día, sólo será admisible en algún sentido no muy lato, que convendría nos hubiese descifrado. E n cuanto a nombres vulgares, añadiremos todavía a los deslindados antes el de candial, que oímos cada instante a los menos cultos, y los de temprano, tardano, valenciano, de prats, blancal, blanco, blando, royo, cañivano, remendina, carricasa, de riego, de monte, de la marina y de raspa, que quisiéramos se suprimiesen por equívocos o insigficantes. Sus variedades pueden repartirse en dos divisiones: de espiga blanca y de espiga rubia o matizada, distinguiendo luego las comprendidas en cada una de ellas por las diferencias insinuadas y a en los chamorros y otras pocas que inducen las aristas. Las cañas y las hojas suministran asimismo algunas señas más que en éstos, hallándose entre las primer a s muchas de nudos vellosos, y entre las segundas, de más de 14 líneas de ancho. Resulta de ahí más facilidad y firmeza en la clasificación de los linajes candeales que en la de los chamorros, y un número de ellos incomparablemente mayor. Así es que se cuentan y a hoy día tres por lo menos de espiga muy compacta (Tr. erinaceus Horn.), que dan excelente p a n y paja; el uno llamado tremeson por los jaqueses, que suelen sembrar con la avena hasta entrado mayo en los parajes muy fríos del Pirineo su menudísimo grano; y los otros dos, de rejoncillos más cortos, que, a pesar de ser superiores al tremesón de Jaca, por su semilla medianamente abultada y de color melado sobre fondo blanco o rubio, yacen obscurecidos y sin nombre alguno, subsistiendo como por casualidad, y a pesar del nombre, en mezcla con las castas valientes de Berja y de la baja Extremadura. 11. CANDEAL VELLOSO (Tr. Horstianum N.), confundido en los libros y en los campos con la especie anterior, de la cual sólo discrepa esencialmente por el vello que tapiza los cálices, al menos en el ápice y margen exterior, y a veces también la porción descubierta de los flósculos o fiorecitas inferiores. Sus propiedades agronómicas y económicas sólo pueden