TEMA 33 bis. LAS RELACIONES INTERNACIONALES DESPUà S DE LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL. LA ILUSIà N DE LA PAZ. A partir de 1924 se estaba germinando un nuevo clima internacional favorable a la cooperación multilateral y a la solución pacÃ−fica de conflictos y tensiones, a pesar de la escasa operatividad de la Sociedad de Naciones. La prosperidad general que se empezó a disfrutar entonces en todo el mundo ayudó a superar el trauma de la Guerra y facilitó la reconciliación entre los pueblos. En efecto, el Plan Dawes (abril de 1924) sentó las bases para la solución de la cuestión alemana (â las reparaciones de guerra impuestas a Alemania eran excesivamente graves para que ésta pudiera pagar todo lo que se le pedÃ−a. Hasta 1924, Francia habÃ−a exigido que se cumpliera estrictamente el Tratado de Versalles, incluso habÃ−a ocupado la cuenca del Ruhr, pero la llegada al poder de la izquierda distendió las relaciones con Alemania). El gobierno alemán habÃ−a solicitado una investigación sobre la economÃ−a de su paÃ−s. La comisión de expertos nombrada al efecto, presidida por el banquero norteamericano Charles G. Dawes, recomendó que la cantidad anual que Alemania debÃ−a pagar se fijase en 2'5 millones de marcos-oro y que se concediese a Alemania una cuantiosa cantidad en créditos. El plan logró sus objetivos: la economÃ−a alemana inició su recuperación, Alemania pudo empezar a pagar las anualidades acordadas (â Francia retiró sus tropas del Ruhr a partir de 1925). El 1 de diciembre de 1925 se firmaron los Tratados de Locarno, auspiciados por Gran Bretaña, Francia y Alemania. El principal de ellos, suscrito por Francia, Bélgica y Alemania, y garantizado por Gran Bretaña e Italia, confirmó la inviolabilidad de las fronteras alemanas con Bélgica y Francia y la desmilitarización del Rin. Por último, Alemania era admitida en la Sociedad de Naciones. Un nuevo espÃ−ritu empezó a reinar en Europa, el espÃ−ritu de Locarno, en el que el entendimiento parecÃ−a asegurado y todo el mundo tenÃ−a ansia de paz y buena voluntad. En aquel ambiente de distensión general también se dieron iniciativas, en busca de una fórmula permanente y segura de paz. AsÃ−, en agosto de 1928, Gran Bretaña, Francia, EEUU, Alemania, Italia y Japón firmaron en ParÃ−s el llamado Pacto Briand-Kellog, esto es, la propuesta del ministro francés de Exteriores, Briand, de quien partió la iniciativa, y del Secretario de Estado norteamericano Frank B. Kellog, por la que los paÃ−ses firmantes renunciaban a la guerra como medio de resolver los conflictos. En ese clima, el Plan Dawes fue revisado y sustituido por otro mejor, el Plan Young (febrero de 1929): la deuda de guerra alemana fue reducida en un 75 % y fijada en 121 billones de marcos, y se amplió el número de plazos para su pago. Lo que se dio en llamar “espÃ−ritu de Locarno”, el deseo de paz y cooperación, parecÃ−a, pues, triunfante. Sin embargo, la gran depresión económica de 1929 destruirÃ−a el “espÃ−ritu de Locarno” y propiciarÃ−a que la inseguridad, la violencia y la tensión volvieran a caracterizar las relaciones internacionales. Lo que en 1928 era impensable, la posibilidad de una nueva guerra mundial -como mostraba que un total de 62 Estados ratificasen el Pacto Briand-Kellog-, resultarÃ−a casi inevitable en unos pocos años. 1