Lecturas: 2 Crónicas 36,14-16.19-23; Efesios 2,4-10 y Juan 3,14-21 Un encuentro a altas horas de la noche Jesús le dice a Nicodemo, en un encuentro especial, que no se puede entrar en el Reino de Dios si no se nace de nuevo. Es lo mismo que decirle que para entender esta nueva etapa de la salvación no valen las viejas leyes rabínicas, ni los argumentos sabios de la razón, ni la experiencia de la vida. Y es que parece que para alcanzar la ‘verdad que salva’ lo vivido vale poco, y que “es necesario renacer de nuevo”. Lo mismo le ocurrió a la samaritana que se sentía segura en el pozo de Jacob: “El agua que yo te daré hará crecer en ti un manantial que salte hasta la vida eterna”. Cosas parecidas oyeron los comensales de la multiplicación de los panes: “Os daré a comer mi cuerpo; os daré a beber mi sangre”. ¿Qué quería decir? ¡Un lenguaje insólito, comprensible solo para quien sea capaz de cambiar su manera de pensar, de entender, para quien sea capaz de renacer. Primer apunte, necesario para los que ya tienen algunos años como Nicodemo: “Si no renaces de nuevo”… ¡Hay que renacer de nuevo! La pregunta del que ha acusado el golpe Y “¿cómo puede ser eso?”. “Hay que renacer por el agua y el Espíritu. Porque lo que nace de la carne, es carne; y lo que nace del espíritu, es espíritu”. O lo que es lo mismo: No solo existe la vida material, en la que se nace, se crece y se muere. Hay otra vida a la cual ‘se renace’, en la cual ‘conviene crecer’, y en la que, sobre todo se puede ‘sobrevivir’, ya que se trata no tanto de la otra vida cuanto de la vida ‘otra’. ¡Cosa no fácil de entender! Segundo apunte: Dios nos está recreando constantemente, renaciéndonos por el agua y el Espíritu. Esto exige abrir los ojos a la realidad que Dios está inventando cada día para nosotros. ¡Hay que volver a los orígenes! Otra vida, otros esquemas son posibles Renacer supone ‘morir’ de alguna manera, dejar atrás nuestros esquemas y suficiencias humanas, y unirnos por la fe a Aquel que, con su muerte, nos trajo esa vida ‘otra’: “El Hijo del hombre tiene que ser elevado, para que todo el que crea en Él, tenga la Vida”. En nuestro mundo está en crisis la vida: llamados a vivir plenamente, una vida eterna, malamente ‘sobrevivimos’. Y el ser humano necesita algo más que ‘sobrevivir’. Tercer apunte: Es triste que los creyentes de hoy no seamos capaces de descubrir y experimentar nuestra fe como fuente de vida. No estamos convencidos de que creer en Jesucristo es comenzar a vivir ya desde ahora algo nuevo y definitivo que no tiene fecha de caducidad. “Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo, para que tengamos vida”. ¡Vida para siempre! ¡La plenitud de la Pascua! Padre que nos amas, escúchanos Propuesta.Presentamos al Señor nuestras vidas sometidas a tantos vaivenes y la vida de todas las personas que se debaten entre la verdad y la mentira, entre la luz y las tinieblas. Decimos: “Padre que nos amas, escúchanos”. 1. Ponemos ante tu mirada, Señor, la vida de la Iglesia, de nuestra diócesis, de nuestra parroquia: que viviendo con mayor profundidad el mensaje de Jesús seamos luz y esperanza para todos los pueblos de la tierra. Oremos. 2. Mira, Señor, las instituciones y los gobiernos de las naciones, especialmente las de nuestro país: que la honradez y la transparencia de los dirigentes nos ayuden a superar las crisis y a construir un futuro más optimista para todos. Oremos. 3. Te presentamos, Señor, en estas vísperas de san José, patrono de los seminarios, a los seminaristas, esperanza de nuestras parroquias: que sean fieles a la llamada del Señor y puedan contar siempre con nuestro apoyo y cariño. Oremos. 4. Míranos, Señor, caminando en esta Cuaresma hacia la Pascua: que superemos las dificultades del camino y sepamos caminar ayudando a los más necesitados, a todos los crucificados del mundo. Oremos. 5. Nuestra vida, Señor, nace y se desarrolla dentro de una familia: que nuestras familias y todos y cada uno de nosotros seamos personas capaces de contribuir con nuestras cualidades a que los nuestros sean más felices. Oremos. Oración.Concédenos, Señor, lo que, como parroquia, te pedimos con confianza; que tu gracia y tu misericordia nos hagan testigos de tu luz y de tu amor. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.