Redalyc.Donde va el Sur, de Luis Antonio García Reyes. Luis

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La Colmena
ISSN: 1405-6313
lacolmena@uaemex.mx
Universidad Autónoma del Estado de
México
México
Álvarez Caballero, Blanca
Donde va el Sur, de Luis Antonio García Reyes. Luis Antonio García Reyes, Sur, Toluca,
Consejo Editorial de la Administración Pública Estatal, Gobierno del Estado de México,
2007, 93 pp.
La Colmena, núm. 65-66, enero-junio, 2010, pp. 176-178
Universidad Autónoma del Estado de México
Toluca, México
Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=446344468026
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Blanca Álvarez Caballero
Donde va el Sur, de Luis Antonio
García Reyes
Soy del sur;
si algún día me voy,
cuando me vaya
diré:
soy de allá.
Luis Antonio García Reyes
La Colmena 65/66, enero-junio 2010
L
eer Sur en su segunda edición, ahora preparada
por el imc y gratamente incluida en los primeros números de
la Biblioteca Mexiquense del Bicentenario (casi inaugura la
colección), me hace pensar, de primera intención, cuántos
estados habitan en el nuestro, lo difícil que resulta a los poetas
de Toluca escribir sobre el norte o el sur, a los de oriente volver
los ojos a la capital, a los de Malinalco acercarse a Acolman
y a los escritores más citadinos adentrarse en la naturaleza.
Algunos dirán: ¿cuál naturaleza si vivimos en Valle de Chalco
o en Toluca?; ¿cuál origen autóctono?, ¿cuál pez y cuál
tortuga?, ¿cuál sombra de laurel, solares naranjas y gustos
de tierra caliente en pleno frío?
A ese problema de resistencia, incapacidad o apatía para
convivir con la naturaleza, se agregan asuntos que atañen
directamente a los creadores de literatura. Actualmente, la
estética del feísmo citadino arremete contra toda su crudeza
temática de asesinos psicópatas, inspiración o emulación
biográfica de la mataviejitas, el poeta caníbal y series televisivas
dedicadas a ello. Se experimenta la burla de la racionalidad en
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Blanca Álvarez Caballero
Luis Antonio García Reyes, Sur, Toluca,
Consejo Editorial de la Administración
Pública Estatal, Gobierno del Estado de
México, 2007, 93 pp.
Donde va el Sur, de Luis Antonio García Reyes
Donde va el Sur, de Luis Antonio García Reyes
poeta llega, más bien, por la naturalidad de
sus textos terregosos, de los acuáticos que lo
esperan como oasis entre el trabajo diario; son
el encuentro con el asombro desde la libertad
absoluta de uno de sus dos mejores libros: Sur,
junto con Descubrir al mar, por ser los más
juguetones, los más exploradores en formas y,
sobre todo, en temas, por contener de manera
humilde por implícita todo el saber literario de
nuestro escritor y, acaso, por recurrir a él sólo
lo necesario; pues la verdadera poesía está en
la propia brillantez de la tortuga, en el zanate,
el tzum-tzum de la avispa y la fecundidad
del sol.
Por ello, Luis Antonio debió reír y sonreír
tranquilo y agradecido con la vida al andar por
los caminos de Amatepec y Tejupilco cuando
realizó este poemario. Debió ser el niño, el
escuincle juguetón que es de siempre, para
dudar en hacerle una maldad al alacrán o
dejarse seducir por su veneno. Así le habla:
Con tu afilada bayoneta
no te importa si te asedian
cinco valientes dedos;
destilando extraños rocíos
relámpago acudes al encuentro;
O ya suicida
colérico retrocedes
y tú mismo te consumes:
brasa ardiendo en la arena.
Algunos poemas mantienen una estructura
musical sonora, pero no empalagosa, con
ritmos casi iguales entre versos en un mismo
poema; paralelos, pero no idénticos. Son los
casos, por ejemplo, de “Flores”, “Camino”,
“Polvo”, “Azul lejano” y “Oro”, contenidos en el
apartado “Por el camino”. Otros, como el citado
“Alacrán”, presentan versos más elásticos, pues
en Luis Antonio el ritmo resulta inherente a su
caprichosa personalidad. Su ritmo es el propio
camino que nos hace partícipes del gozo en un
gran tiempo: flores, camino, humedad, polvo,
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poemas numéricos, un neonihilismo algunas
veces real y otras un tanto de fachada, con
un ritmo débil y una carencia de frescura
e intencionalidad, sobre todo de sinceridad
literaria, que contrastan con la supuesta libertad
anhelada por los poetas; quienes, de unas dos
o tres décadas a la fecha, buscan estirar y dar
de vueltas con escaso sentido a las palabras;
buscan falsamente sorprender en algún medio
literario con préstamos vistos como propios;
algunos crean poco y sí piratean mucho en aras
del reconocimiento personal, de un salto a la
fama auspiciado por las tendencias más in de
la moda literaria.
Entre tanto me encuentro con un libro, esta
segunda edición de Sur, que obtiene lo que
muchos frágiles, superficiales y malolientes
textos quisieran lograr: autenticidad temática, naturalidad rítmica en sus imágenes coloridas y a un tiempo nostálgicas; contraste y
complemento del aire, el polvo y la solar
presencia de quien estuvo allí, en el sur de
nuestro estado, con toda su fortaleza, pasión
y oficio para vivir el poema, para andarlo en
las campánulas que flotan o navegan, en el
campanario donde el sol ensancha las horas,
con su polen de marzo, su filosa laja y un rojo
corazón entre las sandías.
Luis Antonio vive y escribe; ése es su ciclo.
Pero lo que vive y escribe dista mucho de los
valores de las culturas citadinas que nos rigen,
donde priva la voraz competencia por hacer la
imagen más violenta que se quede prendida
como un alfiler al ojo del jurado y se vuelva
número de circo cautivante por un momento
en la lucha contra reloj por un trofeo, en que
la poesía es el medio y el poeta, el trapecista
de los más vistosos trajes. Contrario a ese
fenómeno que tanto se agudiza y acaso
porque Luis Antonio no persigue la gloria de
lo efímero, porque no anda viendo a quién
impresiona con el truco del cuchillo ni con las
contorsiones literarias hoy de moda, nuestro
agua escondida, raíces, ceiba, sol campesino,
sol en la sombra, cebú, iguana. Allí, donde todo
se ve y se oye, nace y renace, pervive lumínico,
y el poeta es uno borracho con el sol, al que
le dice, no queriendo abandonar ese placer,
pero sabiendo que debe aprovechar en la vida
urbana lo aprendido en el sur:
¡Ya voy, sol!
Daré vueltas a la vida,
a la fiesta íntima y colectiva;
oiré a los pordioseros
y en sus diálogos
me atraparás otra vez
discurriendo la lección,
el logos, del alma.
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El logos del alma lo es también de la utopía del
diálogo vibrante con algunos hombres y mujeres
poco contaminados por la rapaz codicia de
pisotear al otro, allá, donde la vida se aleja por
un momento del mundano quehacer. Por ello, Sur
es la obra del poeta campesino, quien buscando
el canto simple, encontró la oda; andando el
polvo, tomó el agua de la vida y, contemplando
lo inmediato, halló la perennidad. LC
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Blanca Álvarez Caballero
Donde va el Sur, de Luis Antonio García Reyes
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