destino_s Dunguaire Castle, condado de Galway. DE DUBLÍN A LA COSTA OEST E DE IRLANDA Tesoros verdes perdidos en el tiempo V Kylemore Abbey, Connemara. 56 _ SAVIA _ SEPTIEMBRE2008 erde, agua y piedra. Son los colores de Eire, cuya máxima riqueza, no importa cuánto haya crecido la economía nacional, está en sus paisajes. Escarpados acantilados, lagos serenos, verdes montañas envueltas en niebla, cruces celtas, monasterios, castillos... Imágenes de postal. El corazón de esa Irlanda mágica y melancólica se halla en la costa oeste, la que presume de ser el punto más occidental de Europa y aún habla en gaélico. Aquí, la mayor tentación es perderse, arropado por la amabilidad de sus habitantes. Dublín es el punto de partida para adentrarse en la Isla Esmeralda. La ciudad del río Liffey derrocha dinamismo. Las calles georgianas, el bohemio Temple Bar, Stephen’s Green, Merrion Square, el Trinity College, la National Gallery, la catedral de San Patricio y Christ Church, el bullicio de Grafton Street, la calle O´Conell... son sólo algunos de sus atractivos. Para empaparse de historia hay que visitar el Castillo de Dublín, admirar la fachada de la General Post Office y recorrer la cárcel de Kilmainham. Lejos del centro y mirando al mar, la torre del omnipresente Ulises de Joyce se alza en Sandycove. Desde la capital pueden hacerse escapadas a las melancólicas Wicklow Mountains, que presentan parajes de espectacular belleza, como el valle de Glendalough, con sus ruinas monásticas del siglo VI. Al norte de Dublín, en un meandro del río Boyne, en el condado de Meath, se alzan las tumbas de Newgrange, Knowth y Dowth, con más de 5.000 años de antigüedad. Camino a Galway Sobre una montaña con vistas al río Shannon, justo a mitad de camino en la ruta hacia Galway, en el condado de Offaly, se esconden, en mitad de la nada, las ruinas monáticas más importantes del país: Clonmacnoise. Iglesias, torres, tumbas y cruces componen este conjunto al que hay que llegar en coche o en taxi. La población más cercana es Shannonbridge, a unos 7 km. Galway es la tercera ciudad más grande del país, la más activa, la que presume de tener más ambiente y una base excelente desde la que descubrir el oeste. Sus callejuelas, sus pubs, la iglesia de San Nicolás, la bahía y el castillo de Lynch completan sus atractivos. Acantilados de Moher, condado de Clare. La desolada belleza del paraje lunar de El Burren, al norte del condado de Clare, embruja al visitante. Esta región de piedra caliza cárstica que se pierde en el mar está salpicada de restos de la Edad de Piedra. A lo largo de la costa los pueblos escasean, pero encontramos joyas como Doolin, capital de la música irlandesa. Al sur, se alza el espectacular perfil de los acantilados de Moher, los más altos de Europa (214 m) y el punto más visitado de Irlanda, a menudo envueltos en bruma. Al noroeste de Galway se encuentra el parque Glendalough, condado de Wicklow. natural de Connemara, 2.000 hectáreas de montañas como las Twelve Bens –que permiten espectaculares paseos con vistas a playas de arena blanca y a las rocosas islas de Arán–, lagos como el de Kylemore, con su majestuosa abadía, y pequeñas aldeas celtas, como Cong. Aquí, las agujas del reloj no se mueven. Es la Irlanda verde y poética de El hombre tranquilo. Perderse en el pasado Embarcarse hacia las islas de Arán supone hacer un viaje en el tiempo. Inishmore, No olvidarse de... ■ En primavera y en verano el clima es más benévolo. Sin embargo, los meses invernales muestran la cara más auténtica del país y la ausencia de turistas evita muchas colas. ■ Visitar la institución irlandesa más exportada: sus pubs. Sin disfrutar de su ambiente y de los conciertos en directo no se vive Irlanda. Indispensable es pisar el célebre O’Donoghues dublinés. En Galway, cerca del río, se encuentran joyas como el Quays o The King’s Head, uno de los más antiguos del país. ■ Catar las diversas variedades de cerveza local. La más popular es la pinta de Guinness negra. Inishman e Inisheer aún conservan, gracias al viento y a las salvajes aguas que las rodean, las costumbres, el sabor y la lengua del pasado: el gaélico. Ideales para recorrer a pie o en bicicleta, esconden muros de piedra milenarios, ruinas de iglesias y misteriosos fuertes de la Edad de Bronce –como Dun Aengus (Inishmore) y Dun Conchuir (Inisheer)– colgados sobre vertiginosos acantilados. Las islas conservan intacta su esencia y una belleza agreste y salvaje. Desde Galway, Rossaveal y Doolin salen ferrys hacia el archipiélago. ■ ■ Hacer los honores a la gastronomía del lugar, con sus rotundos desayunos, sus magníficos estofados de buey y la popular seafood chowder. ■ Disfrutar de un paisaje que no deja de sorprender. Desde las oscuras aguas del lago Guinness, en las montañas Wicklow, a las tierras de turba, los eternos muros de piedra que separan campos verdes salpicados de ovejas y las minúsculas réplicas de los cottages (casas de campo) que, en la costa oeste, los lugareños colocan para los duendes, los Leprechauns. ■ Aprovechar el calendario de festivales. Septiembre, por ejemplo, es el mes del Matchmakers Festival en Lisdoonvarna (Condado de Clare) y el de las ostras en Galway. SEPTIEMBRE2008 _ SAVIA _ 57 FOTO: VICTORIA RAMOS. por Domingo Villar