¿Integración o apertura comercial?.

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Economic Analysis Working Papers.- 7th Volume – Number 6
¿Integración o apertura comercial?. Disparidad de
efectos sobre el crecimiento.
Adolfo C. Fernández Puente
Departamento de Economía
Universidad de Cantabria
fernanac@unican.es
Patricio Pérez González
Departamento de Economía
Universidad de Cantabria
Resumen
Este artículo propone una revisión crítica de la relación entre integración y apertura comercial y
crecimiento. La disparidad de resultados entre unos estudios y otros obedece, en muchos
casos, a la utilización indistinta de indicadores asociados a la apertura, fundamentalmente al
peso de las exportaciones e importaciones en el producto, y otros asociados al proceso de
integración, que si bien incluyen los anteriores, están asociados, en mayor medida, a la
aplicación de políticas comerciales. En primer lugar, se realiza un análisis de los antecedentes
teóricos, correspondientes, en su mayoría, al siglo XVIII y XIX. En segundo lugar, se recogen
aquellos trabajos asociados a la definición de las políticas de sustitución de importaciones, que
se aplicaron a un gran número de países en desarrollo durante las décadas de los 50, 60 y 70.
En tercer lugar, se reflejan aquellos estudios que abogan por la orientación exterior,
centrándose en los efectos de las restricciones comerciales en los precios, el papel del entorno
macroeconómico y el volumen comercial. Por último, en el marco de los modelos de
crecimiento endógeno, se analizan los trabajos que recogen los efectos del comercio sobre el
patrón de especialización, la difusión tecnológica y la escala de producción. El artículo finaliza
con unas breves reflexiones.
Abstract
This article proposes a critical revision of the relationship between commercial integration
openness and economic growth, being as it is one of the richest fields in the economic
literature. The interest of its effects on economic growth is strengthened by the disparity of
results, caused by the indefinition of the integration process and the variety of proxies used to
retain it. Firstly, it covers the theoretical background most of which belongs to the XVIII and XIX
century. Secondly, it includes the studies related to the definition of import substitution policies
that were applied by several developing countries during the 50s, 60s and 70s. Thirdly, it
introduces the studies that defend the outward orientation approach, with special attention to
the effects of commercial restrictions on prices, the role of the macroeconomic framework and
the trade volume. Finally, it analyzes the effects of commercial integration on the specialization
pattern, technological diffusion and the production scale in the context of endogenous growth
models. It ends with some brief reflections.
Documentos de Trabajo en Análisis Económico.- Volumen 7 – Número 6
Economic Analysis Working Papers.- 7th Volume – Number 6
1. Introducción
La relación entre integración, apertura comercial y crecimiento económico define uno
de los campos más vastos dentro de la literatura. No existe, sin embargo, un claro consenso
acerca de su influencia en la evolución del producto. Una de las fuentes de discrepancia
obedece al propio concepto de integración, en ocasiones asociado a la apertura exterior, en
otras a la definición de políticas comerciales que incentiven o restrinjan el comercio. Con
relativa frecuencia ambas definiciones se utilizan indistintamente, pues las políticas
comerciales más restrictivas llevan asociadas un menor volumen de comercio, si bien la
relación no es siempre tan clara y las conclusiones tampoco debieran equipararse.
La segunda causa de disensión radica en la disparidad de indicadores. Así, para
recoger el volumen comercial, se utilizan indicadores tan diversos como la geografía, la
dotación de factores o el peso de las exportaciones e importaciones en el producto (Kneller et
al. 2008). La caracterización del régimen comercial se realiza, asimismo, de forma muy dispar,
incluyendo no sólo prácticas comerciales, sino también las políticas fiscales, monetarias y de
tipo de cambio, las diferencias en los precios de los bienes comercializables y la prima de la
moneda en el mercado negro, entre otros .
El análisis no se realiza, en todo caso, de forma exhaustiva pues el campo de la
literatura que se pretende abarcar es muy vasto, si bien, sí permite obtener una visión crítica de
las principales aportaciones. Aunque se hace referencia a los antecedentes históricos, el
análisis se centra, fundamentalmente, en los estudios más recientes. Al principio de cada
epígrafe se introduce de forma muy sucinta el contexto histórico ya que, muchos casos, existe
una clara correspondencia entre las conclusiones de los trabajos y el momento en que han sido
desarrollados.
La estructura del artículo es la siguiente; En el apartado segundo, se recogen aquellos
trabajos asociados al periodo mercantilista y la definición de políticas de libre comercio. En el
apartado tercero, se señalan aquellos estudios que, de alguna forma, constituyen la base para
la aplicación de políticas de sustitución de importaciones. En el apartado cuarto, se hace una
revisión de los artículos que ponen énfasis en la orientación exterior, como base del
crecimiento económico. En el siguiente apartado, y de forma autónoma, se introducen aquellos
modelos de crecimiento endógeno, que incluyen el comercio como determinante del
crecimiento económico. Por último, se finaliza con unas breves conclusiones.
1
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Economic Analysis Working Papers.- 7th Volume – Number 6
2. Proteccionismo frente a librecambismo
El periodo mercantilista enmarca las primeras teorías que relacionan el comercio con el
crecimiento. En este periodo los metales preciosos constituyen el principal elemento de la
riqueza de las naciones, y su acumulación el fin ultimo de sus gobernantes. Los países que no
disponen de recursos naturales se ven forzados al excedente continuo de exportaciones sobre
importaciones. Este periodo está caracterizado por el afianzamiento de los lazos coloniales, el
desarrollo de instituciones y acuerdos internacionales, y la puesta en marcha de reformas
económicas que favorecen el movimiento de los factores (Sachs y Warner, 1995).
Adicionalmente, la revolución en los transportes y las comunicaciones acorta las distancias y
reduce los costes de desplazamiento. El resultado es un incremento sustancial en el comercio
de mercancías (Williamson,1992).
La consideración del comercio internacional como motor del crecimiento data de finales
del siglo XVIII. Adam Smith (1776) estima que el intercambio de bienes entre distintas regiones
es una de las bases más sólidas sobre las que se asienta la riqueza de las naciones. La
división del trabajo y la especialización productiva, asociadas al intercambio de bienes en el
mercado internacional, posibilitan a los países incrementar su escala de producción, reducir los
costes por unidad de producto y optar por una mayor diversidad de bienes a precios más
reducidos. En estas primeras aportaciones la base del intercambio se sustenta en el diferencial
de los costes absolutos de producción. Los países estarían interesados en comerciar siempre
que la producción de alguno de sus bienes resultase menos costosa que la del país vecino.
Ricardo (1817) ahonda en las bases del intercambio y añade que no es necesaria la existencia
de diferencias absolutas en los costes de producción, sino que basta con que haya diferencias
en términos relativos. Hecksher y Ohlin (1919) se centran, precisamente, en los diferenciales
en los costes de producción, justificándolos a través de la desigual dotación factorial. Cada país
se especializará en la elaboración de aquellos productos que utilizan, en mayor medida, aquel
factor del que están relativamente mejor dotados.
Estos primeros trabajos se sustentan, en todo caso, en unas premisas muy restrictivas;
fundamentalmente, inmovilidad internacional de los factores de producción y perfecta movilidad
en el interior del país, competencia perfecta en el mercado de bienes y factores, absoluta
disponibilidad de la tecnología existente e idénticas preferencias de los consumidores
(Helpman y Krugman, 1985). Dichas hipótesis restringen, de un lado, la posibilidad de que los
factores de producción se desplacen en el espacio, equiparando su retribución y limando las
ventajas de un territorio frente a otro. De otro lado, la asunción de los supuestos de
competencia perfecta elimina las posibilidades de aprovecharse de la información imperfecta,
2
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la adquisición de poder de mercado, el comercio intraindustrial y el establecimiento de barreras
de entrada derivadas de la escala1.
3. El argumento de la industria naciente y las políticas de sustitución de importaciones
El periodo de entreguerras supone un retroceso en el proceso de integración. Los dos
conflictos, el abandono del Patrón Oro y la Gran Depresión de 1929 provocan la quiebra del
sistema financiero internacional. El comercio entre países queda diezmado por la no
convertibilidad de las monedas y el incremento de las medidas proteccionistas (Williamson,
1992).
La caída de los términos de intercambio y la elevada volatilidad de los precios,
especialmente en los productos primarios, y las medidas proteccionistas adoptadas por Europa
y Estados Unidos hacen que muchos países, especialmente de Latino América, sufran las
consecuencias de la crisis económica de forma muy aguda. El colapso de los lazos
comerciales supone un fuerte deterioro del poder de terratenientes y propietarios de recursos
mineros2, que, sumado a la influencia ejercida por los estados totalitarios de la Unión Soviética,
Alemania e Italia, provoca una modificación del rumbo político y económico de los nuevos
países industriales independientes. Sus dirigentes ven en la planificación estatal un medio para
favorecer la unidad y el poder político de los gobiernos nacionales y la sustitución de
importaciones se convierte en uno de sus principales objetivos (Sachs y Warner, 1995).
A finales del siglo XVIII y principios del XIX había empezado a desarrollarse el soporte
teórico de las políticas contrarias a la apertura a los intercambios internacionales o, al menos, a
favor de la protección temporal de la competencia internacional. Los primeros en hacerlo fueron
Hamilton (1791), List (1841) y, en términos económicos, Mill (1848). En el siglo XX, tienen
importancia decisiva en su definición y puesta en práctica Singer (1950) y, sobre todo, Prebish
(1950). La única alternativa viable para el crecimiento a largo plazo es el desarrollo de una
estructura industrial equilibrada. Este proceso de industrialización requeriría, en todo caso, de
un periodo de aprendizaje, en el cual, protegida de la competencia exterior, la economía
pudiera adquirir la capacidad de enfrentarse a los mercados internacionales (Argumento de la
Industria Naciente3). Se precisan, por tanto, políticas de sustitución de importaciones que
restrinjan la compra de productos manufacturados (aranceles, cuotas, licencias u otras barreras
a la importación) que desplacen la demanda doméstica hacia las empresas nacionales. Los
recursos necesarios para financiar el proceso de aprendizaje serían los derivados de la
exportación de materias primas. Por esta razón, y durante ese periodo, sería necesario
1
Véase el modelo , para el análisis del dumping recíproco, Krugman (1979) para modelos de competencia
monopolística, y Helpman y Krugman (1985) para el estudio de la competencia en mercados
internacionales oligopolísticos, incorporando, explícitamente, las economías de escala.
2
Estos grupos eran los que obtenían beneficios más cuantiosos derivados del comercio y, por tanto,
ejercían mayores presiones para liberalizarlo.
3
Véase Baldwin (1969).
3
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incentivar la venta de dichos productos, de forma que las ganancias derivadas de su comercio
pudieran utilizarse en la importación de bienes de capital, necesarios para el proceso de
industrialización. El papel del estado para movilizar los recursos y favorecer su desarrollo
tendrá que ser tanto más activo cuanto mayor sea la brecha en el desarrollo del sector
manufacturero de un determinado país con el resto de los países, al inicio del proceso de
industrialización (big push).
La producción para las empresas domésticas debiera ser más atractiva en cuanto que
la protección arancelaria frente al exterior se traduce en un incremento del precio de los
productos sujetos a imposición. En la práctica, sin embargo, los resultados pueden ser otros, y,
de hecho, distaron notablemente de esta argumentación teórica. En primer lugar, la ventaja de
la protección se configura para el conjunto de la industria, si bien no tiene por qué hacerlo
individualmente. Los costes de información y aprendizaje que asume una empresa para
desarrollar una actividad productiva son muy elevados si se comparan con los de las empresas
seguidoras. Una vez que se ha realizado la inversión, la competencia puede apropiarse de los
beneficios derivados del esfuerzo inversor, desincentivando la asunción de los costes iniciales
para la empresa pionera, que es incapaz de recuperar la inversión realizada. La protección, en
este caso, no conduciría a la promoción de actividad empresarial alguna (Rodrik, 1995).
En segundo lugar, la protección permite producir con un margen sobre los costes
superior al resultante de las fuerzas de mercado. Este hecho implica que determinadas
empresas, que no son eficientes en términos de costes y, por tanto, no tienen cabida en el
mercado competitivo, puedan producir una vez aplicada la protección. El arancel garantiza un
flujo de ganancias, independientemente de las variaciones en las condiciones del mercado
internacional. Los incentivos para ahorrar e invertir se reducen al no estar sujetos los beneficios
a la competencia internacional, produciéndose una pérdida adicional de eficiencia (Bhagwati,
1982; Krueger, 1997).
Numerosos países en desarrollo adoptaron políticas de sustitución de importaciones
durante las décadas de los 50, 60 y 70. En muchos casos, las restricciones comerciales no
fueron sino una continuación de la imposibilidad de intercambiar bienes durante la Segunda
Guerra Mundial. En los países que las pusieron en marcha se produjo, en el corto plazo, un
incremento del output de bienes manufacturados en relación con el periodo de entreguerras.
Dado que los tipos de cambio estaban sobrevalorados y la importación de bienes de capital
resultaba muy barata, fue factible incrementar el producto sin realizar un esfuerzo excesivo. La
incorporación de progreso técnico fue, sin embargo, muy escasa y el valor añadido reducido.
Muchos países actuaron como simples plantas de ensamblaje, importando casi la práctica
totalidad de los bienes necesarios para elaborar el producto (Hirschman, 1968). A medida que
las políticas de sustitución de importaciones se extendieron a un mayor número de productos,
inputs intermedios y bienes de capital, los déficits se fueron agudizando. La restricción a la
compra de bienes propició la aparición de un mercado negro y el incremento de actividades de
4
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contrabando. El trato discrecional a los productos provocó un fuerte aumento de la corrupción
(Krueger, 1990).
4. La orientación exterior
Mientras un conjunto de países con posterioridad a la Segunda Guerra Mundial aboga
por una mayor intervención estatal y la implantación de políticas de sustitución de
importaciones, otros (los pertenecientes hoy a la OCDE) optan claramente por el mercado. A
partir de 1980, a estos países se les suman otros que habían definido prácticas más
intervencionistas. La Crisis de la Deuda en 1982 evidencia la dificultad de proseguir con las
políticas de sustitución de importaciones, especialmente para los países de menor tamaño. El
colapso del sistema comunista en la Europa del Este, a finales de los 80, da nuevo ímpetu a
esta tendencia. El Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y otras instituciones
multilaterales internacionales comienzan a exigir a los países en desarrollo que se abran al
exterior, como condición previa para la obtención de ayuda financiera. Parece existir un
acuerdo en que el mercado, la liberalización y la orientación exterior se establecen como las
únicas vías para alcanzar el crecimiento; es lo que Williamson (1990) denomina “Consenso de
Washington”. La exitosa experiencia de los países del Sudeste asiático (especialmente Hong
Kong, Taiwán, Singapur y Corea del Sur) se convierte en el paradigma para la definición de las
nuevas políticas comerciales.
Una gran variedad de trabajos, teóricos y empíricos, que enfatizan la importancia de la
integración comercial como motor de crecimiento, sustentan el cambio en la definición de las
políticas comerciales. A continuación se han agrupado en tres grandes bloques: i)
interferencias en la formación de los precios; ii) el entorno institucional y el papel del gobierno;
y iii) volumen comercial.
4.1. Interferencias en la formación de los precios
La identificación de las distorsiones producidas en el mecanismo de formación de los
precios es el primer paso para analizar los efectos de la protección en el crecimiento. Con este
fin, es preciso tener en cuenta, no la protección al producto final, sino la aplicada a cada uno de
los inputs. Little et al. (1970) y Balassa (1971) definen, así, la “tasa de protección efectiva”, que
toma como base el valor añadido de los bienes en lugar de su precio final4. Sus resultados
constatan la presencia de elevados diferenciales entre la tasa de protección nominal y una más
elevada tasa de protección efectiva. De forma que las distorsiones en los precios eran
superiores de lo que pudiera deducirse a través de la simple observación de los niveles
4
Estos trabajos consideran, de forma exclusiva, las barreras arancelarias. Krueger (1978) y Bhagwati
(1978) completan el análisis incluyendo también las no arancelarias. Sus resultados son análogos.
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nominales. Una mayor tasa de protección efectiva introduce una asignación de recursos
inadecuada, que tiene como efecto final una reducción del ahorro, un desaprovechamiento de
la capacidad productiva, un incremento de la tasa de desempleo y un empeoramiento en la
distribución de la renta5.
Estos trabajos posibilitan, por primera vez, la realización de comparaciones entre
países. A nivel operativo, sin embargo, no ofrecen una evolución de la política comercial a lo
largo del tiempo, no pudiendo concluir cómo afectan los episodios de liberalización al
crecimiento (Edwards, 1993). Es posible que otras variables, como el entorno institucional y el
grado de desarrollo, pudieran afectar la definición de la política comercial y fueran las
causantes del bajo crecimiento del producto.
La supresión de la protección arancelaria, por otra parte, no es la única vía para reducir
las distorsiones en el mecanismo de formación de los precios. Un sistema de aranceles
uniforme tendría el mismo efecto y evitaría el posible desmoronamiento de los precios en caso
de que varios países, productores del mismo bien, implementasen simultáneamente políticas
orientadas al exterior (Panagariya y Rodrik, 1993; y Rodrik, 1995).
Posteriormente, Edwards (1992, 1998), Lee (1993), Sachs y Warner (1995), Harrison
(1996) y Wacziarg y Welch (2008), entre otros, consideran la influencia de las barreras
arancelarias y no arancelarias en el crecimiento económico y constatan una relación negativa
entre ambas variables.
Las conclusiones en los distintos trabajos no son, sin embargo, igualmente
concluyentes. La protección frente al exterior puede provocar una relocalizacion de recursos
hacia aquellos bienes en los que se tiene ventaja comparativa, compensando las pérdidas por
la reducción del volumen comercial (Krugman y Smith, 1994). Yanikkaya (2003) encuentra, de
hecho, una relación positiva y estadísticamente significativa entre ambas variables.
Estos trabajos presentan, además, considerables problemas metodológicos a nivel
operativo. El examen de los efectos de las barreras arancelarias sobre el crecimiento se
realiza, bien a través del tipo impositivo medio aplicado a las importaciones, bien a través de la
recaudación arancelaria. En el primer caso, no es factible tener en cuenta el tipo de gravamen
de los distintos productos. Obvia señalar que los efectos serán distintos en función del patrón
de especialización del país. En el segundo caso, se eliminan estos problemas, al cuantificar
monetariamente la ineficiencia provocada por las trabas comerciales. Sin embargo, se
subestima el efecto de los aranceles elevados, dado que el nivel de importación, en caso de
ser aplicados, tiende a disminuir6 (Anderson, 1994). Por otra parte, existe una clara divergencia
entre las tasas arancelarias efectivamente aplicadas y las oficiales, especialmente en los
países en desarrollo, que dificulta el análisis (Pritchett y Sethi, 1994).
5
Ha de señalarse que estos trabajos no abogan por la reducción de la intervención en los flujos
comerciales, que conduciría a una situación de neutralidad frente al exterior, sino a la intervención a favor
de las exportaciones.
6
En caso de que la demanda del bien importado fuese muy inelástica no existiría este problema.
6
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La utilización de las barreras no arancelarias acarrea también problemas, pues se
incluye su cobertura media respecto de los productos importados. Al igual que ocurre con el
tipo impositivo medio, será necesario conocer el patrón de especialización del país, para
observar en qué medida el volumen comercial se ve afectado por esta restricción. Este
indicador adolece, además, de serios problemas de medición. Una mayor cobertura no implica,
necesariamente, un mayor grado de distorsión, pues es necesario recoger la intensidad con la
que el producto es afectado (Edwards, 1998).
Por último, ambas medidas (barreras arancelarias y no arancelarias) presentan un
problema de causalidad al ser relacionadas con el crecimiento. La experiencia histórica
muestra que los países recurren a medidas proteccionistas cuando la situación económica no
es favorable (Helpman,1988; Pritchett,1990; Rodrik, 1995). Es necesario optar por técnicas
econométricas avanzadas para solucionar los problemas de endogeneidad7.
La comparación de los precios internacionales constituye una forma alternativa de
captar las distorsiones provocadas por la protección. En principio, si la dotación factorial fuese
la misma y no existiese ningún tipo de restricción comercial, el precio de los bienes (al menos
los comercializables) debiera ser igual en las distintas regiones. Aquellos países más
protegidos presentarían, sin embargo, unos niveles de precios más elevados, debido a la
ausencia de competencia y a la existencia de incentivos a la producción en el mercado
doméstico. Precios más bajos evidenciarían un bajo nivel de protección o bien incentivos para
orientar la producción al exterior. En esta línea, Dollar (1992) estima las restricciones
comerciales a través de la observación de los niveles de precios de un conjunto de bienes de
consumo idénticos y comercializables. Al relacionarlas con la tasa de crecimiento del producto
constata que influyen de forma negativa y significativa8. Rodríguez y Rodrik (2001) señalan, sin
embargo, que cuando se incluyen variables dummies para América Latina, el Este de Asia y el
África Subsahariana la medida de distorsión comercial creada por Dollar no es significativa. Si
se añade, además, el PIB per cápita inicial y el nivel de educación los índices pierden aún más
poder explicativo.
4.2. El entorno institucional y el papel del gobierno
El análisis de las experiencias de los países que pusieron en marcha políticas de
sustitución de importaciones y aquellos otros que se abrieron al exterior (fundamentalmente,
del sudeste asiático) permite constatar que no sólo hubo diferencias en la implementación de
políticas comerciales, sino que las políticas fiscales y monetarias, y el marco institucional,
fueron también sustancialmente distintos. Así, estos últimos limitaron el crecimiento de los
déficits públicos, mantuvieron un control de la oferta monetaria más estricto y trataron de frenar
7
Véanse los trabajos de Quah y Rauch (1990), Harrison (1996) y Wacziarg (2001).
El trabajo de Edwards (1992) y Harrison (1996) utilizan, asimismo, los índices elaborados en este
trabajo y constatan su influencia negativa sobre el crecimiento.
8
7
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el comportamiento monopolista de las empresas y de eliminar la corrupción (Edwards, 1993).
Por esta razón, un considerable número de trabajos opta por incluir aspectos relacionados con
estas variables como indicadores de la apertura exterior.
Papageorgiou et al. (1991) construyen un índice anual del grado de libertad comercial,
incluyendo aspectos relacionados con las políticas fiscales y monetarias. Kessides (1991),
basándose en estos índices, encuentra una fuerte asociación entre los episodios de
liberalización comercial y las tasas de crecimiento del PIB9. Dollar (1992) incluye, a su vez, en
las estimaciones un índice de distorsión comercial basado en la variabilidad del tipo de cambio
y constata su influencia negativa y significativa sobre el crecimiento. Edwards (1992, 1998),
Lee (1993), Sachs y Warner (1995), Harrison (1996) y Sala-i-Martín (1997) consideran la prima
de la moneda en el mercado negro y su coeficiente de variación. Por último, Sachs y Warner
(1995) y Edwards (1998) utilizan como indicadores la presencia de monopolios estatales en las
exportaciones y la existencia de una economía socialista. Las tres variables -prima de la
moneda en el mercado negro, monopolio estatal en las exportaciones y economía socialistaafectan de forma negativa al crecimiento.
Estos trabajos presentan una deficiencia fundamental y es que, aún siendo
estadísticamente significativa su relación con el crecimiento económico, no resulta obvio que la
integración comercial sea la causante de la mejora de los indicadores considerados. Es factible
que para que la liberalización comercial sea efectiva, y contribuya al crecimiento de la
economía en el largo plazo, sea preciso que las políticas fiscales y monetarias sean prudentes
y la administración no sea corrupta (Bhagwati, 1978). Si bien, este tipo de prácticas no tienen
por qué estar asociadas necesariamente con una mayor o menor orientación hacia el exterior.
Levine y Renelt (1992), Andriamananjara y Nash (1997) y Wacziarg (2001) señalan que la
volatilidad del tipo cambio y la prima de la moneda en el mercado negro pueden reducirse con
la libertad comercial, si bien tampoco concluyen que ésta sea la única causante10. Ambas
variables pueden estar motivadas por otros factores, como la política fiscal, la política
monetaria, u otros sucesos económicos y políticos internacionales, que son independientes de
la política comercial, y sobre los cuales los dirigentes políticos tienen poco control (Rodríguez y
Rodrik, 2001; Yanikkaya, 2003). Debido a la alta correlación entre ambas variables y la
inflación, la deuda externa, la corrupción y el incumplimiento de la ley, es difícil diferenciar entre
los efectos de unas y otras (Rodrik et al., 2002).
9
Las estimaciones con datos de panel de Harrison (1996), utilizando medias decenales y quinquenales,
muestran, sin embargo, que el índice de Papageorgio et al (1991), no es significativo.
10
El principal problema de la utilización del monopolio estatal en las exportaciones como indicador de la
orientación exterior es que, dada la elección de la muestra en el trabajo de Sachs y Warner (1995), su
utilización es equivalente a la creación de una variable dummy para África y, por tanto, no es factible
concluir que sea la orientación comercial la que influye sobre el crecimiento. Por lo que se refiere a la
existencia de una economía socialista, obviamente se infiere que el comercio va a estar intervenido, pero
existen otras muchas políticas económicas que son diferentes en estos regímenes. Rodríguez y Rodrik
(2001) señalan, además, que esta variable no es estadísticamente significativa. El trabajo de Edwards
(1998) no utiliza directamente esta variable, sino que toma el indicador de Sachs y Warner. Por esta
razón, su trabajo adolece del mismo problema estadístico.
8
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4.3. Volumen comercial
Entre los trabajos pioneros que tratan de captar de forma explícita la influencia del
volumen comercial sobre el crecimiento, independientemente de otros factores, destaca el de
Michaely (1977), que encuentra una fuerte relación positiva entre el comercio (suma de
exportaciones e importaciones) y el crecimiento del output. Krueger (1978), a su vez, relaciona
la tasa de crecimiento de las exportaciones con el crecimiento del output, y encuentran una
relación positiva y significativa entre ambos. Dado que las exportaciones son un componente
del producto, Balassa (1978) detrae su valor del output para observar su influencia. Sus
resultados siguen mostrando una relación positiva y significativa entre ambas variables. En
ninguno de estos trabajos se profundiza en la dirección de la relación de causalidad. De forma
que, aunque los periodos con mayor crecimiento de las exportaciones coincidan con los
periodos más expansivos, no se puede concluir que aquéllas sean su principal causa,
pudiendo, incluso, ser su efecto.
Quah y Rauch (1990) y Harrison (1996) proponen la utilización de medias en periodos
más amplios que los anuales (quinquenales y decenales) con el fin de eliminar los problemas
de causalidad. Así, incluyen el grado de apertura exterior, medido como cociente entre las
exportaciones e importaciones sobre el PIB, y encuentran una relación positiva con el
crecimiento. Harrison (1996) encuentra, asimismo, una relación positiva con la participación de
las importaciones en el producto.
Una de las críticas más frecuentes a estos estudios es que las medidas tradicionales
de apertura exterior son indicadores imperfectos de la intensidad en el intercambio de bienes,
ya que otras variables pueden afectarlos, sesgando la interpretación de los resultados. Una
alternativa es considerar otras variables, como la dotación de factores, el tamaño del país y la
localización geográfica (fundamentalmente, la distancia a los mercados internacionales), que
pudieran añadir atractivo al comercio o constituir una barrera natural a la exportación e
importación de productos. En esta línea, Leamer (1988) y Wolf (1993) elaboran índices que
predicen el patrón y volumen comercial que tendría cada uno de los países en el caso de que
existiese libre comercio. Con este objetivo, consideran la influencia de aquellos factores que
pudieran afectar la mayor o menor intensidad en la exportación de un determinado bien. Los
trabajos de Edwards (1992, 1998) relacionan los índices de Leamer y los de Wolf con el
crecimiento de la renta per cápita y muestran que su influencia sobre el crecimiento es positiva
y significativa. Esta metodología no predice, en todo caso, el volumen de comercio que
prevalecería si existiese libre comercio, sino lo que debiera comerciar cada uno de los países
en función de los estándares de protección mundiales11 (Brown, 1998).
11
Las conclusiones resultarían sesgadas, especialmente, si es utilizado para estudiar la influencia del nivel
de protección absoluta sobre el crecimiento. Así, los países que ponen en marcha un sistema de
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La importancia de factores históricos o la presencia de economías de escala no son
tenidas en cuenta en este tipo de análisis. En ambos casos es factible observar una fuerte
desviación respecto del volumen comercial medio que sesga de forma muy considerable los
resultados. Los países más pequeños presentarían un mayor grado de apertura en productos
con rendimientos crecientes a escala, ya que su producción no suele acomodarse a su territorio
y precisan importarlos. Cuando las industrias son dominadas por empresas monopolísticas, la
dotación de factores tiene, asimismo, poca importancia.
Una alternativa para solventar estos problemas es considerar la geografía como
determinante del volumen comercial. Su ventaja es que no se ve afectada por otros factores,
como las políticas gubernamentales o los acontecimientos externos. El comercio internacional
dependería, así, de la proximidad y la facilidad de comunicación con el resto de países,
mientras que el intercambio doméstico dependería del tamaño del país12. Frankel y Romer
(1999) toma en consideración estas variables y concluye que el comercio aumenta la renta,
estimulando la acumulación de capital físico y humano, y el output para cualquier nivel de
capital.
La geografía, sin embargo, ofrece sólo una información parcial sobre la relación entre el
comercio y la renta y, por tanto, sería necesaria la inclusión de otras variables. Los resultados
predicen que un mayor volumen comercial conduce a una tasa de crecimiento superior, pero no
es factible extraer conclusiones respecto a la influencia de la política comercial. Las variaciones
en el comercio inducidas por cambios en las políticas comerciales no tienen por qué tener las
mismas consecuencias sobre la renta que las variables geográficas (Rodríguez y Rodrik,
2001). Dollar y Kray (2001) ponen en duda, asimismo, que la geografía influya, únicamente, en
el crecimiento a través del comercio. Las variables geográficas podrían estar relacionadas con
el clima y la profusión de determinadas enfermedades endémicas, que, a su vez, pudieran
determinar la calidad institucional (Acemoglu et al., 2001).
5. La nueva teoría del crecimiento: modelos de crecimiento endógeno
Los modelos de crecimiento endógeno producen una importante renovación en la
teoría del crecimiento en la segunda mitad de los 80 y principios de los 90. Parte de esta nueva
teoría se centra en las relaciones entre el comercio internacional y el crecimiento. Estos
modelos admiten varios canales a través de los cuales el comercio actuaría sobre el
crecimiento. Este apartado se va a centrar en los cambios en el patrón de especialización, los
protección estándar pueden ser definidos como poco proteccionistas, mientras que los países con
estructuras de protección menos convencionales pueden ser calificados como fuertemente proteccionistas.
Otro de los problemas es que dos países pueden ser caracterizados con el mismo nivel de protección, si
bien mostrar una estructura de protección radicalmente opuesta en cuanto a los productos sobre los que es
aplicada. El índice pudiera ser utilizado, a lo sumo, como indicador del nivel de protección relativa
respecto a otros países.
12
En principio, los países más grandes tienen una menor participación en el comercio mundial.
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efectos sobre la difusión tecnológica y la repercusión en la escala de producción y la
competencia internacional.
El comercio internacional permite, en primer lugar, a las empresas acceder a una
mayor variedad de inputs e incrementar la productividad. Asimismo, permite a los países
especializarse en la producción de bienes intermedios en los que tienen ventaja comparativa.
En este sentido, los trabajos de Romer (1989) y Quah y Rauch (1990) concluyen que la tasa de
crecimiento en el equilibrio será más elevada que la que prevalecería en caso de autarquía13.
Ambos modelos no contemplan, sin embargo, la posibilidad de que haya unos sectores más
dinámicos que otros.
Los modelos de Grossman y Helpman (1991) y Matsuyama (1992) contemplan esa
posibilidad, concluyendo que el comercio internacional provocaría que los recursos se
destinasen a aquellos sectores con ventaja comparativa, independientemente de su potencial
de crecimiento. Si el país tiene una ventaja inicial en el sector menos dinámico, y opta por abrir
sus fronteras, provocará un desplazamiento de recursos hacia este sector14. El país se
especializaría en actividades poco dinámicas y la tasa de crecimiento, en el largo plazo, sería
inferior a la resultante si cerrase sus fronteras15. Si, por el contrario, el país procediese a
imponer un arancel para proteger la producción doméstica del sector dinámico, se produciría
un incremento del peso relativo de este sector y un aumento de la tasa de crecimiento a largo
plazo.
En segundo lugar, cuando un país se relaciona con otros, tiene acceso a las
innovaciones generadas por la comunidad internacional. En este sentido, el conocimiento
tendría la consideración de bien no rival a escala internacional y, a medida que el número de
interacciones crezca, la contribución extranjera al conocimiento doméstico se incrementará
(Romer, 1990). Se supone, por tanto, que el intercambio de bienes tangibles favorece la
difusión de ideas (Grossman y Helpman, 1991). Esta relación puede justificarse a través de
varias vías. En primer lugar, cuanto mayor es el volumen de comercio internacional, mayor será
el número de contactos personales entre los agentes domésticos y extranjeros. Estos contactos
darán lugar a un intercambio más fluido de información y pueden provocar que los agentes
locales adquieran perspectivas novedosas a la hora de solucionar cuestiones técnicas. En
segundo lugar, cuanto mayor sea la importación de bienes intermedios que no están
disponibles en la economía local, mayor será, presumiblemente, el conocimiento que pueden
adquirir los investigadores locales de su uso. En tercer, y último lugar, cuando los bienes
locales son exportados, los compradores pueden realizar sugerencias para mejorar el proceso
productivo e introducir nuevos inputs intermedios, incrementando la productividad.
13
Los trabajos se centran, no obstante, en la participación de las exportaciones e importaciones y no
tratan de captar los efectos de las políticas comerciales en el crecimiento.
14
En el modelo de Grossman y Helpman, el sector más dinámico es aquél que incorpora en mayor
medida capital humano en su proceso productivo, en el de Matsuyama el sector manufacturero (frente al
agrícola).
15
En el trabajo de Matsuyama se supone que, a medida que el país va creciendo, se produce un cambio
estructural que modifica el patrón de especialización.
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Las consecuencias de la protección sobre el crecimiento son diferentes si se tienen en
cuenta estas externalidades. El efecto sobre los precios relativos es el mismo que en el
apartado anterior, si bien cualquier política comercial que reduzca el volumen de comercio
desincentivaría la adquisición de conocimiento y reduciría las externalidades positivas,
provocando una disminución del crecimiento.
Las características del país, obviamente modifican los resultados obtenidos. Coe et al.
(1997) y Alesina et al. (2005) argumentan que el comercio generará más crecimiento en las
economías más desarrolladas, dado que tienen mayor capacidad para absorber la tecnología
extranjera. Un mayor nivel de capital humano acelerará, asimismo, el proceso de aprendizaje
(Edwards, 1992 y 1998). Finalmente, cuanto mayor sea el coste de imitación, mayores serán
las dificultades para absorber la tecnología generada a escala mundial. Si los costes de
imitación fuesen inferiores a los de innovación, los países pobres crecerían más que los
avanzados (Barro y Sala-i-Martín, 1995).
Los resultados anteriores no contemplan la posibilidad de que los países generen su
propia tecnología, sino que se considera la existencia de un stock de ideas del que las distintas
unidades se pueden beneficiar a través del comercio. En principio, el comercio incrementa la
competencia y los incentivos a innovar. La empresa está interesada en la generación de
nuevos y más eficientes productos, de forma que adquiera mayor cuota de mercado y poder
monopolístico. Esta actividad generaría un mayor crecimiento económico que la resultante ante
la falta de incentivos a competir. La integración en el mercado mundial evitaría, además, la
duplicación del esfuerzo investigador y, consiguientemente, una reducción de los costes y una
mejora de la eficiencia.
La consideración del mercado global, sin embargo, es únicamente factible para las
empresas más eficientes. Para el resto de unidades la competencia podría reducir sus
incentivos a innovar, al considerar nulas las posibilidades de competir. El comercio reduciría su
gasto en I+D, su cuota de mercado y, por tanto, la tasa de crecimiento del producto16. Las
consecuencias de la apertura comercial de un país son, por tanto, diferentes en función de las
características de las empresas ubicadas en su territorio. Lucas (1988), Young (1991) y RiveraBatiz y Xie (1993) señalan que, si los socios comerciales son muy asimétricos en lo que se
refiere a la tecnología y a la dotación de factores, la integración comercial puede afectar
negativamente a la tasa de crecimiento de alguno de los países. Los resultados son tanto más
asimétricos cuanto más dispares sean los socios comerciales (Rivera-Batiz y Romer, 1991;
Rodrik, 1995).
16
Una participación en el mercado mundial constante de los dos países exigiría, en este caso, que ambos
fueran de igual tamaño y que el abrirse al comercio no tuviese impacto alguno en la rentabilidad de las
actividades de I+D.
12
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6. Conclusiones
La relación entre la integración, la apertura comercial y el crecimiento económico
constituye un proceso complejo, que ha sido abordado por la literatura económica de forma
muy diversa. La disparidad en el tratamiento radica, en parte, en la propia indefinición del
proceso de integración, asociado, en unos casos, al incremento del volumen comercial, en
otros a la eliminación de las restricciones comerciales e, incluso, a la promoción de las
exportaciones. Esta falta de precisión provoca que las conclusiones no obedezcan, con
frecuencia, al análisis de las variables incluidas en los modelos. Este trabajo ofrece una
revisión de literatura existente, desde las teorías enmarcadas en el periodo mercantilista, hasta
las más recientes aportaciones de los modelos de crecimiento endógeno, adoptando una
perspectiva crítica.
La coyuntura internacional ha condicionado en muchos casos el enfoque adoptado. La
situación económica ha propiciado la puesta en marcha de políticas proteccionistas en épocas
de recesión, de quiebra del sistema financiero internacional y de desarticulación de los
mercados; y más orientadas al exterior en periodos de mayor crecimiento económico e
integración. No es factible, por tanto, generalizar la experiencia de unos países a otros sin
considerar el contexto económico concreto por el que atraviesan. Algunos estudios que abogan
por la supresión de las barreras comerciales adolecen de rigor, al no considerar de forma
explícita los problemas derivados de la causalidad. La evidencia empírica muestra que los
periodos de mayor crecimiento con frecuencia coinciden con la expansión del volumen
comercial y eliminación de las restricciones comerciales, mientras que, en las fases
contractivas, los países optan por protegerse frente al exterior y se reducen los flujos
comerciales. Las externalidades generadas por las exportaciones e importaciones y las
barreras al intercambio no son, por tanto, directamente observables al realizar un análisis de
correlación simple.
La elección de indicadores para la integración debiera realizarse, asimismo, con suma
cautela. La influencia positiva de los indicadores de volumen comercial no permite, al menos de
forma directa, argüir que los aranceles, las licencias u otras restricciones a la importación sean
negativas para el crecimiento. A su vez, un incremento de la protección comercial no tiene por
qué traducirse en un menor crecimiento del producto, ni siquiera en un volumen comercial
inferior. En cualquier caso, la obtención de evidencia empírica que relacione de forma positiva
la protección exterior activa con el crecimiento económico, no justifica la supresión de los
intercambios internacionales.
13
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Los países con un régimen comercial más proteccionista, con frecuencia están
caracterizados por un marco institucional desfavorable: entorno macroeconómico inestable,
déficit públicos elevados, tasas de inflación altas, distorsiones en los tipos de cambio y
corrupción. La apertura a los intercambios internacionales puede redundar en un incremento de
la disciplina en la aplicación de las políticas macroeconómicas, que conduzca a una
disminución del gasto público, un control de la masa monetaria más estricto y una reducción de
la variabilidad en el tipo de cambio. En todo caso, la utilización directa de los indicadores
macroeconómicos e institucionales como variables proxies de la orientación exterior no está
exenta de problemas, pues, si bien la liberalización comercial y la apertura a los intercambios
pudieran favorecer su mejora, no tiene por qué ser la única causante.
Los efectos de la protección son ambivalentes y dependerán de la estructura productiva
de los países, su tamaño y su productividad. En principio, el comercio generará efectos
positivos superiores en los países de mayor tamaño y peso específico de los sectores más
dinámicos. Por el contrario, en los países de menor tamaño, nivel de desarrollo inferior y mayor
peso de las ramas tradicionales la repercusión resulta menos obvia. No obstante, las
externalidades positivas derivadas de la difusión tecnológica prevalecen en todos los casos.
14
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