Cuenta tu historia - Ministry Council of the Cumberland Presbyterian

Cuenta tu historia – Una camilla nueva
Hechos 4:20 (NVI)
«Levántate. Recoge tu camilla. Vete a tu casa». Estas son las palabras
que Jesús le dice al paralítico que había sido bajado por la abertura de
un techo para que pudiera acercarse a Cristo. Los amigos tuvieron que
entrar a la casa por la hendidura en el tejado porque la multitud se
agolpaba a la puerta. Y cuando Jesús ve al paralítico ante él, perdona al
hombre y lo cura. Ahora, levántate, recoge tu camilla y vete a tu casa. Y esta es la parte de la historia
que me causa aprehensión. Ya ven, preferiría levantarme e irme a casa. Pero la segunda orden me
paraliza. Pero Jesús, prefiero dejar mi camilla aquí contigo, si no te importa. Prefiero no tener conmigo
lo que me tuvo atada a la inmovilidad y a la parálisis. Es difícil y complicado, y prefiero no llevármela.
Este verano pasado me encontré rodeada de luces fluorescente, horas de estar sentada en salas de
espera, y días de consulta con los médicos. Cada prueba comprobaba que estaba perfectamente sana,
pero mi cuerpo sabía mejor. Después de cuatro meses de visitas a consultorios médicos y de resultados
incoherentes, me encontraba agotada y hecha jirones. Estaba abrumada por mi propia camilla de
enfermedad. Me encontraba en un punto en el que ya no podía acercarme por mí misma a Jesús; mis
amigos tuvieron que llevarme. Y así lo hicieron. Me sostuvieron mientras yo yacía en mi camilla.
Forcejearon entre la multitud que me impedía la entrada para acercarme a Jesús. Cavaron a través del
techo de mi propia inseguridad, de mis temores, y me bajaron a los pies de Cristo.
Y luego vino el diagnóstico. «Es fibromialgia», dijo el médico. Una enfermedad crónica donde mis
músculos y mis nervios sienten dolor, donde no debe haber dolor. Y para mí... yo que soy aprendiz táctil,
me molestó saber que esta era la enfermedad con la que tendría que luchar por el resto de mi vida.
Porque en cada movimiento de ballet, en cada trazo de un pincel, y en cada acorde en el piano, puedo
sentir el dolor de los músculos. Tanto como el paralítico que gruñe y gime al levantar la camilla y
acercarla a músculos y huesos que hace rato no emplea.
Después de un semestre de lucha con Dios, incluso orando con los puños apretados, finalmente llegué al
punto en el que estoy dispuesta a bajar de la camilla de mi parálisis para recoger la camilla como señal
de sanación. Puedo recoger la camilla de la fibromialgia, como testimonio de lo que Dios ha hecho en mi
vida. Porque Dios no está interesado en quitarnos las camillas —las cosas que nos desfiguran— de la
depresión, las enfermedades físicas, de nuestras vidas al margen de la sociedad, de nuestras ambiciones
y nuestros éxitos. Más bien Dios está interesado en tomar esas cosas para redimirlas como señales de
sanación. Cuando encontramos a Cristo, recibimos la fuerza para recoger nuestras camillas, pero ya no
como camas para estar acostadas, sino como testimonios de nuestras curaciones. Gracias a que por
primera vez en la vida realmente entiendo lo que significa ejemplificar la fuerza divina en mi debilidad,
sé de verdad cómo sentir empatía por aquellos que están a la espera de un diagnóstico. Y cada día que
hago un giro en un estudio de ballet, o pinto un cuadro nuevo, o adoro al Señor sentada al piano,
testifico de la sanación de Dios en mi vida.
Así que, recibe perdón y sanidad. Pero, no dejes tu camilla aquí. Llévatela contigo.
Cuenta tu historia
2013 - 2014
Oración:
Padre Celestial, gracias por la rica bendición del encuentro contigo. Te pedimos que nos des la fuerza
para descargar nuestras camillas de parálisis y recoger las camillas de sanidad. Enséñanos, Señor, a
cómo abrazar las cosas que nos desfiguran para convertirlas en cosas valiosas y redimidas por ti. En
nombre de Cristo, nuestro Sanador, Amén.
Micaiah Thomas es Licenciada del Presbiterio de Grace y actualmente se encuentra estudiando en el
Seminario de Princeton en Princeton, Nueva Jersey. Es también miembro del Equipo de Desarrollo
Pastoral.
Cuenta tu historia
2013 - 2014