Diagonal // Del 24 de noviembre al 8 de diciembre de 2005 6 // GLOBAL FRONTERA SUR Jamal Ouahbi José Miguel Alfonso JAMAL OUAHBI * MARRUECOS // ASAMBLEA CON INMIGRANTES. Los 500 participantes de la caravana a la valla de Ceuta se reunieron con los migrantes del Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes. TESTIMONIOS // DOS MIGRANTES QUE LOGRARON CRUZAR LA VALLA DE CEUTA HABLAN DE SU EXPERIENCIA “Mi mejor amigo saltó conmigo, le disparó la policía española y murió” En la ‘primera avalancha’ de Ceuta, como desafortunadamente la denominaron los medios de comunicación de masas, la noche del 29 de septiembre, Belén Macías Marín Redacción Todo apunta a que la presión de los Ejércitos marroquí y español para crear una situación de emergencia respecto a los movimientos migratorios en la frontera ante la cumbre hispano-marroquí de finales del pasado septiembre provocó que unas 300 personas saltaran la valla ceutí la noche del 29 de septiembre. Un ejemplo más de la barbarie de los guardianes del muro: cinco muertes reconocidas oficialmente, unas 200 deportaciones ilegales esa misma noche y un bebé de tres meses que fallecía al caer su madre al suelo en el intento de pasar la valla en el lado marroquí. Mammugu (23 años, Gambia) y Mohamed (18 años, Guinea Conakry) cruzaron esa madrugada. Ambos resultaron heridos, pero consiguieron pasar. El primero cuenta que corría al lado de un amigo que murió por disparos de la policía española. El Gobierno no ha reconocido ninguna responsabilidad en los asesinatos. “Al principio nos disparaban con gas, y yo pensé que era lo que estaban haciendo esa noche, hasta que vi la sangre. Yo acababa de pasar cuando dispararon a los que venían detrás; pude haber perdido la vida, pero tuve suerte. Mi mejor amigo, Schwman, mi hermano, fue disparado por la policía española y murió; en aquel momento yo no tenía ningún poder”, dice Mammugu, y apunta: “Algunos chicos afirman que hubo más de seis muertos; saltamos 300 personas, 200 fueron devueltas”. Él esperó un año y dos meses en los bosques marroquíes para saltar la valla, era su octavo intento, se había enfrentado al muro otras siete veces. Antes había hecho a pie 1.700 kilómetros hasta llegar a Marruecos. A murieron oficialmente cinco personas. Mammugu y Mohamed lograron pasar al otro lado y nos contaron su historia en el encuentro que los com- Mammugu le llevaron al hospital para curarle sus heridas y después llegó al CETI (Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes), donde lo encontramos. En cada intento de pasar sufrió nuevas lesiones y acabó por pagar a diferentes personas que prometieron solucionar su situación: “La primera vez le di 400 euros a un español, de Barcelona, que me dijo que me ayudaría, porque en esa ocasión yo estaba demasiado exhausto; la segunda, le pagué casi 250 euros a un hombre árabe que fue posponiendo su ayuda para mañana, para mañana… se comieron todo mi dinero”. Mohamed, por su parte, narra que muchos, principalmente policías, piden dinero: “Te preguntan: ¿tienes pasaporte? ¿No?, pues dame 200 euros”. Paco “Cualquiera que llegue al bosque, lloraría: los burros no podrían vivir en esas condiciones”, narra Mammugu Carrasco, de Elín, organización ceutí que acoge a los migrantes cuando llegan, explicó a DIAGONAL los pagos que realizan los africanos para pasar ‘al otro lado’: “Cuando no saltaban tantos la valla, pagaban 300 euros a la Gendarmería marroquí, a repartir con la Guardia Civil; para llegar a nado, pagan unos 1.000 euros por tener un guía y un traje de neopreno”. El infierno del bosque y el ‘paraíso’ imaginado Cuando el joven gambiano llegó a Marruecos compartía campamento con unas 400 personas. Ahora, se- ponentes de la caravana europea contra las actuales políticas sobre migración celebraron con los africanos en la frontera sur. gún informan algunos de los chicos que llegaron a Ceuta, debe de haber entre 60 y 90 personas en ese enclave. De acuerdo con Mammugu: “Todavía hay mucha gente, a apenas dos kilómetros de aquí, que no ha logrado pasar. Los que quedan están rotos, muchos acaban en el hospital”. Él vivió un año y dos meses en el bosque, Mohamed un año y medio. “En este momento, si cualquiera llegase al bosque, lloraría, los burros no podrían vivir en esas condiciones”, denuncia el primero. Y continúa: “Puedes dormir hasta las seis de la mañana, cuando la policía te ataca y te quita lo que tengas encima, aunque sea un euro; hay que huir y adentrarse en el bosque, si no estás perdido”. Mohamed, cuyo padre y hermano fueron asesinados en Guinea Conakry y que no sabe nada de su familia desde que la policía le arrebató el móvil en el bosque, añade: “No puedes ni imaginar lo que es vivir cuando te cae la lluvia sobre la piel sin nada que te proteja, sin ropa, sin comida, con la policía despertándote a golpes. Nos quitan el dinero, los móviles…”. Mohamed comenta que quería venir a España desde niño: “Aquí hay respeto por los derechos humanos”. Y apela directamente al Gobierno español: “Estamos exhaustos, le rogamos al Gobierno español que nos ayude, en África no hay oportunidad de tener una buena vida. Yo quiero trabajar en la península, tener ropa, casarme y tener hijos. Somos hombres jóvenes con toda la vida por delante. Huí de mi país buscando mis derechos, mi vida”. En el CETI de Ceuta, unas 400 personas aún esperan la resolución de sus peticiones de papeles de residencia o asilo. La caravana europea contra la valla a principios de noviembre demandó la resolución favorable de las peti- Denuncias por las muertes Unas 700 organizaciones andaluzas han reclamado al fiscal general del Estado la investigación de 14 muertes en la frontera sur: dos cameruneses por la actuación de la Guardia Civil el 29 de agosto, un migrante de Mali por “pelotazo en la tráquea” el 15 de septiembre, cinco personas “tiroteadas” el 29 de septiembre, y otras seis muertes el 6 de octubre. ciones y una investigación independiente de las muertes. Más de 700 asociaciones andaluzas reclamaron asimismo el 15 de noviembre al fiscal general y al Congreso que lleven a cabo las investigaciones a las que se comprometió Zapatero sobre 14 muertes en los muros que separan, tras la colonización española, Europa de África en las ciudades de Ceuta y Melilla. Mammugu y Mohamed solicitaron asilo al Gobierno español. Al primero ya se lo han denegado. Cuando se cerraban las páginas de este número, Mohamed recibió el permiso para entrar en la península. Caravana a un campamento con dos destinos ra un día de luto para las ONG pro-derechos humanos y la sociedad civil marroquí que ha organizado una caravana hasta el campamento de la desolación. Entrar al campamento de BelYounes, situado a unos 12 kilómetros de Ceuta, es como entrar a un pueblo fantasma, después de la muerte de 14 africanos por balas españolas y marroquíes y la devolución y abandono en el Sahara de los que no tuvieron la suerte de cruzar al otro lado de la valla. Sensación melancólica y dramática que sentiría cualquiera que todavía guarde humanidad dentro de su alma. Han destruido casi todo el campamento y con ello todo un sueño, el de los subsaharianos indocumentados que han permanecido aquí más de tres años algunos, y apenas 24 horas otros. Más de 250 personas han participado en la caravana hacia el bosque de Bel-Younes organizada por la Asociación Marroquí de Derechos Humanos, Red Chabaka y APDH de Andalucía, desafiando el cerco de las fuerzas de seguridad y de todos los servicios secretos del reino alauí. Quedan unos cuantos en el bosque, pero escondidos, quizás de nosotros o quizás de su propio destino, como decían las palabras de M. Trauri, robusto maliense. Él fue el único que decidió salir de su escondite y hablar con nosotros. No paraba de beber agua, devoraba una manzana, sus ojos estaban perdidos, su estado psíquico, destrozado; sólo deseaba hacer una llamada a sus familiares, a su esposa y sus hijos, hablar con ellos por el móvil. Casi entra en un estado de trauma, lloraba sin cesar. Eso es lo que queda de Bel-Younes, del sueño de más de 1.200 subsaharianos que vivían en el bosque, sólo queda el tremendo olor de la muerte y de la soledad. “Pido que no haya más represión y torturas por parte del Ejército marroquí y de la Guardia Civil española, nosotros mismos vamos a volver a nuestros países”, decía Trauri. Sometidos a una fuerte presión psicológica y al terrible cerco de los militares marroquíes, los africanos viven una angustiosa existencia. Muchos de los que quedan han tirado la toalla y desean regresar a sus países de origen. E El autor *Jamal Ouahbi es reportero del semanario marroquí Assahifa Al Maghribia.