prejuicio: un monstruo de tres cabezas

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PREJUICIO: UN MONSTRUO DE TRES CABEZAS
Escrito por WALTER RISO
Extraído del Libro El Poder del Pensamiento Flexible
Supongamos que alguien muestra una evidente hostilidad contra los gitanos (aclaro que no
tengo nada contra ellos y que sólo es un ejemplo): no los quiere, le molesta profundamente
verlos o encontrárselos en la calle y que además piensa que son sucios, ladrones y vagos.
También está convencido de que deberían vivir en guetos o en áreas suburbanas delimitadas
por muros y alambradas. Su aprendizaje social estuvo marcado por una educación bastante
xenofóbica (fobia a los extranjeros) y etnocéntrica. Las instrucciones familiares eran: “No te
juntes con ellos”. “Cuidado que son peligrosos”. “Ellos son distintos”. “Nosotros somos de otra
cuna”. “Son paganos”. “Practican magia negra”, y cosas por el estilo.
Con el transcurrir de los años, nuestro personaje ha creado tres estructuras mentales o
esquemas interactuantes que conforman el monstruo interpersonal prejuicioso:
1. Un estereotipo infundado: “Los gitanos son ladrones y con poderes extraños”. Una creencia
irracional que no tiene más fundamento que la habladuría. Vale la pena destacar que no todos
los estereotipos son simplificaciones arbitrarias; algunas generalizaciones, tienen fundamento y
nos sirven para agilizar la toma de decisión (ej. Los japoneses son ceremoniales, los
intelectuales son buenos lectores, los introvertidos evitan la estimulación muy fuerte). El
problema ocurre cuando se nos va la mano y extendemos más allá de lo razonable algunos
rasgos y sobregeneralizamos (ej. Los viejos son débiles, los jóvenes son irresponsables, los
negros son violentos, las mujeres no saben manejar). Existe toda una tipología discriminatoria
creada por la cultura que trasmitimos en los procesos educativos.
2. Un sentimiento de miedo y hostilidad contra ellos: “Debo estar alerta”. “Los odio”. “No los
soporto”. Este sentimiento de fastidio y antipatía está íntimamente relacionado con la creencia
que define el estereotipo y no puede desligarse de él.
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PREJUICIO: UN MONSTRUO DE TRES CABEZAS
Escrito por WALTER RISO
3. Un comportamiento discriminatorio: “NO tienen los mismos derechos que los demás”.
Implica negarle a una persona o a determinado grupo un trato justo e igualitario,
desconociendo los derechos humanos. En nuestro ejemplo, la persona en cuestión
establecería desigualdades y diferencias en los privilegios y el trato respecto a los gitanos. Por
ejemplo: “No debemos otorgarles pases para conducir”. “NO se les debe permitir la entrada a
determinados sitios” “Deben ser registrados permanentemente por los policías”, y atropellos por
el estilo.
Pues bien, nuestro cuadro ha sido completado. Las creencias sobregeneralizadas
(estereotipos), los sentimientos (hostilidad/ira) y los comportamientos (discriminación) han
confluido y se han fusionado en una actitud altamente negativa y potencialmente violenta: el
prejuicio contra los gitanos.
• La mejor forma de atacar un prejuicio es contrastar el estereotipo (la creencia) con la
realidad y acercarte a tus supuestos detractores. Te sorprenderás al ver que no todos son
como te imaginas y que, por el contrario, la gran mayoría no reúne los requisitos para ser
considerados enemigos. La clave: “Voy a darme la oportunidad de conocer seriamente a las
personas que acuso o estigmatizo”.
• Ser flexible es no dejarse llevar solamente por las impresiones o por una educación
excluyente y enfermiza. Consigue la Declaración universal de los derechos humanos, léela,
estúdiala y trata de ponerla en práctica. Que sea uno de tus textos de cabecera.
• La mente flexible no rotula ni categoriza a las personas; siempre deja un espacio para que la
información correcta pueda entrar al sistema. Pregúntate: ¿Eres libre de prejuicios? ¿tirarías la
primera piedra?
• Y si eres víctima de la discriminación por parte de otros, no te resignes; deja sentada la
protesta, señala el error o la mala intención. No dejes que los rótulos que te cuelgan definan tu
esencia.
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