Autora: Deyanira Aguilar Reyes No se imaginaba que se trataba de una familia con mucho dinero, ni que el piso era un piso enorme. Al llamar al timbre abrieron la puerta de inmediato. Apareció un hombre muy bien vestido, con una bandeja con leche, magdalenas, pan, embutidos, mermelada y una rosa. Rocío se quedó boquiabierta, porque pensaba que no se había vestido adecuadamente. Cuando el hombre le preguntó que necesitaba, Rocío no fue capaz de responder hasta unos segundos más tarde, respondiendo que venía a cuidar a una niña de seis años. El hombre desapareció y al minuto volvió, y le invitó a que pasara. Al pasar había una sala redonda con diferentes puertas, que daban a diferentes lugares; una lámpara en el centro de la sala y una escalera al fondo. De repente salió una señora muy elegante de una de las puertas. La señora se llamaba Dolores. Fue muy amable con Rocío y le pidió que subiera al cuarto de su hija. Al entrar al cuarto de la hija, ésta estaba sentada en su cama mirando por la ventana. Dolores la presentó a Rocío; se llamada Rosa. Rosa estaba enfadada con su madre, porque no quería tener a alguien que la cuidara. Dolores la dejó solas para que se hicieran amigas. Rocío se presentó y le dijo que seguro iban a ser muy buenas amigas ya que sus nombres empezaban por la letra R. Rosa se puso más contenta y le contó lo que le había ocurrido en el colegio; no paró de hablar toda la tarde hasta que llegó la hora en que Rocío tenía que marcharse. Esa misma noche, Dolores llamó a Rocío para comunicarle que su trabajo seguía adelante. Al terminar la llamada con Dolores llamó a Juan para contarle lo que había sucedido. Al día siguiente Rocío fue a cuidar a Rosa, y cuando entró por la puerta ésta corrió hacia ella a darle un gran abrazo. Subieron al cuarto y volvió a contarle lo que había sucedido aquella semana en el colegio Así un día tras otro. Llegaron las vacaciones de Rocío y le dieron su dinero. ¡Tenía suficiente dinero para el viaje de Londres y más! Al llegar a su casa llamó de inmediato a Juan y le contó que tenía dinero para irse a Londres y para que él también pudiera ir, gracias al dinero extra del día de la mujer trabajadora. Juan se alegró mucho, y a la semana siguiente ya estaban los dos en Londres perfeccionando su inglés y disfrutando de la vida.