Logros y Desafíos de nuestra Economía en su relación con el Mundo Terminada de reunirse la información estadística del año pasado, se ha tomado conocimiento que la economía ha retomado el fuerte crecimiento luego de la crisis internacional que se desencadenara a finales de 2008 y que repercutiera sobre nuestro país. Las mediciones señalan un crecimiento muy elevado del PBI del 9,2% para 2010, que la mayoría de las actividades económicas retomaron sus niveles de producción pre crisis y que muchas los superaron. El crecimiento se dio en todos los frentes: aumento de las exportaciones, del consumo y de la inversión, tanto del sector privado como gubernamental. En este último rubro fueron decisivas las fuertes sumas invertidas en la construcción de rutas y caminos, en producción y transmisión de energía, en obras hídricas, programas de vivienda y sus servicios accesorios, en arreglo y construcción de escuelas y hospitales, entre las más importantes. Cuando algunos sectores señalan que este crecimiento se debe principalmente al escenario internacional favorable (el “viento de cola”) vale la pena analizar cuáles fueron las principales acciones y decisiones del Gobierno Nacional que lo hicieron posible, así como algunas cuestiones que son importantes a mediano y largo plazo. Ello tiene que ver con la sustentabilidad del modelo para poder sostener altas tasas de crecimiento que permitan mejorar las condiciones de vida de la mayoría de la población e impulsar el desarrollo de la Argentina. 1. En primer término, hay que resaltar que para lograr esta tasa de crecimiento, la cuarta más alta del mundo el año pasado, fue decisiva la decisión del Gobierno Nacional de apostar al crecimiento del mercado interno. La misma fue acertada por estarse atravesando una época de inestabilidad global, dado que los países desarrollados atraviesan un período de dificultades económicas y financieras que no terminan de solucionarse, generando incertidumbre sobre el devenir de la economía mundial. También sucede que nuestras exportaciones sólo representan el 14% del PBI, resultando insuficientes para liderar una estrategia de crecimiento del país en el corto plazo, aunque se intenta impulsar las ventas de mayor valor agregado. Esta decisión de fortalecer el mercado interno también fue impulsada por el Gobierno desde el lado de la demanda, con la decisión política de incorporar a amplios sectores de la población que estuvieron largamente marginados social y económicamente. Ello se consiguió a través de los sucesivos aumentos en las jubilaciones y los salarios mínimos y de la instrumentación de la Asignación Universal por Hijo. Así, se mejoró sensiblemente los niveles de ingreso y consumo de la franja más relegada de la población, se pudo volver a acercarlos a los servicios de educación y salud y se logró reducir fuertemente los niveles de desigualdad en la distribución del ingreso. 2. Fue estratégico y fundamental para el crecimiento de todo este período la política de desendeudamiento que se inició durante el gobierno de Néstor Kirchner. Luego de duras negociaciones, en 2005 se logró una reducción sustancial del capital y de sus intereses, de cerca del 65% del monto original de la deuda. Con ello se logró reducir drásticamente el nivel de pagos, que generaba un ahogo financiero de la economía, permitiendo utilizar esos fondos en gastos e inversiones públicas que impulsaron el crecimiento. El segundo paso fue la estrategia de pago, que consistió en mantener constante el capital mientras se cancelaban los intereses, lo que en un contexto de fuerte crecimiento de la economía, hizo que el monto total de la deuda, se redujera fuertemente como porcentaje del PBI. Finalmente, el año pasado se decidió utilizar una parte de las reservas que se acumularon en el Banco Central para realizar el pago de capital e intereses, hecho que se repetirá en el presente período. Ello permitió cumplir con las obligaciones externas y liberar fondos para invertir en diferentes programas de gobierno, pero, por sobre todo, consiguió reemplazar deuda del Gobierno Nacional en moneda extranjera, en manos de tenedores privados, por deuda en moneda nacional, en manos de organismos públicos nacionales (que poseen el 62% de la misma). La diferencia, más allá de heterodoxia de la maniobra, es definitiva para el mejoramiento de la posición financiera del país y de su capacidad de pago. Así se logró avanzar en el camino hacia la solución de esta problemática central de la Argentina, algo inconcebible una década atrás. Este hecho debe reconocerse, celebrarse y defenderse, para que nunca más vuelva suceder. Porque la deuda externa fue la principal amenaza a la soberanía del país desde el retorno de la democracia. Para sostener el crecimiento también fue estratégica la decisión de nacionalizar el sistema y los fondos previsionales. Con ello se logró volver a retener una buena parte del ahorro nacional dentro del país e ir gradualmente reinvirtiéndolo en el sistema productivo, algo que no habían cumplido las AFJP, a pesar de que había sido uno de los principales argumentos teóricos que justificaron la adopción de ese sistema en 1994. 3. También fue central la decisión de mantener un tipo de cambio competitivo. La política de compra de dólares llevada adelante por las autoridades del Banco Central, dado el continuo ingreso de divisas que genera el superávit comercial, ha conseguido mantener un tipo de cambio alto, manteniendo la competitividad de la producción nacional. Ello ha permitido que los productos nacionales pudieran ganar mercados en el exterior, y que la producción nacional recuperara buena parte del mercado interno que había perdido con la Convertibilidad. Por supuesto, se necesita controlar el aumento de los precios internos que amenaza restarle competitividad al tipo de cambio. Pero la lenta depreciación de nuestra moneda frente al dólar, en un contexto regional en que todas las monedas se han apreciado frente a esta divisa, permitió compensar, en parte, esta situación, aunque no debe confiarse en este proceso a futuro. 4. Recién señalamos que las exportaciones representan una parte pequeña del PBI, el 14%. Pero ello no significa que no son importantes para la vinculación de la economía con el mundo. Al contrario, tienen un rol muy importante para que los sectores industriales puedan incrementar su producción y mejorar su competitividad. Un país como el nuestro no puede depender exclusivamente del mercado interno. Éste, de sólo 40 millones de habitantes, resulta reducido para que las industrias desarrollen economías de escala suficientes para reducir costos y ganar competitividad, por lo que necesita salir al mercado mundial. El mercado interno es muy necesario para dar los primeros pasos en el lanzamiento de muchas industrias y para disponer de una base firme y segura para lanzarse al exterior. Pero hay que tener claro que en algún momento se necesita salir al mundo. Nuestra economía necesita divisas para funcionar regularmente. Fundamentalmente debe pagar intereses y capital de la deuda (15,5 mil millones de dólares este año, sin incluir transacciones intrasector-público), hacer frente a la transferencia de ganancias de las empresas extranjeras que operan en el país (el año pasado remitieron más de 7 mil millones), o adquirir los bienes y servicios del exterior que son más (o menos) necesarios para el buen funcionamiento de la economía. Desde el final de la convertibilidad, la economía logró, por primera vez en la historia, mantener un superávit comercial ininterrumpido, de 13.000 millones de dólares anuales promedio. Este hecho evitó superar el problema de las recurrentes crisis de balanza de pagos que llevaban al estrangulamiento externo de la economía, generando abruptas devaluaciones, caídas de salarios, inflación, interrupción en el suministro de los bienes fundamentales y fuertes parates del sistema económico, para desgracia de la población. Hoy esa situación se ha superado y es algo que también se debe celebrar y defender. 5. Uno de los temas fundamentales del desarrollo económico es el de la sustitución de importaciones. Poder producir en el país gran cantidad de bienes que hoy son traídos del exterior, adquiere una necesidad central para fortalecer y diversificar la estructura productiva nacional. Sucede que los productos manufacturados, que son los que agregan más valor, los que podrían generar gran cantidad de nuevos puestos de trabajo, y los empleos de mejor calidad, en buena medida, son importados. Estos productos se quedan con el 43% del mercado industrial. Los mismos, de fabricarse en la Argentina, podrían generar un fuerte arrastre sobre otros sectores productivos y generar buenos empleos. Nuestro país, como suele suceder en todas las economías en vías de desarrollo, gasta una buena cantidad de las divisas que genera con sus exportaciones, en adquirir bienes industriales de alto valor agregado que, de ese modo, no se producen ni dejan que surjan en Argentina. Este proceso de sustitución arrancó con fuerza el año pasado, se ha incrementado en el corriente y debe continuarse y sostenerse a futuro. Se necesita que el ahorro nacional y el excedente de divisas se destinen a ampliar la capacidad productiva local para sostener el crecimiento futuro a tasas elevadas. Si bien la participación de las exportaciones industriales está creciendo en los últimos años por encima del promedio de las exportaciones totales, y ha llegado a su máximo histórico del 35% del total, aún se mantiene un fuerte déficit industrial con el exterior. Porque las importaciones industriales representan el 85% de las compras totales, lo que genera un déficit industrial de 27.000 millones de dólares anuales, cuestión tapada por el superávit global de la balanza comercial. Esto implica que las exportaciones argentinas terminan generando las divisas que, entre otras cosas, se usan para la compra de estos productos de alto valor o que, aún, una parte de la población es empelada para producir bienes de bajo valor agregado, con cuyas divisas se adquieren productos industriales. 6. Un tema muy importante que debe atenderse es el de la competitividad a largo plazo de las nuevas producciones que son impulsadas a través de la sustitución de importaciones. Es razonable que en los primeros años en que surge una industria nueva, tenga costos levemente superiores a los de los productos importados, ya que esta sustitución genera importantes beneficios para la economía. Hay que ser consciente de que cuando un bien se importa, el dinero utilizado para pagarlo desaparece del circuito productivo nacional, debilitando el sistema económico interno. Al contrario, cuando pasa a ser producido localmente, genera empleos en el país y utiliza insumos nacionales, y esas personas y firmas beneficiadas también demandan otros bienes y servicios. Además, estas nuevas transacciones y actores pagan impuestos, que permiten al gobierno financiar sus programas productivos, económicos y sociales. Es decir, se produce una multiplicación del efecto sustitutivo a lo largo de la cadena que tiene fuerte impacto en la economía. Por ello, se debe elaborar un plan de convergencia para que esta situación garantice la competitividad de la industria a largo plazo. Todos los países, en las primeras fases de su desarrollo, protegieron sus industrias: Japón, Corea, China, Estados Unidos, Alemania. Y lo hicieron durante un tiempo prolongado. En especial, en los casos más recientes de Asia se pusieron condiciones para que las mismas se fueran volviendo competitivas al cabo de un tiempo, acordando con las industrias protegidas cuestiones clave a largo plazo: cuánto se invertirá anualmente, cuánto se producirá, cuántos nuevos empleos se generarán, a qué precio (o diferencial de precios) se venderá su producción y si se exportará o no, y cuándo. Se busca por esta vía que existan compromisos concretos y constatables a cambio de esa ayuda del Estado. 7. Finalmente, se debe continuar dando la batalla cultural respecto de que es imposible que nuestro país alcance el desarrollo y que mejoren las condiciones de vida de la inmensa mayoría de la población, a través de las actividades primarias. Es una concepción ya perimida de pensamiento económico. Por esta vía se puede aspirar, a lo sumo, emplear a buena parte de la población y dar los primeros pasos en el surgimiento de muchos sectores económicos. Pero si no se logra agregarle valor a esa producción, hacer surgir industrias ligadas a ellas y promover otros sectores económicos asociados, más complejos, no se va a poder hacer crecer el producto en la medida suficiente como para elevar los ingresos de toda la población hasta el nivel buscado. Es un tema de matemática elemental. Como ya señalamos en estas páginas hace unos meses, una economía regional que sólo produce bienes primarios es muy difícil que pueda generar empleos para que quienes trabajan en esas actividades tengan altos ingresos. Si aspiramos a desarrollar una sociedad donde la inmensa mayoría de la población perciba salarios suficientes como para alcanzar un buen nivel de vida (como para poder tener una casa propia, irse de vacaciones todos los años, tener auto, los electrónicos y electrodomésticos más corrientes, acceso cotidiano a las actividades culturales, educativas e informativas más valoradas y apreciadas en nuestra sociedad), tenemos que pensar y planificar una economía que desarrolle empresas lo suficientemente productivas como para que puedan pagar salarios que garanticen esos ingresos a toda la población. Y ello sólo puede lograrse con actividades que agreguen valor a la producción. Aún hay una parte de nuestro territorio donde todavía funcionan sistemas económicos de baja productividad y reducida capacidad de generación de empleo, que pertenecen a instancias atrasadas de desarrollo. Por ello, hay que generar nuevas alianzas políticas y económicas para canalizar el ahorro interno, que ha crecido fuertemente, hacia nuevas inversiones productivas que aceleren el desarrollo de esas regiones. El desarrollo de un país implica desarrollar actividades económicas de alta productividad en gran escala, que empleen a la mayor parte de la población. Ello es lo que lleva a expandir la investigación científica de punta a todos los campos, el desarrollo de sectores estratégicos y de alta tecnología, la formación de una industria nacional de alta competitividad, y a la demanda de trabajo altamente calificado, en una amplia gama de especialidades y disciplinas. Es un proceso que habrá que sostener en el tiempo, porque la sustitución de importaciones y el aumento de las exportaciones de alto valor agregado, generará grandes beneficios para toda la sociedad. Gradualmente se conseguirá que el trabajo se vaya desplazando hacia las actividades que pagan los mejores salarios, que son las más productivas, las que más invierten, que agregan valor y mejoran los procesos productivos. Algunos casos ya están dando frutos. Continuamente se ponen en marcha nuevas inversiones y proyectos de sustitución de importaciones, y están avanzando las exportaciones de manufacturas industriales en los últimos años. Debe ser una política de Estado que las exportaciones industriales sigan ganando participación en el total exportado, porque ello implicará cambiar el eje de desarrollo de nuestro país. El cambio va a impulsar el ascenso político de nuevos grupos económicos, con otras ideas y aspiraciones de desarrollo, más avanzadas, modernizantes e incluyentes para toda la población. Las consecuencias de este cambio para la sociedad serían fundamentales: igualaría hacia arriba las condiciones de vida de la población y generaría múltiples oportunidades de crecimiento y de desarrollo individual, empresarial y colectivo. La caída del modelo que condujo a nuestro país a la crisis del 2001, también implicó el ocaso de la clase dirigente que lo condujo y de sus ideólogos, despreocupados por desplegar el potencial de nuestro país y de nuestra población. Ahora que se ha mostrado que hay una economía que crece y que es ventajosa para todos, es tiempo de reforzar la alianza política con el sector empresario más comprometido con el desarrollo nacional, que quiera aprovechar las ventajas que ofrece una economía que avanza, para aprovecharla a favor del país. A diferencia de las épocas anteriores, se cuenta con una base social que se expande y que mejora sus condiciones de vida, una economía que crece, un equilibrio macroeconómico externo y fiscal, un mundo que necesita nuestros productos y un grupo de países emergentes que va ganando espacio y que es la que hace crecer la economía mundial. Pocas veces hubo tantos elementos a favor. Es el escenario ideal para cambiar el eje de desarrollo argentino.