EL ALMIRANTE ORNA

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EL ALMIRANTE ORNA
E B U S C A N D O antecedentes de personajes navarros en el Archivo Histórico Nacional, mis ojos tropezaron
con una cita que decía :
«Orna, Miguel, de Pamplona, Almirante.»
¡Un almirante pamplonés! exclamé lleno de admiración.
N o recordaba haber oído ese apellido entre los muchos
que en crónicas navarras aparecen como marinos. Para salir
de dudas decidí pedir el el expediente para estudiarlo con detenimiento; y por si hubiese algún curioso bibliófilo que también quisiera consultarlo, diré que el expediente está señalado con el número 5970 de la Orden de Santiago.
Una vez en mi poder leí en la cubierta :
«Almirante: Orna y Ruiz de Zulueta Ruiz de Galdiano,
Miguel—de Pamplona. Año 1640. »
No era muy voluminoso el expediente y l o pude leer en
un par de horas, horas de grata satisfacción, como navarro,
al descubrir un gran héroe desconocido para casi todos los
escritores de aquella querida tierra.
Porque se trata de un gran marino, de un verdadero héroe que si no llenó la historia con sus proezas marítimas fué,
porque al mismo tiempo que él, se distinguió como sol radiante que todo l o iluminaba, el gran almirante vasco D. Antonio de Oquendo.
Pero entremos en materia sin molestar más al lector con
digresiones.
Para conocimiento del lector advertiré que e l expediente
es de ingreso en la Orden de Santiago, y que los Estatutos y
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los caballeros que instruían los expedientes eran muy meticulosos en la averiguación de antecedentes acerca de nobleza
de los cuatro apellidos, y de acrisolada limpieza de sangre.
N o entraba cualquier «pelagatos» en las Ordenes Militares.
Para hacer sus investigaciones a conciencia se nombraban dos caballeros comisionados, los cuales, cualquiera que
fuese el punto de su residencia, se trasladaban al pueblo o
pueblos de donde fuese natural el interesado, su padre o sus
abuelos, esto a costa del futuro caballero, el cual tenía que
soltar por anticipado buena cantidad de ducados para el gasto de los caballeros investigadores.
Por eso mi admiración fué grande cuando al principio del
expediente, antes de que el Consejo de las Ordenes nombrase a los comisionados, leí una nota de letra cancilleresca
que decía textualmente:
«Su Magestad Dios le guarde a sido servido de mandar
que la ynformación del Almirante Miguel de Orna Ruiz de
Çulueta se haga toda en la Corte sin yr a los lugares de las
naturalezas suya y de sus padres y abuelos en Madrid a 18
de septiembre de 1639 años.=Gregorio de Tapia.»
Grandes habían de haber sido los servicios del hoy obscuro almirante pamplonés para que la Sacra Católica Magestad del Rey de todas las Españas ordenara el quebrantamiento de unos Estatutos tan rígidamente observados.
En el mes de Octubre del mismo año 1639 comenzaron
las diligencias con el nombramiento de los caballeros santiaguistas D. Francisco de Sardaneta y el Doctor García de Eslava como comisionados.
Claro es que l o primero que tuvieron que hacer fué indagar qué personajes navarros, de crédito y solvencia, residían
en la Corte y que además conociesen al Almirante Orna.
E l primer testigo fué D. Martín de Oriz, Criado de S. M.
y su Oficial Mayor de Estado, natural de la villa de Burguete, el cual después de contestar favorablemente a las diez o
doce preguntas del interrogatorio, en substancia vino a decir
que el padre de Orna era de las montañas de Burgos y la
madre de Espronceda, en el Reino de Navarra y conoció al
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padre siendo soldado en Pamplona de la compañía del Capitán Pedro de Saravia.
E l segundo testigo D. Francés de Veaumonte, Caballero
de Calatrava, Mayordomo de Su Alteza el Infante Cardenal,
Señor de Mendinueta y lugares de los Vizcajos (1) en el Reino de Navarra.
A la pregunta referente a nobleza de sus apellidos contesta en sentido afirmativo, «pero que este hombre en navarra y su padre an sido unos pobres soldados y que descienden de la montaña porque lo ha oído generalmente.»
Otra de las preguntas del interrogatorio (es reglamentaria) se refiere a si el presunto caballero puede y sabe andar
a caballo. A ella respondió el Sr. Veaumonte: «Que el pretendiente es soldado y que no le conoce ni sabe cosa en favor
ni en contra.»
Después declaran en parecidos términos los siguientes
testigos:
D. Francisco de Feloaga, Caballero de Alcántara, natural de Pamplona.
D. Juan de Garro y Javier, Caballero de Alcántara, Conde
de Javier, Vizconde de Zolina.
D. joseph de Saravia, Caballero de Santiago, Teniente de
Maese de Campo General, natural de Pamplona. Este señor
da más luz acerca de la personalidad de Orna, porque dice
al hablar del conocimiento de las particularidades del almirante: «Esto l o sabe porque su padre de este declarante llevó a
Pamplona por su soldado al padre y abuelo del pretendiente.»
D. García de Atocha, Canónigo de Roncesvalles, natural
de Pamplona.
D. Pedro de Baztán y Arístegui, natural del valle de Baztán, en Navarra.
D. Juan Martínez de Azpiroz, natural de Azpiroz « e n las
(1) VIZCAYAS o VIZCAYA territorio de la antigua merindad de Sangüesa
ubicado al oeste del valle de Aibar a que pertenece, e integrado por los lugares de Usumbelz, Guetadar, Julio y Arteta, incorporados al señorio de
Mendinueta; por el de Gardalain, correspondiente a la Baronia de Beorlegui; el de Sabaiza, propio del Duque de Granada, y el de Loya. también
de señorío y con palacio de Cabo de Armería. (N. de la D.)
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montañas del Reino de Navarra.» Este también añade un dato diciendo: «Sabe que es natural de Pamplona en el dicho
Reino que así l o ha oído en esta Corte a muchos de Navarra, y l o o y ó en Pamplona donde le conoció soldado de la
compañía de D . Joseph de Saravia.»
D. Gerónimo de Goñi y Gaceta, Caballero de la Orden de
Calatrava, natural de la ciudad de Viana en el Reino de Navarra.
D. Gerónimo también dice algo de particular: ...«ni que el
pretendiente y su padre hayan tenido oficio vil ni mecánico,
ni sido mercaderes ni cambiadores por sí ni por otra persona, que ambos an sido soldados de las compañias de D. Pedro y D. Joseph de Saravia en la dicha ciudad de Pamplona, y siempre a oydo que con su pobreza se an sustentado
sirviendo a Su Magestad como gente noble.»
D. Pedro de Irigaray natural de Pamplona, ...« siempre fueron soldados de las compañías de D. Joseph de Saravia el pretendiente y su padre de la de D. Pedro Saravia.»
D. Miguel de Arizu, Capellán de S. M., natural de Pamplona.
D. Beltrán de Ezpeleta, Vizconde de Valderro, Barón de
Ezpeleta, natural de Pamplona.
Maestro Fray Joseph Velázquez, de la Orden de la Santísima Trinidad, natural de Pamplona.
Martín de Aguirre, natural de Pamplona, «que tiene oficio
de mesonero a la puerta del Sol.» (Por cierto que demuestra
magnífica letra en la firma).
Juan de Lerruz, «moço del mesón de Martín de Aguirre, a
la puerta del Sol.» Natural de la ciudad de Pamplona. (Bastante buena firma): «Tiene noticias de la familia materna, por
haber oído a su padre, que murió de más de ochenta años.»
Juan de Aguirre, Secretario de S. M. y Oficial Mayor de
la Secretaría del Patronato Real.
Pedro de Azpe Orue, Señor de los Palacios de Oco, vecíno y natural del lugar de Zúñiga, merindad de Estella.
D. Martín de Valanza, Señor del Palacio de (ilegible) vecino y natural de la villa de Aoiz.
Miguel de Larrasoaña, vecino y natural de Pamplona.
D. Vicente García, Canciller del Sello Real de Navarra,
natural de Estella.
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Después de los navarros, los comisionados, sin salir de
Madrid, toman declaración a varios « d e la Montaña» para
averiguar las particularidades del apellido paterno.
Declara un Montero de Espinosa: «Que los Orna de Para
nunca pecharon porque son hijosdalgo y que sabe que su padre y abuelo fueron a Pamplona con los capitanes Pedro de
Saravia y D. Joseph de Saravia y se casaron en Espronceda.»
Tres monteros más declaran en parecidos términos.
La última diligencia es de 30 de Octubre 1639.
En pliego aparte se dice:
« E n conformidad de consulta del Consejo de Estado he
buelto a resolver que precisamente se hagan en esta Corte las
pruevas del avito de que tengo hecha merced al Almirante
Miguel de Orna como ya por otra orden o s l o tengo mandado.—Execútese luego.=Sigue una rúbrica que debe de ser
del Rey.=Abajo:=Al Presidente de Ordenes. En Madrid a
cinco de Agosto de 1639.»
A pesar del deseo expresado por el Rey, sin duda el Consejo de Ordenes Militares se hacía el remolón para conceder
el hábito, porque no consideraría bastante noble ni bastante
limpio de sangre al Almirante Orna, porque en otro pliego
hay otro decreto de Felipe IV que dice:
« E l Almirante Miguel de Orna sirve de modo que se
le deve todo favor pues en este último suceso del rencuentro que tuvo con doce navíos franceses, se puede decir que
ha recuperado la reputación de mis armas marítimas que se
perdió el año pasado (1). Con esta consideración encargo al
Consejo con sumo aprieto se despachen las pruebas de su abito luego atendiendo a esto.=Sigue una rúbrica del Rey=Abajo:=Al Conde de Oñate. En Madrid A 14 de Março de 640.»
Con este puyazo real, el Consejo de las Ordenes Militares
dictó el acuerdo, que aparece en el expediente en último lugar, con fecha 20 del mismo mes y año, aprobando las informaciones y mandando expedir el Título de Caballero de la
Orden.
(1) ¿Alude al desastre de la escuadra del almirante Hoces frente a
Guetaria, o la derrota de Oquendo en el Canal de la Mancha?
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Terminaré las referencias al expediente de ingreso en la
Orden de Santiago con los datos de familia que aparecen en
la genealogía que al mismo se acompaña.
El padre de Orna estuvo casado con María Ruiz de Galdiano natural de Espronceda en la Merindad de Estella.
Su abuelo paterno Juan de Orna, casado con María de
Zulueta, también de Espronceda. Y su abuelo materno (Ruiz)
l o estuvo con Catalina de Galdiano. Ambos eran nacidos en
el mismo Espronceda.
* * *
Del expediente no se deducen los altos hechos realizados
por Orna como marino sino por la nota del Rey Felipe IV
de 14 de marzo de 1640. Hay que tener presente que estos
expedientes no tenían por objeto aquilatar méritos y servicios de un pretendiente al hábito, sino demostrar su hidalguía
por los cuatro costados; que no descendía de judíos, moros,
penitenciados del Santo Oficio ni de otra «raza infecta»; el
vivir hecho un señor sin haber ejercido oficio « v i l o mecánico»—llamaban oficio vil al que ejercía el comercio y hasta
a los médicos—y el poder montar a caballo.
Pero la nota del Rey me hizo comprender que el almirante
Orna no era un marino de los «del montón», y ya que se
trataba de un navarro me dediqué a la investigación, busca
y captura de noticias o datos.
E l Diccionario Espasa que tanta extensión da a noticias
biográficas de personajes anodinos, ni siquiera cita el apellido Orna.
La historia de España de Lafuente, la más extensa conocida, ni cita al Almirante Orna ni a la escuadra de Dunquerque y el mismo silencio guardan otras historias generales.
Busqué una dedicada exclusivamente a hechos navales y la
más documentada, la más extensa que encontré fué la de
Fernández Duro y de ella saqué interesantísimos datos.
Veamos:
E l Almirantazgo de Dunquerque fue creado en 1624 por el
Rey Felipe III y prestó excelentes servicios. Su primer Almirante fué D. Fermín de Andueza y Lodosa, de linaje navarro
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a juzgar por sus apellidos; cesó al acabar la guerra que hizo
necesaria su creación.
Rotas de nuevo las hostilidades en los Países Bajos, el
Conde Duque de Olivares aconsejó al Rey el restablecimiento
de aquel organismo al que concedió grandes privilegios a
cambio de mantener constantemente armada una escuadra de
24 navíos para emplearlos contra los enemigos de la Corona.
Aquellos navíos tenían la organización y disciplina de los
de los de la Armada Real. Todo en ellos, armas, pertrechos
y víveres eran de primera calidad; el personal de capitán a
paje, elegido a satisfacción entre los de diversas nacionalidades; la única condición era la de profesar la religión católica.
Buena consideración, excelente trato, seguridad de la paga
y participación proporcional de las presas, obtenida en el
acto, sin esperar el resultado de largos expedientes, según
práctica establecida en la prímera época por el Almirante
Andueza y Lodosa, unido todo a la pericia de los almirantes
y capitanes, nutrieron a la Armada de Dunquerque de excelente y entusiasta tripulación, capaz de realizar, como realizaron, los mayores heroísmos.
Digno sucesor de Andueza fué el Almirante Jaques Collart,
flamenco, que servia en la escuadra desde su institución,
y que realizó brillantes hechos de armas conquistando para
la Armada de Dunquerque una envidiable reputación; pero
apresado en un combate desgraciado en 1636, quedó gobernando la escuadra el navarro Miguel de Orna, que aún había
de elevar más y más, con sus altos hechos, la fama de «Los
Navíos de Dunquerque» .
No seguiré a Fernández Duro en el relato de todos los hechos marítimos que refiere y me concretaré a las relaciones
con nuestro Almirante Orna.
Operación merecedora de mención fué la de 1637 dedicada
como de ordinario a entorpecer la pesca y estorbar el comercio de las Provincias Unidas.
Prisionero Collart (Almirante que mandaba la escuadra de
Dunquerque y que había adquirido gran fama en sus hechos
con los holandeses,) gobernaba Miguel de Horna (aquí aparece el apellido con hache), navarro, la escuadra de seis navíos
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y dos fragatas, cuyos capitanes Antonio de Anciondo, vizcaíno, Marcos Van Oben y Cornelio Meyne, flamencos, Antonio Díaz y Salvador Rodríguez, castellanos, dan a entender
cuan poco se preocupaba la Junta del Almirantazgo, establecida en Dunquerque, de la naturaleza de los que la servían.
Hiciéronse a la mar el 18 de febrero, acercándose a Calés,
desde donde les dispararon artillería gruesa, sin impedir que
interceptaran un navío mercante, primera joya de la jornada.
Cruzando seguidamente por el Canal, avistaron sobre cabo
Lizard, extremidad sudeste de Inglaterra en el Condado de
Cornualles, una flota de 28 naos holandesas y 16 inglesas,
escoltadas por seis de guerra. Horna dió orden de atacarla,
l o que se hizo sin contestar al fuego del enemigo hasta tocar
los penoles.
Parecía la capitana holandesa un monte por l o alta; sobre
ella descargó nuestro Almirante artillería y mosquetería sin
perder tiro, de suerte que en poco tiempo la dejó tan mal parada que tomó por avante, para repararse. En esta disposición la abordó Antonio Díaz, echando gente dentro, que fué
rechazada y hubo de retirarse, aunque no sin llevar la bandera de popa.
Horna la embistió a su vez metiendo el bauprés por la
mesa de guarnición mayor, durando cerca de media hora el
combate mano a mano, al cabo de cuyo tiempo se apartaron
sin poderlo evitar, quedando a bordo del enemigo mucha gente española que lo pasara mal si Marcos Van Oben no aferrara por la otra banda.
Anciondo, en el instante de abordar al Almirante, recibió
en su bajel un balazo a flor de agua que le inutilizó al pronto; más secundado por Cornelis Meyne, quedó rendido el
enemigo.
Como los mercantes no dejaban de usar también de sus
cañones, era tan espesa la humareda que no sé distinguían
unos a otros. Con todo, sumergidos tres de los navíos de
guerra, los dos que resistían aún se sometieron, y entonces
el convoy se dispersó, tratando cada nave de escapar por
donde pudiera, siendo las nuestras pocas para estorbarlo,
sobre todo cuando llegó la noche.
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Separados asimismo en la persecución, al amanecer del
día siguiente se halló el capitán Anciondo más de nueve millas a barlovento de la Armada entre otro convoy enemigo
de 20 velas; pudo no obstante reunirse a Horna y volvió con
él al puerto, conduciendo las tres presas de guerra y catorce
mercantes cargadas de municiones y bastimentos.
Las mercantes eran las que proporcionaban beneficios al
Almirantazgo y contento a su gente, tan activa en procurarlas que no pasaba día sin que alguna entrara, siendo muchos
los que se contaban por mayor, sin que pudiera estorbarlo
el Almirante holandés Dorp, destinado por su gobierno con
una escuadra de 20 navíos para bloquear constantemente
y no perder de vista la boca del puerto aborrecido.
Vino a ser éste pequeño para contener tantas embarcaciones como a él se llevaban, y sacada la carga y los pertrechos,
los vasos se abarataron, de modo que n i aun para leña se
vendían: por lo que los echaban a fondo los aprehensores
o los ponían a rescate en la mar a los mismos dueños.
Sin salir del año corriente (1637) interceptaron completa
la flota que iba a Amsterdan desde Venecia; de la de las
Indias compuesta de cuarenta naves tomaron 14; otras ocho,
que conducían un presente para el Rey de Francia; otras dos
veces más volvieron a destruir las flotillas de pesca del
arenque creciendo exorbitantemente la cifra de los prisioneros.
Para estimarlas por partes, reseñar el resultado de los cruceros, hacer cómputo del valor de l o destruído y apresado,
contar los combates y las proezas, habría que escribir una
historia particular, y no carecería de interés y de importancia, aunque algo monótona la hiciera parecer la repetición
de tantas acciones semejantes y la igualdad en acometer de
los almirantes y capitanes.
Con objeto de dar facilidades y ensanche a las felices operaciones de la escuadra se emprendió la obra importante de
hacer para ella otro puerto en Gravelinga, poniendo a trabajar mas de cuatro mil operarios con diligencia que trataron
de estorbar los enemigos por la cuenta que les tenía.
Por tierra salieron de Calés 14.000 franceses, infantería
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y caballería; por mar acudió el Príncipe de Orange con la
Armada, atacando simultáneamente, sin más resultado por
una parte que por la otra derrotado el ejército por las tropas
que juntó el Marqués de Fuentes.
Continuaron por tanto las escavaciones y dragado para
abrir canal de entrada, con 20 pies de agua de bajamar, levantar fortalezas en la boca y defensas correspondientes por
la parte de tierra, avanzando con tal rapidez que consintió
la entrada de los primeros bajeles en el mes de octubre.
Fracasado el intento de los enemigos de apoderarse de
Dunquerque el año siguiente (1638) continuaron en los cruceros los navíos y fragatas, haciendo para los holandeses
peligrosa la navegación de sus flotas.
E l año 1639 en que ocurrió el fallecimiento del Marqués de
Fuentes se recordó, en elogio de su gobierno, que en los
treinta meses que l o ejerció, sólo un bajel de guerra se había
perdido, por varar en las costas de Holanda combatiendo,
al paso que los de la escuadra capturaron 800 presas (1)
e hizose de paso memorias de hazañas del Almirante Miguel
de Horna, que tanto contribuyó al brillo de nuestras armas,
consiguiendo para las naves de Dunquerque la calificación
de «Reinas del Mar».
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Se trataba d e reunir en La Coruña una poderosa armada
con los galeones de la costa a cargo de D. Lope de Hoces,
las escuadras de Galicia y Lisboa, las naves recientemente
construidas en Vizcaya, las de Cádiz que mandaba Oquendo
y las de Dunquerque, para enviar a Flandes de una vez un
buen golpe de soldados (10.000) que estaban concentrados en
La Coruña. Todas las naves fueron acudiendo al punto de
concentración. (Año 1639).
Los holandeses trataron de impedir la incorporación de
las naves de Dunquerque, donde iban 2.000 soldados valones.
«Tres combates empeñados, sangrientos que mermaron
a la escuadra y a su gente sostuvo e1 bizarro almirante M i (1) En el Memorial Histórico Español Tomo XIV página 425 y el XV
página 324 está la relación de las presas hechas de nuestra Armada.
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guel de Horna para abrirse camino. Cuando salió de Dunquerque para incorporarse en La Coruña a la escuadra de
Hoces con cinco navíos sostuvo en el Canal de la Mancha
porfiado combate contra 17 holandeses, abordando a la Capitana enemiga con la cual encalló en la costa y la incendió.
Entre muertos y heridos tuvo la flota de Horna 600; los holandeses 1.700. Horna hizo once presas a los enemigos.»
Concentradas las fuerzas en La Coruña al mando de Don
Lope de Hoces se presentó a su vista el Arzobispo de Burdeos lanzando un arrogante reto a D. Lope de Hoces su vencido en Guetaria. Disponía el Arzobispo de dobladas fuerzas
navales que el de Hoces, y éste no pícó el cebo. Tomó sus
disposiciones para defenderse en la bahía, protegido por los
fuertes y baterías de tierra, más una cadena de hierro desde
el castillo de San Antón al lado opuesto.
El Arzobispo fondeó sus navíos a tiro de cañón por poco
tiempo, sufriendo la mortificación de que por dos veces saliera del puerto el Almirante Miguel de Horna con cuatro
fragatas de las de Dunquerque (40 naves de guerra llevaba
el Arzobispo y doce navíos incendiarios como los de Guetaria) a «voltejear» entre sus grandes navíos, escaramuzando,
haciendoles grave lesión y volviendose incólumes. E l Arzobispo abandonó las aguas de La Coruña.
Llegó poco después D. Antonio de Oquendo y la escuadra se
hizo a la mar con dirección al Canal. Iban en vanguardia las
naves de la escuadra de Dunquerque haciendo oficio de descubridoras como gobernadas por hombres prácticos del Canal.
En el Canal hallaron la escuadra enemiga frente a las
Dunas entablándose duro y desgraciado combate (21 Octubre). Escasa de pólvora la escuadra y amagada de la holandesa, su enemiga, y encubiertamente de la inglesa, neutral,
se hizo a la mar para aceptar combate honroso. Muchos navíos vararon en los bajos, quedando 21 dispuestos para el
combate. Sus enemigos, cinco veces más numerosos y empleando buques incendiarios. La Capitana fué abordada por
uno d e ellos. E l Almirante D. Lope de Hoces había muerto
de una bala de cañón, consumiéndose sus restos con el navío
y sus defensores.
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Oquendo mandaba la Real y se defendia como cumplia
a su fama. Entre los buques que seguian a Oquendo estaban
los de Dunquerque que mandaba Horna. E l resultado final
fué la dispersión de la escuadra. Oquendo tomó rumbo a España y no dejándole el viento volvió a Mardique con sólo la
Capitana de Dunquerque que mandaba Horna. En el combate
perdió Horna un ojo, quedando desfigurado para siempre.
En el Océano algo quedaba de la escuadra del Duque de
Maceda, algo puso a flote en las Dunas D. Andrés de Castro,
de la de Galicia que tan desairado papel hizo en la batalla.
Oquendo vino desde Mardique con los restos de la suya reparados y a punto de guerra, navegando a vanguardia. Miguel de Horna con la de Dunquerque en oportunidad de rectificar los ligeros conceptos del Gobierno de Francia, pues
como intencionadamente recabara sobre La Rocha e isla de
Ré, donde solían estacionar los navíos de guerra, salieron a su
encuentro doce y trabaron refriega en que tuvieron que sentir.
Los pormenores del combate son confusos. Le Clerc se
limita a noticiar que Oquendo y Horna vinieron a España
con 25 naves, y que el segundo regresó a Dunquerque conduciendo mil soldados españoles.
Entre los españoles quién se contenta con anotar que
Oquendo y Horna toparon con flota de doce navíos franceses
con capitana y almirante que venían de Levante, pelearon con
ellos; tomaron cuatro, echaron a fondo otros tantos y pusieron en fuga el resto; quién recogió versiones diversas, una
que Miguel de Horna viniendo a España con soldados valones encontró trece navíos franceses, y siendo los suyos menos en número los acometió y se peleó de una y otra parte
con gran valor, echó a fondo cinco del enemigo y entre ellos
la almiranta de Francia, tomó cuatro y otros cuatro huyeron.
Otra, que traia Horna 2.500 soldados valones en quince
navíos, acometió a los que estaban surtos en la isla de Ré y
hubo gentil refriega porque salieron de La Rochela algunos
de los que tanian de armada. Horna tomó siete y entró en La
Coruña herido. Adjudican todos estos la victoria al general
de Dunquerque, agregando que por ella le hizo Su Magestad
518
merced del hábito de Santiago, mientras algunos la reservan
a Oquendo como General en Jefe; de la fecha no se acordaron, hubo de contarse en marzo (1640).
Y a n o volvió Horna a Dunquerque. Su escuadra iba siempre
en vanguardia de la del Océano, se distinguió en todos los
combates, mantuvo en alza la reputación, haciéndose notar
sus astilleros, objeto especial de encomio de los generales en
La Coruña, en La Mámora y en Nápoles; fuera del canal de la
Mancha estas naves no estaban en su centro y desmerecían,
sujetas a la intermitencia de las pagas del Gobierno y privadas del aliciente de las presas. La escuadra de Dunquerque
fué en l o sucesivo una de tantas entre las que componían la
Armada española, despojada de su carácter peculiar.
Horna sirvió hasta morir con más honra que provecho. E l
que había hecho presas que valían muchos millones murió
pobre, tanto que por Real Cédula fecha 22 de marzo de 1642
se hizo merced a D.ª Catalina de Santa Marina, viuda del
Almirante Miguel de Orna (sin hache) de quinientos ducados
de renta cada año p o r v í a de limosna, en consideración a los
buenos y agradables servicios de su marido, y a la pobreza
y necesidad en que la dejó con dos hijas.
* * *
Seguí mis investigaciones en busca de más datos acerca
del Almirante Orna y tuve un éxito inesperado.
Entre los años 1634 y 1648, precísamente en el período que
tanto se distinguió el Almirante navarro, una Orden religiosa
tuvo la feliz idea de organizar un servicio de noticias—quizás
con el propósito de acopiar materiales para una historia—
por medio de cartas que escribían varios padres de la Orden
desde diferentes países. La Orden era la Compañía de Jesús.
Cuando en tiempos de Carlos III salió de España aquella
Orden, el Estado se incautó de muchos papeles que fueron
a parar a los archivos.
E l «Memorial histórico español» publicó aquellas «Cartas
de Jesuitas.» D e ellas van a continuación las que se refieren
a los altos hechos del Almirante Orna, con la cita del tomo
y página donde se encuentran:
519
Carta de 27 de Enero de 1637. Tomo XIV, pág. 23.
«El Marqués de Fuentes que asiste en Dunquerque por General de las
Armadas que allí hay, avisa a Su Magestad cómo los navíos de Dunquerque hacen, con ser invierno, sus correrías contra los holandeses, y que en
cinco días han hecho nueve presas de consideración; no dice más en especial lo que ha sido.»
* * *
Copia de una carta que escribió el capitán D. Antonio de Anciondo al
Secretario D. Martín de Ibarra, de Bruselas a 2 de Marzo de 1637. Tomo
XIV, página 122.
«A 20 de febrero salimos del puerto de Mastrique seis navíos, una fragata grande y otra pequeña, a las ocho y media de la mañana, con S. S. E.
y habiendo llegado junto a Calés, se hizo lo que se pudo por cortarles el
camino a cuatro o cinco lanchas de pescadores de allí, que estaban algo
desviadas de tierra. Defendiólas aquel lugar tirando algunos cañonazos del
baluarte llamado El Cuque (sic), si bien no pudo quitar el que a sus ojos
la fragatilla no tomara una de ellas, con lo que caminamos nuestro curso
al O. L. O.
A 23 por la tarde de la parte de hacia los Conquetes viramos la vuelta
al norte corriendo por los Papaigos toda la noche.
A 24 descubrimos a sotavento un navío de ingleses, el cual reconocido
volvimos a nuestro curso del N. Dentro de una hora vimos la flota de
Enantes (Nantes), todo lo cual se podia descubrir del tope; hicimos fuerza
de vela, y cerca de las dos y media de la tarde vinimos a las manos junto
al cabo de Licarte, dos leguas de tierra, salvándonos mucho el viento. Alli
los enemigos, tomando las velas en batalla hasta 28 holandeses y 15 o 16
ingleses de su conserva, con grandísimo denuedo nos esperaron echándonos delante dos navíos de guerra de los Estados rebeldes, una pinaza con
gallardete, y una flauta con bandera de capitana, todos con sus banderas
holandesas o de sangre y fuego; algunas con pavesadas y clarines, otras
con cajas y otras sin ellas; últimamente, por todas partes todo era humo y
ruido; sólo de nuestra parte no se disparó pieza ninguna, por lograrlas
mejor de más cerca.
En la buena disposición de Miguel de Orna me pudiera detener mucho,
y en el buen modo de todos los capitanes, si no fuera yo uno de ellos. Iba
la Capitana la primera a la banda del N. O. y a distancia de un cuerpo del
navío de Marcos Van Oben, flamenco, y a otro cuerpo yo. Más adelante y
hacia el N. y a tiro de mosquete la Almiranta y Antonio Diaz; más al N. E.
las dos fragatas; San Gerónimo más atrás, a la banda del N. O.
Llegó la Almiranta a un monte, o sea navio de los de guerra, y pegándose los unos peñoles a los otros, le dió su carga. Reparé que no se perdió
bala; tomó por avante, viró, y estándole tirando con parte de otro lado se
apartó. Parecióme que habia quedado muy descalabrado o tomando algunas aguas. Antonio Diaz que solo aguardaba hallar alguna luz para entrar
entre tanto humo, llegó dándole carga bordo a bordo, si bien no pudo que-
520
dar amarrado; y revolviendo contra él, le metió alguna gente dentro que
rechazados volvieron otra vez a su navío, más llevándose la bandera de
sangre y fuego que tenía el enemigo en la cuadra.
En este mismo tiempo el Mayor Conboy (sic) y Capitán de los Estados,
con su gente y artilleria esperó a nuestra Capitana sin dispararla pieza.
Con la pinaza grande la Capitana de su flota y un sinnúmero de navíos llegó Miguel de Orna, valiente y modesto, y metiendo el bauprés por la banda de estribor de las mesanas de guarnición del trinquete, se dieron la carga de artillería y mosquetería que solo puede creerla el que la vió. Duró
cerca de media hora; entrambos navíos quedaron con los timones hechos
pedazos, y como faltó el gobierno faltó el intento de quedarse abordados,
dejándole mucha de la gente muerta dentro. Por orden que le dió fué después a cobrarla Marcos Van Oben, y arrimándose costado con costado
quedó amarrado o enredado con él. Yo también, que por el otro lado emparejaba le di algunos cañonazos; más como la artillería nuestra le pasaba
de parte a parte, astillazos, mosquetazos y balas suyas me llegaban a embarazar más de lo que yo podía ser de importancia. Fui al Comendur (?),
que es el que traía por insignia el rabo de gallo dióme un cañonazo debajo del agua, pero Cornelis Meyni, que sin detenerse con el Convoy ni otro
navío vino a el derecho, le abordó y después de mucha sangre le rindió.
Ví a Salvador Rodríguez, peleando mucho con una urca que se resistía
harto, ayudéle bien con algunas piezas, y una de ellas, que llamó mi Condestable, se llevó el estay mayor. Yo le dí un cañonazo a la lumbre del
agua. Caminando la Capitana de flota, que me volvió la cara, halléme en
medio de toda ella disparando por todas bandas. No fué pequeño el ánimo
de los navíos de guerra, pues a todo el vigor nuestro, a la linda disposición
e innumerable valor con que la gente peleaba, estuvieron como unas rocas
sin querer huir ni rendirse. Aparejóse Miguel de Orna y viró sobre el Convoy; bastó el escarmiento primero de sus manos; rindióse, y el otro a Antonio Díaz.
Yo tomé dos navios; Salvador la urca que iba al Estrecho y Cornelis
Meyne la pinaza, y los demás bajeles amainaron solo del valor y fueza,
aunque todos igualmente peleaban, y dejando sus navíos se fueron en lanchas a Inglaterra. Viró la Capitana en su seguimiento; tomó otro navío; las
dos fragatas cinco; yo, después de haber seguido a remo toda la noche a
la capitanilla, la abordé a las tres de la mañana; viré con ella la vuelta de
los demás navíos, y con todo eso cuando amaneció me halle de mi capitana más de tres leguas, y a barlovento dos leguas con otra flota del enemigo de más de veinie navíos y un convoy, entre los dos conocí la fragatilla
chica con algunas presas suyas y mías. Esperéla; deseé se abrigase de mí
por si aquella flota arribaba sobre nosotros; tomé mis velas en batalla para que viniera; hízolo, con que llegué a la noche a mi Capitana con seis
navíos del enemigo, a tiempo que ya los galeones grandes se habían remendado y de vuelta Antonio Díaz hizo más otra presa francesa
A 27 nas hallamos a la tarde N. S. con ninavent (sic) cinco leguas a la
mar. Aquí nos dió una grande tormenta, y al día siguiente por la mañana
521
una neblina que nos hallamos los unos sin los otros; pero por la misericordia de Dios el día siguiente entramos en Mastrique, sino es los dos navíos
de Antonio Díaz, que me dicen entraron a la tarde con el convoy y flota de
los ingleses.
Está esto confuso, aunque lo escribió quien se halló en la facción; la
sustancia es, como por otras cartas se sabe, que los nuestros tomaron catorce navíos de de municiones y bastimentos que iban a Holanda, y más
de tres naos de guerra y echaron a fondo otras tres. Dios, etc.—Sebastián González.»
* * *
Madrid, Abril 13 de 1637.—Tomo XIV, pág. 85.
«Con una fragata que llegó a Vizcaya ha habido aviso como los navíos
de Dunquerque habían tomado siete navíos holandeses cargados de vino,
que iban para las Islas, y que en estos días tomaron un navio grande que
iba a Pernambuco cargado de cal para sus fortificaciones.
El rey de Francia dió título de Alteza al príncipe de Orange, y pidió a
las Islas por merced le honrasen ellos también con ese título. En agradecimiento desto, el príncipe de Orange enviaba al rey de Francia una bellísima carroza y 24 caballos para ella, y 130 caballos más regalados.
Fué su desgracia que los navíos de Mastrique encontraron con los tres
navíos del presente, y los tomaron y dieron con todo en Dunquerque, donde dicen hay hoy tantos navíos de presas que cada día hacen, que no cabiendo en el puerto, se ha enviado orden se partan entre Ostende, Neoporto y otros.»
* * *
Madrid y Julio 7 de 1637.—Tomo XIV, pág. 148.
Tres fragatas de Dunquerque han acometido y preso en el rio Albis once bajeles holandeses.»
(En tanto se trabajaba con ardor en ensanchar o habilitar un gran puerto en Gravelinas. Por tierra, frecuentemente, franceses y holandeses trataban de estorbar y destruir las obras, enviando en varias ocasiones tropas
de todas armas, que entablaban sangrientos combates; las obras no se interrumpían 6.000 hombres trabajaban en puerto, fuertes y cuarteles.)
* * *
Madrid y Julio de 1637.—Tomo XIV, pág. 155.
«Los navíos de Dunquerque tomaron dos navíos que venían de la India;
el uno cargado de azúcar, y el otro de varias mercaderías.»
***
Roma y Junio 27 de 1637.—Tomo XIV, pág. 234.
«Los bajeles de Dunquerque han tomado un navio holandés con 24 piezas de artillería, que cargado de azúcar venía del Brasil, después que tomaron también varias barcas de pescadores.»
* * *
522
Roma desde 16 Agosto de 1637.—Tomo XIV, pág. 240.
«A los siete de agosto avisan que en las costas de Flandes habian combatido tres bajeles holandeses con ocho de Dunquerque, quedando uno de
los tres anegado, otro quemado y el tercero llamado «El Príncipe» había
llegado muy maltratado a Holanda.»
En Agosto murió en la Coruña el almirante de Dunquerque (Orna lo
era interino) Jaques Collart, de tabardillo. Estaba para partir para Mandes; ha sido una gran pérdida. (pág. 167)
***
Madrid y Enero 5 de 1638.—Tomo XIV, pág. 280.
«Los navíos de Dunquerque han tenido más buena suerte: toparon con
cantidad de velas holandesas, parte de mercaderes y parte de guerra que
venían en escolta.
Peleóse de una y otra parte valientemente; echaron de las nuestras dos
a pique, de las de los enemigos no se sabe el número. Hasta ahora tomaron
los nuestros doce navíos cargados de mercaderías; la almiranta de Holanda quedó de la refriega tan estropeada que cerca del puerto se fué a pique.
Ha sido presa de importancia y rica, y la pérdida grande de mercaderías y bajeles para los enemigos. Con el primer correo se sabrá el número
de vasos que echaron a fondo de los enemigos porque en éste solo avisaron de los que se tomaron, por estar el correo de prisa y no tenerlo tan
averiguado »
(D. Lope de Hoces con gran armada había llegado a Flandes).
* * *
Madrid y Abril 13 de 1638.—Tomo XIV, pág. 379.
«....Estos días han cogido los de Dunquerque con el ayuda del general
Oces (Hoces) cinco navíos de guerra; el uno tenía treinta piezas de artillería y los demás a 20, y fuera la presa mayor a no haber D. Lope de Oces
tocado a recoger antes que los capitanes quisieran.»
* * *
Madrid y Abril 19 de 1638.—Tomo XIV, pág. 388.
«....Llegó a La Coruña D. Lope de Oces con su armada; ha tardado cincuenta días por los temporales en el viaje, habiendo por tres veces arribado a Inglaterra.
Salieron con él algunos de los navíos de Dunquerque a acompañarle
hasta salir del canal; tomaron en el camino catorce navíos holandeses y
franceses; estos se llevaron a Dunquerque; él tomó en lo restante del comino seis de franceses que encontró y entró con ellos en La Coruña.»
«En Mayo se sigue trabajando en el puerto de Gravelinas. Es tan capaz
que dicen caben dentro cuatrocientos navíos.»
* * *
Madrid y Mayo 16 de 1638.—Tomo XV, pág. 410.
«....Los de Dunqueque andan de ventura. A la vuelta que hicieron de
523
acompañar a D. Lope de Hoces, encontraron con cinco galeones de holandeses que venían de Italia, y los acometieron; echaron el uno a fondo y tomaron los cuatro.
Dicen por cosa cierta que valían las mercaderías que cada uno traía y
dinero para hacer empleos 300.000 escudos de oro, que viene a ser más de
1.000.000; y esto es cierto pues ha venido aviso a los P. P. flamencos y a
otros particulares y es constante en Palacio.»
* * *
Madrid y junio 16 de 1638.—Tomo XIV, pág. 423.
«...Los navíos de Dunquerque andan muy prósperos y ayer llego la nueva que habían hecho una presa de grande precio, y dicen es la mayor que
los nuestros han hecho jamás y consiste en cinco bajeles de holandeses que
volvian cargados de riquísimas mercaderías de Italia, echando a fondo uno.
Esto, dicen, obliga a los holandeses a desear grandemente que el Príncipe de Orange sitie aquel puerto, ofreciendo para semejante conquista el
gasto de 30.000 hombres pagados todo el tiempo que durare la guerra.....»
(Esta presa debe de ser la misma de la nota anterior.)
Sigue la carta:
«Ahora remito a V. R. otra relación más fresca y auténtica de las presas
que este año han hecho los navíos de Dunquerque que la que V. R. envió la cual, a más de ser muy antigua, algunas cosas están dichas con
confusión.»
RELACIÓN DE LAS PRESAS QUE SE HAN HECHO CON LOS GALEONES
Y FRAGATAS DE LA ARMADA DE S. M. Y DE OTROS PARTICULARES,
QUE HAN SALIDO A LA MAR POR ORDEN DEL EXCMO. SR. MARQUÉS
DE FUENTES, CAPITÁN GENERAL DE ELLA, DESDE EL PRINCIPIO DEL
AÑO 1638, QUE SE ENVIÓ LA ÚLTIMA RELACIÓN DE LAS PRESAS
HECHAS HASTA ESE DÍA.
Primeramente en 4 de Enero de 1638, se tomó una pinaza de doscientas y treinta toneladas, sin carga.
El dicho día una zumaça cargada de cal y trece hazas (sic) de Inglaterra.
El 6 del dicho se tomó una pinaza de doscientas y treinta toneladas,
con ciento y cincuenta sacos de trigo.
En 7 del dicho se tomó un (barco) pescador.
El 18 del dicho se tomó otro y se rescató uno en !a mar en 2.600 florines.
El mismo día otro y se rescató en 1.900 florines.
El dicho día otra barca de pescador.
El 28 del dicho se tomó un navío de doscientas y ochenta toneladas,
con diez y ocho piezas de artillería cargado con doscientas toneladas de vino.
El dicho día se tomó otro navío con diez y seis piezas de artilleria cargado de arenques.
EI dicho día otro navío con diez y ocho piezas cargado de arenques.
El 10 de Febrero se tomó un patache de guerra que venía de Guinea
para Holanda con la nueva de la toma del castillo de la Mina.
524
El 16 del dicho se tomó una flauta cargada de piedra para lastre, y seis
claves (sic) nuevos.
El 12 del dicho se tomó una barca de pescador cargada de pescado
fresco.
El dicho día una barca cargada de vino que la desamparó la gente.
El 1.º de Marzo se tomó un bajel cargado de sal, jabón y guijo.
El 3 del dicho dos barcas de pescadores vacías.
El dicho día otra barca de pescador.
El dicho día otra barca de pescador cargada de pescado.
El dicho día una zumaza de quinientas toneladas cargada de «habena»
El 5 del dicho una barca cargada de pescado.
El dicho día se tomó una charrua cargada de lana, hierro, bronce y
otras mercaderías.
El 7 del dicho se tomaron tres pescadores.
El 8 del dicho se tomaron tres presas, las dos cargadas de arenques y
la otra de oblon (houblon, lúpulo?).
El dicho día dos navíos que iban de escoIta con la armada de España
enviaron cuatro presas, las dos cargadas de aceite de ballena, brasil y
otras mercaderías; la otra cargada de aceite de linaza. La otra era un bajel de guerra con veinte y seis piezas, algunas de bronce, con las armas de S.M.
El 9 del dicho se tomó un navío de guerra con trece piezas y diez y seis
personas, con bastimento para seis meses.
El dicho día una barca cargada de pescado,
El dicho día otra que se rescató en dos mil florines.
El 14 del dicho mes, una barca de pescadores cargada de pescado.
El 16 del dicho, los dichos galeones de la escolta enviaron cuatro presas; la una un bajel de guerra de los Estados con veinte y seis piezas, las
diez y seis de bronce. Otro de doscientas cuarenta toneladas con ocho piezas, cargado de sal. Otro de doscientas ochenta toneladas con diez y seis
piezas cargado de vino, lana, papel, azafrán, aguardiente, plumas y otras
mercaderías. La otra, un fílipote (significa barco mosca, en holandés) de
ciento sesenta toneladas cargada de vino de Burdeos.
El dicho día un navío de doscientas toneladas con treinta y dos caballos, que tenia once piezas de artillería.
El dicho día un navío de ciento sesenta toneladas cargado de tablas
de pino.
El 31 del dicho se tomó una flauta de doscientas sesenta toneladas, cargada de sal, corcho y frutas.
El 22 de Abril volvieron los navíos de la escolta y entraron en Madrique
(Mardick), habiendo tomado cinco navíos holandeses que venían de Italia
ricamente cargados de sedas y otras estofas, drogas y mercancías de mucho valor; y al uno de ellos peleando le dieron un balazo de artillería de
que se prendió fuego y se fué a pique. De manera que los cuatro restantes
han entrado en salvamento en el puerto de Madrique, siendo las más interesadas y ricas presas que se han hecho, por cuya pérdida han quebrado
muchos mercaderes holandeses y hay grandes alborotos y han hecho pro-
525
testas en no querer comerciar más por la mar, ni pagar los daños que solían
por estas pérdidas, y los continuos daños que han recibido y reciben de la
armada de Su Magestad mientras no lo remediaren los Estados rebeldes,
asegurando la navegación; y a los mercaderes de Amberes, Bruselas y otros
lugares les han alcanzado mucho daño por tener parte en estos cinco navíos tan interesados. Fecha en Dunquerque a 20 de abril de 1638.=Juan
Biguinote, secretario del Almirantazgo.»
* * *
Madrid y Junio 22 de 1638.—El mismo Memorial, pág. 439
«Remato lo de Flandes (hablaba de operaciones por tierra) con que escribe de allá el P. Vivero que los nuestros en Dunquerque andan muy prósperos y que entre otras presas que en estos días han hecho fué una de un
navío francés que iba a Holanda, cargado de pistolas (así llaman en Flandes los doblones). Créese era la ayuda de costa que el francés da a los holandeses para la guerra: ha sido presa de grande importancia por la cantidad y la materia. Otras se cogieron de holandeses, ricas; mas ésta ha hecho
más ruido. Una nao de Holanda que llaman la Nasoaira, del de Orange,
venia del Brasil cargada de azúcar, y se hundió en el camino; tenía cuarenta piezas de artillería, y era o la más poderosa o de las más poderosas de
Holanda.»
* * *
Copia de una carta que escribió D. Miguel de Salamanca, secretario de
Estado de S. A. el señor Cardenal Infante al duque de Villa-hermosa, consejero de Estado de S. M.—Tomo XIV, pág. 483.
«Los navíos de Dunquerque tomaron cinco naos cargadas de municiones y bastimentos que iban al Brasil de socorro; dícese se ha hecho propio
a Portugal para que nuestra armada salga lo más presto que sea posible,
que la ocasión es mejor que se podía desear.»
(En Agosto ocurre en España el desgraciado suceso de Guetaria donde
el Arzobispo de Burdeos quemó doce navíos del Almirante D.Lope de Hoces.)
* * *
Madrid y Diciembre 15 de 1638.—Tomo XV, pág. 124.
...«Los navíos de Dunquerque, que son los reyes de la mar, salierón en
número de catorce para ir a las pesquerías de holandeses. estando quince
de los suyos a la boca del puerto para estorbarles el viaje, y a lo largo pelearon tres días a la vista del lugar, ganando siempre los nuestros, con
que prosiguieron el viaje, y los holandeses en su seguimiento, y en la misma pesquería y a vista de los pescadores, picados de la reputación, trabaron una batalla muy rigurosa y en ella echaron a fondo la capitana de Holanda y otros dos bajeles. A esta sazón sobrevino una borrasca tan grande
526
y continuada por muchos días, que escriben que en la edad de los que viven, no se ha visto otra semejante a ella, y se perdió toda la armada de
Holanda y la del socorro del Brasil que se halló en la mar, sin que se escapase un hombre, de forma que avisan que en estas dos escuadras, y la
que peleó en las Indias con D. Carlos de Hacra han perdido cuarenta y
ocho bajeles de guerra y mercancía, y en ellos dos millones de ducados.
De los de Dunquerque habían vuelto seis al puerto sin árboles ni ferros,
y estaban con cuidado de los demás. Gran Dios tenemos, pues con esto el
socorro de España que ha ido al Brasil podrá obrar sin oposición, y si les
despachan un aviso con la nueva de este desastre, podrían los nuestros intentar su entera recuperación y aún salir con ella.»
* * *
Madrid y Diciembre 21 de 1638.—Tomo XV, pág. 130.
«Los navíos de Dunquerque han peleado tres veces con la escuadra de
Holanda y los han desbaratado y puesto en huída, y los de los Estados
quisieron ahorcar al general y cabos; ellos se excusaron con tan buenas
razones que les valió la vida.»
* * *
Madrid y Febrero 5 de 1639.—Tomo XV, pág. 179.
«Los bajeles de Dunquerque se esperan con 2.000 valones y en ellos viene el marques de Miravel; y de vuelta han de llevar españoles a Flandes.»
* * *
Carta del Jesuíta Sebastián González, 22 Marzo 1639.—Tomo XV, página 202.
«Con grande cuidado nos ha tenido la armada de Dunquerque, porque
unos decían la habían quemado los enemigos, otros que nos habían tomado tres navíos y dejado los demás mal parados.
Ayer vino aviso de la Coruña de cómo habían llegado doce navíos con
4.000 hombres de Dunquerque(1).
El caso fué que cuando quisieron salir los nuestros que por todos eran
14, aguardaron viento y la mar alta, porque sin estas condiciones no pueden salir. Quiso la suerte que vino el viento cuando ya quería bajar la mar.
En este tiempo salieron cinco, que los demás no pudieron. Estaban aguardándolos otros 14 navíos reforzados de Holanda, con orden de que peleasen aunque se perdiesen, y impidiesen la derrota (marcha) de nuestra armada. Los cinco nuestros envistieron con los 14 y se peleó valientemente de
una y otra parte. Cogiéronnos un navío, por estar desjarciado y no poderse valer de sus velas, tomáronles los nuestros otros de guerra.
Nuestra Almiranta, cercada de seis o siete, peleó con valor increíble y
(1) Mándabalos Miguel de Orna de cuya llegada a la Coruña se trata en otra carta
527
viendo el almirante no podía escapar de sus enemigos, pegó fuego al navío
con que todos volaron.
Entre muertos y heridos de nuestra parte, dicen son 600; de los enemigos 1.700.
Volvieron a Dunquerque los tres navíos y el otro de presa, y dejando la
gente de pasaje para España, volvieron a buscar los enemigos, y viendo
no parecían tornaron a embarcar la gente, y dieron con ella en La Coruña
donde hoy están.
Adiós, mi padre, que más larga relación habrá de este suceso, y de todo avisaré y enviaré luego las que V. R. me pide, aunque no valen nada. De
Madrid y Marzo 22 de 1639.=Sebastián González.=Al P. Rafael Pereira de
la Compañía de Jesús en Sevilla.»
* * *
Madrid y Junio 23 de 1639.—Tomo XV, pág. 271.
«Pax Christi &.ª Lo que hay de nuevo que poder avisar a V. R. es que la
armada francesa que estaba sobre la Coruña, su intento principal debía de
ser impedir la nuestra tal cual es, no fuese en socorro de los galeones y
flota. Estuvieron allí algunos días, donde recibieron daño sin hacer ninguno.
Entró con cuatro fragatas D. Miguel de Liçondo (1) en la Coruña pasando por medio de los enemigos, cañoneándose con ellos y les hizo grande
daño; dos navíos grandes se desarbolaron desde el fuerte de la barra y el
uno quedó tan mal parado que fué necesario en esquifes sacar la gente, perdiendo el ganado y otros bastimentos; en fin, con la oscuridad de la noche
salvaron el casco, llevándolo donde lo pudieron rehacer y hoy vino aviso
se habían desaparecido de la Coruña.»
* * *
Madrid y Julio 9 de 1639.—Tomo XV, pág 297.
.....«De la armada francesa y holandesa, que se dijo padeció tormenta,
no se ha sabido, que es lo peor, y mándase pase Horna (2) que es persona
de mar, la gente de la Coruña a Flandes, y que Don Lope de Hoces pase
con Santa Teresa y otras naos para otros efectos.»
***
Madrid y Agosto 24 de 1639.—Tomo XV, pág. 326.
«Embocando Miguel de Orna por el Canal, fué mandado por D. Antonio de Oquendo ir a Belisla: topóse en la navegación con trece navíos
(1) M en el original del P. Sebastián. Miguel de Liçondo parece estar en lugar de Miguel
d’ Elizondo; pero así y con todo sospechamos que debe de haber alguna equivocación. El que
según Vivanco y Baños de Velasco en sus lugares ya citados, entró en la Coruña con cuatro
fragatas, rompiendo por medio de la escuadra francesa y salió y se cañoneó con ellos, fué
Miguel de Orna u Horna. general de las galeras de Dunquerque
(2) «Miguel de Horna a quien otros llaman Orna, valentísimo cántabro, terror de hodeses y por este tiempo Almirante de la escuadra de Dunquerque.»
528
franceses de los cuales echó a pique la capitana y la almiranta a la contraria y otros cinco bajeles otros cinco enemigos con la gente y otros dos se
rindieron».
* * *
Madrid y Agosto 6 de 1639.—Tomo XV, pág. 313.
«D. Antonio de Oquendo va a Flandes con 23 navíos y con los de la Coruña que pasarán de 65, créese que irá por su almirante D. Lope de Hoces
a pasar aquella gente que ya es mucha y de esta manera será menos mal
de pasar.»
* * *
Valladolid y Agosto 6 de 1639.—Tomo XV, pág. 314.
«La armada francesa y holandesa que estuvo en la Coruña volvió a sus
puertos y se cree que con la tropa de Edin (Hesdin) cargará sobre Dunquerque, aquella por mar y este rey por tierra.»
* * *
Madrid y Octubre 25 de 1639.—Tomo XV, pág. 346.
«De D. Antonio de Oquendo escriben que metió la gente y dineros en
Dunquerque y que peleó con los enemigos y les echó dos vasos grandes a
fondo: el uno era la almiranta de Holanda, el otro era un bajel grande.....
Hallóse D. Lope de Hoces con su navío solo, cercado de siete, y les dió
muy bien que hacer; acudióle D. Antonio de Oquendo y salvóle del riesgo
con grande valor y el uno y el otro pelearon aventajadamente.»
(Ya sabemos que Horna con sus bajeles formaba parte, desde la Coruña,
de esta armada. Con ella y como jefe subalterno tomó parte en las diversas operaciones navales y en el Combate de las Dunas de tan funestos resultados para ambos contendientes a causa de la gran tempestad que se levantó durante el combate y que puso en dispersión a los barcos combatientes.)
* * *
Madrid y Noviembre 22 de 1639.—Tomo XV, pág. 360.
«Al mismo tiempo que nuestros navíos iban entrando en Dunquerque,
llegaron las fragatas de aquel puerto con cuatro presas de cuatro navíos
holandeses que venían del Brasil muy ricos de azúcar y otras mercadurías.
El uno aprecian en 300.000 ducados, y lo de más estima es las cartas originales que envía a Holanda el sobrino del de Orange, gobernador de Pernambuco, donde le dice está muy apretada hoy y que si no le socorren con
esfuerzo grande será fuerza el entregarse.»
* * *
Madrid y Diciembre 6 de 1639.—Tomo XV, pág. 370.
«Además de las presas que los navíos de Dunquerque habían hecho en la
ocasión de la pelea de nuestra gente, y tengo avisado, con este ordinario
529
avisan se han tomado a los enemigos otros de nuevo, que llegarán en todos
a 24 navíos, los mas pequeños y los siete grandes.»
* * *
Madrid y Marzo 27 de 1640.—Tomo XV, pág. 435.
.....«Por entender que tenía escrito lo de la pelea de los de Dunquerque,
lo he pasado en otros correos en silencio; cierto fue que Miguel de Horna.
almirante de la escuadra de Dunquerque, viniendo a España con los demás navíos a traer los valones, encontró con trece navíos franceses, y siendo los suyos menos en número los acometió, y se peleó de una y otra parte con grande valor; echó a fondo cinco del enemigo, y entre ellos la almiranta de Francia, tomó cuatro y otros cuatro huyeron. A nosotros nos
echaron a fondo una fragata, la gente se salvó. Por esta facción le hizo Su
Magestad merced a Miguel de Horna del Hábito de Santiago, y para que
se despache con más brevedad mandase le hagan las pruebas aquí enMadrid.»
* * *
Tomo XV, pag. 427.
El 13 de Marzo avisan la llegada a la Coruña de la escuadra del almirante D. Antonio de Oquendo que va tan enfermo que lo sacaron del navío
en un colchón y dados los Sacramentos. Debió morir en Agosto de 1640.
(Al formar Orna con sus navíos en Dunquerque parte de la Armada del
Oceano se pierde su personalidad).
* * *
Madrid y Julio 24 de 1640.—Tomo XV, pág. 463.
«Ya avisé cómo salieron de Dunquerque diez navíos y se le juntaron
otros cinco. Venía por cabo Miguel de Orna y traía 2.500 hombres; dió vista a la Rochela y a las islas que están enfrente, que son las de Res (Rhé) y
y de Olerón, y acometió a los navíos que había en ella, y hubo una gentil
refriega, porque salieron algunos de los que tenían en la Rochela, de armada, en favor de los de las islas. Tomó siete y entró en la Coruña con 22,
aunque herido, no se sabe aún lo más particular; luego se sabrá y si lo hubiere avisaré.»
La historia naval de Orna y de su flota se pierde entre la
baraunda de almirantos y escuadras de que formaba parte
desde su incorporación a la armada del oceano; pero en la
«Historia de la Armada Española» por Fernández Duro (Tomo 4 . º pág. 328) surge un brillante rayo de luz salido, indudablemente, del genio marino de Orna.
Dióse un combate a vista de Barcelona (Junio de 1642)
530
entre la Armada del Marqués de Bresé y la del Duque de Ciudad Real. Oficialmente nada se dice de Orna; pero una carta
o relación de Miguel Parets hablando de las peripecias del
combate dice:
«Unida nuestra Armada ( l a francesa) y puesta en buen
orden, seguía a la enemiga, aunque le llevaba la ventaja derecha y la de mejor viento, rehusando volver a las manos.
Por los prisioneros se supo que el Duque de Ciudad Real
estaba atemorizado del combate pasado, y tanto, que quería
retirarse a puerto; pero que el Comandante de los de Dunquerque l e dijo que o pelear o que si no se volvía. Y asímismo que la almiranta enemiga (la española) por no dar la gloria a los de Dunquerque (aunque siempre embestían) deseaba ser la que chocase c o n nuestro almirante; con estas inteligencias se navegaba sobre aviso y a las tres de la tarde
volvió a embestir el enemigo, embistiendo la escuadra de
Dunquerque con otros navíos y la almirante a la nuestra....»
N o he podido hallar más datos del Almirante Orna, que
supo llegar a esa dignidad desde modesto soldado.
EUFRASIO MUNARRIZ URTASUN
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