JOSÉ MARÍA GIL ROBLES Nació en Salamanca en noviembre de 1898. Hijo de un catedrático de Derecho Político y Administrativo de la universidad salmantina, cursó la licenciatura de derecho en dicha universidad, que acabó, con un brillante expediente académico, en 1919. Se instaló luego en Madrid, donde preparó sus estudios de doctorado y, en 1922, obtuvo, por oposición, la cátedra de Derecho Político en la Universidad de la Laguna. Desde muy joven dio muestras de vocación política. Monárquico y católico, en ese mismo año 1922 conoció al director de El Debate, Ángel Herrera, que le ofreció trabajo en su periódico. Gil Robles no se incorporó a su cátedra en Canarias y empezó a colaborar con Herrera, integrándose, también, en el Partido Social Popular que Herrera fundó en aquel año. En su seno participó, como orador, en sus primeros mítines. Sin embargo, el golpe de Estado de Primo de Rivera, en septiembre de 1923, limitó la actividad pública del partido. Durante la dictadura, Gil Robles colaboró, como asesor técnico, en la redacción del Estatuto Municipal de 1924, y desarrolló una intensa actividad en torno a la Asociación Católica Nacional de Propagandistas (ACNP), dirigida por Herrera, impartiendo conferencias políticas y religiosas. Al proclamarse la República, en 1931, obtuvo acta de diputado en Cortes, en representación del partido creado por Herrera, Acción Nacional, integrándose en el Bloque Agrario. Participó en la comisión ponente del proyecto constitucional, donde expuso su férrea oposición al texto, en defensa de sus posicionamientos católicos, anunciando el rechazo de su grupo a la nueva Constitución. La minoría católica abandonó las Cortes, en protesta por la política “antirreligiosa”, e inició una activa campaña de propaganda oral y mítines en la que Gil Robles fue ganando protagonismo. En noviembre de 1931 fue nombrado presidente de Acción Nacional —que desde 1932 cambió su nombre por el de Acción Popular—, convirtiéndose en el principal líder de la derecha conservadora. La ruptura de las derechas españolas, en 1933, al crearse Renovación Española, el nuevo partido liderado por Goicoechea, crítico con el posibilismo y accidentalismo defendido por Gil Robles ante al régimen republicano, impulsó la búsqueda de una nueva formación política de unidad de la derecha legalista que se concretó en la fundación de la Confederación Española de Derechas Autónomas. La CEDA se convirtió, bajo el liderazgo de Gil Robles, en un poderoso partido de masas. En las elecciones de 1933, obtuvo unos buenos resultados, constituyendo la minoría mayoritaria de las nuevas Cortes. Gil Robles pasó a tener la llave de la gobernabilidad. Durante los primeros meses apoyó, desde la oposición, a los gobiernos del Partido Radical, presionando con grandes concentraciones públicas y encendidos discursos, la política de derechas y presentándose como líder indiscutible de las necesarias reformas. En octubre de 1934, sin embargo, exigió la incorporación de su partido al gobierno, lo que provocó el estallido revolucionario. Superado este trance, en mayo de 1935 fue nombrado ministro de la Guerra en el nuevo gabinete de Alejandro Lerroux. Ocupó la cartera durante ocho meses, hasta las elecciones de febrero de 1936. Durante ese tiempo revocó algunas de las disposiciones puestas en marcha por Azaña, reforzando al ejército y reabriendo las academias militares. También colocó a reconocidos militares opuestos al régimen republicano en puestos de responsabilidad. Así el general Franco fue nombrado Jefe del Estado Mayor Central, el general Fanjul subsecretario del Ministerio y el general Mola fue destinado a la Jefatura del Protectorado de Marruecos. La derrota electoral de las derechas en las elecciones de febrero de 1936, en las que Gil Robles volvió a obtener acta de diputado, le llevó a proponer al hasta entonces Jefe de Gobierno, Portela Valladares, la proclamación del Estado de Guerra para mantenerse en el poder, en colaboración con el ejército. Pero esa opción fue rechazada por Portela y por Alcalá Zamora. Desde ese momento Gil Robles, aunque no participó directamente en los preparativos del golpe de Estado que se preparaba, sí se mostró partidario del alzamiento armado y colaboró económicamente para su organización. Al estallar la guerra se encontraba de viaje en Biarritz. Expulsado por las autoridades francesas se instaló en Portugal. Desde allí se encargó de organizar una junta de propaganda y de gestión económica y diplomática de apoyo al bando sublevado. Pronto, sin embargo, empezó a distanciarse del nuevo régimen, receloso de la deriva personalista impuesta por Franco. Al acabar la guerra siguió residiendo en Portugal, donde estableció contacto con sectores monárquicos, partidarios de la restauración del trono, en al figura de D. Juan de Borbón. Gil Robles se integró en el Consejo Privado del pretendiente y participó activamente en la conspiración monárquica, negociando, sin éxito, con el socialista Prieto el posible apoyo de la izquierda a la restauración monárquica, frustrado tras la entrevista entre Franco y D. Juan. En 1953 Gil Robles regresó a España. Mantuvo viva su vocación política. Entre 1958 y 1962, de vuelta a la actividad pública, intentó aglutinar a todos los sectores cercanos a la democracia cristiana, liderando un nuevo partido, Democracia Social Cristiana y colaborando con la Asociación Española de Cooperación Europea. Como tal asistió, en junio de 1962, al Congreso del Movimiento Europeo de Munich, bautizado por el régimen de Franco como el “Contubernio de Munich”, en el que se planteó la necesaria democratización de España. Su presencia en Alemania le deparó un destierro de dos años, hasta que fue autorizado a regresar a España en 1964. Publicó, en los años siguientes, varios libros de memorias, entre los que cabe destacar los titulados No fue posible la paz (1968) y La Monarquía por la que yo luché (1976). En el año 68 se jubiló como catedrático, ejerciendo su último curso en la Universidad de Oviedo. Tras la muerte de Franco, en la transición, quiso retomar su actividad política, en el ámbito de la democracia cristiana. Fundó, con la colaboración de su hijo José María, la Federación Popular Democrática. Con ella se presentó a la elecciones generales de 1977. Pero su candidatura fracasó, tras lo que se retiró definitivamente de la vida pública. Murió en Madrid en septiembre de 1980.