EL REGALO ÚNICO QUE DEJA LA CRISIS La crisis está dando sus últimos coletazos, o eso dicen. También dicen que todavía queda mucho por hacer y que lo riesgos son grandes a corto plazo. La realidad es que independientemente de la fase de la crisis en la que nos encontremos, se van a seguir dando dos circunstancias que siguen siendo las que diferencian esta crisis de otras que hemos vivido. La primera de ellas es la incertidumbre que se ha instalado definitivamente entre nosotros para quedarse una larga temporada, con o sin crisis. Ya no se trata simplemente de hacer más por menos, ni de hacer enormes esfuerzos comerciales para conseguir un cliente. Siempre hemos realizado grandes esfuerzos para generar negocio y siempre se ha producido erosión de precios a lo largo del ciclo de vida de los servicios, incluso sin crisis. Pero antes del 2007, al menos sabíamos que los servicios tenían un ciclo de vida, largo en general. Ahora, casi nos obsesionan esas cláusulas de cancelación anticipada “sin causa justificada”. No es que esas cláusulas no estuvieran presentes entes de la crisis, sino que ahora se ejecutan con mucha más probabilidad y aparentemente “sin causa justificada”, en efecto. Los servicios de ahora son frágiles y fugaces, sin embargo conllevan prácticamente el mismo riesgo en costes que antes de la crisis. Eso genera también una relación con los clientes muy accidentada y, a veces, escabrosa. Es muy difícil, personal y profesionalmente, sobrellevar tanta inseguridad. Necesitamos un mínimo de certidumbre para desarrollar nuestra actividad y poder, a su vez, transmitirla a quien depende de nosotros. Un inciso deportivo. Hay muchos tenistas que superan técnicamente a Rafael Nadal. Su superioridad reside en que él aparentemente disfruta con la incertidumbre en cada punto, donde los demás ven solo un eterno sufrimiento. Precisamente eso le ha llevado a ser el número 1. Volviendo a nuestro campo, no diré yo que tengamos que llegar a disfrutar en el fragor de la batalla. Pero sí sospecho que quien más se acerque a esa actitud tendrá la supervivencia garantizada. Anticipaba una segunda circunstancia que hace esta crisis única. Uno tras otro han ido cayendo ideales sobre modelos económicos, sociales, y ya no hablemos de los políticos. Estoy hablando de la crisis de valores. Alguien podría pensar que ya tenemos bastantes cosas de las que preocuparnos para enredarnos con filosofías. Pero es precisamente la ausencia de valores, unido a la incertidumbre en los negocios, lo que hace definitivamente insufrible esta crisis. Cuando pasamos por situaciones casi insostenibles, como ahora, es necesario tener algo a lo que amarrarse. De nuevo, es la necesidad humana de tener algún tipo de certidumbre. Podemos tener grandes contratiempos pero, al menos, nos alienta saber que vamos en la buena dirección. Esa es la utilidad de los valores. Groucho Marx satirizó en cierta ocasión: “Soy un hombre de principios. Si no le gustan estos tengo otros”. Me gustaría decir que estamos lejos de ese absurdo pero la realidad es que últimamente resistimos parapetados en el beneficio empresarial como única razón de ser. Se llamen valores, principios o fuertes convicciones, los necesitamos más que nunca para darnos aliento. Porque la crisis nos obliga a hacer cosas diferentes con baja probabilidad de éxito y, sobre todo, de dudosa continuidad. Claro que tenemos que innovar usando nuestra imaginación. También mejorar lo que ya hacíamos bien. Incluso reconsiderar aquellos proyectos que descartamos en su día porque nos parecieron demasiado descabellados. Ahora todo suma. Dicho sea de paso, asociaciones como AFSM puede ser un magnífico crisol donde se gesten y compartan todas estas ideas y experiencias. Pero necesitamos saber que vamos en la buena dirección con sólidas convicciones. Otro inciso, este de ciencia. Hace 10 años el telescopio espacial Hubble empezó a apuntar a ciertas zonas del espacio, muy escasas, donde los telescopios terrestres solo veían oscuridad, literalmente. Se utilizaron en el proceso nuevas tecnologías, nuevos procedimientos, grandes cantidades de recursos y una buena dosis de fe. El resultado fue lo que hoy se conoce como campo ultra-profundo del Hubble. Una fotografía conteniendo 10.000 nuevos objetos celestes, todos ellos nuevas galaxias, donde antes solo había oscuridad. Este ejemplo es una gran metáfora de la situación de crisis actual y también una idea muy inspiradora para salir de ella. Pero cada cual deberá encontrar, ante la escasez de valores reinante, aquellas ideas que le motivan a seguir adelante y a las que poder aferrarse en situaciones adversas. La incertidumbre y la falta de valores han hecho de esta crisis algo casi insalvable para aquellos de nosotros con responsabilidad en la empresa. Pero también nos deja un regalo inapreciable. El cambio de reglas de juego nos obliga a repensar las bases de nuestras organizaciones. En el conocido libro “The living company” se hace un análisis profundo de aquellas empresas de mayor longevidad. Y concluye que las razones de la eterna juventud de las compañías son diversas, pero todas ellas tienen en común la reflexión interna sobre su razón de ser. Por cierto, está demostrado que la búsqueda del máximo beneficio en un tiempo mínimo, muy al contrario, acorta significativamente la vida de las compañías. Aprovechemos este único regalo que nos deja la crisis. Utilizamos la mayor parte de nuestro tiempo diario en responder ¿cómo lo hago? Dediquemos también algo de tiempo a responder ¿por qué lo hago? La respuesta a esa pregunta alarga la vida.