familiar, además de hacer lo posible para que estas personas estén cómodas antes de proseguir su viaje. Anselme Katiyunguruza, secretario general de la Cruz Roja de Burundi dijo que se necesitaban soluciones a largo plazo. “La lucha de los retornados no acabará cuando regresen a Burundi. Debemos pensar en cómo apoyar a estar familias en su nuevo entorno”, indicó. La Federación Internacional de Sociedades la Cruz Roja y de la Media Luna Roja apoya a la Cruz Roja de Burundi para que ofrezca ayuda de emergencia y hacer que las familias retornadas se orienten e integren dentro de las comunidades de acogida. En medio del miedo y de la sensación de estar perdidas, confusas y de no pertenecer a ninguna parte, persiste la lucha silenciosa de estas familias. La Cruz Roja Española, con el apoyo de la Dirección General de Ayuda Humanitaria y Protección Civil de la Comisión Europea (ECHO) sigue llevando a cabo programas esenciales en el único campo de refugiados que queda en Tanzania, ofreciendo ayuda sanitaria, obstétrica y pediátrica y asesoramiento nutricional para garantizar que las necesidades de los más vulnerables son escuchadas y quedan cubiertas. El programa general llegó a poblaciones de campos enteros, entre 100.000 y 250.000 personas, cada año desde 2005 hasta 2012.