Editorial Revista - Centro Universitário São Camilo - 2010;4(2):127-129 Terminalidad de la vida y el nuevo Código de Ética Médica La medicina brasileña ha ganado un nuevo Código de Ética Médica (Resolución CFM n. 1931/2009), que comienzo a vigorar el 13 de abril de 2010. Un código en vigor hace más de veinte años tenía necesidad de ser actualizado pues de 1988 hasta hoy la sociedad ha cambiado mucho en sus valores morales, en su concepción de los derechos y la autonomía, en especial desde los avances tecnológicos y científicos. Estamos delante de una nueva sociedad, en la cual los valores y las conductas humanas han sido alterados y, en este contexto, también ha cambiado la relación médico-paciente. Al paternalismo médico se va poco a poco substituyendo la autonomía del enfermo. Frente a esta sociedad plural y progresivamente más compleja, es imperiosa la necesidad de interlocución entre las diversas áreas del conocimiento, incluyendo la Bioética, desde una perspectiva trasdisciplinaria. En conformidad con esa situación, el actual Código de Ética Médica representa una apertura innovadora cuando se muestra resultante de visiones de diferentes profesionales (una apertura inter y multidisciplinaria), incluyendo la Sociedad Civil, en el acercamiento del saber, la actualización y las nuevas competencias en el ámbito de la salud. Sobresale en el contexto mayor del Código de Ética Médica, la emergencia de la identidad del médico en cuanto orientador y pareja del paciente, desde un punto de vista no sólo biológico, sino fundamentalmente humanista. Con este objetivo, será necesario que o médico esté preparado para la atención al paciente, así bien para ver al enfermo en cuanto ser integral dotado de sentimientos, expectativas, y con derecho a decisiones que garanticen la dignidad en la vida y en el proceso de morir. Uno de los puntos importantes considerados por el código se refiere a la terminalidad de la vida, cuestión compleja y llena de aspectos polémicos y controvertidos. En los principios fundamentales de ese código (XXV), que, en su conjunto, constituyen un documento bioético, leemos: “En las situaciones clínicas irreversibles o terminales, el médico debe evitar la realización de procedimientos diagnósticos y terapéuticos innecesarios y propiciar a los pacientes bajo su atención todos los cuidados paliativos adecuados” (XXII). En su aplicación deontológica en la parte normativa de la práctica médica de este código, el mencionado principio es así asumido en el número 37: “Es vedado al médico abandonar al paciente bajo sus cuidados; § Salvo motivo justo comunicado al paciente o a sus familiares, el médico no debe abandonar el paciente por ser él portador de una enfermedad crónica o incurable, debiendo dar proseguimiento a la asistencia prestada al enfermo, aun cuando para cuidados paliativos.” Siguiese con esta cuestión ética en el art. 41: “Es vedado al médico abreviar la vida del paciente, aun cuando a ruego de este o de su representante legal. Párrafo único: En los casos de enfermedad incurable o terminal, el médico debe ofrecer todos los cuidados paliativos disponibles sin emprender acciones diagnósticas o terapéuticas inusuales o obstinadas, llevando siempre en cuenta la voluntad expresa del paciente o, en su imposibilidad, la de su representante legal.” En definitiva, el Código dice no a la práctica de la eutanasia (algo tradicional) y también no a la práctica de la distanasia (que es algo nuevo), introduciendo en la área de los cuidados médicos, cuando estamos delante de una situación de imposibilidad de cura, el ofrecimiento de cuidados paliativos. Esa filosofía de cuidados es una propuesta de abordaje integral de la persona que tiene por objetivo solucionar las necesidades físicas, psíquicas, sociales y espirituales, cuando estamos delante de una persona portadora de una enfermedad crónico-degenerativa o sin pronóstico positivo o en el estadio final de vida. Se miramos el Código de Ética Médica de 1988, con sus 19 principios fundamentales, ¡el enfermo jamás morirá! Nos encontramos en un momento cultural de negación de una de las verdades más sacrosantas de nuestra existencia humana, es decir, la de que somos mortales. Sin duda, uno de los puntos de avance del nuevo Código de Ética Médica, ahora con 25 principios, es asumir el principio de la finitud humana y proponer cuidados paliativos. Se evita así la práctica de la obstinación terapéutica (distanasia), o tratamiento fútil e inútil que más que prolongar la vida prolonga el proceso de morir, imponiendo sufrimientos innecesarios al enfermo, a los familiares así bien al médico. Se vincula a esa reflexión el importante principio 25 del nuevo código, el que destaca: “En la aplicación de saberes creados por las nuevas tecnologías, considerando sus repercusiones en las generaciones presentes y futuras, el médico hará que no se discrimine a la gente por motivos vinculados a la herencia genética, y protegerá a la gente en su dignidad, identidad y integridad”. En definitiva, operamos un rescate, al menos a nivel de visión, restando ahora fomentar la perspectiva de la dignidad en el propio proceso de morir. Leo Pessini* William Saad Hossne** Editores Jefe * Doctor en Teología/Bioética. Ha hecho estudios en Educación Pastoral Clínica y Bioética en el Centro Médico St Luke’s Medical Center. Profesor del Programa Stricto sensu en Bioética (Maestria y Doctorado) del Centro Universitario São Camilo, São Paulo. Superintendente de União Social Camiliana. E-mail: pessini@saocamilo-sp.br ** Médico e investigador. Profesor honorario de la Universidad Estadual de São Paulo – UNESP, Botucatu, Escuela de Medicina. Miembro de la Comisión Nacional de Ética en Investigación – CONEP. Miembro del Comité Internacional de Bioética – UNESCO. Coordinador del Programa Stricto sensu en Bioética (Maestria y Doctorado) del Centro Universitario São Camilo, São Paulo. E-mail: secretariamestrado@saocamilo-sp.br 129