Los asesores de los homosexuales El principal problema de muchos asesores espirituales es que se consideran muy autosuficientes. Saben cómo hacer las cosas, ya tienen conceptos claramente fijados y actúan en consecuencia, seguros de que saben hacer bien lo que estén haciendo. Esa actitud me recuerda una experiencia personal. Durante muchos años yo creí saber nadar. Había aprendido prácticamente solo. Un día, conversando con un profesor de natación, le dije que me gustaría perfeccionar mi estilo. Nos pusimos de acuerdo y el día convenido nos encontramos en la piscina. -“Muy bien, muéstreme todo lo que sabe hacer”. Y con entusiasmo me metí en el agua. -“Está bien, salga” - me dijo el experto nadador. Poco después me dijo: -“Usted no sabe nadar. Tenemos que comenzar en cero. Usted pelea con el agua; necesita aprender a estar en el agua sin hacer fuerza, sin rigidez muscular, ni violencia en los movimientos. En otras palabras, usted tiene que aprender a vivir en el agua”. Esto es válido también para los asesores. El que va a trabajar con seres humanos debe tener la capacidad de salir de su ámbito natural y sentirse cómodo en el ámbito del otro. De ahí aquello de que "fuera del agua se nada muy bien". El que pretenda ser un buen nadador debe aprender a vivir en el agua; el que pretenda ser aviador debe estudiar todo lo relativo al aire, las nubes, las tempestades y los imprevistos que se puedan presentar. Uno que pretenda trabajar con seres humanos no puede ser menos que el nadador o el aviador. Debe tener amplios conocimientos antropológicos, psicológicos, sociológicos y teológicos; debe ser capaz de comprender todas las tempestades que se pueden presentar en la vida humana y sentirse en un ámbito natural cuando se encuentra en una situación completamente distinta a lo que es su vida normal. No se trata de caer en un relativismo moral ni en un moralismo trasnochado. Consiste en evitar caer en la situación en que yo me encontraba cuando creía que sabía nadar. 1 Muchos asesores creen que "saben nadar" y necesitan las palabras de alguien que les diga: "Usted tiene que aprender a vivir en el agua". O sea, usted tiene que colocarse en la situación del otro y ser capaz de ayudarlo, cualquiera sea la situación en que se encuentre; ya sea en las tranquilas aguas de una piscina o en las arremolinadas de un mar embravecido. La situación actual de los asesores No tenemos elementos de juicio para evaluar cómo encaran los maestros o los sacerdotes católicos el asesoramiento a homosexuales. En cuanto a los pastores protestantes, he hecho una encuesta entre 48 de los más destacados de ellos y profesores de ética y teología pastoral de seminarios teológicos argentinos. Sólo trece pastores respondieron al cuestionario. Pertenecen a las más variadas denominaciones: tres hermanos libres, dos bautistas, dos pentecostales, dos anglicanos, dos metodistas, uno de la Alianza cristiana y misionera y uno de la Unión evangélica. Estamos muy agradecidos a estos pastores por la valiosa información que han ofrecido. Una de las preguntas del cuestionario era ésta: ¿Cómo ha encarado usted los casos de homosexuales que se han presentado en su experiencia pastoral? Veamos algunas de las respuestas que nos muestran la situación actual. Pastor número uno Al no tener preparación psicológica más de lo elemental, siempre he recurrido a los consejos y a la oración, y en algunos casos al exorcismo. Creo que he enfrentado unos diez casos. Al principio de mi ministerio fui muy severo y tomé medidas disciplinarias, inclusive sugiriendo que si no cambiaban no vinieran más a la iglesia. Últimamente, desde que comenzamos con el discipulado de la congregación y nos amamos más al sentir a los hermanos como hijos, nuestro corazón ha sufrido mucho más. Hemos orado más, hemos aconsejado, llorado y clamado junto con estas personas y hemos sido más comprensivos. Sin embargo, algunos a pesar de nuestra comprensión, y para no causarnos más tristeza o trastorno, han abandonado con dolor la iglesia que no tuvo solución para su problema. 2 Pastor número dos En casi treinta años de experiencia pastoral he encontrado sólo unos pocos casos de homosexuales, no más de diez. Por supuesto, me refiero a homosexuales que se hayan identificado como tales para pedir consejo. Creo que en nuestra comunidad hay muchos homosexuales que no solicitan orientación pastoral por temor a verse rechazados por el ministro y/o por la congregación. En todos los casos he actuado con la mayor comprensión y con absoluta reserva, utilizando invariablemente el auxilio de acreditados terapeutas. Todos los homosexuales fueron enviados a entrevistarse con profesionales de sólido prestigio, en consultas gratuitas que gestioné personalmente. Lamentablemente, varios no se presentaron a la consulta (ni regresaron a mi oficina pastoral) y otros abandonaron el tratamiento. Sólo uno logró superar el conflicto. Pastor número tres Estábamos [...] concluyendo de edificar nuestro templo. Era el esfuerzo de unos 40 miembros que con nuestras manos hacíamos esta obra. Casi al finalizar la obra nos enteramos que un miembro de la iglesia, de unos 45 años, casado y con cuatro hijos, usaba la obra aún en construcción para realizar sus prácticas de homosexual. Al enterarnos, y a pesar de la violencia y disgusto que nos causó, procuramos, en mérito al testimonio, mantener en reserva este hecho. Mediaba también el problema de la familia (la esposa fiel creyente así como sus hijos) a quienes deseábamos ocultar el hecho a cualquier costo. Tuvimos (dos o tres ancianos) una conversación con él, y luego de varias negativas, terminó por confesar. Le separamos de la comunión (la Cena del Señor). La esposa pensó que era otra la causa de la separación. Pasaron varios años y no veíamos ningún cambio en su conducta, aunque no sabíamos ciertamente si seguía con sus prácticas. Hubo algunos hermanos que se interesaron en que se le restituyera a la comunión y tuvimos varias conversaciones con él. Y cuando parecía que todo volvería a su causa normal, nos enteramos que había vuelto a sus sucias prácticas en un 3 campamento de jóvenes. Uno o dos años después falleció. Pastor número cuatro Tengo presente tres casos que tuve de homosexuales. Para convencerme que eran homosexuales y no simples "afeminados" pasé demasiado tiempo y perdí el tren de un consejo oportuno. Los tres casos ingresaron a la iglesia. Dos eran muy avanzados en su problema. El tercero, un adolescente que vivía solo, pudo ser rescatado parcialmente por lo menos. Estamos a ciegas en este asunto. Estas cuatro respuestas son muestras de cuatro actitudes pastorales que, con palabras diferentes, son expresadas por otros de los encuestados. Con las trece respuestas podemos clasificar a los pastores y líderes evangélicos argentinos encuestados en cuatro grupos: 1. Los que tienen amor, comprensión y una auténtica fe en la oración, pero les faltan herramientas de trabajo; les falta el conocimiento sobre la dinámica de la personalidad, para servir en nombre de Jesucristo con mejores posibilidades de hacer el bien. 2. Los que tienen conocimientos psicológicos y están conscientes de que deben trabajar en equipo con el médico o el psicólogo, pastores que a su vez son hombres de fe y conocedores de todos los recursos de la fe para una terapéutica eficaz. 3. Los que se limitan a exhortar a la confesión de pecado y a aplicar una medida disciplinaria, la excomunión, después de la confesión. No se hace ningún esfuerzo por ayudar a la persona. 4. Los que están conscientes de su incapacidad para encarar un problema de tanta envergadura y honestamente confiesan que "han perdido el tren” y que "están a ciegas en el asunto". Se podría hacer otra división: los que contestaron y los que no contestaron: ¿Por qué 35 de los encuestados prefirieron el silencio? Algunos seguramente por falta de tiempo o de interés. Otros 4 tendrán razones más personales. Pero no puedo abrir juicio sobre un silencio. Solamente voy a reflexionar sobre dos posibles causas de algunos silencios a la luz de mi experiencia pastoral: la proyección y el miedo. La proyección es un mecanismo inconsciente mediante el cual se condena en otros, con mucha rigidez, los defectos que la persona tiene pero no acepta. Así el peor racista es el que tiene un lejano ancestro que perteneció a la raza discriminada. De igual manera, los peores enemigos de los homosexuales son los que tienen fuertes componentes homosexuales no aceptados conscientemente. El odio que el individuo siente por sí mismo lo proyecta sobre los que tienen su misma dificultad. A veces encontramos personas que están conscientes de sus tendencias homosexuales y se convierten en los peores enemigos de los que tienen sus mismos problemas. Aquí se trata de otro mecanismo. La falta de interés, el menosprecio y la falta del sentido de responsabilidad pastoral para con determinadas situaciones humanas suelen ser síntomas de problemas emocionales no resueltas por aquellos que tienen que ayudar a otros. Mi primera desilusión por la falta de responsabilidad de algunos pastores en el cumplimiento de un ministerio pastoral a los homosexuales (especialmente a aquellos que vienen a un ministro de Dios buscando ayuda) surgió en 1948, justo en la ocasión en que se consideraba mi solicitud de ingreso en un seminario teológico. Fui entrevistado con bastante rigidez sobre mi llamado al ministerio cristiano. Después de la entrevista, me acerqué a un grupo de pastores que charlaban en momentos de tiempo libre. Un anciano contaba una anécdota. Era con relación a un joven que había ido a él en busca de ayuda espiritual. -Me ofrecí para ayudarle, cualquiera fuera su dificultad dijo el anciano pastor-. Y al decirle eso se animó a contarme su problema. El muy descarado me dijo que le gustaban los hombres y que no podía evitar esas tendencias; que como era creyente, necesitaba ayuda para resolver su problema. Otro de los pastores le preguntó -¿Y qué le dijiste? -Le dije: ¡fuera de aquí, degenerado! Con mis dieciocho años me sentí desilusionado ante la falta de 5 amor hacia un joven necesitado. Han pasado los años y noto que continúa el rechazo total al homosexual por parte de algunos pastores. ¿Cuál es la causa? En algunos casos se trata del mecanismo de proyección; pues encarar al homosexual sería como mirarse en un espejo, lo cual no se desea. Es más fácil intentar sacarse de encima la responsabilidad acusando y condenando al otro como un ser despreciable y depravado. Además notamos la falta de madurez espiritual. Hay una gran distancia entre la actitud de Jesús hacia el pecador y la de muchos que hoy pretenden ser fieles intérpretes de sus enseñanzas. En Jesús encontramos respeto por la persona humana, trátese de María Magdalena, Zaqueo o Poncio Pilato, respeto que parte del reconocimiento de que todo hombre ha sido hecho a imagen y semejanza de Dios. Si bien el ser humano ha caído en pecado corporal o espiritual, existen infinitas posibilidades de desarrollo y maduración en cualquier ser humano, incluidos los homosexuales. La agresividad suele ser sólo un síntoma. La proyección, como mecanismo inconsciente, tiene su génesis en experiencias pasadas que han sido sepultadas en las profundidades del inconsciente. Pero las vivencias no mueren jamás. Lo único que podemos hacer es sepultarlas vivas y desde su tumba nos seguirán molestando sin que nos demos cuenta de que "los muertos que hemos matado gozan de buena salud". Según los informes de Kinsey, el 60% de los varones han tenido algún tipo de relación homosexual en la preadolescencia y un buen número de ellos experimenta sentimientos de culpa conscientes o inconscientes al respecto. El mecanismo inconsciente de proyección lleva a aquellos que han tenido experiencia homosexual aunque ésta se haya olvidado y no se tengan sentimientos conscientes de culpabilidad- a descargar sobre otros la agresividad que sienten hacia ellos. Es una fuerza irracional, indomable, que se manifiesta contra los homosexuales. Sin embargo esa misma persona agresiva podrá ser muy comprensiva ante otro tipo de falla moral. Íntimamente relacionado con el mecanismo de proyección está el "miedo al contagio". La causa puede ser la misma. Aunque debemos tener en cuenta también lo que hemos señalado con relación a los componentes bisexuales, por lo menos la presencia recesiva del otro sexo en cada ser humano. La vida psicosexual infantil y el período de latencia están grabados en el inmenso grabador de nuestra mente: todo lo tenemos dentro. A veces se 6 produce el temor a "eso que tenemos dentro", aunque no haya experiencia homosexual en alguna "grabación", ni necesidad de proyección. Es evidente que la masculinidad o la femineidad absolutas no existen. Esto puede llevar al temor al contagio aun a personas que jamás han tenido una experiencia homosexual. Veamos dos casos concretos: Un pastor me pide ayuda para que oriente a un miembro de su iglesia que le ha manifestado sus tendencias homosexuales. Este pastor es una persona de alto nivel cultural y de una sólida capacitación psicológica. Después de charlar un rato y darle algunas ideas de cómo encarar la situación, surge el verdadero problema: -No, lo que yo desearía es que usted se encargue de orientar este caso. Después de un breve diálogo este pastor me dijo con franqueza: -Lo que pasa es que tengo miedo. A partir de esa afirmación, el colega pastor se convirtió en oveja. No recordaba haber tenido una experiencia homosexual, conocía mucho sobre la homosexualidad: la había estudiado a fondo. La curiosidad y el "temor al contagio" se entretejían en él en forma muy singular. Sus grandes conocimientos teóricos no le servían porque se sentía bloqueado por el temor. Al final decidimos hacer el asesoramiento pastoral en equipo. Yo vería al feligrés una vez por mes y charlaría con el pastor cada quince días, quien a su vez se entrevistaría semanalmente con la persona en cuestión. Otro caso es el de una estudiante de psicología pastoral que se negó a hacer un trabajo práctico que consistía en entrevistar a una lesbiana. Cada estudiante debía procurar encontrar una persona que necesitara asesoramiento pastoral, entrevistarla y traer por escrito los aspectos más sobresalientes del diálogo, para discutir el tratamiento del caso con el profesor. Esta joven le pidió ayuda al pastor de su iglesia para encontrar una persona que necesitara asesoramiento. Este se la consiguió con facilidad. Era una joven casi de su misma edad, quien comenzó el diálogo así: -Me alegro mucho de que el pastor me haya pedido que hable contigo porque estás estudiando psicología pastoral. Siento que él 7 ha hecho esto para sacarse un problema de encima, aunque creo que después de todo tiene razón. He hablado con él cinco veces y siempre me he sentido como un avión dando vueltas sobre un aeropuerto, con el tren de aterrizaje trabado y con temor de aterrizar y verme envuelta en llamas. Pero creo que podemos ayudarnos las dos. Tu te estás entrenando como pastorcita y para eso necesitas empezar ayudando a alguien. Yo me siento más cómoda contigo porque eres mujer y casi de mi edad. Contigo voy a aterrizar y pronto, pero antes es necesario que me prometas, con la mano sobre la Biblia, que vas a guardar el secreto. Después que mi alumna hizo su formal promesa, con la mano sobre la Biblia se produjo el aterrizaje: -Mi problema es que me gustan las mujeres... Cuando mi alumna vino con el resultado de su entrevista estaba aterrorizada. -No lo hago, no puedo hacerlo, tengo miedo -me repitió varias veces-. Cuando me dijo por segunda vez “creo que podemos ayudarnos las dos" había una expresión en sus ojos que me dejó helada. Sentí frío en todo el cuerpo y hasta temblé de miedo. Le dije que me lo contara todo y que estudiaría el caso consultando mis libros. Pero yo escribía para no mirarle a los ojos. Tenía miedo. Por otro lado, me hizo prometer sobre la Biblia que le guardaría el secreto y ahora no puedo decirle nada al pastor. Cuando la estimulé a realizar una segunda entrevista para la cual le daría algunas orientaciones, comenzó a llorar. -Tengo miedo, tengo miedo, no puedo hacerlo - repetía. Esta joven no había tenido experiencias homosexuales. Sólo recordaba que una compañera de estudios, en la Escuela Secundaria, tenía la mala fama de ser lesbiana. Hemos clasificado las actitudes pastorales en un país como la Argentina, donde muchos pastores tienen nivel universitario. Uno se pregunta cómo será la situación en los demás países latinoamericanos, donde la mayoría de los pastores están muy por debajo del nivel universitario. 8 Pienso que la iglesia debe preparar a sus pastores con madurez emocional, cultural y espiritual para encarar los grandes problemas pastorales de nuestro tiempo. Necesitamos sacerdotes y pastores que sean capaces de contextualizar el mensaje de Jesucristo en nuestra situación concreta. Para ello es necesario un profundo conocimiento del evangelio, una experiencia personal y un conocimiento exhaustivo del contexto en que nos ha tocado vivir, para poder mostrar la pertinencia del evangelio en cada situación particular. Técnicas del asesoramiento pastoral Técnica directiva. Parecería que la mayoría de los asesores espirituales utilizan una técnica directiva. El asesor, y no la persona necesitada, ocupa el centro del diálogo. Una vez presentado el caso, la persona homosexual es obligada a cumplir un rol pasivo; a escuchar el sermón y los consejos del asesor que incluyen, a veces, la amenaza del fuego eterno del infierno si no se arrepienten y cambian de actitud. Esa técnica la vemos en un pequeño libro que tiene el privilegio de ser el primer intento de asesoramiento pastoral para homosexuales escrito por un clérigo latinoamericano, por lo menos que yo conozca. 0(Domingo Fernández, Homosexualismo, El Paso, Texas: Casa Bautista de Publicaciones, 1974. La obra, en formato pequeño, consta de 32 páginas) por lo menos que yo conozca. Al final, en las paginas 27-31, presenta el caso de una joven lesbiana que le escribe una carta pidiéndole orientación. Es necesario señalar que un asesoramiento por vía epistolar suele tener la tendencia a ser directivo. Pero me llama la atención el hecho de que el autor no le hace una sola pregunta a la lesbiana. Ofrece un sermón en dos puntos y después presenta dos consejos bien concretos. En este caso hubo una respuesta positiva por parte de la joven en cuestión. Uno se pregunta si esta metodología no conduce a la represión y a la seudomodificación de las tendencias homosexuales que mencionamos en el capítulo anterior. El tiempo tiene la última palabra. Dentro del asesoramiento pastoral la técnica directiva es una posibilidad. Esta ha sido utilizada por pastores muy destacados como el doctor John S. Bonnell, quien por muchos años fue la más alta expresión de esta técnica en el campo pastoral. La persona que 9 pretenda utilizarla debe tener autoridad; en el pastor ésta reside fundamentalmente en su condición de hombre de Dios. Esa condición se da en el caso del reverendo Domingo Fernández, que hemos mencionado. Donde creo que se equivoca el reverendo Fernández es cuando afirma: "Sí, los homosexuales deben saber que son víctimas de una acción satánica". Ya hemos señalado varios casos en que los homosexuales se creen poseídos por el demonio e impotentes ante poderes sobrenaturales. Ha llegado a mis manos una carta que un famoso predicador latino radicado en los Estados Unidos envió a un homosexual que le escribió pidiendo asesoramiento. A continuación señalo algunas de las afirmaciones de este pastor: 1. "Usted nació con un instinto sexual desviado de la línea normal". 2. "Su condición se la debe agradecer a algún abuelo o bisabuelo, o tío, o vaya a saber qué antepasado". 3. "Quizás es usted más mujer que hombre, aunque sus órganos masculinos se vean intactos y normales". 4. "Si es una enfermedad usted debe procurar curarla, porque es curable. O si no, por lo menos disimularla". 5. "Supongamos que usted tuviera una tendencia desaforada a comer papas fritas y éstas le enferman el hígado cada vez que las come... Entonces el médico le dice: 'Bueno amigo, usted tiene que escoger, o come papas fritas y se muere de un cólico hepático o deja de comer papas fritas y vive muchos años feliz y contento, elija'. Lo mismo pasa con su condición de homosexual". 6. "Usted nació homosexual como otro nace tartamudo o bizco". Después de estas seis afirmaciones que presuponen un conocimiento científico del problema de la homosexualidad vienen los consejos: "Alejarse de toda clase de mal". "Procurar andar lejos de las personas y lugares que puedan incitarlo al homosexualismo". "Haga lo que hacen los alcohólicos anónimos para dejar de tomar. 10 Hágase cada día la decisión firme de no caer ese día en su actividad. Aquí entran en juego su voluntad y su dignidad humana". Creo que este asesoramiento pastoral es dolorosamente dañino por las siguientes razones: 1. Viene de una persona que se expresa como si dominara el tema a nivel científico y con la autoridad del representante de Dios. 2. Le asegura al pobre joven que él nació así. ¿Cómo puede fundamentar semejante afirmación? ¿Con qué derecho afirma la condición hereditaria de la homosexualidad? ¿Qué quiere decir con disimular la homosexualidad? ¿Qué relación tiene un ser humano con las papas fritas? Después de estas afirmaciones absolutas, ¿qué esperanza le queda al pobre joven? ¿Qué sentido tienen los consejos si se le ha dicho que ha nacido así? Pienso que este joven no recibió ayuda de este pastor. La situación se hace más grave ante el hecho de que el joven en cuestión es miembro de una iglesia evangélica y por lo tanto debe haber tomado muy en serio lo que le dice el primer pastor al cual se atreve a confesar su problema: Un pastor desconocido cuyos programas radiales escucha. Ser pastor es un gran privilegio, pero también una gran responsabilidad. Hoy siguen vigentes las palabras con que Dios dice a los pastores a través del profeta Jeremías: "¡Ay de los pastores que destruyen y dispersan las ovejas de mi rebaño!" (23:1). Técnica no directiva. En esta técnica el centro de atención pasa del asesor a su compañero de diálogo. El asesor procura clarificar las ideas de la persona necesitada y no trata de imponerle las suyas. No trata de darle la "solución genial" de su problema, sino que le ayuda para que por sí mismo pueda encontrar el camino que conduce a la solución. Si Dios nos respeta como personas y no nos impone sus criterios, ¿por qué ha de hacerlo quien pretende representarlo sobre la tierra? El compañero de diálogo debe tener la seguridad de que todo lo que dice es secreto de confesionario. La discreción es fundamental, así como la comprensión. El asesor debe desarrollar la capacidad para escuchar y el arte de hacer preguntas específicas 11 y pertinentes. El asesor no debe pretender actuar como una computadora que tiene una respuesta absoluta para cada situación concreta. 1. No discutir, no sermonear, ni actuar como juez o moralista. Recuerdo el caso de un joven homosexual que estaba convencido de que su vida era normal; inclusive estaba convencido de que Dios aprobaba sus actividades. No asumí el papel de juez ni de fiscal; no discutí con él sobre sus puntos de vista. Sencillamente pregunté: ¿En qué puedo servirle? Posteriormente la persona en cuestión llegó a reconocer su soledad y su agonía. No valía la pena ponerme a discutir con él. Si me había pedido una entrevista era porque tenía dificultades. 2. Ser humilde para comprender que no es fácil lograr soluciones. Poco podemos hacer por una persona que no se deja ayudar. Es importante que el asesor cuente con la capacitación científica y una auténtica vivencia religiosa, pero las mejores intenciones se estrellan contra la falta de colaboración del compañero de diálogo. Recuerdo el caso de un joven quien tenía el propósito consciente o inconsciente de hacer fracasar nuestras entrevistas, como ya había hecho "fracasar" al psiquiatra que lo tuvo por paciente. 3. Saber que el individuo no puede ser tratado en forma ahistórica. Todo homosexual es en gran parte producto de un contexto social emocionalmente insano. Por eso me llamó la atención en la obra de Domingo Fernández que él no hace preguntas: él define, diagnostica y receta sin tener en cuenta el contexto de la joven. La colaboración de los padres, en los casos en que conozcan el problema, es un factor muy importante para la superación del conflicto de identidad. 4. Buscar las causas del problema. Cuando las causas son conocidas, los efectos pueden desaparecer o por lo menos la persona en cuestión cuenta con medios para resistir las tentaciones y evitar el sentimiento de culpa y la depresión que en muchos casos siguen a la experiencia homosexual. 5. No aconsejar. Muchas personas piden consejo, pero en el 12 fondo no desean ser aconsejadas. El asesoramiento debe ser un proceso de reeducación. Aun cuando el consejo sea bueno y la persona aconsejada lo aceptara, ésta no quedaría en condiciones de resolver por sí misma problemas similares en el futuro. Se desarrollaría una dependencia del asesor que no ayudaría a su buen desarrollo emocional y espiritual. Hay asesores que pretenden ser hombres-computadoras, con una respuesta infalible para cada situación. El hombre-computadora no existe, ni existen soluciones absolutas válidas en todos los casos particulares. El asesor debe clarificar las ideas de su interlocutor para que éste vea por sí mismo la solución y tome los pasos que correspondan. La tarea del asesor es semejante a la del sol. Cuando uno se siente envuelto en nieblas matutinas y no puede ver bien, el camino que busca puede estar muy cerca, pero no lo ve porque está impedido por la niebla. Cuando el sol se levanta y la niebla se disipa tenemos una nueva perspectiva y con paso firme, sin ayuda ajena, uno se dirige hacia donde quiere ir, seguro de que no está perdido. 6. Ser honestos. En mi libro La comunicación del Evangelio en el mundo actual presento el caso de un pastor que había asegurado que con sólo aceptar a Cristo como Señor y Salvador todos los problemas quedaban resueltos. Entre los que aceptaron la invitación estaba un joven que le confesó: -Mire pastor, yo soy hermafrodita. Mi sexo no está bien definido. Sin embargo yo me siento mujer. Como no puedo tener relaciones normales, practico la homosexualidad. Hace cinco años que vivo con un hombre. Usted ha dicho que el que acepta a Cristo y se arrepiente de sus pecados puede tener la seguridad de que todos sus problemas serán resueltos. Dígame, ¿cómo resuelvo mi problema y logro ser una persona normal? No podemos ofrecer lo que no tenemos. Hay que ser honestos en reconocer que en algunos casos no podemos hacer absolutamente nada. 7. Saber comprender. El asesor debe tener la capacidad de adaptarse a un ámbito diferente, a colocarse en la situación del otro. El que está aprendiendo a nadar tiene un problema fundamental: aprender a respirar en forma diferente a la que está 13 acostumbrado y hacerlo en forma normal. Un buen nadador puede estar varias horas nadando con la misma naturalidad con que camina. Entonces uno es un nadador. Muchos asesores tienen serias dificultades en establecer empatía con el otro. No se entienden porque mientras uno está en el agua, quizás ahogándose, el otro está sobre tierra firme. Para salvar a uno que se está ahogando hay que meterse en el agua. Además, hay que conocer las técnicas apropiadas para el salvamento. No es cuestión de golpearlo para hacerle perder el conocimiento y sacarlo sin riesgo, como hacen los que no conocen bien el oficio. Es importante saber nadar bien, sentirse seguro en un ámbito diferente, conocer las técnicas apropiadas en cada caso. Si usted no es un buen nadador, ni conoce las técnicas, no se meta en el agua porque es probable que se ahoguen los dos. La comprensión no implica aprobación ni condenación, sino tener capacidad para colocarse en el ámbito del otro para ayudarlo a salir del agua si es que quiere. Para seguridad mutua es necesario que usted evite que el otro "lo agarre" y se ahoguen los dos. No hay que compadecer, sino expresar la solidaridad humana con serenidad. Algunos neuróticos quieren envolvernos emocionalmente y si perdemos la objetividad perdemos la posibilidad de ayudar. La comprensión no implica ignorancia de los principios morales. "Más bien implica que juntos llegamos a una conclusión en la cual nos enfrentamos con la realidad del problema. Si hay pecado, la culpa es reconocida y se dan los pasos para la recuperación. Cuando alguien va a otro en busca de ayuda lo que más necesita es comprensión, porque juicio lo obtiene de todos y de sí mismo. Todo hombre tiene dentro un juez, a veces un juez implacable. Decirle que es un pecador no es nada nuevo para él. Es como mencionarle a un tuberculoso su enfermedad. La cuestión no es atormentar sino ser un instrumento terapéutico de Dios para la sanidad espiritual, moral y aun mental de los hermanos. 8. Saber respetar a la persona humana. El respeto por el compañero de diálogo debe sentirse; éste no se puede expresar si no se siente. Hay una comunicación no verbal que expresa, más allá de nuestras palabras, nuestro respeto o nuestro desprecio. Si existe una escisión existencial entre lo que sentimos y lo que decimos, seremos delatados por la comunicación no verbal. "Cierto 14 tono de voz, o un movimiento de los músculos del rostro puede tornar negativa una frase positiva y viceversa. Una postura pomposa, un fruncimiento de cejas, un gesto nervioso, puede hacer que la gente deje de escuchar lo que decimos. Oyen, pero no escuchan". Para el cristiano Jesucristo es su modelo y arquetipo y debemos recordar que Él mostró un gran respeto por todos los seres humanos a pesar de los defectos que tuvieran. Respetó y llamó a ser su discípulo a un arrogante y fanfarrón pescador llamado Pedro. Escogió a personas ambiciosas como Jacobo y Juan (véase Marcos 10:35-37). Respetó aun a Judas lscariote. Jesús acepta y respeta al ser humano tal cual es, seguro de que puede llegar a ser mucho más de lo que es, si se descubre a sí mismo como ser perfectible a la luz del Evangelio. Jesús no sólo respetó a los que cometían pecados espirituales; también aceptó, respetó, amó y perdonó a los que cometían pecados sexuales: María Magdalena, la mujer adúltera, la mujer samaritana, etc. El respeto de Jesús por la persona humana está fundado en la esencia del hombre, que ha sido creado a imagen y semejanza de Dios. Pero el pecado ha desdibujado esa imagen. Jesús espera que esta pueda ser completada gracias a su ministerio redentor, si el ser humano responde a Él con fe y arrepentimiento. Por eso El no ve en el hombre lo que es, sino lo que ha sido y lo que puede llegar a ser. Jesús es el pastor por excelencia. Les recomiendo la lectura del capítulo cinco de mi libro Psicología pastoral para todos los cristianos que lleva por título "Jesús como pastor", donde hago un estudio exegético del ministerio pastoral de Jesús, preferentemente de las entrevistas pastorales en el Evangelio según San Juan. Siendo Pablo el mejor intérprete de Jesucristo, recomendamos del mismo libro el capítulo VI: "Pablo como pastor". En ambos casos encontramos un profundo respeto por la persona humana; no importa cuán bajo haya caído en nuestra escala moral. Los ocho principios que acabo de presentar no están colocados por orden de importancia. Sencillamente los he ido enumerando siguiendo el orden en que aparecen explícita o implícitamente en esta obra. Debo señalar que estos principios no han sido analizados en forma 15 exhaustiva porque llevaría demasiado espacio.Por último, hay otros factores que no han sido considerados y que forman parte de los recursos de la fe cristiana: la naturaleza religiosa del ser humano, la conversión, la oración, la duda y los valores terapéuticos de la comunidad cristiana; para el tratamiento de estos temas véase los capítulos II, III, IV, V y VI de mi libro Psicología de la Experiencia Religiosa que usted puede encontrar gratuitamente en la sección libros. Para la utilización de otros recursos de la fe cristiana véase mi libro Psicología Pastoral para todos los Cristianos, capítulo VII, "El uso de la Biblia en el asesoramiento pastoral". Fundamentos teológicos del asesoramiento pastoral La doctrina bíblica del ser humano como imagen de Dios es al mismo tiempo el punto de partida y el objetivo final del asesoramiento pastoral y de la evangelización. Todo ser humano, aun el que nos parezca el más depravado, posee la dignidad inherente a su condición de imagen de Dios y objetivo del sacrificio expiatorio de Jesucristo. Pero además de la imagen de Dios, en cada ser humano está presente el pecado. El hombre se ha convertido en el antagonista de sí mismo despreciando su origen y oponiéndose a su destino. Esto crea una grave ambivalencia existencial que sume al ser humano en la angustia de odiarse a sí mismo a pesar de que se ama. La doctrina bíblica del hombre como imagen de Dios subyace como una dimensión de profundidad en la técnica pastoral directiva. Debo aclarar que utilizo la palabra "técnica" en un sentido muy especial, a falta de un término más apropiado. Por lo general se entiende que una técnica es un conjunto de procedimientos de que se sirve una ciencia o arte. Además se entiende por técnica la habilidad para manejar esos procedimientos. En el sentido estricto del término el asesoramiento pastoral no es, no puede ser una técnica; es más bien un conjunto de actitudes inspiradas en la vida y el ministerio de Jesucristo. El asesoramiento pastoral es básicamente una relación humana. En el conjunto de actitudes inspiradas en la vida y ministerio de Jesús descubrimos que la doctrina del hombre como imagen de 16 Dios siempre permanece subyacente como en una dimensión de profundidad. Por el contrario, la doctrina bíblica del pecado aparece siempre visible. En la metodología del asesoramiento pastoral el asesor nunca debe dejarse obnubilar por la presencia visible del pecado al extremo de no tomar conciencia de la presencia de la imagen de Dios. Esta doctrina está presente en cada uno de los ocho principios que hemos señalado como fundamentales para lograr un asesoramiento pastoral correcto. En el primero sugerimos: No discutir, no sermonear, ni actuar como juez o moralista. El asesoramiento consiste en ayudar al compañero de diálogo a comprender la realidad de la tensión existente entre la necesidad de completamiento de la condición humana en Jesucristo y el sentido de imperfección que experimenta. Para lograr la plena restauración de la imagen de Dios, el hombre necesita tomar conciencia de la escisión existencial que existe entre lo que es y lo que debe llegar a ser. No es cuestión de discutir, condenar o jugar; sino que el otro pueda comprender que su objetivo es alcanzar su plena humanización según el arquetipo que Dios nos ha dado en la persona de Jesucristo. Cada cual sabe un poco lo que es. Lo importante es que llegue a comprender lo que debe ser, pero no por imposición sino por pleno convencimiento. El segundo principio señala la necesidad de ser humilde. Este principio tiene dos pilares de sustentación. El primero es de nivel vivencial; cuando el asesor reconoce, con honestidad, que todavía existe alguna distancia entre lo que es y lo que debe llegar a ser. El segundo pilar es el ejemplo que nos ha dejado Jesús. Toda su vida fue un acto de humildad; comienza su ministerio sometiéndose al bautismo, a pesar de las protestas de Juan el Bautista (Mateo 3:1415) y lo termina lavando los pies a sus discípulos (Juan 13:1-20). Y lo que hace en forma ejemplar lo confirma conceptualmente: "Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón" (Mateo 11:29). Luego la humildad es una lógica consecuencia de la doctrina del hombre como imagen de Dios. Por dos razones el pastor tiene que ser humilde: porque todavía la imagen no se ha consumado en él y porque Aquel que sí es la imagen de Dios consumada le da el ejemplo de humildad. 17 El tercer principio señala que el compañero de diálogo no debe ser considerado en forma ahistórica. Jesucristo, la imagen de Dios, nos da el ejemplo a través de su ministerio. Sus enseñanzas son presentadas en los términos de la cultura agrícola-pastoral de la Palestina del primer siglo de nuestra era. El contexto cultural y familiar tiene que ser tomado en consideración porque el hombre existe bajo la influencia de su circunstancia. El cuarto principio señala la necesidad de buscar las causas del problema. En términos cristianos el pecado es siempre la causa de todos los problemas humanos. El término más usado en el Nuevo Testamento para expresar la idea de pecado es hamartía, palabra que viene de una raíz griega que significa "errar el blanco". Luego el pecado consiste en no alcanzar el objetivo (telos) de la existencia humana. Pecado es todo aquello que conspira contra el logro del completamiento de la imagen de Dios en el hombre. Es la alienación de la persona del objetivo evangélico de humanizar al hombre según el arquetipo de Jesucristo. Encontrando la causa del mal podemos entender los efectos. Si hay obstáculos que impiden el completamiento de la condición humana es importante saber cuáles son, para después tratar de removerlos o reajustarlos. Las piedras en el camino del hombre pueden ser convertidas en escalones de una escalera que nos conduzca a una vida superior: "A los que aman al Señor, todas las cosas les ayudan a bien" (Romanos 8:28). El quinto principio señala que no debemos aconsejar. Si leemos las entrevistas sostenidas por Jesús con distintas personas, según el testimonio de los cuatro Evangelios, notamos siempre su tendencia a hacer surgir de su compañero de diálogo las respuestas apropiadas. El no da consejos: espera que la respuesta surja del individuo mismo. Sostengo que esta actitud de Jesús presupone una antropología fundada sobre la doctrina del hombre como imagen de Dios. Por otro lado, sabemos que la voluntad no es suficiente, sabemos que el yo no es totalmente consciente y que su capacidad de resistencia tiene sus límites. Sabemos que la conducta "voluntaria" no es tan voluntaria como suponemos. Existe una serie de mecanismos inconscientes que nos impulsan a actuar en forma que no desearíamos. Tomemos, por ejemplo, los consejos del pastor que comparaba el deseo de relaciones homosexuales con el de comer papas fritas. Sus consejos son pintorescos, pero 18 desconocen por completo la estructura y la dinámica de la personalidad. No debemos asesorar a persona alguna, y mucho menos a los homosexuales, sobre la base del "consejo genial y solucionador". El sexto principio nos desafía a ser honestos. El moralista es una persona que por lo general está divorciada de la realidad o revestida de hipocresía. Nuestra meta es llegar a ser perfectos, personas acabadas, completas, integras. Debemos ser perfectos a nuestro nivel, como Dios lo es en el suyo. Debemos aprender a ser plenamente humanos como Dios es Dios. Eso es lo que nos quiere decir Jesús en Mateo 5:48. El séptimo principio es saber comprender. Si uno es capaz de comprender su propia falta de completamiento, y reconocer la distancia que existe entre el ser y el deber ser, entonces puede comprender al prójimo. Delante de Dios el asesor y el asesorado son iguales en el sentido de que ninguno ha alcanzado su meta. La única diferencia es que uno de los dos está más cerca. Pero sólo Dios sabe quién la alcanzará primero, si es que alguno la alcanza. El último principio, saber respetar a la persona humana, está implícito en la comprensión. Para el asesor su asesorado debe ser un compañero de peregrinaje hacia el completamiento de la condición humana según la imagen de Dios consumada en Jesucristo. Difícilmente un asesor podrá respetar a la persona que asesora si ese respeto no es parte integrante de la estructura de su personalidad. Si el asesor no se respeta a sí mismo como persona en ,proceso de crecimiento hacia su plena humanización, no podrá respetar al asesorado. Terminamos estas reflexiones afirmando que el asesor debe imbricar su fe en Dios con la fe en las posibilidades del hombre, como imagen de Dios, para alcanzar en Cristo su plena realización. © Psicopastoral - 2007 19