El concesionario oficial se niega a proporcionar al consumidor

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EL CONCESIONARIO OFICIAL SE NIEGA A PROPORCIONAR
AL CONSUMIDOR-ADQUIRENTE DE UN VEHÍCULO USADO EL CÓDIGO DE
ACCESO
AL EQUIPO DE AUDIO – NAVEGADOR, SI ÉSTE NO PAGA POR ELLO
Ricardo del Estal Sastre
Profesor de Derecho Civil
Centro de Estudios de Consumo (CESCO)
Universidad de Castilla-La Mancha
Se formula al Centro de Estudios de Consumo de la UCLM la siguiente consulta:
Un consumidor adquiere un vehículo de segunda mano en un concesionario oficial.
El vehículo trae incorporado de serie un equipo de radio, lector de CD y navegador.
Cuando el comprador del automóvil se dirige al vendedor para que le proporcione
el código PIN de acceso a dicho equipo, éste se niega a facilitárselo, argumentando
que forma parte integral del automóvil, que debe abonar una cantidad
suplementaria para obtenerlo y que debe acudir a dicho establecimiento ante
cualquier problema relacionado con el mismo. El consumidor reclamante alega que
dicha información es obligatoria por afectar a un accesorio de su automóvil y que el
objetivo del concesionario no es otro que el de obligarle a acudir a él para poder
cobrar por cualquier servicio relacionado con ese equipo, usando así una forma
coactiva de “fidelizar” al cliente.
Uno de los accesorios más comunes en los vehículos automóviles es el aparato de
radio, que en los modelos más modernos incorpora prestaciones como el lector de CD o
DVD y sistemas de navegación capaces de guiar al conductor a través de rutas que puedan
conducirle al destino deseado con instrucciones gráficas, que se muestran en la pantalla, y
también sonoras, mediante indicaciones de voz. Estos sofisticados y costosos aparatos, que
los fabricantes de automóviles instalan de serie ad hoc en algunos vehículos, disponen de
un mecanismo de protección ante eventuales sustracciones ilícitas que consiste en la
introducción de un código de acceso sin el cual el aparato permanece bloqueado y,
sencillamente, no funciona. Con la finalidad de verificar que el aparato en cuestión no ha
sido indebidamente sustraído, ante una eventual instalación en un vehículo distinto de
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aquel en el cual el dispositivo había sido incorporado originalmente en fábrica, el servicio
oficial (concesionario) conecta el vehículo con una base de datos –gestionada por el
fabricante- que facilita dicha información, así como el código de acceso, necesario para
que el dispositivo funcione1. Ello no obstante, como veremos a continuación, una medida
tecnológica de protección contra el robo o el hurto de un accesorio de cierto valor como el
equipo de audio y navegación, implementada por el fabricante, no puede convertirse en
modo alguno en un expediente que impida el normal uso del aparato, y mucho menos que
justifique la exigencia del pago de cantidad alguna por parte del consumidor-comprador.
I.
La obligación de entrega de los accesorios de la cosa.
En primer lugar, y como cuestión aplicable a cualquier compraventa –no
necesariamente la realizada por consumidores- debe partirse de la base de que el art. 1.097
CC establece que “la obligación de entregar una cosa determinada comprende la de
entregar todos sus accesorios, aunque no hayan sido mencionados” en el contrato. Debe
entenderse por accesorio, a estos efectos, todo elemento que, en relación a la cosa
principal, guarda respecto de ella una relación de subordinación económica o funcional.
Tratándose de un contrato de compraventa de un automóvil usado, en el que el vendedor
posee la condición de concesionario oficial de la marca, y no existiendo cláusula alguna en
el contrato de compraventa que indique lo contrario –recuérdese que la norma es
dispositiva- , el vendedor debió facilitar al comprador del vehículo, en cuanto accesorio, el
equipo de audio-navegación en condiciones normales de funcionamiento, esto es, listo para
su uso, y sin requerimientos adicionales, junto con la documentación en la que se incluya
el código de acceso al aparato para que el comprador tenga la posibilidad de introducirlo
tantas veces como sea necesario para que éste funcione. No es, en ningún caso, algo
descabellado o fuera de lugar, exigir que un accesorio cumpla con su función por una causa
1
En condiciones normales, el concesionario vendedor proporciona, como parte de la documentación del
vehículo, manuales de uso que incluyen instrucciones concretas de manejo del equipo de audio, que
incorporan una tarjeta con el número de serie y un código de acceso del aparato, que el usuario debe
introducir cuando el sistema lo requiera porque haya quedado bloqueado electrónicamente, por ejemplo, ante
una desconexión del sistema eléctrico (v. gr., un cambio de la batería o cualquier reparación que pueda
efectuarse en un taller de electricidad del automóvil diferente del servicio oficial de la marca).
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que responda exclusivamente a políticas comerciales de control o de gestión que nada
tienen que ver con el funcionamiento del aparato.
II.
La falta de conformidad.
Dado que la compraventa de un vehículo usado2 en un concesionario oficial,
cuando es realizada por un consumidor, cae de lleno dentro del ámbito objetivo de
aplicación del Título V del Texto Refundido de la Ley General para la Defensa de los
Consumidores y Usuarios, aprobado por Real Decreto 1/2007, de 16 de noviembre (en
adelante, TRLGDCU), relativo a las garantías y servicios postventa, conforme al art. 114
de dicha norma, “el vendedor está obligado a entregar al consumidor y usuario productos
que sean conformes con el contrato, respondiendo frente a él de cualquier falta de
conformidad que exista en el momento de la entrega del producto”. La cuestión consiste
ahora en determinar si el comportamiento del concesionario, entregando el vehículo con un
accesorio que no funciona si no dispone del código de acceso, constituye una falta de
conformidad.
Para que pueda atribuirse al vendedor la responsabilidad por falta de conformidad
han de concurrir una serie de requisitos3:
1. La falta de conformidad tiene que preexistir al momento de entrega del producto,
aunque se manifieste con posterioridad (art. 114 TRLGDCU).
2
Sobre el derecho de información de los compradores de vehículos usados en la Comunidad de Madrid,
véase el Decreto 68/2003, de 22 de mayo, afectado directamente por el Decreto 1/2010, de 14 de enero, del
Consejo de Gobierno, por el que se aprueba el Reglamento de la Ley 11/1998, de 9 de julio, de Protección de
los Consumidores de la Comunidad de Madrid.
3
Analizados con detalle por MARÍN LÓPEZ, Manuel Jesús, en Comentario del Texto Refundido de la Ley
General para la Defensa de los Consumidores y Usuarios (Coord. R. BERCOVITZ), comentario a los
artículos 114 y 116, Aranzadi, Cizur Menor, 2009, pp. 1410-1419 y 1439-1462.
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2. El consumidor comprador debe desconocer la existencia de la falta de conformidad,
pues “no habrá lugar a responsabilidad por faltas de conformidad que el consumidor no
conociera o no hubiera podido fundadamente ignorar” (art. 116.3 TRLGDCU).
3. El vendedor no responde si la falta de conformidad tiene su origen en materiales
suministrados por el propio consumidor (art. 116.3 LGDCU).
4. La falta de conformidad no debe corresponderse necesariamente con un cierta gravedad
en el defecto del producto, pues el vendedor responde “de cualquier falta de
conformidad” (art. 114 TRLGDCU). A efectos interpretativos, es suficientemente
ilustrativo que ya el art. 1.484 CC, en sede de contrato de compraventa, se refiera a
defectos que hagan la cosa impropia para el uso al que se destina o disminuyan de tal
modo dicho uso que, de haberlos conocido el comprador, no la habría adquirido o
habría dado menos precio por ella.
5. Debe manifestarse dentro del plazo marcado por el art. 123.1.I TRLGDCU para los
bienes de segunda mano: un año –como mínimo, pues se puede pactar un plazo
superior-, a contar desde la entrega, presumiéndose iuris tantum que las que se
manifiesten dentro de los seis meses posteriores a la misma ya existían cuando la cosa
se entregó (art. 123.1.II TRLGDCU). La acción para reclamar la responsabilidad
prescribe a los tres años desde la entrega del producto.
6. El producto –en este caso, el accesorio equipo de audio-navegador- tiene que cumplir
con una serie de condiciones, características y cualidades, cuya ausencia determina la
falta de conformidad. Como el art. 116.1 TRLGDCU presume iuris tantum que el
accesorio es conforme con el contrato si se cumple con todos los requisitos que
enumera, incumbe al vendedor la carga de la prueba de demostrar que alguna de las
características del bien indicadas en dicho precepto han sido excluidas por los
contratantes, en su caso, mediante pacto. Los requisitos –en lo que ahora interesa- son
los siguientes:
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a) El producto debe ajustarse a la descripción realizada por el vendedor, y debe
poseer las cualidades que éste haya presentado al consumidor y usuario en
forma de muestra o modelo.
b) El bien debe ser apto para el uso a que ordinariamente se destinen los productos
del mismo tipo.
c) Debe presentar la calidad y prestaciones habituales de un producto del mismo
tipo que el consumidor y usuario pueda fundadamente esperar, habida cuenta
de la naturaleza del producto y, en su caso, de las declaraciones públicas sobre
las características concretas de los productos hechas por el vendedor, el
productor o su representante, en particular en la publicidad o en el etiquetado.
A la vista de los anteriores requisitos, y a falta de pacto entre los contratantes al
respecto –que no nos consta-, está claro que si el concesionario vendedor entrega al
comprador un vehículo con un equipo de audio para cuyo funcionamiento es necesaria la
introducción de un código de acceso que sólo puede proporcionarle él mismo, y no lo hace
si el comprador no paga una cantidad adicional al precio pactado, el equipo de audio
accesorio del automóvil adolece de una evidente falta de conformidad de la que el
vendedor debe hacerse responsable, porque hace la cosa absolutamente inútil. De poco
sirve al adquirente del vehículo disponer en él como accesorio de un magnífico equipo de
audio y navegación si no lo puede utilizar, salvo que pague más dinero por ello. Aunque
pueda parecer un argumento maximalista, la no entrega del código de acceso equivaldría,
mutatis mutandis, a la situación en que el concesionario plantease la misma exigencia
respecto de la entrega de las llaves del propio coche. Sería absurdo –además de abusivopedir una cantidad adicional o suplementaria por entregar las llaves 4 del coche, por el
simple hecho de llevar ya incorporado un código de acceso (pensemos, por ejemplo, en el
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No hace falta -aunque también ayuda-, recurrir a criterios etimológicos para concluir que clave y llave
tienen el mismo origen (del latín clavis), lo que haría equivalente también el término a estos efectos.
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sistema que utilizan casi todos los vehículos actuales, que disponen con carácter general de
arranque codificado).
El consumidor tiene derecho a exigir que el bien que se le entregue presente
idénticas características al que se le ofreció en la fase precontractual como referente, y a
que reúna todas las cualidades que los bienes pertenecientes al mismo tipo presentan
normalmente. Además, para que el accesorio en cuestión sea conforme con el contrato,
debe ser “apto para los usos a que ordinariamente se destinen los productos del mismo
tipo” [art. 116.1.b) TRLGDCU]. Los bienes son normalmente idóneos al uso cuando
poseen las características necesarias para su concreta funcionalidad, de modo que no son
idóneos (aptos) al uso cuando no tienen suficiencia o aptitud para realizar la función
común que se les asigna a los de su mismo tipo, lo que, en definitiva, implica que su
funcionamiento está materialmente impedido, o cuando dicho funcionamiento produjera
costes sensiblemente superiores al normal5. Evidentemente, el equipo de audio-navegación
que no funciona sin el código de acceso no es apto o conforme, en este sentido.
Además, como los productos se entenderán conformes al contrato siempre que
“presenten la calidad y las prestaciones habituales de un producto del mismo tipo que el
consumidor y usuario puedan fundadamente esperar, habida cuenta de la naturaleza del
producto” [art. 116.1.d) TRLGDCU], y que “las prestaciones propias de cada bien serán
exigibles por los consumidores, aun cuando no figuren expresamente en el contrato
celebrado” (art. 61.2 TRLGDCU), también ha de apreciarse la falta de conformidad de
acuerdo con estos criterios, pues lo que un consumidor adquirente de un vehículo espera
como algo normal del equipo de audio que se le proporciona como accesorio es que
funcione, circunstancia que no puede hacerse depender de tratarse de un bien de segunda
mano, pues el deterioro que pueda existir (que será mínimo o nulo, tratándose, como
sabemos, de un vehículo de “Km. 0”) no puede condicionar la conformidad del bien en el
sentido de minimizar la responsabilidad de concesionario.
5
MARÍN LÓPEZ, Manuel Jesús, Comentario…, cit., pp. 1453 y 1454.
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La cuestión hubiera tenido un planteamiento diferente sólo en el caso de que la
venta del bien hubiera sido realizada entre particulares, pues la disciplina del TRLGDCU
no hubiera sido aplicable (sí la del CC relativa al saneamiento por los defectos ocultos de
la cosa vendida en el contrato de compraventa, artículos 1.484 y ss.). Eso sí, cabe pensar
que entonces, en caso de extravío de la tarjeta que incorpora el código de acceso al equipo
de audio y navegación por parte del vendedor del vehículo usado en la venta entre
particulares, si el único modo de obtenerlo es acudir al servicio oficial de la marca, el coste
generado por la actividad de averiguación de la clave sí justificaría la exigencia por parte
de éste –que sería un tercero ajeno al contrato- de la cantidad correspondiente, gastos que
podrían ser objeto de negociación en el contrato y que, a falta de estipulación especial,
serían de cuenta del comprador teniendo en cuenta la aplicación del art. 1.465, en relación
con el ya citado art. 1.097 CC.
III.
La posibilidad de declarar abusiva la cláusula que, en su caso, obligue al
comprador-consumidor a entregar una cantidad suplementaria de dinero,
adicional al precio pactado, a cambio del código de acceso al equipo de audio.
Pero, además, si nos planteáramos la hipótesis de que la conducta del concesionario
traiga causa de una cláusula incorporada al contrato de compraventa que no haya sido
negociada individualmente por el comprador-consumidor, podría ser considerada abusiva
por varias razones:
a) En primer lugar, porque podría ser perfectamente subsumida dos de las cláusulas
incluidas en el art. 89 TRLGDCU, que recoge el listado de “cláusulas abusivas que
afectan al perfeccionamiento y ejecución del contrato”. Entre ellas, “en todo caso
tienen la consideración de cláusulas abusivas”:
2. “La transmisión al consumidor y usuario de las consecuencias económicas de
errores administrativos o de gestión que no le sean imputables”. Como hemos
indicado supra, si la exigencia del pago de una cantidad adicional al precio a
cambio del código de acceso al equipo de audio y navegación supone un coste
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para el concesionario oficial que responde a la necesidad de acudir a la base de
datos del fabricante para averiguarlo, no puede trasladar dicho coste al
consumidor, pues no le es imputable.
5.
“Los
incrementos
de
precio
por
servicios
accesorios,
financiación,
aplazamientos, recargos, indemnización o penalizaciones que no correspondan a
prestaciones adicionales o susceptibles de ser aceptados o rechazados en cada caso
expresados con la debida claridad o separación”. La conducta del concesionario
también podría ser subsumida perfectamente en esta cláusula, puesto que la
exigencia de la cantidad adicional al precio de compra constituye un incremento
injustificado del mismo por un servicio accesorio que no se corresponde con una
prestación a mayor abundamiento de la de entrega, que, como se ha reiterado en
varias ocasiones, incluye la del equipo de audio y navegación.
b) Porque dicha cláusula no negociada individualmente –o práctica no consentida
expresamente- causaría en perjuicio del consumidor un desequilibrio importante de los
derechos y obligaciones de las partes derivadas del contrato, en contra de las exigencias
de la buena fe, de acuerdo con el criterio general de apreciación del carácter abusivo de
una cláusula establecido por el art. 82.1 TRLGDCU. El desequilibrio consiste, en
definitiva, en la necesidad para el consumidor de acudir al servicio oficial si quiere que
el accesorio funcione, pero previo pago de la cantidad correspondiente.
c) Porque, además, podría tratarse de una cláusula de las denominadas sorprendentes.
Estas cláusulas, también llamadas insólitas, son aquellas que el adherente ha podido
conocer y comprender pero que, sin embargo, producen en su perjuicio un efecto
sorpresa respecto de las legítimas expectativas que se había creado en relación con el
contenido del contrato. Las expectativas del adherente pueden fundarse en la confianza
de lo que, según la práctica, es ordinario esperar de este tipo de contratos, en la
esperanza sugerida por la publicidad del predisponente, en lo generalmente prometido
y después contradicho en otras cláusulas generales o particulares del contrato y, en
general, por cualquier circunstancia relativa al contrato y a su entorno. Las cláusulas
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sorprendentes, que no aparecen con esta denominación en el texto del TRLGDCU, ni
tampoco en el de la Ley 7/1998, de 13 de abril, de Condiciones Generales de la
Contratación (LCGC), deben entenderse implícitamente incluidas en el principio de
transparencia de las condiciones generales de la contratación consagrado en los
artículos 5.4 y 7.b) LCGC, y en el art. 81.1.a) y b), cuya vulneración ha de someterse a
la regla del requisito negativo de inclusión o incorporación, que da lugar a la
desincorporación o exclusión de la cláusula6. El efecto sorpresa, en nuestro caso, se
produciría, obviamente, cuando al encender el equipo de audio no funciona porque pide
la introducción del código de acceso y el concesionario nos exige pagar para poder
acceder a dicho código y utilizar el accesorio.
6
GONZÁLEZ PACANOWSKA, Isabel, Comentario del Texto Refundido…, cit., Comentario al art. 80, pp.
926 y 927.
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