63((&+ 'LVFXUVRGHO6U5RPDQR3URGL Presidente de la Comisión Europea &RPLVLyQGH$VXQWRV&RQVWLWXFLRQDOHV GHO3DUODPHQWR(XURSHR Comisión de Asuntos Constitucionales del Parlamento Europeo %UXVHODV0DUWHVGHMXOLRGH Sr. Presidente, Sr. Ministro de Asuntos Exteriores de Bélgica, Presidente en ejercicio del Consejo, Señorías, Señoras y señores... ] Con motivo de mi intervención ante ustedes el pasado mes de marzo, manifesté cuan oportuna era a mi parecer la iniciativa de la Comisión de Asuntos Constitucionales del Parlamento Europeo para permitir el intercambio de puntos de vista entre parlamentarios europeos y representantes de los Parlamentos nacionales. Nos encontramos en la actualidad ante una verdadera paradoja. Por una parte, nuestros ciudadanos nos piden respuestas a las grandes cuestiones que debe afrontar nuestra sociedad y, por otra parte, se observa una desconfianza creciente hacia las instituciones y la política, y cuando no es desconfianza es desinterés. A nivel europeo, el problema es incluso más sensible, y especialmente preocupante en este delicado momento de la construcción europea en la que se ha tomado la decisión histórica de ampliar la Unión al Este y al Sur. El "no" irlandés ha sacado a la luz ese sentimiento de enajenación y frustración frente a un fenómeno que se sigue percibiendo demasiado alejado. Las instituciones democráticas, los representantes de los ciudadanos europeos, a nivel tanto nacional como comunitario, pueden y deben desempeñar un papel clave para intentar acercar a los ciudadanos a Europa. La legitimidad de nuestra acción no depende sólo en realidad de la eficiencia de nuestras políticas, sino también de la participación en su elaboración y del control democrático de las instituciones parlamentarias. La próxima cita institucional deberá ser la ocasión de una verdadera refundación del pacto constitucional y político en que se sustenta la Unión. Las decisiones que adoptemos sobre la Carta de derechos fundamentales, sobre la simplificación de los Tratados, sobre el papel de los parlamentos nacionales y sobre el reparto de competencias entre la Unión y los Estados miembros, todas ellas cuestiones de suma importancia, deben inscribirse, por lo tanto, en el contexto más amplio de una profunda revisión del sistema político de la Unión. Particularmente, los dos temas que desean abordar hoy son fundamentales para acortar la distancia que en la actualidad parece separar a la Unión de los europeos: por una parte, las relaciones entre el Parlamento Europeo y los Parlamentos nacionales requieren nuevos mecanismos de consulta y de cooperación, más regulares y sistemáticos; por otra parte, la delimitación de las competencias entre la Unión Europea y los Estados miembros debe contribuir a que el sistema resulte más claro y comprensible. Los trabajos promovidos por Giorgio Napolitano y Alain Lamassoure constituyen contribuciones importantes para favorecer los debates parlamentarios en los Estados miembros y los países candidatos. Respecto al papel de los Parlamentos nacionales en el futuro debate sobre el futuro de Europa En la fase de debate público que se ha iniciado, los parlamentarios ocupan ya un lugar destacado: tanto en sus circunscripciones como en los partidos, constituyen puntos de enlace esenciales. 2 En la segunda fase, de la que deberá surgir el proyecto para la Europa de mañana, su implicación deberá ser aún más directa y más clara. En particular, deberá reflejar la doble naturaleza de nuestra Unión que es a la vez una Unión de Estados y una Unión de pueblos. Como pudo verse en el Consejo Europeo de Niza, la confrontación de posturas nacionales en una conferencia en la que solamente negocian los Gobiernos nacionales no basta para que prevalezca el interés común europeo. En este aspecto es fundamental la responsabilidad directa de los representantes electos del pueblo. Por esta razón es preciso que en Laeken se establezca una Convención (o un foro) de diálogo que asocie a los parlamentarios europeos, a parlamentarios nacionales, a representantes de los Estados miembros y de los países candidatos y a la Comisión. Confío en el éxito de este procedimiento: en vez de aguzar las rivalidades, favorece la aproximación. La Presidencia belga ya ha formulado ideas. Desea que la declaración de Laeken sea ambiciosa, y puede contar para ello con mi apoyo. Por supuesto, este nuevo procedimiento respetará las prerrogativas de los Estados y de las diferentes instituciones comunitarias. Se propone sobre todo preparar mejor la Conferencia Intergubernamental, logrando consensos previos y facilitando posteriormente los procedimientos de ratificación. No pretende sustituirla sino, como ya tuve ocasión de afirmar, garantizar que la próxima Conferencia sea breve, eficaz y decisiva. La Comisión participará activamente en todo el proceso. Desempeñará plenamente su papel de guardiana de los Tratados, velará por que el debate supere las diferencias que se han ido interponiendo últimamente entre los países "grandes" y los "pequeños". Velará también por que los países candidatos reciban un trato equitativo. Respecto al reparto de competencias Quiero expresarles mi apoyo a su iniciativa de redactar y distribuir un cuestionario sobre el reparto de competencias. En efecto, las tradiciones constitucionales nacionales son muy diversas. Los distintos enfoques que, con el tiempo, se han ido entrelazando complican enormemente esta cuestión: las lógicas varían según se trate de los distintos aspectos del mercado interior, la UEM, la PESC o la justicia y los asuntos de interior. Esta complejidad, que es producto de un proceso acumulativo, puede dar lugar fácilmente a malentendidos, incluso desde la fase de inventario de lo que existe y de lo que cada cual desea lograr. Cuando se confronten las respuestas a este cuestionario, se obtendrá una "fotografía" más nítida de las posturas de unos y otros. De momento, me limitaré a hacer algunos comentarios generales. En primer lugar, quisiera recordarles que el Libro blanco sobre la gobernanza que se publicará en breve aborda aspectos relacionados con la participación en la formulación y ejecución de las políticas comunitarias y las interacciones entre los diversos niveles de toma de decisión y políticos dentro del sistema comunitario, y presenta algunas propuestas para mejorar el sistema sin modificar los Tratados. Con este ejercicio, iniciado mucho antes de la Declaración de Niza, la Comisión se proponía contribuir a mejorar nuestros procedimientos de decisión y nuestras relaciones con todos los usuarios, sean ciudadanos, empresas o entidades regionales y locales, en el marco de las normas y procedimientos vigentes. 3 Por otra parte, los acontecimientos ligados a Niza y al subsiguiente debate han modificado sustancialmente el contexto y los términos del debate, abriendo un nuevo proceso político. El reparto de competencias propiamente dicho, que en Niza se incluyó, entre otras cosas, en el orden del día de la Conferencia Intergubernamental de 2004, deberá abordarse al nivel político oportuno. Exigirá una revisión de la arquitectura institucional de la Unión y una aclaración del papel de cada institución. Estoy personalmente convencido de que la Unión no tiene que ocuparse de todo, que debe concentrarse en tareas estratégicas para poder desempeñar plenamente su papel a escala mundial. Siempre que sea posible, habrá que procurar responder a la aspiración de la población de ser gobernada con la máxima cercanía posible. Sin embargo, el juego de la subsidiariedad no debe ser unidireccional: cuando un objetivo sea más fácil de alcanzar mediante una acción común, habrá que actuar a nivel europeo. Para ello, es preciso que la reflexión sobre el reparto más preciso de competencias parta de una reflexión fundamental sobre lo que deseamos hacer juntos. ¿Cuáles son las tareas de la Unión? ¿Cuáles son los retos y las cuestiones para los que ahora necesitamos a la Unión? Podríamos citar, por ejemplo la calidad de vida, la cohesión, la seguridad, el desarrollo sostenible, la inmigración o lo estabilidad. ¿Queremos afrontar estos retos juntos? ¿Con qué instrumentos jurídicos e institucionales? Dicho esto, el informe del Sr. Lamassoure pone de manifiesto que no existe una clave de reparto fácil. La naturaleza misma de la Unión, que no es ni pretende convertirse en un "super Estado", lleva a una distribución de responsabilidades entre la Unión y el nivel nacional. La respuesta no puede consistir, por lo tanto, en un "catálogo" de competencias que establezca compartimentaciones estancas entre los distintos niveles. Debemos seguir pensando en clave de funciones y objetivos y, sobre todo, mantener la flexibilidad del sistema. Además, tiendo a pensar que no es necesario conformarse con un reparto de competencias entre los niveles antes citados. La respuesta a la pregunta "¿quién hace qué?" abarca también la cuestión del reparto de responsabilidades entre las distintas instituciones comunitarias. Los ciudadanos se preguntan a menudo qué poder tiene el Parlamento Europeo, cuál es la naturaleza - legislativa o ejecutiva del Consejo y de la Comisión. El hecho de que el Parlamento Europeo, por ejemplo, no tenga plena competencia en materia presupuestaria (vota los gastos pero no los ingresos) no facilita la comprensión. Para concluir añadiré que, a mi parecer, el control de la subsidiariedad debería encomendarse al Tribunal de Justicia, órgano independiente y jurisdiccional cuya vocación es la de arbitrar conflictos, de la misma forma que los tribunales constitucionales de nuestros países. Señorías, Aunque el camino que queda por delante aún es largo, se están acercando las primeras etapas importantes. El Consejo Europeo de Laeken representa un paso acaso decisivo para la evolución política de la Unión. Su papel, Señorías, es fundamental para preparar la próxima cita institucional de forma más abierta, más transparente y más democrática. No dejemos escapar esta oportunidad. Gracias. 4