V. Fracaso de la república democrática Revolución de octubre · Se encona la lucha de partidos · El “estraperlo” y el “asunto Nombela” · Disolución de las Cortes y elecciones de febrero de 1936 · Franco propuso un golpe de Estado · Destitución de Alcalá Zamora · Hacia la guerra civil · El asesinato de Calvo Sotelo Volvamos a la Republica: Casi telegráficamente recordaré lo que ocurría en el Parlamento y en sus relaciones con los gobiernos. Como es bien sabido, cuando en 1934 se constituyó un Gobierno radical, presidido por Lerroux, del que por primera vez formaban parte dos ministros de la "CEDA", la indignación entre los socialistas fue grande; actitud ésta inaceptable desde el punto de vista democrático, puesto que la coalición radical cedista representaba el mayor número de diputados de la Cámara y era el reflejo de los resultados de las urnas; de la mayoría numérica allí alcanzada. Prieto, cometiendo un grave error, como luego reconoció y del que se arrepintió, pronunció un discurso terrible -como él sabia hacer- en el que manifestó que, contrariamente a la ilusión que los socialistas se habían hecho de ver junto a ellos a los radicales, los veían ahora unidos a la reacción, por lo que el "Partido Socialista" juraba poner el máximo empeño en impedirlo, y anunciaba la lucha entre las dos Españas. Azaña manifestaba que antes que una República entregada a monárquicos y "fascistas" prefería cualquier catástrofe y el derramamiento de sangre. (Ya empezaba a generalizarse el uso del término "fascistas” como designación genérica del enemigo político, cuando la verdad era que no había en la Cámara un solo Diputado de esta significación y el mismo José Antonio la había rechazado al avanzar en la elaboración de su pensamiento político.) Y como en aquella situación tan difícil se hablara de la necesidad de una nueva consulta electoral, Largo Caballero que era, por razón de su fanatismo y de su pasión violenta (no podía serlo por otras razones dada su incultura y la mediocridad de su inteligencia), el hombre fuerte del "Partido Socialista", anuncia de un modo inequívoco la declaración de guerra: "Si triunfan las derechas –dijo textualmente- tendremos que ir a la guerra civil declarada. No aceptaremos nunca la derrota.” La verdad es que allí casi nadie era demócrata; casi nadie aceptaba en realidad el sistema democrático liberal. Tampoco Gil Robles, que en octubre de 1933 había pronunciado un discurso en el que entre otras cosas dijo: "Queremos una Patria totalitaria. El Poder ha de ser íntegro para nosotros… Y, cuando llegue el momento, el Parlamento o se somete o desaparece: la democracia será un medio no un fin.” En aquel Parlamento eran demócratas don Melquiades Álvarez y su grupo; Cambó y la "Lliga Catalana"; algunos diputados socialistas como Besteiro, José Prat, Fernando de los Ríos, los Landrove, Teodomiro Menéndez, Prieto -pese a su error en la ocasión que señalamos- y algún otro; en la "CEDA" Giménez Fernández y pocos más; yo no lo era. Revolución de octubre En Asturias se desencadenó la revolución que duró dos semanas, y en Cataluña se proclamó la Republica independiente. El Gobierno Lerroux -cuarto si mal no recuerdo de los seis que presidió-, con el Ministro de la Guerra Diego Hidalgo y los generales Franco, López Ochoa y Batet, el teniente coronel Yagüe, y otros jefes militares, sofocaron la revolución en Asturias y el movimiento sedicioso en Cataluña. El Gobierno, después de haber sido aclamado por gran parte del país, se quedó muy pronto sin iniciativa; sin dar orientación a la vida política y parlamentaria, entrando en una fase de apatía y de paralización: discursos estériles. No hay paz social. No hay trabajo. El orden publico en situación de enfermedad permanente que no se domina. "El mal menor." Ataques de monárquicos y tradicionalistas al oportunismo de Gil Robles y a su táctica que lleva a remolque de los desacreditados radicales el grupo de derechas más numeroso de la Cámara. En la represión por los sucesos de Asturias y Cataluña, todo va mal orientado y conducido. La acusación contra Azaña alcanza las marcas más altas de lo absurdo y lo inconveniente, como José Antonio hizo notar juzgando el desatinado sistema acusatorio que se siguió, ya que mientras se había declarado que Azaña no tuvo nada que ver ni con la rebelión de la Generalidad de Cataluña ni con Asturias, se le acusaba con énfasis por su intervención en un alijo de armas en San Esteban de Pravia y se hacía la imprudente manifestación pública de que aquellas armas, como las descubiertas en el puerto de Bilbao, estaban destinadas" a los revolucionarios portugueses con finalidades de agresión al Estado de la nación vecina", lo que podía traer sobre España el peligro de una declaración de guerra. Fatalmente se planteó la crisis ministerial y Alcalá Zamora inició las consultas. Gil Robles jugó fuerte pensando que sería encargado de formar el nuevo Gobierno y creo que fue por entonces, a más bien poco después, cuando tuvo lugar en un frontón de Zaragoza el mitin a que se ha referido en su libro -No fue posible la paz- en el que hablamos él y yo y fue allí donde argumenté a favor de su nombramiento como Jefe del Gobierno, por entender que, constitucionalmente, así procedía y le dirigí, con la natural cortesía, palabras de circunstancial elogio que -según nos cuenta en su citado librohiriendo su humildad encendieron el rubor en sus mejillas. Pensó entonces Gil Robles que sería encargado de formar nuevo Gobierno, o por lo menos se le daría la cartera de Guerra, pero sus esperanzas resultaron fallidas no consiguiendo ni una ni otra cosa. Se encona la lucha de partidos Se constituyó un quinto Gobierno Lerroux con la novedad de entrar en él como Ministro de la Gobernación Portela Valladares, quien desde el principio manifestó la importancia fundamental que concedía al restablecimiento del orden público: "La violencia -dijo- no puede ser autorizada en nombre de ninguna clase de ideas, ni de la derecha ni de la izquierda", y se mostró autoritario con estas palabras: "No aceptaré que se me diga haber cometido un crimen en nombre de una idea." "No se puede nada sin llegar a una pacificación completa en el terreno del orden público." Este Gobierno duró solo un mes, para dar paso luego al sexto Gobierno Lerroux en el que sigue Portela como Ministro de la Gobernación y se nombra, ¡Por fin!, a Gil Robles Ministro de la Guerra, lo que éste consideró un triunfo porque formaban parte del Gobierno, además, cuatro ministros de la "CEDA". (Como de los doce ministros que componían aquel Gobierno nueve habían sido monárquicos, se señalaba con ironía que aquel equipo de monárquicos arrepentidos iba a salvar la Republica. Uno de ellos Cantos, diputado monárquico hasta que llegó la Republica- se trabucaba y desde el banco azul decía "el Gobierno de Su Majestad" y designaba a su Ministerio -el de Justicia- con la denominación que tenia -"Ministerio de Gracia y Justicia"- durante la Monarquía.) Al presentar aquel Gobierno a las Cortes Lerroux, con incorregible y barroca pomposidad, es donde pronunció estas palabras a las que ya me he referido en otro capítulo: "Vengo a cumplir con mi deber desde mi Huerto de los Olivos, donde he rezado la oración apasionada de los que lo sacrifican todo por amor." Portela se consideraba triunfador, pues durante algunas semanas no hubo atracos, ni saqueos, ni tiros. Se tenía la impresión de que Lerroux se oscurecía y de que Portela dirigía. Pocos días después del nombramiento de Gil Robles como Ministro de la Guerra se hace el de Franco como Jefe del Estado Mayor Central del Ejército. Pronto se vuelve a la lucha partidista: Azaña habla en Mestalla donde hubo gran afluencia de público, y Gil Robles en Uclés en un acto menor. Portela se crece y con los elementos liberales y lerrouxistas piensa como futuro en una política de centro. Mientras una parte del Partido Socialista", con Largo Caballero, Álvarez del Vayo, Araquistain y las juventudes socialistas, se desplaza cada vez más hacia los comunistas y anarquistas, Indalecio Prieto -que antes cometiera el error revolucionario de Asturiastrabaja, en aquellos días, afanosamente por la unión del socialismo con los partidos de izquierda porque atribuye a la falta de unión el fracaso que tuvieron en las elecciones generales de 1933. Se dibujaba así el proyecto de un Frente Popular. Prieto entendía que seguir en el campo iniciado por Largo Caballero sería un suicidio; y efectivamente de aquella actitud insensata vino la guerra civil. Por su parte el Gobierno sigue sin rumbo. El Ministro radical-Rocha- que ocupaba la cartera de Estado era incapaz de contestar a una interpelación sobre política internacional. Hubo un proyecto de reforma constitucional, obra si mal no recuerdo del ministro Dualde -liberal y demócrata- y se nombró una comisión de diputados para dictaminarla. La aprobación del proyecto hubiera significado la automática disolución de las Cortes y nuevas elecciones en plazo de dos meses, lo que, al parecer, ya no interesaba a los que creían en una vida larga de aquel Parlamento. Tampoco se llegó a promulgar la ley electoral, tantas veces anunciada; hubo también para ello un proyecto y el nombramiento de una comisión. Giménez Fernández proponía el sistema proporcional y Cambó la vuelta al sistema de la Ley Maura de 1907 diciendo que de ello dependería la convivencia entre los españoles, o la anarquía, porque el sistema vigente no daba a las minorías la representación adecuada. Por otros se propuso el sistema proporcional en las grandes circunscripciones y el mayoritario en las pequeñas. Todo quedó una vez más en nada; no hubo ley electoral, la lucha entre los partidos era cada vez más enconada, pero Portela se manifestaba ante los periodistas todos los lunes muy satisfecho por la tranquilidad habida el domingo anterior en reuniones y mítines y especialmente "porque se notaba que cada día iba menos gente a esos actos, hasta el punto -decía- de que en ocasiones había que suspenderlos por falta de público". (Frente a la actitud política de Largo Caballero y los suyos, Besteiro, yendo más lejos que Prieto, proponía huir de la política republicana burguesa y replegarse sobre las fuerzas socialistas exclusivamente, formando unos cuadros sindicales y políticos fuertes.) Por un momento la situación parecía más tranquila. Era el verano de 1935. Así la consideraron Portela, Lerroux y Gil Robles que "vio completamente despejado el panorama político". Los gubernamentales estaban contentos y en la prensa de la derecha católica se decía –El Debate, Ya- que la coalición radical cedista duraría lo que durase la legislatura y que ésta sería larga. Sin embargo, y contrariamente a tales optimismos, pronto, por un pequeño pleito de los ministros agrarios, se produce otra nueva situación de crisis de difícil solución y que tuvo una tramitación muy larga. De las personalidades llamadas a consulta, Unamuno se limitó a hablar por teléfono y don José Ortega y Gasset se las arreg1ó para no ser habido, y, así, no dar su opinión al Presidente de la Republica, quien no encargó a Gil Robles la formación de un Gobierno como, en cuanto a Jefe del grupo parlamentario más numeroso, hubiera sido natural, y el día 25 de septiembre (1935) hubo un gabinete Chapaprieta permaneciendo en él Gil Robles en Guerra y entrando a formar parte un Ministro de la "Lliga Catalana". Portela quedó fuera del Gobierno, esperando su nueva hora. Se pierde el tiempo en discusiones y hay encuentros verbales violentísimos. La Cámara se desinteresa cuando se tratan en ella proyectos importantes de interés general. Así ocurrió con una de las leyes importantes aprobadas en aquella legislatura –Ley Municipal-, en cuyo proceso parlamentario tuve intervención constante, pues llevé la voz de la oposición y logré mejorar el proyecto con varias enmiendas que fueron incorporadas al texto legal 1 . Y también con el proyecto de Reforma Agraria que José Antonio calificó del más reaccionario, cometiendo, dijo, la gran torpeza de entregar la bandera de la reforma al catastrofismo. A las izquierdas les reprochó Primo de Rivera, con toda razón, que habían hecho una reforma agraria puramente política y demagógica sin haber entrado en su sentido profundo, con una organización económica del suelo español, gran empresa que sólo podía realizarse en una coyuntura revolucionaria “que vosotros habéis desaprovechado 2 ” El “estraperlo” y el “asunto Nombela” En octubre estalla la bomba política del “estraperlo”, una especie de ruleta inventada por un extranjero llamado Strauss; un juego, que iba a ser autorizado, en el que, según 1 . Las personas interesadas por estos temas pueden ver el libro de Llano y Lamoneda, dos competentes municipalistas, y que se titula Ley municipal orgánica (Madrid, 1935). 2 . El problema no estaba sólo en los latifundios ni en la incautación como castigo de los Grandes de España, que algunos, por cierto, eran pequeños propietarios. La reforma agraria era para José Antonio algo más profundo y más interesante que el fraccionamiento de los latifundios o la concentración de los minifundios; era una gran empresa que sólo podía realizarse en una coyuntura revolucionaria. Lo importante era establecer una organización económica del suelo español, que no todo es habitable y cultivable. Hay extensos territorios en nuestro país en los que sólo cabe perpetuar la miseria. El problema estaba para él en fijar cuales son las “unidades de cultivo” después de haber determinado cuáles son las áreas cultivables. El problema no está en los latifundios ni en los minifundios puede ser una unidad estimable de cultivo, siendo en otras desastrosa. ¡Fuera apriorismos! En relación con las incautaciones sociales de bienes de un grupo social el problema estaba en indagar en la historia de los señoríos jurisdiccionales que por arte de magia se convirtieron de jurisdiccionalmente en patrimoniales. su autor, no intervenía el azar sino sólo el cálculo. Todo era confuso y se hablaba de dinero y regalos para un ahijado de Lerroux. Se consumen horas discutiendo si debe investigar y resolver el Parlamento, o si se debe pedir que actúe el Fiscal de la República. En medio de tanta oratoria vana, José Antonio se expresó así: “Aquí sencillamente nos encontramos ante un caso de descalificación de un partido político. No más ni menos; la descalificación del partido republicano radical.” “¿Qué aparece aquí?, pues sencillamente el reflejo de un clima moral de ese partido, y cuando en él se pueden manipular durante meses, sin que esto cause extrañeza, cosas como éstas que nos avergüenzan y nos apestan, que encolerizan contra vosotros y, si no lo remediamos esta misma tarde, contra el Parlamento a todo el pueblo español, ese partido –empezando por su Jefe- que hace muy bien en alegar su vida política, porque la conocemos todos, tiene que desaparecer de la vida pública; y dirigiéndose a Gil Robles –Ministro de la Guerrale dice que ya ningún partido español podrá ir nunca en alianza electoral ni política con el Partido Radical porque está descalificado ante la opinión pública”. En el mes de noviembre la situación general se agrava de una manera alarmante, y la inseguridad de todos es completa pudiendo decirse en el Congreso que “no hay ciudadano de ninguna clase que tenga su vida garantizada”. Pues bien, en momento tan difícil otro gran escándalo parlamentario tiene lugar en torno al llamado “asunto Nombela”. Se trataba de las reclamaciones que contra el Estado español había formulado la Compañía África Occidental en relación con un contrato concertado para la prestación por aquella Compañía de las comunicaciones intercoloniales. Se denunciaban irregularidades y anomalías graves. Unos querían concretar la responsabilidad en el Subsecretario de la Presidencia y otros entendieron que se trataba de la responsabilidad de todo aquel sexto Gobierno Lerroux: El Estado concedía graciosamente a la Compañía las subvenciones integras, al rescindir el contrato, como si el servicio no hubiera sido deficitario. Y para que nada faltara, en medio de tan grande confusión, alegaba la Compañía que mientras no se le pagaba tuvo que amarrar los barcos que se fueron a pique por obra de un tifón. Y cargaba al Estado, sin más, su valor, lo que este aceptaba con mansedumbre. Disolución de las Cortes y elecciones de febrero de 1936 La sesión de Cortes se prolongaba en la madrugada del 7 al 8 de noviembre y el día 9 se leía la comunicación anunciando que el Gobierno estaba en crisis. Nuevas consultas. Gil Robles no admitía más que una de estas dos soluciones: el Poder para él o la disolución. Cambó, con más experiencia y sensatez, intentó cerca de todos aquellos jefes de grupo una tregua que permitiera constituir un Gobierno y evitar la disolución de las Cortes. El Presidente de la Republica la resolvió encargando a Portela la formación de un Gobierno, y este prestidigitador formó un gobiernito con amigos y sin Gil Robles, que cesó como Ministro de la Guerra. Hubo en realidad dos gobiernos Portela; al primero, que duró sólo dieciséis días, lo fulminó Gil Robles; el segundo tuvo casi dos meses de vida y obtuvo de Alcalá Zamora el decreto de disolución, con gran enojo de Gil Robles a quien sólo consolaba la esperanza del triunfo en las elecciones. Pero el "Jefe" se equivocaba -como veremosporque su táctica había debilitado y enfriado al cuerpo electoral. Es del mayor interés señalar que Portela en la declaración ministerial de este su segundo Gobierno había descrito la situación del país con estas sombrías palabras: "Hostilidad implacable entre derechas e izquierdas que abren un sima profunda; amenazas y violencias; la negación del concepto de Patria, partidos destrozados, incompatibilidades personales e ideológicas, FRACASO TOTAL DE LAS INSTITUCIONES DEMOCRATICAS!' con caracteres de guerra civil." Se cierran las Cortes y Gil Robles acusa, diciendo que esto es un golpe de Estado y declara al Presidente de la Republica, y al Jefe del Gobierno, fuera de la ley. En el Parlamento se presentan dos proposiciones de responsabilidad criminal contra Portela por considerarlo obligado a comparecer ante las Cortes o a disolverlas; y Miguel Maura se dirige en la "Comisión Permanente" contra Portela y Alcalá Zamora, con esta tremenda acusación: "Yo, republicano del 14 de abril que luchó contra la Monarquía rompiendo con su pasado, con su amistades, con su familia y con todo lo que representaba la Monarquía, afirmo que esto es veinte veces peor que aquello y que el actual Presidente de la Republica ha venido a realizar todo lo que la Monarquía hacía en sus últimos tiempos.” Éste era e1clima político del país cuando se convocaron elecciones para el 16 de febrero de 1936. En aquel ambiente se constituyó el Frente Popular que actuó bajo las instrucciones de la III Internacional con todas las consignas hipócritas de vestir piel de cordero para no espantar a la tontería burguesa. Estaban integrados en el Frente socialistas, comunistas, anarquistas y extrema izquierda con Azaña y Martínez Barrio. Largo Caballero no se anduvo con rodeos. "Estamos decididos a hacer en España lo mismo que se hizo en Rusia, y, ahora, cuando nos lancemos por segunda vez a la calle, que no nos hablen de generosidades ni de respetar personas y, cosas. Vamos a la toma del Poder como sea para establecer la dictadura. ¡A muerte los policías, los arrastrasables, los magistrados de toda laya, los sacerdotes! El plan del socialismo español y el comunismo ruso es el mismo." Franco propuso un golpe de Estado Portela abandona el Poder y se forma un nuevo Gobierno Azaña. Me consta, por el testimonio de Franco, la gran preocupación que experimentó Portela al darse cuenta de lo que se avecinaba, cuando de una parte la revolución actuaba de manera tan manifiesta, las derechas estaban desunidas, y el “centro” que él postró era, como ahora, sólo un sueño. Franco me contó que ante la inquietud y la alarma, ante el desasosiego de Portela, le propuso -como al parecer hizo también algún otro General- que diera un golpe de Estado y declarase la ley marcial. No dejaba de ser un tanto extraña aquella situación en la que Franco y otros generales jóvenes que tenían fuerza y prestigio en el Ejército, en lugar de ser ellos quienes dieran el golpe, le propusieran que lo diera aquel viejo político, resabiado y zigzagueante, que no tenía a nadie detrás. En las próximas elecciones tal como estaba el ambiente José Antonio pronosticó el triunfo del Frente Popular y postuló la creación de un "Frente Nacional" para evitar el desastre. Una vez más vio claro, mientras la derecha seguía encerrada en sus obstinaciones. Las elecciones en sus primeros resultados acusaban progresos en las candidaturas del Frente Popular, retrocesos en la derecha y el fracaso más estrepitoso en el centro protegido por Portela desde el Poder; y en seguida empezaron los asaltos a organismos oficiales dirigiendo el asalto al Ministerio de la Gobernación un distinguido jefe del Ejército. Portela asustado abandonó el Poder y en el día 19 de febrero se constituyó un Gobierno Azaña entre manifestaciones, amenazas, incendios, muertos y heridos en todo el país, declarándose en algunos sitios el comunismo libertario con ataques a los cuarteles de la Guardia Civil, asaltos a los Bancos, choques entre comunistas y falangistas, bombas, etc., en una ola de violencia que duró doce o catorce días. Al constituirse aquel Gobierno, Azaña habló de la pacificación de los espíritus y la concordia, pero sólo en los primeros momentos, porque muy pronto diría aquello de "que se pacifiquen ellos". En la prensa se pedía el encarcelamiento de Franco, de Goded y de Gil Robles. En realidad quien gobernaba era Largo Caballero porque Azaña accedía a cuanto se le pedía y... como la situación era difícil a todos se daban facilidades para la subversión. Terminado el escrutinio en la primera y segunda vuelta electoral, el día 15 de marzo se procedió a la organización provisional de las Cortes con la designación de la "Mesa de edad" en la que la Presidencia correspondía al más viejo de los electos, y lo fue en aquella ocasión el almirante don Ramón de Carranza, aunque por aquella razón cronológica le hubiera correspondido al conde de Romanones quien tuvo la coquetería de no comparecer como en otro capítulo de este libro se dice. Se cantó la "Internacional" mientras grupos numerosos rodeaban el Congreso cuando se celebraba la sesión y aplaudían o insultaban a los diputados que entraban o salían. De las comisiones parlamentarias, era la "Comisión de Actas" -de la que yo formé parte durante las dos legislaturas- la primera que entraba en actividad. Prieto era en aquella ocasión su Presidente y nos propuso dar, sin discusión, su conformidad a que se aprobaran algunas actas discutidas, entre otras una de Zaragoza, que nos interesaba, a cambio de que diéramos nuestra conformidad para anular, también sin más, las de Granada y Cuenca principalmente, a lo que nos opusimos. Yo estudié con rigor, minuciosamente, el expediente electoral y demostré, ante la "Comisión de Actas", y en mi discurso ante la Cámara -en pugna con el diputado socialista Rufilanchas y con alguna interrupción de Prieto-, con la fuerza incontestable de los números que José Antonio había triunfado. (Incluyo, en el correspondiente apéndice, la discusión parlamentaria.) Destitución de Alcalá Zamora Seguían las violencias en marzo y abril cuando en los primeros días de ese mes se planteó en el Parlamento el problema de si el "decreto de disolución de Cortes" debía de contarse o no como una segunda disolución, porque caso afirmativo, con arreglo a la Constitución, el primer acto de la nueva Cámara tenia que ser el de examinar y resolver sobre la necesidad o no del decreto de disolución; y si el voto era desfavorable llevaba aneja la destitución del Presidente de la Republica. Esta fue la tesis de Prieto que en su defensa argumentó con la falacia de que se trataba de una segunda disolución (contrariamente a lo que antes había sostenido siempre) "porque las Cortes Constituyentes, después de aprobar la Constitución -decía- se habían convertido en Cortes ordinarias". De esta manera, por razones políticas, fue destituido Alcalá Zamora de su cargo de Presidente de la Republica. Esa destitución fue un atropello y una gran arbitrariedad con la que se pasó por encima de la Constitución. Desde el punto de vista jurídico el decreto de disolución de las Cortes Constituyentes no era computable y el decreto de 7 de enero concedido a Portela era por consiguiente la primera disolución que había acordado Alcalá Zamora. La actitud de los socialistas condenando la disolución de aquellas Cortes era, por su parte, además, un acto de cinismo, ya que antes habían pedido a gritos la disolución. Elegido Azaña Presidente de la Republica se ocupó de su instalación en el "Palacio de Oriente", yendo a vivir a El Pardo mientras se realizaban los oportunos trabajos, y creó un brillante batallón presidencial. En la calle seguían los desórdenes, las luchas, huelgas, atentados en toda España, infamias como la de los "caramelos envenenados". Y no sólo hay encuentros violentos entre el Gobierno y la oposición parlamentaria sino que también se producen éstos en el seno del "Partido Socialista" donde Araquistain abofeteaba a Zugazagoitia, una de las personalidades más respetables de partido. Azaña decidió encargar la formación de nuevo Gobierno a Prieto quien, pese al disparate que significaba su interesada maniobra contra Alcalá Zamora, se consideraba yo creo que con razón- con energía y capacidad para poner orden en la Republica. En realidad, era ya la única esperanza, pero los celos de su rival Largo Caballero mueven contra el a la "UGT" y le ponen el veto. Hacia la guerra civil Siguen las huelgas, los atracos, los asaltos de fincas, las colisiones con la Guardia Civil y se necesitarían varios volúmenes para recoger todos los desórdenes y crímenes de aquellas jornadas delirantes en las que el país se precipitaba, sin remedio, en la catástrofe. Ante situación tan grave, Indalecio Prieto, Jefe del socialismo centrista, pronuncia un gran discurso en Cuenca en el que, valerosamente, dice que se quebranta por todas partes la disciplina, tanto en los institutos armadas como en las organizaciones obreras, y denuncia la presencia de gentes osadas, insolventes, irreflexivas, dedicadas al catastrofismo, frente a las que él señala la necesidad de una política nacional continuada. Porque el país -dijo- de ninguna manera podía soportar el desorden público constante, el desgaste del Poder público y de su vitalidad económica en media del desasosiego, la intranquilidad y la zozobra de las que la clase trabajadora sufría ya los efectos perniciosos... "Si el desmán y el desorden se convirtieran en un sistema, por ahí no se iría ni al socialismo ni a la consolidación de una Republica democrática." Y en el periódico EI Socialista afirmó que situación tan grave conduciría fatalmente a la miseria, lo que haría imposible la implantación del socialismo "porque el socialismo puede llegar a socializar la riqueza, pero lo que no podrá hacer nunca será socializar la miseria". Con motivo del veto que le había puesto su partido manifestó "que las dificultades con que tropezaría cualquier socialista en la empresa de presidir el Gobierno, se acrecentarían tratándose de él por la animosidad con que le distinguía cierto sector del partido en que él militaba". La crisis interna del Frente Popular producía situaciones contradictorias como ésta: mientras Prieto pronunciaba un discurso en la plaza de toros de Écija, y hubo un momento en que su vida se puso en peligro por las agresiones de los amigos de Largo Caballero, ese mismo día, en un mitin de Zaragoza, Largo Caballero era abucheado e insultado por los anarquistas del Frente Popular. Un ex ministro de izquierda republicana, Marcelino Domingo, expuso al Jefe del Gobierno el malestar reinante entre todos y la necesidad de resolver adecuadamente los problemas del orden público, y se producía una escisión en el partido. Calvo Sotelo interviene en el Parlamento en los términos más enérgicos y denuncia la falta total de autoridad en el Gobierno a pesar de los aumentos presupuestarios para la debida organización de los servicios de orden público. Se está destruyendo el país e interrumpiendo la historia; y como se hablara de movimientos militares a favor de la Monarquía se expresó en estos términos: "No existe en el Ejército un solo militar dispuesto a sublevarse a favor de la Monarquía y en contra de la República. Si lo hubiera sería un loco; lo digo con toda claridad, pero considero que también sería loco el militar que no estuviera dispuesto a sublevarse a favor de España y en contra de la anarquía.” Sus palabras determinaron por parte del Gobierno y los diputados los mayores insultos y amenazas contra él. En la Constitución de 1931, entonces vigente, se proclamaba la licitud de todas las opiniones y de todas las ideas políticas; era un derecho de los ciudadanos, alegaba Calvo Sotelo, proclamar las suyas dentro de la ley, pero el Jefe del Gobierno se declaró beligerante frente a la derecha y amenazo a Calvo Sotelo haciéndole responsable de lo que pudiera ocurrir. A esa amenaza que le había dirigido el Presidente del Consejo de Ministros, Calvo Sotelo, con tono emocionado, contestó con aquellas palabras tan conocidas y repetidas: "La vida podéis quitarme, pero más no podéis..." En aquel ambiente tan cargado, tan tenso, don Juan Ventosa, con la serenidad habitual con que se producía, y con la necesaria severidad, le dijo al Jefe del Gobierno que las palabras que acababa de pronunciar no podían conducir a otro resultado que al de enconar la violencia en la lucha entre los españoles" y que la subversión que en los espíritus acababa de realizar el Jefe del Gobierno desde la cabecera del banco azul era muchísimo más grave que todas las subversiones violentas de la calle". Así fue: en la madrugada del 12 al 13 de julio una camioneta de la Dirección General de Seguridad sacaba de su domicilio a Calvo Sotelo con el pretexto de conducirle a la Dirección General de Seguridad y era asesinado en el camino. El día 13 se extendió por Madrid y por todo el país la terrible noticia. Horas antes del asesinato de Calvo Sotelo había sido asesinado un teniente del cuerpo de Guardias de Asalto. La guerra civil había ya comenzado. Cuatro días más tarde, el 17 de julio, se sublevaba el Ejército de Marruecos. El despiste de aquel Gobierno –jactancioso en su debilidadera tal, que cuando su Presidente recibió la noticia a través de un telegrama que le entregara el Subsecretario de la Gobernación (si mal no recuerdo un joven llamado Osorio Tafall), lo guardó en un bolsillo y al hablar poco después con algún Ministro le dijo que tan poca importancia le daba que lo había olvidado. Pero pronto el general Núñez del Prado, figura distinguida del Ejército, hombre inteligente y reflexivo, le sacó de su error señalándole la extraordinaria gravedad del suceso. Entonces el Presidente se hundió; Azaña intentó que formara un nuevo Gobierno Martínez Barrio, lo que no toleraron las huestes de Largo Caballero; y lo demás ya es de todos bien sabido: tres años de guerra. El asesinato de Calvo Sotelo Sin el asesinato de Calvo Sotelo tal vez el Alzamiento militar habría tenido algunas variantes. Poco antes Franco puso dificultades para ir a Tetuán. En principio se había convenido que tendría lugar en la segunda mitad del mes de julio, pero a medida que las fechas se echaban encima, Franco, en el ambiente tranquilo de las Islas Canarias, pensaba que podía no haber razón para precipitar el acontecimiento, siempre bajo la preocupación y el recuerdo del fracaso del 10 de agosto de 1932. Las cosas a su juicio iban mal, pero lo mismo podían seguir algún tiempo más sin mayores complicaciones, por lo que no veía motivo concreto para dar el paso; y así, el día 12 de julio -esto es, antes del asesinato- envió un mensaje al coronel Galarza -enlace con Mola- que contenía estas tres palabras: "Geografía poco extensa." El mensaje se recibió en Madrid el 13 a las once de la noche. Galarza convocó inmediatamente a Kindelán en el número 7 de Espalter para darle cuenta, y el General, preocupadísimo, dijo a Elena Medina Garvey –que desde algún tiempo venia utilizándose como enlace- que saliera en seguida para Pamplona y se lo comunicara al general Mola, mientras él se preguntaba con asombro y extrañeza ¿pero esto por qué?, ¡si ya hemos dado la orden para África! Antes de las diez de la mañana llegaba Elena a Pamplona y entraba, muy nerviosa, en las habitaciones del general Mola. "¿Que pasa en Madrid?", preguntó éste. No es en Madrid, contestó ella, sino en Canarias y, en seguida, con unas tijeras descosió el cinturón donde se escondía un papelito con las citadas tres palabras: "Geografía poco extensa." Mola, irritadísimo, arrojó violentamente al suelo el cinturón y el papelito, porque el conocía el significado de aquellas tres palabras que tradujo así: "Franco no va." Pero con su gran temple de conspirador reaccionó en seguida y metiendo otro papelito en el cinturón le pidió que saliera rápidamente para Madrid y lo entregara a "don Valentín". Contenía una disposición para Ceuta-Tetuán; decía que Juan Antonio Ansaldo llevaría a Marruecos al general Sanjurjo; y que en el aeródromo de SaniaRamel había de pintarse una franja con cal de cuarenta metros de larga por diez de ancha; el teniente coronel Yagüe -añadió Mola- sabe de que se trata y usted, señorita, puede decir a las nuestros que esto está en marcha y que no hay nadie que pueda detenernos. Mola la despedía dándole las gracias por sus servicios y diciéndole que no se pusiera nerviosa porque no pasaba nada. También quedó preparado el mensaje para Ansaldo que aguardaba en Biarritz 3 . Dos días después de la muerte de Calvo Sotelo llegaron a Pamplona nuevas noticias de Madrid, y Galarza comunicaba que el mensaje del día anterior "Geografía poco extensa" había quedado rectificado por un nuevo mensaje de Canarias, lo que significaba que 3 Debe consultarse el libro de FÉLIX MAÍZ Mola, aquel hombre, Diario de la conspiración. Franco si iba a Marruecos. Resulta, por consiguiente, muy claro que cuando Franco envió el primer mensaje -día 12- diciendo que no iba a Tetuán, Calvo Sotelo no había sido asesinado, pero que en cuanto tuvo noticia del crimen -día 13-, cambió de actitud, llegando a Pamplona el día 14 su nuevo mensaje rectificando el anterior; lo que llevó gran alivio al animo de Mola, pues mientras Franco, desde la lejanía de Canarias había pensado en la posibilidad de nuevas demoras, él -Mola- quemándose con todos los hilos de la conspiración y de los movimientos de la policía en la mano, sabia que eso era imposible, porque la Dirección General de Seguridad y el Jefe de la Guardia Civil de Pamplona, comandante Rodríguez Medel (que en los primeros días de junio había sido destinado allí para "republicanizar" la Guardia Civil en contacto permanente con los dirigentes del Frente Popular) seguían sus pasos muy de cerca y si se desarticulaba la organización y los planes de los conspiradores -lo que ya estaba a punto de ocurrir- la postura de otros generales podría considerarse como ambigua ante el Gobierno de la República, pero la suya -la de Mola- y la de sus colaboradores más activos, al ser inequívoca, determinaría su inmediato fusilamiento.