Sacerdotes obreros en Chile La vuelta de los sacerdotes obreros a !a fábrica por acuerdo de! último Concilio (cf. Mensaje N" 46 enero-febrero I96A, ptig- 4St lia tenido una inmediata repercusión en Chile: un equipo de ¡avenes sacerdotes capuchinos se prepara actualmente para iniciar el uño próximo una experiencia semejante. En las páginas que siguen nos ofrece uno de ellos .sus "primeras impresiones" del fugaz contacto hilvanado con el mundo obrero durante los meses de verano. Por lo mismo, sus apreciaciones y conclusiones sólo tienen por ahora un carácter provisorio hasta que una convivencia más prolongada y suficientemente integrada las confirme o rectifique. El mundo obrero visto por dentro Un sacerdole y dos estudiantes capuchinos de teología, hemos acudido durante un mes y medio al trabajo, ctinici cualquier obrero, lil primero, en una empresa consiructora, como simple peón. El segundo, en una empresa PEÍ ni fijadora, di-' unos cuatrocientos trabajadores. El tercero, en una empresa de objetos de ferretería. Desde el primer momento se llevó un plan coordinado. Una vez por semana teníamos foros de revisión al cual se integraban varios otros sacerdotes interesados en este apostolado. Los "enviados" aportaban sus experiencias vividas durante la semana y apuntadas diariamente en su líbrela de netas. Confrontábamos estas experiencias. Extractábamos conclusiones comunes que, cventualmente, sirvieran de base para una futura pasta ral obrera. Se daban consignas de observación para la semana siguiente: tal o cual problema para observar la reacción de los compañeros. En suma, un plan sistemálico, preparado de antemano. En el primer mes de Irabajo, nos mantuvimos en el ¿•nunimato, vale decir, no nos identificamos como clérigos. Los Ires nos esforzamos para vivir lo más intensamente posible con nuestros compañeros, sea en las horas de trabajo, sea en las horas de almuerzo en el comedor —donde lo había— o, sentados ahí mismo, en¡re los andamios. Fue ésta la primera prueba: el tener Que comer en una otlita común donde entraban todas las cucharas y dundo los trabajadores mezclaban alegremente la cebolla traída por uno con el tocino proporcionado por otro. Gran prueba. Los fines de semana, grupos de trabajadores organizaban excursiones a las playas, a las montañas o a las orillas de los ríos. Allá nos íbamos alegremente con ellos. Fue, en realidad, una estupenda plataforma de observación para sorprender, auscultar y vivir la realidad casi integral del trabajador. Las conclusiones que a continuación damos tienen, creemos, validez por cuanto son fruto de la confrontación y revisión en común de las observaciones aportadas por cada uno de nosotros. Sin embargo, debemos señalar desde el primer momento que esta valide/, la consideramos relativa por lo limitado de la experiencia, Reflexiones 1.—La primera dificultad fue mantenerse en el ano nimato. Se había convenido con los empresarios en que. 25S por algún tiempo (y por táctica) no fuéramos presentados como sacerdotes. Gran dificultad. Por mucho que nos esforzamos por disimular nuestra impronta clerical, no pudimos evitar, al menas en un principio, el ser considerados como seres extraños y, así, debimos soportar "tallas pesadas". Pero la dignidad, naturalidad y hombría con que procuramos trabajar con la misma destreza que nuestros compañeros, disiparon pronto aquella impresión de extráñela. Surgió la pregunta: "¿Quién es usted? — Usted es distinto". La respuesta estaba preparada de antemano: un intelectual deseoso de conocer de cerca al obrero, un estudiante que trabaja en el verano ... En nuestros foros dt: revisión hemos llegado a la conclusión de que la carrera sacerdotal marca en el joven un sello indisimulabie (¿una mentalidad aburguesada?), una conformación psíquka que le distancia del obrero V . le estorba para trabajar en este apostolado. Solamente las virtudes sacerdotales podrán salvar esa distancia. En nuestra opinión, este dalo es muy interesante para los rectores de los seminarios. 2.—¿Cuál fue nuestra primera impresión o comprobación? Si las conversaciones son exponentes real de vivencias interiores, al primer golpe se tuvo la impresión de que no existiera para estos trabajadores otras vivencias ni realidades que los instintos primarios. Su argot, "su" idioma, no sale de la órbita sexual. Como si los límites y aspiraciones del hombre ahí comenzaran y acabaran. Para ellos, la hombría y el prestigio se miden por el grosor del "garabato" y otros alardes. ¿Un cambio en la jerarquía de. valores? Despulís, —ateniéndonos a sus observaciones—. y a muy larga distancia, vienen las preocupaciones deportivas, dígase el fútbol. Y. de üqui a otra larga distancia, como esfumándose, las preocupaciones sindicales, políticas (tal vez en tiempo de elecciones primen éstas). De vez en cuanlo se ove hablar de tensiones internacionales y temas variados. Los diarios más leídos son El Clarín y las Ultimas Noticias. Pero en esta acentuación de los instintos primarios, no creemos ver un problema moral, y menos religioso, sino un problema humano-cultural. En la misma medida en que el alma del pueblo se vaya enriqueciendo de cultura y educación, vivirá preocupaciones humanas más altas, políticas, sociales o religiosas. Más aún. En los foros de revisión se opinaba que ni siquiera el cristianismo, como religión, soluciona esta condición desventajosa del trabajador. Urge, pues, o se impone una solución integra] del hombre, la creación du una verdadera personalidad, rica en posibilidades, mediante una educación más profunda y extensa. 3.—Otra observación. Existe notable diferencia, en i.uanto a la capacidad receptiva, entre los jóvenes por un lado y los hombres maduros por otro. El joven —entre los 15 y los 25 años, aproximadamente— se ofrece para conversar. Todavía es capaz de entusiasmarse con ideales más altos. Es terreno sustancialmente sano. Aquí se puede sembrar. Siempre volvimos con datos optimistas sobre pequeños encuentros con muchachos, sobre la buena disposición descubierta en muchos de ellos. Otra cosa es el hombre, el endurecido y maduro. Normalmente es un ser mental y sentimentalmente acabado. Ni se exalta ni se deprime por nada. Aquí no entran ideales. Sus mismas conversaciones versan monotuna y marcadamente sobre instintos primarios. Tal vez haya una salvedad: el hombre de campo emigrado a la ciudad. También, aquí se puede sembrar todavía. 4.—En las tres empresas en que trabajamos, habiendo ausencia general de inquietudes, se daban todas las características de masa. Una masa pasiva, amorfa y, también vacia, Y de consiguiente eminentemente receptiva. Cuántas veces nos decíamos: "dos o tres líderes con ideas claras y convicciones profundas, cuánta iluminación y plenitud pondrían en esta masa amorfa y vacía". Esta es una tierra virgen donde pueden crecer todas las hierbas: el trigo y la cizaña. Más aún. Nosotros, más de una vez, nos aventuramos a emitir una opinión audaz: para la evangelización de este territorio, es tan importante la formación de líderes católicos como la misma búsqueda y formación de vocaciones sacerdotales. ¿Mucho atrevimiento? Cuando Este mundo se mira por dentro y cuando se piensa en la disponibilidad de sacerdotes, se llega a la conclusión dtr quo la única salida es ¡a formación de un equipo compacto de obreros militantes, jóvenes en especial. 5.—Un hecho nos desconcertó: la poquísima o ninguna referencia, en las conversaciones de los trabajadores, a la Iglesia representativa —sacerdotes, Papa, Vaticano...— a pesar de nuestras tentativas para suscitar estos temas. No se preocupan de la Iglesia ni para denostarla o criticarla, menos para ensalzarla. Prescindencia. indiferencia. ¿Será esto, mejor o peor que la hostilidad? iMucho nos esforzamos por suscitar entre lus trabajadores este tópico a fin de detectar su sentir y opinión. No interesa. Si alguna vez, fugazmente, exteriorizaron EU pensamiento fue en este sentido: no es posible que un "cura" sea pobre. Ellas dan al conceplu pobre un alcance especial, el sentido de riesgo, el que no sabe qué cernerá pasado mañana. Ellos piensan que el "cura" ha asegurado su vida con una carrera. Esa carrera "prolesional". resguarda sus espaldas del hambre y del frío. Y, entonces, el "cura" estaría en una imposibilidad radical para comprender su situación. Tales ideas son pensamiento inconmovible en ellos. Nosotros, en los foros de revisión, nos preguntamos muchas veces si este desinterés del obrero respecto a la Iglesia, estaría señalando falta de cultura o un real alejamiento, como la prescindencia de algo o de alguien con quien no tenemos nada que ver. ¿Estaríamos, entonces, ante un dislanciamiento de proporciones mucho más vastas que las imaginadas por cualquiera de nosotros? La pregunla no viene al caso aquí. Tampoco nos creemos con suficientes datos para pronunciarnos con seguridad. La experiencia, en realidad fue limitada. Descorriendo la cortina En las cuatro primeras semanas, quisimos silenciar nuestra condición de clérigos, pero tarde o temprano, tenían que descubrirnos como tales. ¿Cómo hacerlo? ¿Que el empresario hiciera correr el rumor? Podría resultar espada de doble filo. Optamos por manifestarlo nosotros mismos, comenzando por los amigos o por los más próximos en el trabajo. Se contaba con que la noticia correría por si misma, rápidamente. Pero no fue así. Sea que los interesados tomaron el dato como confidencia personal o que consideraron que se trataba de una noticia normal, el hecho es que los depositarios de la información no la propagaron. Fue la primera sorpresa. Entonces, nosotros mismos, con naturalidad, extendimos la noticia al gran grupo, poco a poco. Y aquí fue la gran sorpresa. La noticia no golpeó. No causó ni sorpresa ni admiración ni escándalo. Sencillamente cía una cosa normal. El que un sacerdote estuviera trabajando en una empresa no constituyo ningún acontecimiento para los trabajadores. El fenómeno lo tratamos a fondo en nuestros foros. Este hecho, desconcertante e inesperada para nosotros, 259 es un pozo sin fondo, creemos, de donde se pueden extraer muchas consideraciones pastorales y sociológicas. ¿Tan grande es el ahismo entre el mundo trabajador y la Iglesia? ¿Tan precaria es ta presencia de la Iglesia allí? O, más sencillamente, SE trataría del hecho natural de una masa saturada de novedades que ya no se impre.siuna por nada? Finalmente, ¿estamos ante un fenómeno humano-cultura! o ante un fenómeno religioso? De cualquier manera que; sra, ahí están los hechos. La interpretación será Larca de los técnicos y de los Pastures. Síntomas alentadores Sin embargu, sea como fuere realmente, la situación religiosa dul obrero chileno, descubrimos en este mundo —distinto y nuevo para nosotros— síntomas muy alentadores. Es cierto que en las conversaciones de los trabajadores no asoman inquietudes religiosas. Cierta también que apenas hay referencias, para bien o para mal, a la Iglesia Jerárquica. Menos todavía, preocupación por problemas religiosos. Todo esto es un hecho. Pero creemos llegado el momento de distinguir en el cristianismo el fondo y la forma. Por los datos que nos trajeron, hemos quedado convencidos de que en el mundo de los trabajadores se vive fundamentalmente el cristianismo. Líneas básicas del cristianismo, como el desprendimiento, la ausencia de egoísmo, la lealtad, el servicio al prójimo, la misericordia, la compasión.. . todo eso se vive allí, a cada momento, en rasgos múlti pies y simpáticos y, a veces, conmovedores. Con qué facilidad se desprenden de la mitad de su almuerzo para dárselo al que tiene menos. Uno de no.solros comentaba: "el primer día, llevé de almuerzo sólo un "sandwich". Al advertir la frugalidad de mi comida se me acertaron cuatro o cinco trabajadores desconocidos ofreciéndome aceitunas, unas cucharadas de caldo caliente. Detalles así los presenciaba todos los días". Otro recordaba: "sentados entre los andamios nos jun* tábamos, al azar, cuatro o cinco trabajadores. Cada uno depositaba en una mesa común todo lo que llevaba. Y de aquella mezcla abirragada da alimentos, comíamos todos alegremente lo que nos apetecía". ¡Qué sentido de desprendimiento personal y qué senlido de comunidad! Un dato de libreta: "Ayer llegaran dos nuevos trabajadores. Hoy he visto una cosa increíble. He visto a varios trabajadores acercarse espontáneamente a los dos nuevos compañeros y enseñarles largamente, con cariño y dedicación, cómo se trabaja en el tomu. cómo deben ultimarse los detalles". Enseñar al que no sabe, obra de misericordia. Si hay algo que ellos detestan es la deslealtad. Es para ellos como pecado mortal. Incluso, es sinónimo de poca hombría. Prefieren arriesgar su puesto antes que delatar o irse con cuentos al patrón. La primera, virtud, para el trabajador, es la lealtad con los compañeros. De las tres fábricas, en dos no había sindicato. Y si no se deciden a formar sindicato es por abulia o falta de convencimiento, tal vez por falta de información, pero los fundamentos humanos para el sindicato los tienen y los viven abundantemente. Y qué magníficas disposiciones para el sentido de culi i unidad eclesial. Les falta muy puco para llegar a ser verdaderamente cristianos. El saber sacrificarse por los demás, el no buscarse a sí mismo, el mancomunar sus intereses personales, el socorrer las necesidades de los demás, el renunciarse a si mismos en nombre de una lealtad común... qué estupenda perspectiva du evangelización y de creación de una Iglesia viviente. Casi todo está hecho. Los fundamentos están puestos. Por eso, tenemos la impresión de que la distancia entre el mundo obrero y la Iglesia es sólo aparente, formal. Hl livangelio está presente, allí, £il descubrimiento de estas riquezas nos ha traído aliento, jusliíica la experiencia sacerdotal obrera, compromete nuestro esfuerzo y obliga, creemos, a la Iglesia a orientar sus mejores recursos en esta dirección. Conclusiones pastorales Es necesario que el sacerdote descienda al mundo del trabajador, no para evangelizar alli, sino partiendo del panorama allí encontrado, poder elaborar una pastoral objetiva y realista. Mientras los sacerdotes elaboren la pastoral obrera sin haber tenido la experiencia de ser trabajador, creemos que a esa pastoral siempre le faltará madurez. Será una pastoral clerica! y desenfocada, aunque haya tenido el asesoramiento de obreros católicos. De ahí la importancia de esta vivencia. Si el sacerdote fue especialmente elegido para los pobres —y la mitad de la humanidad es pobre— pero no sabe cómo se es pobre —al menos en su condición más corriente de obrero— difícilmente podrá alcanzar la especial situación anímica necesaria para comprender y para evangelizar a los pobres. Aquí está, creemos, la razón y la valide/, de la experiencia sacerdotal obrera que se quiere llevar adelante. Equivocación, ciertamente, el pensar que, sin sacerdote en la fábrica, no puede haber evangelización en la fábrica; pero equivocación también el pensar que, con una pastoral elaborada por el sacerdote, sin haber estado en la fábrica, pueda haber evangelización de la fábrica. Después que el sacerdote haya experimentado las dificultades y posibilidades, la presión ambiental ... entonces se percatará de qué temperatura interior y claridad de ideas debe estar dotado el militante obrero. Entonces tendrá la preparación mínima para organizar y asesorar los movimientos de acción católica obrera, fuerza de evangelización de las masas trabajadoras. Jesús Larrañaga de Aspeitia, capuchino 260