Cantando la canción del Señor en tierras extrañas Por Joel Van Dyke y Kris Rocke Dice el salmista: "¿Cómo cantaremos cántico de Jehová en tierra de extraños?" (Salmos 137:4). Esta es una hermosa pregunta que brota del corazón de un poeta que lucha por vivir en una tierra extraña (Babilonia) aquello que sabe que es cierto en un contexto más familiar (Jerusalén). Esta pregunta ha estimulado a comunidades misionales de líderes de base en América Latina que se encolumnan bajo el estandarte del Center For Transforming Mission (CTM). Estamos aprendiendo cómo leer la Biblia, no a ni para aquellos a quienes servimos, sino con ellos, los que han sido erróneamente etiquetados como los menos, los últimos y los perdidos. La creencia que sostiene este enfoque es que la gracia es como el agua: fluye cuesta abajo e inunda los sitios más bajos. Estamos aprendiendo a ver la gracia de Dios inundar lugares de extrema pobreza y violencia. Los valores teológicos fundamentales del CTM están conformados por la misión “encarnacional” de Jesucristo. En la encarnación de Jesús –todo lo que hizo y dijo, y su muerte y resurrección para salvarnos de nuestros pecados– la intimidad de lo humano y lo divino se hace realidad en toda su plenitud. La encarnación une lo que el mundo divide. El ministerio que espiritualiza y subestima los problemas reales que enfrentamos en el mundo físico no se ajusta a la verdad de las doctrinas de la creación y la encarnación. El ministerio bíblico, encarnacional, es radicalmente holístico; afecta el cuerpo y el alma. Produce como respuesta la transformación personal y el cambio sistémico; promueve la rectitud y la justicia. Establece una conexión entre Dios y la humanidad, entre el cielo y la tierra, y quizá lo más difícil de todo, entre “nosotros y ellos”. Nuestra preocupación por encarnar a Jesús entre los menos, los últimos y los perdidos nos ha dado la oportunidad de conocer a algunos líderes de base extraordinarios, quienes están cantando la canción de Dios en algunos territorios verdaderamente extraños (como, por ejemplo, grupos de jóvenes de la calle, familias en condiciones de pobreza extrema, prostitutas, mujeres que sufren el abuso familiar y miembros de pandillas encerrados en prisiones centroamericanas). Aprendimos que las personas que “no encajan” son claves para la misión de la iglesia. Permítame (a mí, Joel) tratar de ilustrarlo. La historia de Agar Existe una prisión de hombres en América Central con un sorprendente grupo de residentes. Durmiendo alrededor de mesas construidas con bloques de cemento, en lo que solía ser el salón comedor, hay una mezcolanza de novias, esposas, hermanas y madres pertenecientes a una de las más importantes pandillas callejeras centroamericanas. Durante una visita reciente, su “capellán” (un ex pandillero) y yo hablamos acerca de la persona de Agar en Génesis 16. Estas mujeres hicieron rápidamente una aplicación personal de la historia. Oyeron que el ángel del Señor trató con respeto a Agar (el ángel del Señor fue el único personaje en el relato que se dirigió a ella llamándola por su nombre). El ángel del Señor la alentó luego a contar su historia: “*…+, ¿de dónde vienes tú, y a dónde vas?” Las mujeres que se encontraban en esa prisión sabían lo que se siente cuando una persona no tiene un nombre y es usada por los poderosos como si fuera su propiedad. Sabían lo que se siente al vivir en desiertos de soledad a causa de la marginación. En la historia de Agar encontraron su propia historia. Leer la Biblia con las personas a las que servimos hace que comencemos a leerla desde la perspectiva de quienes han sido aplastados por la vida. La historia de Agar a menudo es olvidada por la iglesia, aunque no es una cuestión menor que ella haya sido la primera persona en la Biblia que tuvo el privilegio de dar un nombre a Dios. Llama al Señor: “El-roi” (El Dios que ve). Ese elemento del relato llenó de asombro a las Agar de este tiempo. Unas semanas después de haber realizado ese estudio se edificó en la prisión una pared para separar a las mujeres de los hombres. Las mujeres decidieron por unanimidad pintar de su lado del muro la historia de Agar, con las palabras "El Dios que me ve" como centro de la obra. Agar comprendió algo acerca de Dios que Abraham no confiesa sino hasta seis capítulos más adelante. En Génesis 22:14, Abraham anuncia a “Jehová-jireh” (Dios ve/provee), utilizando el mismo verbo, raá, que usó Agar para nombrar a Dios. Quizá los Agar del mundo lleguen a tener una visión del evangelio mucho antes que los Abraham. La confrontación con el dolor Hay tres puertas para la transformación: la oración, la alabanza y el dolor. La más amplia de ellas es el dolor. Irónicamente, el dolor es la puerta más custodiada personalmente por los poderosos y la más accesible entre las personas a las cuales servimos. Quizá esta sea la razón por la cual la realidad y la autenticidad son la moneda corriente entre los marginados. El evangelio comienza por la disposición para ver las cosas como son, no como deberían ser. De modo que estamos aprendiendo que la tarea primordial de la iglesia no es edificar el reino de Dios; esa es la tarea de Dios. Nuestro trabajo consiste en ver a Dios obrar en el mundo, a la vez que proclamar y celebrar lo que le vemos hacer. La iglesia institucional en América Latina a menudo está muy distante de las personas que podrían proporcionarle la visión que con tanta urgencia necesita. Algunos miembros de pandillas encarcelados expresaron los siguientes pensamientos: Con frecuencia hemos visto cómo se extendían los edificios de las iglesias y a líderes con actitud competitiva que parecían haber optado por “competir” con otras iglesias mientras dejaban de lado la necesidad existente en las prisiones, vecindarios, barrios bajos y centros de rehabilitación. La prioridad de tales iglesias pareciera ser la comodidad de sus miembros, por lo que han olvidado la visión de Jesucristo, quien dijo: “Id, y haced discípulos a todas las naciones, *…+”. Nuestro deseo no es solo criticar, pero mientras las iglesias construyen templos en los cuales puedan estar cómodos, hay niños que mueren de hambre, pandilleros que se matan unos a otros y personas encarceladas que sufren de una manera terrible. En un sermón basado en Lucas 23, Tim Keller menciona a los “ajenos” que se habían reunido alrededor de la cruz. Aparecen Simón de Cirene, quien es un “ajeno cultural”; un criminal convicto que es un “ajeno moral”; un centurión que es un “ajeno racial” y las mujeres que estaban observando, quienes son las “ajenas sociales”. Lucas ubica en la escena de la cruz a un único “religioso no ajeno” que parece comprender en su plenitud el significado y la importancia de la muerte de Jesús: José de Arimatea. “Debido a la manera en que se lleva a cabo la salvación” dice Keller, “ los ‘ajenos’ tienden a comprender /ver las cosas antes que los no ajenos; sin embargo, todos son bienvenidos”. Walter Brueggemann escribió que la tarea del profeta es liberar a las personas de su entumecimiento. La iglesia existe para despertar a las personas, para hacerlas tomar consciencia, y no simplemente para hacerlas sentir cómodas en su estado de inconsciencia. A menudo se trata de una tarea solitaria. Nos coloca en situaciones muy difíciles al interactuar con “ajenos” que, a menudo, se vuelven fuentes escandalosas y sorprendentes de una esperanza que deshace el entumecimiento. Permítame (a mí, Joel) nuevamente tratar de ilustrarlo. Llevar la realidad del evangelio a la calle El pastor Francis Montas y su esposa Loly pastorean una iglesia de jóvenes –Casa Joven– que se reúne todos los sábados por la noche en lo que antes fuera un club nocturno en Santo Domingo. Su trabajo con los niños de la calle, con jóvenes delincuentes encarcelados y con prostitutas, significa para muchos otros un llamado profético a despertar. Hace aproximadamente dos meses, Francis y Loly llevaron a cabo una noche especial de oración cerca de una de las más tristemente célebres calles de prostitución de Santo Domingo: la Avenida Sarasota. Mientras oraban unos por otros, pasaron a orar por las muchachas de esa calle, y para cuando me uní a ellos, estaban en su séptima noche consecutiva de oración en las calles junto a las muchachas. Lo que experimentamos durante las siguientes tres horas fue una representación de la escandalosa gracia de Dios que hace añicos el entumecimiento. El rostro de cada “muchacha” se iluminaba cuando las jóvenes de la iglesia la llamaban por su nombre y la abrazaban. Las mujeres de la calle respondían a las hermosas preguntas de las jóvenes cristianas, contándonos lo que les había ocurrido durante la semana, relatando historias acerca de sus hijos y recibiendo oración con ansiosa expectativa, ignorando durante todo ese tiempo a los potenciales “clientes” que pasaban. Acabábamos de testificar a un grupo de tres prostitutas y orar por ellas cuando una, a la cual llamaré Gloria, preguntó si podía orar por nosotros. A las 2:30 de la mañana, en una acera de la “Avenida Sarasota”, mientras nos tomábamos de las manos formando un círculo junto con mis amigos dominicanos, oí una de las oraciones más hermosas de mi vida. Cuando Gloria finalizó con su “Amén”, una sonrisa explotó en su rostro. Con timidez confesó que era la primera vez que oraba en voz alta. Fingí toser mientras trataba de secar las lágrimas de mis ojos. Gloria recibió más abrazos de las damas y un torpe apretón de manos de mi parte. Ese sábado por la noche vino a la iglesia, ¡donde la recibí con un abrazo! Me sería imposible detallar aquí cuánto ha sido bendecida esta iglesia de Santo Domingo y de qué manera han sido recalibradas su visión y su misión para su ciudad a través de estas prostitutas. Las iglesias como Casa Joven que se relacionan con las Agar de sus ciudades, nos enseñan a los demás a cantar la canción de Dios en algunos territorios por cierto muy extraños. Joel Van Dyke es director para América Central de "Estrategia de Transformación", una alianza estratégica entre el “Center for Transforming Mission” y “Christian Reformed World Missions”. Kris Rocke es director ejecutivo del “Center for Transforming Mission”. Copyright © 2009 Christianity Today/Movimiento de Lausana