Las funciones de los seres vivos Todos los seres vivos realizan una serie de funciones absolutamente indispensables para poder vivir. Tú perteneces a la raza humana. Desde que te levantas hasta que te acuestas por la noche, has realizado una gran variedad de actividades y tu cuerpo ha estado funcionando a la perfección sin que tú te dieras cuenta. Todo lo que has hecho en el día de hoy, todas las actividades que has realizado, se puede agrupar en tres funciones básicas: nutrición, relación y, a veces, reproducción. Hombre andando. Función de relación entre seres vivos Ningún ser vivo puede vivir ajeno a lo que ocurre en el medio en el que vive. Necesita capturar el alimento, fabricarlo, buscar pareja, defenderse de los depredadores, elegir las condiciones ambientales más favorables para su vida... en definitiva necesita relacionarse. Así pues, la función de relación, permite al ser vivo conocer mejor el medio que le rodea para asegurar así su supervivencia, respondiendo lo mejor posible ante posibles cambios. Los animales se pueden comunicar de diversas formas: de forma visual, sonora, olfativa o táctil, estas señales son emitidas por unos animales y recibidas por otros. Las informaciones emitidas son estímulos que pueden ser captadas por los otros animales mediante una serie de receptores sensoriales. Esta información es cedida al sistema nervioso que no solo registrará la señal sino que emitirá una respuesta adecuada elaborada por sus músculos, glándulas o vísceras que actúan como órganos efectores. Mapa conceptual de la función de relación. Función de relación de las plantas Todos los seres vivos tienen la capacidad de relacionarse con el medio que los rodea. En los vegetales, esta capacidad de relación se llama excitabilidad o sensibilidad. Gracias a la excitabilidad, los vegetales pueden percibir estímulos externos y reaccionar produciendo respuestas. Las respuestas de los vegetales son de naturaleza muy diferente de las respuestas de los animales, aunque están basadas en el mismo principio: la irritabilidad de las células. La excitabilidad posibilita la adaptación de los vegetales a los cambios ambientales. Las respuestas que producen los vegetales ante los cambios del ambiente se pueden clasificar en dos tipos: los tropismos y las nastias. Los tropismos son respuestas en las que se producen cambios en la dirección del crecimiento del vegetal. Los tropismos alteran la forma de los vegetales y producen en ellos deformaciones permanentes. En general, los tropismos pueden ser tropismos positivos, si el vegetal crece en dirección a la fuente del estímulo, tropismos negativos, si el vegetal, al crecer, se aleja de dicha fuente; o tropismos transversales, si el crecimiento coloca al vegetal de forma perpendicular a la fuente del estímulo. Dependiendo de la fuente del estímulo, los tropismos pueden ser de varias clases: Los geotropismos. Son las respuestas producidas ante la acción de la gravedad. Los fototropismos. Son las respuestas producidas ante la acción de la luz. Los quimiotropismos. Son las respuestas producidas ante la acción de las sustancias químicas. El más conocido es la acción del agua, hacia la que las raíces presentan hidrotropismo positivo. Los tigmotropismos. Son las respuestas frente a acciones mecánicas. Por ejemplo, los zarcillos de la vid se enroscan alrededor de un objeto cuando lo rozan. Las nastias son respuestas en las que se produce un movimiento sin orientación y pasajero, puesto que el vegetal vuele a su posición inicial al cabo de poco tiempo. Existen varias clases de nastias: las sismonastias, que se producen cuando los estímulos son golpes o sacudidas a un vegetal, como cuando las hojas de la mimosa se encierran cuando se las golpea, los movimientos de las plantas carnívoras; las quimionastias, o respuestas al estímulo de determinadas sustancias químicas, el agua generalmente; y las fotonastias, o respuestas a estímulos luminosos, como cuando las hojas de la acacia o del trébol varían su posición al atardecer, mientras que el dondiego de noche abre sus flores y las margaritas las cierran al ponerse el sol. La planta carnívora se ha adaptado para conseguir los nutrientes comiendo moscas.