La representación del espacio en la pintura del Museo Thyssen-Bornemisza MIRANDO HACIA ARRIBA Capítulo 1. Georgia O Keeffe, Calle de Nueva York con luna (1925). Óleo sobre lienzo. 122 x 77 cm Es muy interesante analizar Nueva York con luna de Georgia O´Keeffe al hilo de una historia de la representación del espacio, aparte otros motivos que iré exponiendo, porque ofrece un tipo de vista, de abajo arriba, hasta ahora no estudiado. Resulta curioso que tanto para este tipo de vista, como para su opuesta, es decir, la de arriba abajo, o, lo que es lo mismo, con un punto de vista muy elevado, hayamos encontrado ejemplos muy elocuentes entre los pintores norteamericanos: por un lado Georgia O´Keeffe y, en el otro extremo John William Hill, de quien hemos estudiado su Vista de Nueva York desde Brooklyn Heights (cap. III. 1). Estas dos obras están relacionadas no solamente por utilizar ambas posiciones extremas y contrapuestas del punto de vista con el que se han realizado, sino también porque las dos son vistas de Nueva York y, además, porque en ambas están implícitos una admiración y un homenaje al progreso de la ciudad y del país en dos épocas separadas por casi noventa años. Esta admiración y este homenaje quedan patentes en el crecimiento en extensión y el barco de vapor en la acuarela de Hill, y en el crecimiento en altura y el desafío y el logro constructivos que los rascacielos representan en el óleo de O´Keeffe. Quizá en esto último influyó, como señala Britta Benke, la opinión del crítico de arquitectura Claude Bragdon, al que la artista trató y de quien fue vecina precisamente en uno de esos edificios, el Hotel Shelton. Refiriéndose precisamente a esta construcción decía Bragdon: "El rascacielos no sólo simboliza el espíritu de Estados Unidos -intranquilo, centrífugo, siempre en equilibrio precario-, sino que constituye el único nuevo fenómeno arquitectónico que Norteamérica puede reivindicar, sin duda alguna, como propio" [1]. En el cuadro de O´Keeffe creo que también intervienen en el mismo sentido lo que podríamos llamar "las luces de la ciudad", es decir, la farola y el semáforo, luces que representan también el progreso de la urbe. La instalación de los semáforos para la regulación del Georgia O´Keeffe, Nueva York con luna (1925), Madrid, Museo Thyssen-Bornemisza. Fig. IV.1.1: Esquema infográfico de las líneas de fuga en Calle de Nueva York con luna (1925) de Georgia O´Keeffe, Madrid, Museo ThyssenBornemisza. 1 tráfico en Manhattan se inició en 1920 y en enero de 1922 ya existía una red de semáforos que se fue extendiendo por el distrito, de manera que en 1925, fecha en que O´Keeffe pintó este cuadro, el semáforo constituía ya una clara señal de progreso en la ciudad de Nueva York. Ya que estamos hablando de luces, me parece que uno de los encantos de este cuadro es el juego que hace su autora entre las luces artificiales y la luz natural de la luna. Hay un recorrido visual en esta obra que lleva a los ojos del espectador desde el semáforo en rojo a la luz de la farola y de ésta a la luz plateada de la luna. Este recorrido en vertical oblicua y quebrada está acompañado, por no decir guiado, por las aristas de los rascacielos, también oblicuas, que conducen la vista hacia las alturas. Por así decirlo, la "estrella" del cuadro es la luna, pues a ella conducen "todas las miradas". Por otra parte, el planteamiento espacial del cuadro es muy claro: un espacio cercano, delimitado por los edificios, que abriga al espectador, y un espacio lejano, que es el cielo con una luna que está como acostada en las mullidas nubes. ¿Quién ha visto alguna vez una luna tan cómoda? Fig. IV.1.2: Georgia O´Keeffe, Calle, Nueva York n. 1 (1926) Colección de Mr. y Mrs. Harry W. Anderson. Al efecto de profundidad más o menos vertical que se produce, contribuye el hecho de que los colores cálidos están en la parte inferior (el semáforo rojo y la incierta luz crepuscular) y el más frío, el azul, en la parte superior, la más lejana. Entre unos y otro se sitúan los marrones y ocres oscuros, casi hasta llegar al negro en algunos bordes de los edificios. Estos rompen el espacio entre los dos términos antes aludidos, acentuando así aún más la distancia entre ambos. Fig. IV.1.3: Georgia O´Keeffe, Hotel Shelton, Nueva York n. 1 (1926) Minneapolis, The Regis Collection. La dirección de la mirada con que está realizado este cuadro provoca lo que los italianos han denominado, en el terreno de la perspectiva, una vista di sotto in su. Pero se puede comprender a simple vista que no se trata de un dibujo trazado con sujeción a las leyes de la perspectiva. En efecto, la lógica de la perspectiva nos haría considerar que la línea recta que cierra la composición en el ángulo superior izquierdo del cuadro representa no una arista vertical de la esquina de un edificio, sino el borde horizontal de su cornisa, que sería paralela a la cornisa más corta del edificio central. Pero la consonancia de ésta con las otras líneas verticales, las que terminan en la curva que representa el saliente de la cornisa, nos hace ver que no es una horizontal, sino una vertical. Para aclararlo he realizado una figura en la que se ve cómo las verticales de los distintos edificios no 2 concurren en un mismo punto de fuga, como sucedería si se atendiese a las leyes de la perspectiva, ya que todas las verticales son paralelas entre sí (Fig. IV.1.1). Se trata de un tercer punto de fuga, ya que las horizontales de los edificios deberían fugar sobre puntos de la línea del horizonte. El problema en este cuadro es que no hay dos horizontales paralelas entre sí que nos permitan localizar su punto de fuga común, por lo que no podemos averiguar dónde está la línea del horizonte. Ni falta que hace, pues es evidente que O´Keeffe ha jugado con la idea de la perspectiva y su lenguaje para dar credibilidad a su paisaje urbano, pero lo ha realizado haciendo primar las necesidades de la composición sobre las leyes de este sistema de representación. Así, ha colocado la vertical del ángulo superior izquierdo y ha forzado lo que sería su posición lógica según las leyes de la perspectiva. La manera en que cierra la composición por ese lado contribuye, como veremos, a la sensación, al sentimiento que la artista quiere transmitir con esta pintura. Fig. IV.1.4: Georgia O´Keeffe, El hotel Shelton con manchas solares (1926) Chicago, The Art Institute of Chicago. Desde 1907, año en que se traslada a Nueva York para estudiar en la Art Students League, esta artista visita con sus compañeros la pequeña galería de arte del fotógrafo Alfred Stieglitz, con quien más tarde contraería matrimonio. Allí pudo contemplar obras de pintores europeos tan importantes como Henri Matisse, Paul Cézanne, Georges Braque y Pablo Picasso, así como de los americanos John Marin y Marsden Hartley. Luego, en 1912, hizo un curso de pintura en la Universidad de Virginia, donde el profesor, Alon Bement, la incita a leer el libro de Wassily Kandinsky De lo espiritual en el arte. O´Keeffe estudió a fondo las ideas de Kandinsky, que influyeron definitivamente en su obra. En sus cuadros encontramos ante todo el reflejo de sus sentimientos, de su mundo interior y no una trasposición de la realidad visual en que el cuadro se inspira. En consonancia con esto O´Keeffe dijo: "No se puede pintar Nueva York como es, sino más bien como uno la siente" [2]. Fig. IV.1.5: Georgia O´Keeffe, Manhattan (1932), Smithsonian American Art Museum. De ahí que en este cuadro los edificios abandonen su posición natural para "abrigar" al espectador por un lado y por el otro para "abrazar" a la luna. No por ello ha dejado la artista de utilizar, aunque de una manera heterodoxa, la perspectiva lineal para configurar el espacio urbano, y la perspectiva del color para conseguir la profundidad que su visión personal del tema requería. A pesar de la indudable calidez que lo mullido del 3 cielo y el "abrigo" y el "abrazo" que los edificios proporcionan a esta pintura, O´Keeffe transmite en esta obra una sensación de soledad que todo paisaje sin gente produce, más aún si se trata de un paisaje urbano. También transmite una sensación de frío, no sólo porque suele ir asociada con la sensación de soledad, sino porque las luces del semáforo y de la farola parece que estuvieran congeladas, lo que viene acentuado por la hora que el cuadro representa. Por último, la sensación de abrigo que los edificios pueden provocar en el espectador, le pueden producir al mismo tiempo una cierta sensación de "encierro" u "opresión". ojos desde esas alturas incitó a O´Keeffe a realizar una serie de cuadros con diferentes vistas de la ciudad, alguna desde su apartamento y alguna otra del propio hotel Shelton desde el exterior. Al año siguiente la artista realizó otras cuatro vistas de la ciudad. La titulada Noche en la ciudad (1926), del Minneapolis Institute of Arts, está planteada desde un punto de vista similar al de la obra del Museo Thyssen-Bornemisza y muestra una composición mucho más cerrada que la de éste. En un primer término las fachadas son casi negras, aligeradas con fragmentos de otras algo iluminadas y otras al fondo blancas. Todas ellas se recortan sobre un cielo plomizo. La luminaria que aparece abajo, encajonada entre los edificios, pudiera ser una luna pálida y neblinosa que acaba de asomar por el horizonte. Las sensaciones de soledad y frío que podíamos apreciar en nuestro cuadro se ven en éste aumentadas y, aparte de que aquí ni hay un cielo mullido, ni los edificios "abrigan" ni "abrazan", las sensaciones de opresión y encierro se transmiten con toda claridad. Estas sensaciones vienen apoyadas por el fuerte efecto de convergencia de las verticales de los edificios, facilitada por la proximidad de su punto de encuentro o de fuga, aunque en este caso tampoco se trata de un único punto, sino de varios. La simplificación de los edificios, convertidos en cajas cerradas, subraya esas sensaciones, al tiempo que sitúan a esta pintura en un ámbito entre lo figurativo y lo abstracto. Toda la obra de O´Keeffe se sitúa en ese mismo terreno, ya sean los paisajes naturales, ya las flores u otras formas de la naturaleza, ya los paisajes urbanos. Ella misma expresó muy bien esta combinación: "Estoy sorprendida de cómo hay tanta gente que separa figuración de abstracción. La pintura figurativa no es buena mientras no lo sea en un sentido abstracto. Una colina o un árbol no crean por sí mismos un buen cuadro, tan sólo porque se pueda ver una colina o un árbol. Todo depende de la interrelación de líneas y colores, con ella se crea expresión. Para mí esto es justamente la base de la pintura. La forma abstracta es, a menudo, la forma más clara para lo indeterminado en mí, que sólo puedo explicar a través de la pintura" [3]. Otra vista de Nueva York que pintó en 1926, ésta perteneciente a una colección privada, se titula Calle, Nueva York n. 1 (Fig. IV.1.2). En ella utiliza también una mirada hacia arriba, pero no tanto como en los casos anteriores, ya que las verticales de los edificios convergen en un punto situado por encima del cuadro, pero muy alejado. Los edificios se convierten en franjas de distintos tonos de ocre que se van oscureciendo hacia sus bordes para aumentar el contraste con el cielo del fondo, que pasa a ser como el techo blanquecino de un estrecho pasillo. A pesar de los colores más cálidos, las sensaciones de soledad, frío y opresión no ceden un ápice. O´Keeffe se sintió fascinada por las vistas urbanas de Nueva York y este cuadro, Nueva York con luna, fue el primero en expresar dicha fascinación. Pero yo creo que en este cuadro hay además una búsqueda del espacio abierto, una nostalgia del cielo y de la luna, que se buscan y se encuentran al mirar hacia arriba entre los rascacielos. Si tenemos en cuenta que la artista nació y pasó su infancia hasta los doce años en el campo, en la inmensidad del paisaje de Sun Prairie en Wisconsin, no sería de extrañar que, junto a la fascinación por la gran ciudad y sus luces y el prodigio de los rascacielos, experimentase la nostalgia de las vastas praderas de su infancia y de la infinitud de sus cielos, tanto de día como de noche. También pintó en 1926 otros dos cuadros con la misma vista urbana de Nueva York en la que aparece precisamente el hotel Shelton, edificio en el que residía con Stieglitz, pero captado en diferentes momentos. En uno de ellos que pertenece a la Colección Regis de Minneapolis, Hotel Shelton, Nueva York n. 1 (1926) (Fig. IV.1.3), contempla el edificio con la inevitable mirada hacia arriba y éste se muestra como una sinfonía de ventanas en la que cada una de ellas da una nota como reflejo de la luz que le corresponde, pero también como un dinosaurio marrón recor- A finales del mismo año en que pintó este cuadro la pintora y Stieglitz se trasladaron a vivir al hotel Shelton, edificio altísimo que se había terminado el año anterior, en el que residieron primero en la planta 28 y luego en la 30. La amplia vista que se ofrecía a sus 4 York, noche (University of Nebraska Art Galleries), representa una vista nocturna de la ciudad tomada desde su apartamento en el hotel Shelton mirando hacia la avenida Lexington, con el hotel Berkeley enfrente. La vida de la ciudad está presente en las luces de las ventanas encendidas, aunque no se llegue a ver a los ocupantes de las habitaciones, también en las luces de los faros de los coches que forman un rosario a lo largo de la avenida y, por último, en cuatro peatones que se pueden ver en el tramo de calle más próximo abajo a la izquierda, entre el rojo de los edificios, aunque pequeños como hormigas. Se trata en este caso de una mirada opuesta a la de los cuadros anteriores; ahora es de arriba abajo. tado sobre un cielo gris y enmarcado por las aristas verticales de dos edificios en primer término. El otro cuadro de 1926, El hotel Shelton con manchas solares (Fig. IV.1.4), del Art Institute of Chicago, es también una mirada hacia arriba, en concreto hacia el sol, al igual que el cuadro del Museo Thyssen-Bornemisza es una mirada hacia la luna. Esto, junto con la luz del sol, la constelación de manchas solares repartidas por el cuadro y la vista de una mayor porción de cielo, lo hacen algo más alegre que los otros pintados el mismo año. Sin embargo, ese sol que asoma tras el edificio del hotel parece estar diciéndonos: "los rascacielos no me dejan mostrarme en todo mi esplendor". Quizá, sea otra manera de expresar por parte de la artista su nostalgia de la pradera en la que se crió. En esta ocasión el hotel Shelton está pintado desde una distancia algo mayor que en el cuadro anterior. Una cosa muy curiosa de este cuadro es el humo o vapor que inunda el cielo, que parece circular entre los edificios y que incluso parece salir de la fachada del propio hotel [4]. Es interesante señalar que, por primera vez en la historia de la pintura, con estos cuadros de Georgia O´Keeffe, el formato de los cuadros de paisaje urbano pasa a ser de apaisado a vertical, debido a la altura de los rascacielos. Finalmente, atendiendo el requerimiento que en 1932 el Museum of Modern Art, de Nueva York, le hizo de presentar un trabajo para la exposición Murales de pintores y fotógrafos americanos, pintó Manhattan (Fig. IV.1.5), hoy propiedad del Smithsonian American Art Museum. Es el más alegre y a la vez el más abstracto de todos sus paisajes urbanos. Está lleno de colorido y de flores que aparecen entre los edificios. Estas flores nada tienen que ver con sus conocidos cuadros de flores, sino que están inspiradas en los diseños florales de los mexicanos. El contacto con la fotografía a través de su marido influyó de alguna manera en la obra de O´Keeffe. Los encuadres que utiliza en estas pinturas, así como los reflejos de la luz del sol en la atmósfera en el último de los cuadros comentados, se corresponden perfectamente con lo que se puede ver a través de un objetivo fotográfico. Charles Sheeler, artista perteneciente al círculo de Stieglitz, utilizó fotogramas de un cortometraje que realizó, titulado Manhattan, como inspiración para algunos cuadros con vistas de rascacielos que pintó en 1920. Dichas vistas muy bien pudieron haber sido un estímulo para O´Keeffe a la hora de hacer sus vistas de Nueva York. Aparte de las vistas urbanas de Nueva York, O´Keeffe pintó otros cuadros de arquitectura, algunos de éstos inspirados en el contraste que el hueco de la puerta de entrada al patio interior hacía con la fachada de adobe de su casa en Abiquiu (Nuevo México). No es sino la casa en la que residió a partir de 1949 hasta su fallecimiento en 1987 y que ahora es la sede de la Fundación Georgia O´Keeffe. Sobre aquel tema la pintora realizó una serie de cuadros entre 1946 y 1976. Asimismo, pintó en varias ocasiones la iglesia barroca del siglo XVIII, también construida en adobe, de Ranchos de Taos, otro pueblo de Nuevo México. A partir de 1927 la pintora norteamericana realizó unas vistas de rascacielos que fueron siendo más y más animadas. En una de ellas, conservada en la Fisk University, Carl van Vechten Gallery of Fine Arts, Edificio Radiator, noche, Nueva York (1927), prescinde de los edificios de primer término que en los otros cuadros encajonaban el espacio y anima la pintura con las luces de las ventanas, que son señal de vida, con la radiación de luz que emite el edificio, como haciendo honor a su nombre, con una humareda que sale de una chimenea y con un letrero luminoso de neón en el que se lee STIEGLITZ, sin duda un homenaje a su marido. Desde su inauguración en 1924 este edificio mostraba un espectáculo de luz a los neoyorquinos que O´Keeffe plasmó en esta obra. Con la excepción de los temas de arquitectura, se puede decir que el resto de su obra versa sobre la naturaleza, tratada con un mayor o menor grado de abstracción. Esto se puede observar desde sus primeras obras, paisajes, formas orgánicas o abstracciones que relacionan la música y la pintura, pasando por En otro de estos cuadros, aunque ya de 1929, Nueva 5 sus bodegones de frutas, hasta sus numerosos cuadros sobre flores. A partir de sus repetidas estancias en Nuevo México en 1929 y la adquisición de su primera casa allí en 1934, la artista entró en contacto con la naturaleza desértica de esta región, que inspiró su obra hasta el final de su vida. No solamente el paisaje, sino todo lo que encuentra en él: "Siempre he cogido flores allí donde las he encontrado, he recogido caracolas y piedras y trozos de madera donde había caracolas y piedras y trozos de madera que me gustaban [...]. De la misma forma, cuando encontré en el desierto los hermosos huesos blancos los recogí y me los llevé a casa [...]. He pintado estos objetos para expresar lo que significan para mí la amplitud y el milagro del mundo en el que vivo"[5]. [1] Benke 2003, p. 40. [2] Citado en Benke 2003, p. 40. [3] Citado en Benke 2003, p. 28. [4] Viendo este cuadro no he podido por menos de acordarme del 11-S, ya que el sol recuerda el impacto del avión en la torre y el humo o vapor parece consecuencia del incendio y del consiguiente derrumbamiento que tal impacto produjo. [5] Citado en Benke 2003, p. 57. Bibliografía Benke, Britta: O´Keeffe. Madrid, Taschen, 2003. O´Keefee, Georgia: Naturalezas Íntimas. Catálogo de la exposición. Madrid, 2002. Buhler Lynes, Barbara: Georgia O´Keeffe: catalogue raisonné. New Haven, Londres, Yale University Press in association with the National Gallery of Art (Washington) and the Georgia O´Keeffe Foundation, Abiquiu, Nuevo México, 1999. 6